Capítulo 10

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Poché.

Hoy cumplía con mi tercer día de trabajo, aún me estaba adaptando, porque era muy extraño trabajar en un sex shop, con los pocos días que llevaba aquí, me doy cuenta que la mayoría del tiempo llegan personas muy extrañas.

Cómo ahora, Ana estaba atendiendo a una mujer madura, tenía el cabello colorido, vestía de negro y portaba muchas cadenas y pulseras de plata, por supuesto su apariencia no tenía nada de extraño, lo extraño era su búsqueda en esta tienda.

— Busco un dildo doble color negro con ocho potencias, muy realistico de 22 centímetros.

— No lo tengo de color negro, lo tengo rosa, blanco, con o sin venas.

La mujer soltó un bufido fastidiada.

— Aquí decía que había en negro. — puntualizó mostrando la página web del lugar.

— Suelen llevarlo muy seguidos. — Ana se encogió de hombros. — Pero harán inventario pronto, si quiere esperar puede dejarme su número y yo le aviso.

— Está bien. — aceptó. — Mientras quiero uno del mismo tamaño, pero eyaculador.

— ¿El bote de semen lo quiere de 300 miligramos o 600 miligramos?

— El más grande que tenga. — mencionó en un murmullo.

— Bien. — dijo Ana dándole media sonrisa. — Majo, ve a la parte de atrás a traer el pedido, por favor.

— Claro.

— Serían 267 dólares, señora. — la escuché decir.

Me fui a la parte de atrás para buscar al amigo nuevo de la mujer.

Ana me había explicado cómo se dividían los juguetes, por lo cual ya sabía en qué estante estaba cada tipo de estos, añadiendo la ropa interior comestible y los lubricantes, además de otras cosas de las cuales apenas y descubría su existencia.

Tomé la caja del juguete que pedía la mujer junto al bote que venía con este, salí de la parte trasera para llegar al mostrador de nuevo.

— ¿Hacen descuentos en febrero?— cuestionó la clienta.

— Por supuesto, tanto que le llegan a mojar.

Evité soltar una carcajada al oír las frases célebres de Ana, seguí empaquetando el juguete viendo a la mujer reír avergonzada.

Al terminar le pasé la bolsa con media sonrisa.

— Tenga buen día y disfrute. — deseé con una sonrisa.

— Gracias.

La mujer se iba con una gran sonrisa enmarcada en el rostro, solté una risita y Ana un suspiro.

— Ella es golosa. — comentó.

— Me dejó su número, ahora tendré que pedir otro pito color negro, mierda.

— Lo importante es que no se dejen de vender. — respondí encogiendome de hombros.

— Quédate aquí, tengo que escribirle al jefe sobre el inventario y eso.

Rodó los ojos llevando una tabla de apuntes con ella.

— No hay problema.

— Vende tantos pitos cómo puedas en mi ausencia. — pidió entusiasta.

Negué divertida viendo a mi compañera irse, me recargué en el mostrador jugando con mis dedos, observé el espacio en mi dedo anular soltando un suspiro.

Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora