Capítulo 1

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Poché.

Miami/año 2023.

— ¿Ya saben qué ordenar?

Llevé mi mano a mi cabeza para tomar la pluma que descansaba ahí, sacando la pequeña libreta de mi mandil.

El hombre que había venido hace unos meses ya, observaba la cartilla.

— Dígale al chef que envíe la especialidad de la casa. — indicó cerrando la cartilla.

— ¿Serían dos?— el hombre asintió. — ¿Algo de tomar?

— Una botella de vino, el mismo de siempre.

— En un momento traeré sus pedidos. — dije sonriendo.

Tomé los menú llevándolos bajo mi brazo, caminé lejos de los clientes para dirigirme a la puerta de la cocina y abrirla adentrándome a ella.

— Dos especialidades de la casa. — mencioné colocando la hoja del pedido en los pequeños ganchos.

— Malditos ricos, ¿no pueden pedir otra cosa?

Solté una risita viendo a Agustín, el chef a cargo con cara de disgusto.

— Mejor eso a que digan que tú comida es fea. — comenté divertida.

Me alejé de él dándole un golpecito en el hombro para ir a la segunda puerta de la cocina.

— ¡No me insultes, dulzura!

Me adentré a la bodega del restaurante para bajar por unas cuantas escaleras y acercarme a la reserva de vinos, tomé la botella para volver a subir.

Tomé dos copas y rápidamente preparé la botella para ir a dejarla a la mesa de los clientes, al llegar a su mesa serví las copas.

— ¡Maldita sea!— exclamó fastidiado.

— ¡Gané mi apuesta, sí!

La chica que acompañaba al hombre sonreía, mientras él negaba con fastidio viendo la pantalla enorme mostrando la carrera de caballos en el hipódromo.

Le mostré la botella de champán al hombre de ligera barba y asintió.

— Tú hermana nunca aprende a ser puntual.

— No debes ser tan dura con ella, papá.

Saqué el corcho de la botella para comenzar a servir el vino.

— Daniela debe aprender cosas de ti.

— Papá, por favor.

Me retiré de la mesa para volver a la cocina, haciéndome de oídos sordos ante las conversaciones cómo siempre.

Los platillos estaban listos, los tomé escuchando a Agustín quejarse de los cocineros.

— ¡Alto, dulzura!

Me detuve de golpe y él me observó para bajar la vista a los platos.

— Están bien, ve.

Salí de la cocina escuchando cómo un cocinero tiraba algo al suelo.

Me dirigí a la mesa otra vez, oyendo cómo el hombre de la mesa hablaba furioso por el teléfono, coloqué los platos en la mesa y la rubia que estaba con él me sonrió cálida.

— ¿Desean algo más?— mencioné llevando mis manos detrás de mi espalda.

— Solo eso, gracias... — observó la pequeña placa en mi nombre. — María José.

— Compermiso.

Me alejé de ellos para atender a otros clientes que pedían la cuenta.

Fui por la factura y la dejé en el mesa, la mujer me dio una tarjeta de crédito, volví a la caja y la pasé efectuando el pago, al volver a la mesa devolviendo la tarjeta solo pude ver a la mujer poniéndose de pie.

Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora