Capítulo 38

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— ¿Evelyn?

Se escuchó un silencio sepulcral en la línea, hasta que escuchó un carraspeo.

— Estoy llamándote desde un teléfono público en el centro de la ciudad. — explicó. — Sé dónde está María José.

— No estoy para tus juegos. — dijo Daniela con frialdad.

— Escucha, sé que no confías en mí, pero si me ayudas... Si nos ayudamos, te juro que no volveré a aparecer en este lugar.

— ¿Por qué haces esto?— soltó la castaña intrigada.

— Porque quiero salir ilesa de la mierda en que me metí. — murmuró evidente. — Samantha está loca, si nos vemos puedo decirte dónde está María José.

La castaña vaciló, observó al abogado, pero decidió aceptar.

— Bien, dime dónde te veo.

Evelyn le dio la dirección del lugar, Daniela sabía perfectamente donde quedaba, arrancó el auto sin colgar la llamada aún.

— Está bien, ahí te veo.

Colgó la llamada, tamborileo los dedos contra el volante y sin confiar en su media hermana, le pasó el teléfono a Joel.

— Busca el número del tío de Antúa y me lo pasas.

El abogado asintió lentamente, hizo lo que le pidieron y le pasó el teléfono a la jinete, se lo llevó al oído escuchando la voz del hombre casi de forma inmediata.

— ¿Si?

— Evelyn me acaba de llamar. — arrojó. — Me citó a un lugar para darme el paradero de María José.

— ¿Aceptó?

— Voy de camino. — respondió.

— Bien, el encuentro se efectuará, pondremos en perímetro el lugar para no dejarla ir. — informó el oficial. — Varios de mis ojos están en el lugar que creemos está la señorita Garzón.

— De acuerdo.

La llamada colgó y Daniela dejó su teléfono en el compartimiento entre la palanca de cambio. Lo único que repetía en su mente es que su esposa si estuviera en ese lugar. Pasaron varios minutos hasta que llegó al sitio indicado, aparcó el coche unos cuantos metros lejos del parque en dónde Evelyn la citó.

Suspiró apagando el motor.

— Joel, lo mejor es que te quedes aquí. — sugirió. — Espero que este encuentro deje algo bueno.

— No te preocupes, esperaré aquí. — la tranquilizó. — Además, alguien debe cuidar ese dinero.

Con la cabeza señaló las maletas, Daniela asintió.

— Dejaré las llaves, si escuchas algo raro o lo que sea, espero arranques esta cosa y me recojas.

— No lo pongas en duda.

Daniela asintió lentamente, salió del coche para cruzar la calle y llegar al parque que al ser de noche, estaba muy solo.

Apretó los puños avanzando, hasta llegar a una banca y tomar asiento, pasó las manos por la tela del jean nerviosa, esperó unos minutos hasta que vio a alguien sentarse a su lado.

— No voltees a ver. — advirtió Evelyn.

— Estoy aquí, habla. — replicó Daniela sin quitar la vista del frente.

— Es obvio que para esta hora ya se sabe que fui la culpable de mandar a papá a la cárcel.

— Por supuesto, te buscan, Evelyn. — soltó Daniela ganando tiempo. — ¿Por qué hiciste eso?

Indeleble || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora