Capítulo 25. El placer del vampiro

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Sus largas pestañas bajaron a medio camino y me dejó tomarlo de la mano para llevarlo al interior de su santuario lleno de organización y frialdad

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Sus largas pestañas bajaron a medio camino y me dejó tomarlo de la mano para llevarlo al interior de su santuario lleno de organización y frialdad. Gastón cerró la puerta detrás de él y se recargó en ella mientras yo admiraba el área inmaculada, como siempre, el orden y la limpieza resaltaban en este lugar, su Mac estaba encendida así que deduje que en realidad sí trabaja en sus negocios.

—Esa bata que llevas puestas estorba mucho —fue más una queja que una sugerencia para deshacerme de la prenda.

Nuestros ojos se encontraron y yo sonreí.

—¿De verdad?... deberías hacer algo al respecto.

—Carajo, Maddy —sus ojos lanzaron ese brillo sobrenatural, esa era mi señal para saber que le encantaba el juego que estaba creando.

El movimiento de sus pies fue como los de un depredador en plena cacería, lentos, letales y muy cautelosos para causar un impacto en su ataque. Gastón me arrastró hasta su escritorio y me tomó por la cintura para levantarme como si fuera una pluma, me sentó sobre la madera firme y elegante y sus manos quedaron alado de mis muslos para mirarnos.

—Nunca había perdido tanto la cordura por querer meterle mi verga a una mujer.

El calor subió hasta llenar de color mis mejillas, por un segundo creí que explotaría o me saldría humo de las orejas por el ardor que surgió en mi interior por una frase tan provocativa como la que acababa de decirme. Su voz era una sedosa arma mortal que podía acabar conmigo de la manera más simple.

Sus labios atacaron a los míos en una ejecución que sobrepasaba la maestría mientras yo me movía desesperada por llegar a su nivel de pasión desenfrenada. Carajo, me gustaba tanto que Gastón dominara la situación de esta forma. Sus manos recorrieron mi bata hasta el cinturón que no permitía ver más allá.

Se deshizo de mi protección y no tardó en analizar las dos piezas que me acompañaban. Mis pechos resaltaban muy bien con la parte superior del traje de baño rojo, Gastón no paraba de recorrerme con su intensa y lasciva mirada, podía sentir como mi piel era quemada por sus ojos cuando se detenía en mis gruesos muslos, en mi cintura, en mis pechos, después en mi cuello hasta llegar a mi boca.

—Se supone que estoy condenado al infierno —me miró a los ojos, las yemas de sus dedos creaban líneas de un frío especial en mis piernas que acrecentaba mis ganas y mi deseo por él—. Pero contigo tengo mi propio paraíso, Maddy.

Deslicé las mangas de la bata por mis brazos y la tiré.

—Deberíamos de aprovechar todo este tiempo hasta embarazarme.

Gastón volvió a lanzar un brillo sobrenatural con esos hermosos ojos verdes, eran únicos, no podía comparar el diseño perfecto de esos orbes que adornaban su rostro cincelado.

—Estoy de acuerdo —contestó.

Sus manos alcanzaron los hilos laterales de la parte inferior de mi traje de baño y deshizo los moñitos que lo mantenían pegado a mi piel. Gastón no dejaba de ver cada detalle del procedimiento de desvestirme, y yo me estaba ahogando de la excitación, era un tormento la espera por tenerlo dentro de mí.

3° El amo del desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora