Capítulo 5. Apendicitis perforada

527 74 6
                                    

La celda era fría, pero no me importaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La celda era fría, pero no me importaba. Max estaba sentado en el suelo con las rodillas dobladas hacia arriba y sus antebrazos descansaban en sus rótulas. Yo igual estaba sentada con mis piernas dobladas y con una distancia que Gastón aprobaba.

—He hablado con Janis y Nora para preparar mi fiesta de cumpleaños.

—Suena bien.

—Quisiera que estuvieras ahí.

Llevó su cabeza hacía atrás.

—No creo que sea buena idea, no sé si tenga el control suficiente para soportar estar rodeado de tanta gente.

—Lo sé —me preocupaba preguntar, muchas veces me pasaba por la cabeza y deseaba obtener respuestas—. Max... ¿Has... tenido deseos... extraños? Me refiero a, querer torturar o hace sufrir a las personas.

Noté su ceño más fruncido.

—¿Te preocupa algo, Mad?

—Me preocupa todo lo que tenga que ver con tu nueva vida.

Silencio, las penumbras y la oscuridad aquí abajo eran espeluznantes.

—Gastón me habló sobre esos dones malditos que pasaron a ser míos.

El estómago se me revolvió.

—No he sentido nada hasta el momento. Solo me gustaría regresar a una vida normal y no estar encerrado como una maldita rata de laboratorio.

—Estamos resolviéndolo, Max.

—Estoy desesperado.

—Es parte de la adaptación a tu nueva vida.

—¡A la mierda con eso! ¿Sabes lo que Gastón me hizo hace un mes? Mientras tú dormías.

Lo miré con mucho interés.

—¿Qué te hizo?

—Armó aquí todo un quirófano para que un doctor me extrajera el poco semen que quedaba en mí para congelarlo, por si quería descendencia después.

Quedé muda y helada.

—No. No me dijo.

—Que sorpresa —ironizó—. Como si quisiera traer al mundo a un hijo, eso ya no me servirá de nada.

—Estás viendo las cosas con mucho pesimismo, no eras así, Max.

—¿Que no era así? —repitió en un tono desdeñoso y de pronto su mirada se volvió peligrosa—. Estoy así por tu culpa, te dejaste engatusar por el imbécil de Warren y tuvimos que ir a tu rescate. Claro, el estúpido de tu hermano quería rescatarte y mira como terminaron las cosas.

Mi corazón se partió en dos. Max jamás me había reprochado algo, sobre todo cuando se trataba de mi cuidado.

—Max.

3° El amo del desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora