Capítulo 2. El prometido de Constanz

572 81 54
                                    

Perchas y Denver me hacían compañía frente a la gárgola Cortalenguas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Perchas y Denver me hacían compañía frente a la gárgola Cortalenguas. Seguía en el patio y por más que le decía a Gastón que lo despertara me decía que no: "no es una mascota", "no es un hijo", "no es un amigo", "es un guardián"

Que testarudo puede llegar a ser.

Tenía una manta azul sobre el césped con un plato hondo con trozos de manzana verde.

—¿Habrás probado la manzana, Cortalenguas? Puede que te guste, nunca te pregunté qué comida disfrutas más.

Perchas había ido por su pelota, tenía que lanzársela antes de que me aplastara con su enorme y peludo cuerpo. Lo hice y Denver fue detrás también.

—Seguiré insistiéndole a Gastón, aunque sea que te deje unos días conmigo. Tengo la compañía de Georgia aquí, incluso a mi hermano y de Constanz cuando Gastón no está, pero también me gustaría que ustedes estuvieran despiertos. Sería muy interesante escucharlos.

Miré a la gárgola, sus enormes colmillos lucían filosos entre las fauces abiertas, tenía una imagen aterradora que podría ahuyentar a cualquiera que se acercara. Y era todo lo contrario.

—¿Sabes que escucha aunque esté dormido?

Me sobresalté cuando detrás de mí encontré a Gastón.

—Joder, creí... creí que llegarías tarde.

Arqueó una ceja y revisó el reloj Piaget de su muñeca.

—Son las once y media, ese horario suele ser tarde para los humanos.

—Para mí no, soy estudiante de medicina —reí nerviosa—, eso apenas es el comienzo.

Me ayudó a ponerme de pie y se acercó para besarme, su toque helado quedó en mis labios.

—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó al tiempo que pasaba mechones de mi cabello por detrás de mis orejas.

—Estuvo bien, y mejoró en la tarde —sonreí.

Gastón frunció las cejas y arrugó su nariz.

—¿En la tarde? Debió mejorar hace cinco segundos —gruñó—. ¿A qué se debió ese cambio en la tarde cuando yo no me encontraba?

No pude evitar reír, sus aires de egocentrismo a veces eran impresionantes.

—Es sobre Max.

Gastón se apartó y borró esa dulce mirada para darle entrada a una seria y arisca.

—¿Qué ocurrió?

—Me abrazó, y me reconoció sin ganas de atacarme.

Un relámpago de furia recorrió su rostro.

—¿Que hizo qué?

Joder, la mirada letal de Gastón mataba. Torcí mis labios, en ningún momento iba a quitarle los ojos de encima, aprendí a no tenerle miedo porque sabía que él jamás iría en contra de mí.

3° El amo del desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora