13.

14.3K 1.7K 192
                                    

Ana

Desde el piso de arriba no podía escuchar lo que hablaba el profesor con mis padres porque estos estaban en el jardín, así que me rendí y regresé a mi habitación. No serviría de nada que él hablara con ellos, pero agradecía la intención.

Tal vez, después de todo, él no era tan malo.

Aun así, me seguía pareciendo sumamente extraño su repentino interés en mí. Quería pensar que este era tan solo el mismo efecto que los demás tenían, que no tenía un especial interés en mí y razones para ignorarme hasta el día de ayer.

Me dejé caer en la cama y gocé de los instantes en que mi mente quedó en blanco. Mi corazón seguía bombeando de manera frenética, y al hacer caso de eso, el profesor vino a mi mente de nuevo. Habíamos estado demasiado cerca, parecía querer besarme, ¿por qué no lo hizo?

Me llevé la mano a los labios y sonreí. Saber que no estaba casado lo convertía en una tentación mucho más grande para mí, aunque también un enigma más fuerte. ¿Por qué usaba anillo de casado si no lo estaba? Porque no era un anillo normal, era uno de boda y justo en el dedo correcto.

La explicación más sensata era que solo me estaba mintiendo. Un hombre como él debía estar casado sí o sí, y si no lo estaba era porque había algo mal con él. No me gustaba pensar mal de las personas que me tendían una mano, pero su comportamiento me dejaba bastante confundida.

Finalmente me levanté y me dirigí a la ventana para ver si por obra de los dioses podía escuchar o ver algo a través de esta. No tuve suerte, pues en el momento en que llegué, mis padres y el profesor se estaban metiendo a la casa. La conversación había sido breve, cosa que no era muy buena señal. Estaba segura de que no los había logrado convencer y que incluso mi castigo podía llegar a ser más severo, como un cambio de escuela o que yo estudiara en casa con un profesor particular.

Me estremecí ante esa idea. Estar todavía más encerrada en casa me daba mucho pavor. ¿Cómo habría sido mi vida si eso hubiese pasado? No quiero ni siquiera imaginarlo, habría sido todavía más horrible que esta situación.

Me alejé de la ventana y volví a sentarme en mi cama. Por un momento pensé en hacer las tareas, pero antes de que me pusiera en marcha, me tocaron a la puerta.

Era papá.

—¿Qué pasó? —le pregunté cuando entró, luego de que lo dejara pasar—. ¿Estoy... castigada?

—Sí, algo de eso hay —me contestó con un tono extraño, frío.

—Estás enojado —dije nerviosa y él se paró frente a mí.

—Sí, Ana, lo estoy. No debiste escapar de esa manera.

—Lo siento —me disculpé—. Tan solo quería pasar un cumpleaños diferente.

—Lo comprendo, pero no era la manera. Tu madre y yo siempre hemos procurado que estés bien, ¿por qué nos haces esto? 

—Bueno, siempre he sido obediente, es la primera vez que intento hacer algo así, ¿no merezco que me perdonen?

—No puedes usar ese pretexto, Ana.

—De acuerdo, no lo diré más. ¿Me puedes decir ahora con qué me van a castigar?

POSESIVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora