27.

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Ana

Después de que me dijo aquello, no pude pronunciar palabra alguna. Lian no paraba de abrazarme y besarme. Los dos nos habíamos metido bajo las sábanas, luego de terminar. La parte más difícil y embarazosa del sexo no era hacerlo, sino lo que venía después. La imagen de él quitándose el preservativo lleno de semen no la podría olvidar nunca, tampoco la duda entre los dos sobre qué hacer luego de eso.

Pero al final habíamos decidido recostarnos, cosa que me venía bien y a su vez no. Aquellas muestras de amor de nuevo empañaban mis pensamientos y no me dejaban ser objetiva con esta situación, la cual sabía que estaba muy mal. Yo no podía mudarme con mi profesor por más que fuésemos pareja.

—No me parece buena idea —comenté después de un rato.

Lian me miró preocupado.

—Entiendo, Ana, pero ya no quiero conflictos entre los dos y malos entendidos. Tú decides hacer cosas que a mí me vuelven loco en cuanto notas que no te presto atención.

—Me disculpo por ello, pero creo que cortarme el cabello no es...

—No es el corte de cabello, fue escaparte de la escuela —me recordó.

—Bien —asentí—. Eso lo acepto, no debí escapar.

—No, no debiste haber hecho eso —dijo molesto.

—¿Qué trabajos me enviaron al respecto?

—Ya debes conocerlos, los concernientes al reglamento escolar —respondió—. Debes revisar la plataforma escolar.

—Bien, eso haré. ¿Tienes una computadora?

—Sí, pero espera un poco.

—No, no, necesito hacer esos trabajos cuanto antes —dije sonriendo—. No podemos quedarnos en la cama todo el tiempo.

—Mmm...

—No podemos.

—Está bien, vamos, Ana.

Los dos nos besamos durante unos minutos más hasta que recordamos que debíamos bajar. En realidad ninguno quería moverse de este lugar, pero teníamos que hacerlo.

—Podríamos ducharnos antes —me susurró al oído cuando intenté ponerme la ropa interior.

—No, lo haré en casa —dije nerviosa—. No quiero llegar con el cabello mojado.

—Existen las secadoras —contestó con tono socarrón.

—Vaya, no lo sabía —dije con sarcasmo.

—Anda, vamos.

La forma en que me besó el cuello hizo que finalmente cediera.

Lian me guio hasta el baño, el cual era hermoso. Contaba con una bañera ovalada y tras ella una ducha con puerta de cristal.

—Esto debe ser rápido —le dije riéndome, pues sus besos me daban cosquillas en el cuello.

—Sí, por supuesto, mi pequeña reina —respondió—. Solo nos ducharemos.

—Solo eso —susurré, aunque sabía que no sería así.

Mi profesor me soltó para abrir la llave del agua, la cual intuí que estaría fría, ya que él no me dejó meterme.

—Está fría, no quiero que te metas en agua fría.

—¿Temes que ya no quiera hacer nada? —bromeé.

—No, no quiero que pases frío —me respondió—. Pero ahora que lo mencionas...

Solté una carcajada al ser tomada en sus brazos. Todo esto me hacía sentir confundida y feliz al mismo tiempo, pero no me quería detener a analizarlo demasiado.

POSESIVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora