6.

15.3K 1.5K 266
                                    

Ana

¿Cómo había logrado escapar? Esa pregunta me la haría toda la vida. Pero no tenía tiempo de hacerlo en aquel momento, cuando me encontraba corriendo por las calles cercanas a mi casa. Mi tobillo dolía muchísimo por el salto que hice desde el tejaban hasta el césped del jardín. Mi habitación daba hacia él, por lo que se me facilitó el escape. Nunca fui una persona temeraria, todo lo contrario, cuanto menos riesgo corriera mejor, pero esta adrenalina que ahora fluía por mis venas me hacía pensar que me volvería adicta a hacer este tipo de cosas.

Qué miedo tenía, aunque también qué alegría y ganas de reír. Estaba haciendo algo completamente estúpido y que recordaría para siempre; me estaba escapando de casa, estaba siendo una adolescente normal y rebelde.

Me moría de ganas de contarle todo esto a Leila, que podía reaccionar de dos formas: muy preocupada o con mucha eufórica. No me importaba, solo quería verla y decírselo.

Con la adrenalina también llegó el miedo. De pronto me encontré llena de paranoia y mirando por todos lados, en busca del auto de papá. No creía que todavía se dieran cuenta, pero de todos modos corrí deprisa hasta la estación de autobús más cercana. Mis pulmones parecían estar quemándose para cuando llegué allí; me faltaba el aire y la gente a mi alrededor me dedicó una mirada extrañada, aunque no me hicieron mucho caso, volvieron a lo suyo en cuestión de pocos segundos.

Me dolía un poco que nadie se preguntara qué era lo que me hacía estar tan agitada y con una sonrisa de oreja a oreja, sin embargo, pronto me olvidé de eso y esperé con paciencia al autobús. Los latidos de mi corazón estaban ralentizándose, pero no mi alegría y euforia. Saldría con una amiga, haría algo tan normal como salir con una amiga.

Al subirme al autobús, el conductor ni siquiera me pidió el dinero, pero se lo di de todos modos y me busqué un lugar junto a la ventana. A pesar de nunca haber usado el autobús, no me sentía fuera de lugar y conocía las rutas de la ciudad como la palma de mi mano, o incluso mejor. Siempre practiqué para hacer esto, para que la primera vez que tuviera que subirme a un autobús con amigos no quedara como una ignorante, como una chica mimada.

Mi celular sonaba una y otra vez, pero rechacé cada una de las llamadas y terminé por apagarlo. Mis padres tenían acceso a mis correos y sabía que por allí podrían enterarse de mi ubicación. Era algo loco pensarlo, pero más me valía ser precavida. Posiblemente me castigarían sin salir por una eternidad, pero qué más daba; sus castigos no podían ser tan severos. No tenían jamás el temple para alzarme la voz o tratarme mal.

La culpa todavía no hacía mella en mí, así que me permití sentirme muy feliz durante el camino. Observar a la gente era muy interesante y, por primera vez, me vi a mí misma como alguien normal, alguien incorporada a la sociedad. Nadie hacía caso de nadie y, por tanto, no me sentí ignorada. Era tan solo una más de las muchas personas que subían y bajaban de este autobús. Cualquiera habría pensado que estaba loca por esto, pero para mí era maravilloso.

Yo, Ana Fuentes, era normal, por fin normal.

La emoción casi hizo que me bajara unas cuantas calles antes, no obstante, esperé y no me dejé llevar. No me suponía ningún problema caminar, claro que no, pero no me iba a arriesgar de ningún modo. Mientras más corto fuese el trayecto a la cafetería, mejor. Tan solo quería un café y una larga charla, nada más. ¿Era mucho pedir algo así?

Mientras me bajaba del autobús con cuidado, pensé en lo injusto que era que esto me pareciera lo más maravilloso de la vida, cuando debería ser algo normal. Toda la gente a mi alrededor caminaba con total libertad, se reía, iba a los lugares que quería y tenía la completa responsabilidad de su existencia. No me molestaba seguir reglas, espero que no se me malentienda, pero sí el no tener estas libertades. ¿Qué había de malo en tener una amiga? ¿Por qué me había tenido que escapar de casa para verla fuera de la escuela?

POSESIVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora