CUENTOS CORTOS DE TERROR [COMPLETA]

LA CASA ANTIGUA

En un pequeño pueblo envuelto en la niebla, había una casa antigua y abandonada que despertaba temor en todos los lugareños. Se decía que aquellos que se atrevían a entrar no salían jamás. Una noche, un insomne llamado Sam, desesperado por encontrar paz, decidió explorar la casa maldita.

La puerta crujía al abrirse, y al entrar, Sam sintió un escalofrío recorrer su espalda. En la penumbra, vio sombras moviéndose, pero no había nadie. A medida que avanzaba por los pasillos, retratos antiguos de personas con ojos vacíos lo observaban. De repente, una risa infantil resonó en el silencio, aunque sabía que la casa estaba deshabitada.

Sam subió las escaleras y llegó a una puerta entreabierta. Al abrir la puerta, se encontró en una habitación lúgubre con juguetes antiguos y muñecas que parecían seguirlo con la mirada. Un eco lejano de risas infantiles se mezclaba con susurros incomprensibles.

Al cruzar otra puerta, Sam se encontró en una habitación con un espejo cubierto por un velo oscuro. Al retirarlo, vio su reflejo distorsionado. De repente, la imagen cambió, revelando un rostro pálido y ojos vacíos que lo miraban fijamente. Un susurro le advirtió que su reflejo no era el único en el espejo.

Cada paso de Sam parecía desencadenar susurros que se intensificaban en un murmullo incomprensible. La temperatura bajaba, y las luces parpadeaban. De repente, una sombra oscura se materializó frente a él, sus ojos brillaban con una luz maligna. Sam, paralizado por el miedo, vio cómo la sombra se acercaba lentamente.

De repente, el murmullo se convirtió en un grito ensordecedor. La sombra se desvaneció, dejando a Sam en la oscuridad absoluta. La casa tembló como si el mismo mal que la poseía estuviera furioso. Cuando las luces se encendieron, Sam estaba solo en una habitación vacía, pero algo en él había cambiado.

Desde aquella noche, Sam nunca pudo conciliar el sueño. Siempre escuchaba risas infantiles y susurros en su mente, recordándole la casa maldita. Nadie más en el pueblo se atrevió a acercarse a la casa, temiendo el destino que esperaba a aquellos que desafiaban lo desconocido.