Capítulo 24.

8.7K 622 54
                                    

Cinco días después de la repentina aparición de mi padre, estoy tan destrozada que nada podría reconstruir la felicidad que sólo él ha conseguido arrebatarme con rapidez.

Tengo los brazos repletos de heridas; algunas tan espantosas que no puedo mirarlas sin sentir unas inmensas ganas de vomitar. Tampoco he tenido cómo curar mis recientes muestras de maltrato, así que me cuesta mover los brazos sin sentir un terrible ardor que me llena los ojos de lágrimas.

He decidido faltar al colegio estos tres últimos días, y aunque sabía que nadie notaría mi ausencia, me duele saber que Aaron tampoco lo ha hecho. Algunas veces suelo asomarme por la ventana y lo veo caminar mientras me observa con discreción, sin embargo, en cuanto descubre que yo también lo estoy mirando, agacha su cabeza y finge jamás haberme visto antes de desaparecer dentro de su casa.

El viernes en la tarde, mi padre se va de la casa por unas horas y me deja con mi hermano en una corta tranquilidad. Ante la falta de su terrorífica ausencia, Thomas y yo nos quedamos juntos en mi habitación un largo rato. Él duerme envuelto en mis brazos, mientras yo lo observo dormir y descubro lo importante que me resulta tener a mi hermanito en mi vida.

Entonces, cuando escucho unos golpes terriblemente fuertes y desesperados en la puerta principal, mi cuerpo se paraliza y la sangre deja de correr por mis venas. No han pasado más de tres horas desde que mi padre salió de casa, pero ha regresado, y seguramente no podré evitar que se enoje conmigo de nuevo.

- Papá ha llegado, Tommy -le susurro, todavía escuchando los fuertes golpes que le brinda a la puerta principal como si estuviera realmente enfadado-. Necesito que te quedes aquí pase lo que pase, ¿entendido?

Thomas asiente temeroso, consciente de lo que está por suceder. Nuestro padre jamás suele golpear la puerta cuando no está dispuesto a hacernos daño, simplemente entra con sus llaves y se encierra en su habitación hasta el día siguiente. Sin embargo, cuando mi padre golpea la puerta, tanto Thomas como yo sabemos que algo malo está por ocurrir.

Bajo las escaleras con mis piernas temblando como gelatinas, y me tardo varios minutos antes de conseguir la valentía para abrir la puerta principal.

Apenas consigo respirar en cuanto distingo al hombre frente a mí; uno tan alto que tengo que alzar la mirada para distinguirle, y con un traje tan negro que se camufla en la oscuridad de la noche.

Estaba preparada para encontrar a mi padre hecho una furia, y aun así, no estaba preparada para encontrarme con el profesor Abernathy mirándome realmente serio frente a mí.

- ¿Qué haces aquí? -Es lo único que puedo soltar, porque todavía estoy aturdida ante su presencia.

- Has faltado tres días a clases, Ellie. ¿Me crees capaz de andar tranquilo sin saber qué es lo que te pasa?

Me quedo muda, con una inexplicable sensación apoderándose de mi cuerpo hasta obligarme a reaccionar. Podría echarme a llorar tras descubrir que alguien ha notado mi ausencia, pero sólo me entra un extraño temor al imaginar que mi padre podría estar de regreso pronto y podría verme junto a mi profesor de inglés.

- Estoy bien, profesor Abernathy. No era necesario que viniera -le suelto, y antes de poder procesarlo, me doy cuenta del error que he cometido.

Sus ojos se tornan oscuros, quizá demasiado para mi gusto. Su mirada empieza a reflejar ese extraño vacío que tanto odio, y me obligo a retroceder antes de que su mirada tome efecto en mí.

- No vuelvas a mentirme -casi me gruñe, mirándome a través de esa espantosa oscuridad-. ¡No vuelvas a mentirme, Ellie!

Me quedo helada, estudiando su mirada y ordenándome reaccionar antes de que sea demasiado tarde.

-No miento, de verdad estoy bien -su mano toma mi brazo de repente, y aparta cuidadosamente el abrigo que oculta mi piel, dejando a la vista esas espantosas heridas que he tratado de ocultar para mí misma.

- ¿A esto le llamas estar bien? -Suelta, exigiendo una respuesta instantánea con su mirada.

Entonces, lo veo. A unos cuantos metros de distancia, sujetando algún extraño papel con su mano mientras camina desequilibrado como si estuviera ebrio. Es mi padre, quien se acerca a casa a toda prisa.

- ¡Necesito que te vayas, Tad! ¡Tienes que irte ya! -Le ruego, empujándolo sin lograr moverlo un solo centímetro.

- No me iré de aquí hasta que me des una respuesta, Ellie -advierte, tan serio que no dudo en creerle.

Sin embargo, yo no puedo darle una respuesta. Así que lo llevo a mi habitación y le aseguro que vendré a explicarle todo en cuanto solucione un asunto privado.
Cuando cierro la puerta frente al profesor Abernathy, escucho la rígida voz de mi padre gritando mi nombre desde el primer piso, y entonces me quedo tan helada que incluso me cuesta trabajo respirar.

Mi padre me espera en la sala. Está tan ebrio que apenas puede mantenerse en pie, además, sujeta en su mano una de las fotografías familiares más importantes para mi madre, aferrándose a ella con tal fuerza como si quisiera adentrarse en los recuerdos y jamás regresar a este insoportable presente.

Sus ojos están vacíos, y aun así, reconozco que su mirada no representa ese extraño peligro que me generaba antes de causarme cualquier clase de daño. Esta vez, su mirada posee ese mismo dolor que encontré en sus ojos cuando perdimos a mi madre para siempre.

Entonces me mira, apretando la fotografía entre sus manos hasta arrugarla y volverla una insignificante bola de papel.

- ¡Es tu culpa! -Me grita, con la voz atascándosele en la garganta y las lágrimas acumulándose en sus ojos-. ¡Todo es tu maldita culpa!

Me arroja la bola de papel con fuerza, aunque tiene tan mala puntería que no consigue ni siquiera rozar mi rostro. Me tambaleo temerosa y me golpeo con la pared, observándolo con todo el miedo que se apodera de mi cuerpo.

- Tú sólo has conseguido dañarnos, Ellie -confiesa, con las lágrimas deslizándose por sus mejillas-. Mataste a tu madre, acabaste con mi vida, y destrozaste a tu hermano. ¡Tú nos dañaste a todos!

No puedo evitarlo. De pronto, las lágrimas me nublan la vista y se forma un terrible nudo en mi garganta que me destruye por dentro.

Recuerdo todas las veces que mi padre me dijo lo mismo; todas esos sueños donde mi madre me culpaba por su propia muerte en medio de sollozos; y todas esas noches donde me encerraba en mi habitación y le pedía perdón en silencio por todo el daño que le causé.

- No mereces cariño, no mereces felicidad; tú no mereces nada -me vuelve a soltar, impidiéndome contener las lágrimas por más tiempo-. ¡Tú no tienes nadie a quien le importes, Ellie! ¡Tú no vales nada!

Las lágrimas salen disparadas por mis ojos y no las puedo detener. Él tiene razón, yo sólo soy la culpable de la muerte de mi propia madre; yo sólo soy la causante de todo el daño que se generó después de eso.

- Estás equivocado -dice una voz a mis espaldas, dejándome helada de golpe.

Tardo varios segundos en conseguir el valor para volverme, pero lo hago y consigo verlo en pie justo frente a mí. Debería estar enfadada por haber salido de mi habitación cuando le pedí que no lo hiciera, pero toda la felicidad que me genera encontrar al profesor Abernathy junto a mí es mucho más fuerte que cualquier cosa.

- Se equivoca -repite, mirándome fijamente aunque esté enfrentando a mi padre-. Quizá no sepa de qué la está culpando, pero estoy bastante seguro de una cosa: Ellie es la persona más importante en toda mi vida.

• • •
Más hijo e' puta el padre no podría ser... ¡Jolaaaaa! ¡Nuevo capítulo! Espero que les haya gustado. ¡Gracias por leer! ¡No se olviden de comentar y votar! La próxima semana subo el siguiente capítulo. xox

Maltratada por un profesorWhere stories live. Discover now