Capítulo 15.

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Tras la repentina desaparición de mi padre y el final de La semana del mes, el lunes empieza con un ambiente mucho más tranquilo y fresco. Me resulta tan reconfortante como si hubieran pasado dos años con la compañía de mi padre en vez de dos semanas, y de repente me tengo permitido tomar el descanso de todo el horror que sufrí estos últimos días.

Antes de ir al colegio, me detengo frente a la casa de Aaron y me siento sobre el muro en el que solía esperarlo hace algunos años. Todavía está lo suficiente alto para que mis pies cuelguen en el aire, y sigue siendo tan cómodo como para quedarme varios minutos hasta ver a Aaron saliendo de su casa con una inexplicable sorpresa reflejada en el rostro cuando me descubre esperándolo.

- ¿Ellie? -Murmura mi nombre como si realmente le confundiera verme frente a él, aunque no está enfadado como para que lo hubiera mencionado de tal modo.

- ¿Pasa algo? -Cuestiono, bajándome del muro de un salto mal planeado.

- No, claro que no. Es sólo que... Había pensado que... -Se aclara la garganta, y luego me mira con una ligera incomodidad-. Después de lo que pasó el viernes...

- No te preocupes -lo interrumpo, con mi mirada deteniéndose en medio de sus claros ojos verdes-. Todo está bien, Aaron. Como si nada hubiera ocurrido.

En cuanto termino de decirlo, las palabras se repiten en mi cabeza hasta hacerme perder el control sobre mi misma. No podría estar bien cuando todavía no puedo olvidar el día en que lo oí gritarle a mi hermano lo mucho que lo odiaba, y mucho menos ahora, después de lo ocurrido el día de nuestro fallido escape.

Pero no puedo alejarme de Aaron sin más. Ha sido la única persona en la que he podido confiar todos los secretos de mi padre, además de convertirse en el único amigo que he tenido después de estos últimos siete años, incluso cuando todas mis esperanzas por relacionarme con los demás se habían destruido.

- Como si nada hubiera ocurrido -digo una vez más, en un tono tan bajo que sólo podría demostrar mi necesidad por creérmelo yo misma.

- Me alegra verte de nuevo, ángel -susurra Aaron, tomando mi mochila y echándosela al hombro antes de ponernos en marcha.

Para cuando Aaron y yo llegamos al colegio, aún quedan cuarenta minutos para el inicio de las clases, lo que explica los solitarios pasillos y el extenso silencio en nuestros alrededores. Nos sentamos en una de las bancas frente a la sala de idiomas, y nos quedamos en completo silencio por el transcurso de varios minutos, como si ninguno de los dos tuviera idea de qué hablar.

Estoy a punto de formular una pequeña oración que nos dé pie a una larga conversación, pero de repente me ataca un agudo dolor en el estómago que me deja pasmada. Mi respiración se torna irregular y sonora, formando un horroroso eco por todo el pasillo.

- ¿Hermosa? ¿Qué tienes? -Aaron me mira realmente preocupado, y se me acerca temeroso cuando las lágrimas salen a toda prisa de mis ojos.

Me aparto de él automáticamente, llevándome las manos hasta el estómago y tratando de controlar mi propia respiración mientras lucho contra el dolor.

- No lo sé -le respondo cuando el dolor disminuye al fin-. Mi padre me lastimó hace unos días, y el profesor Abernathy se encargó de curarme. Realmente no sé cómo...

- Espera. ¿Qué fue lo que dijiste, Ellie? -No es hasta que Aaron pronuncia mi nombre que finalmente entiendo lo que acaba de salir por mis labios, paralizando todo mi cuerpo-. ¿Has dicho que el imbécil de Tad Abernathy te estuvo curando?

Tan solo le bastan cinco segundos para dejar que sus ojos se vuelvan oscuros como mi abrigo. Controlado por una infinita furia, se pone en pie de golpe y da unos cuantos pasos al frente antes de mirarme con toda la intensidad de su mirada que consigue hacerme perder el orden de mis pensamientos.

- ¿Por qué no me lo habías dicho, Ellie? ¿Es que ya no confías en mí? -Ante mi silencio prolongado, Aaron sacude la cabeza y se echa a andar-. Como si nada hubiera ocurrido, ¿no? ¡Pues vaya tontería!

Diez segundos después me obligo a reaccionar. Así que sujeto su brazo y lo detengo tan pronto como puedo.

- Yo confío en ti, Aaron -le digo casi en un grito, temiendo que no pueda escucharme si lo hago en un tono más bajo-. ¡Eres la única persona en la que he podido confiar toda mi vida!

El eco de unos pasos se dejan escuchar a través del pasillo, haciéndome girar de repente para encontrarme con un Tad Abernathy de rostro indescifrable y mirada vacía que aprieta los libros en sus manos con tal fuerza como si quisiera hacerlos polvo.

A pesar de que el profesor Abernathy no dice palabra alguna y retoma su camino como si nada, muy dentro de mí crece la extraña sensación de que algo irá terriblemente mal después de esto.

La clase de inglés jamás fue tan extensa como ahora. El profesor Abernathy ha tratado de comportarse realmente enérgico y divertido con los demás, pero yo he conseguido distinguir una extraña frialdad en su mirada cuando se encuentra con la mía, lo que simplemente termina de arrebatarme el aliento.

- ¿Saben? Hace unos días estuve leyendo el reglamento escolar -dice el profesor Abernathy de la nada, y nos muestra en su mano un libro negro donde se guardan todas las normas escolares. Ni siquiera entiendo a qué viene su comentario, y es entonces cuando su mirada se deja caer sobre la mía-. Ellie, creo que deberías saber que hay una estricta norma que impide a los estudiantes usar alguna prenda que no pertenezca al uniforme escolar.

No alcanzo a procesar la información hasta que descubro la mirada del profesor Abernathy señalando directamente mi abrigo, lo que me resulta suficiente para quedarme completamente helada.

¡No! ¡Mi abrigo no!

El profesor Abernathy sabe todo lo que escondo bajo la oscura tela; sabe también lo que representa si dejo mi piel al descubierto. ¿Entonces por qué me está pidiendo esto? ¿Por qué ahora y frente a tantas personas? ¿Por qué él, cuando ni siquiera la directora me lo ha pedido?

- Entrégame tu maldito abrigo, Ellie -me ordena, extendiendo su mano justo frente a mí.

Todos han empezado a mirarnos con curiosidad, incluyendo el chico de cabello alborotado en la más remota esquina del salón. Es tan incómodo que podría encogerme en mi silla hasta desaparecer, pero lo único que hago es paralizarme mientras muero de horror.

Tardo varios segundos en quitarme el abrigo. Lucho contra el temor, y cuando deposito el abrigo en las manos del profesor advierto que el resto de mis compañeros están atentos a mis heridas.

- Te lo devolveré al final del día -indica el profesor Abernathy, y luego vuelve al frente para seguir con la clase, aunque ya nadie tiene tanto interés en él como en mis brazos morados y lastimados.

Ha sucedido. Ha ocurrido lo que tanto traté de impedir: Me han visto cuando era invisible; han descubierto mis horripilantes heridas; y me he convertido en el centro de atención.

Tad Abernathy ha hecho todas mis pesadillas realidad.

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¡Holaaaa! Espero que hayan pasado una excelente Semana Santa; pero ya es lunes y a volver a la escuela de nuevo, ughhh. ¿Les gustó el capítulo? Fue bien intenso. Subo la próxima semana. ¡No se olviden de comentar y votar! ¡Gracias por leer! xox

Maltratada por un profesorWhere stories live. Discover now