Epílogo

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Hacerle una visita a los abuelos Kim, en el Templo Bongjeongsa, cerca de la Ciudad de Andong, había sido la decisión más oportuna para que la creciente familia Min aprovechara un merecido fin de semana aislados del bullicio de la ciudad y los asun...

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Hacerle una visita a los abuelos Kim, en el Templo Bongjeongsa, cerca de la Ciudad de Andong, había sido la decisión más oportuna para que la creciente familia Min aprovechara un merecido fin de semana aislados del bullicio de la ciudad y los asuntos de las manadas de Busan y Daegu. 

A primera hora de la mañana, Jimin y Yoongi disfrutaban de un paseo por los alrededores del hermoso lugar. Cruzaron el puente sobre el estanque lleno de grandes peces de brillantes colores y caminaron de la mano hasta el pequeño pabellón de madera que se encontraba en una pendiente poco elevada, lo cual les daría una vista panorámica del precioso jardín del templo.

Jimin se apoyó en la balaustrada de madera antigua y observó el reflejo de tanta belleza en el cristalino lago. Yoongi no pudo evitar buscar el calor de su cuerpo y abrazarlo por detrás mientras recostaba la barbilla en su hombro.

Luego de un momento de paz y silencio, escuchando el cantar de las aves del lugar y el suave arrullo del agua que se perdía más allá del puente, Yoongi habló:

—Jimin-ah...

—Mmm —Con ese sonidito de afirmación el Omega cerró los ojos y se acomodó mejor en el abrazo contrario.

—¿Eres feliz?

—Demasiado, Hyung —respondió de inmediato el rubito, sin dudarlo un segundo.

Yoongi sonrió porque sabía que el menor no mentía, el lazo no lo dejaría ocultar sus verdaderos sentimientos. Así que inclinó su cabeza para depositar un pequeño beso en el cuello de Jimin, quien se estremeció ligeramente, complacido.

Habían pasado tres largos años, en los que su relación había florecido cual cerezo en primavera. Jimin había logrado graduarse como el mejor bailarín de su clase, había hecho amigos, visitaba la tumba de sus padres sin sentirse abrumado por la tristeza o la amargura. Y sobre todo, no quedaba rastro alguno de sus pesadillas y miedos. De igual forma, ya no había un pasado que lo persiguiera ni lo hiciera sentir inseguro.

Yoongi estaba muy orgulloso de él y de todo lo que había logrado. Era hora de dar el siguiente paso.

—Jimin-ah...

—Mmm —murmuró el rubito otra vez.

—¿Quieres casarte conmigo?

Uno diría que después de tanto tiempo no había muchas maneras de sorprender a tu pareja, pero Jimin quedó estupefacto ante la simple y casual pregunta.

Sintió a Yoongi apartar uno de sus brazos, sin dejar de abrazarlo, y actoseguido extenderlo delante de ellos. Abrió la palma de su mano y sobre esta descansaban dos alianzas de plata perfectamente entrelazados, aunque una más pequeña que la otra. Estaban cuidadosamente diseñados para que cada anillo tuviese la mitad de un corazón.

—Hyung... —susurró el Omega, bajito, con temor de romper la burbuja de ensueño en la que de pronto habían caído.

—Jiminie... No solo te pertenece la mitad de mi corazón, sino la mitad de mi lobo —confesó el Alfa—. Sin ti... no soy.

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