Jimin es un Omega marcado por un pasado perverso y traumático, solo conoce la soledad y el sufrimiento. Yoongi es un Alfa líder de fuerte carácter y nobles sentimientos, que busca proteger a su manada.
La Diosa Luna los ha destinado, pero ¿será este...
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A mediados de enero, finalmente toda la mansión Min fue sorprendida por el grito agudo de Kim Seokjin anunciando que había roto aguas. Y a pesar de que tenían todo listo y empacado no faltó la torpeza del Alfa pelimorado y el nerviosismo del castaño; después de todo, era su primer cachorro.
Todo pasó tan rápido que nadie tuvo tiempo de procesar la noticia, para ese entonces ya la pequeña Jennie había nacido a través de una rápida cesárea y se encontraba saludable. Cuando la señora Min fue notificada y llegó al hospital, a todos se les permitió la entrada a la habitación privada de Jin.
El Omega se veía cansado pero feliz, sonriéndole amplio a la bolita en sus brazos. Namjoon yacía sentado a su lado, en una esquina de la cama, muy cerca de su pareja y su hija. Su instinto protector de macho Alfa le hacía expulsar feromonas para marcar el territorio.
Todos hablaban bajito para no despertar a la hermosa bebé que descansaba junto a sus padres, su única intención era la de hacerles cumplidos y felicitarlos. En un par de días, si todo continuaba bien, Jin sería dado de alta y regresaría a casa. Su madre prometió quedarse en la mansión un par de semanas para ayudarlo con ciertas cosas que solo una madre sabía y podía enseñarle a otra.
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Yoongi se levantó temprano esa mañana sin querer despertar a Jimin, y mucho menos abandonar la comodidad de las mantas y el delicioso aroma del Omega.
Desafortunadamente tenía pendientes algunos asuntos de la manada, los cuales se habían ido acumulando por pasar poco tiempo en su oficina y demasiado con Jimin, ya sea acurrucados, tomando siestas, viendo una película, o incluso tomando largos baños en la tina.
El rubio se removió al sentir el calor del Alfa alejarse y abrió sus ojitos con suavidad.
—¿Yoongi? —llamó todavía medio adormilado.
—¿Te desperté, cachorro? Disculpa... —susurró el mayor dándole un beso en la mejilla.
—¿Por qué te vas tan temprano? —cuestionó mientras se apoyaba en un codo y se restregaba un ojito con la otra mano.
—Jiminie, tengo trabajo por hacer. Con la boda de Hoseok en camino, y Nam con su bebé recién nacida no tengo mucha ayuda que digamos. No puedo seguir ignorando mis deberes -se excusó el pelinegro con tristeza.
