Capítulo IX - Pérdida de memoria

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Pérdida de memoria


—¿Tienes resaca, små?

La voz de Thor resuena por toda la cocina al verme llegar del viaje. La sorpresa es evidente en su expresión y sus ojos azules se abren tanto que de pronto pareciera que se saldrán de sus cuencas. Desde que vivo aquí nunca me he emborrachado, es más, lo único que bebo siempre es vino y no paso de dos copas. En Azerbaiyán me pasé de la cuenta. Demasiado.

Estoy exhausta, con un intenso dolor de cabeza y náuseas, además de que no llevo maquillaje y mi ropa es un desastre. Prometo no beber más, había olvidado lo mal que se siente la resaca. La última vez que la tuve fue hace años y ya recuerdo porqué prometí no volver a beber en exceso. Recuesto todo mi peso sobre la mesa de la cocina, mientras las niñas corren a su habitación a buscar sus cosas para ir al colegio. No entiendo cómo pueden tener tanta energía a estas horas y después de tan largo viaje. Llegamos a las seis de la mañana a Suiza porque a Emily se le había olvidado que hoy tiene un examen importante en la escuela, por lo que a las cuatro de la madrugada entró un distante y frío Sebastian a mi habitación para despertarme. El dolor de cabeza que sentí al abrir los ojos me hizo rememorar la intensa fiesta de anoche, sin embargo, no logro recordar cómo llegué a mi cama y temo preguntarle a Seb, ya que en todo el camino nisiquiera cruzó una mirada conmigo. Además, de que siento que aún voy algo borracha.

—Salí de fiesta, Thorsito. ¿Podrías darme tu mezcla anti síntomas de irresponsabilidad?

Él asiente y de inmediato comienza a recorrer la cocina buscando los ingredientes necesarios para el milagroso batido. Gertrudis llega a la cocina unos minutos más tarde y es demasiado fácil ver cómo me juzga con la mirada. De todas maneras no me dice nada y sigue recorriendo los pasillos de casa intentando encontrar a alguien para regañar. Si bien se acostumbró a mi presencia por aquí, aún no me soporta por completo.

Escucho la puerta de la entrada abrirse y los gritos de Matilda buscándome para despedirse. Con mi cabeza estallando de dolor me dirijo hasta ella para besar su mejilla y llevarla hasta el auto que Mikah conducirá hasta la escuela. El castaño se burla inmediatamente de mi rostro ojeroso y me hace prometer que luego le contaré que sucedió en el viaje. Abrocho el cinturón de la más pequeña y le deseo suerte a la mayor en su tan importante examen. Las veo irse y me giro en dirección a casa para beber la bebida anti resaca de Thor.

Me cruzo con Seb de camino a la cocina, pero él parece demasiado ocupado intentando ignorarme.

—¿Seb? —lo nombro. Él se queda quieto ante la mención de su nombre, sin embargo, no se gira por completo hacia mí— ¿Sabes cómo llegué anoche al hotel?

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