Capítulo II - Galletas quemadas

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Galletas quemadas


La lluvia cae con fuerzas allá afuera aún cuando la primavera ya llegó. Casi ni he visto el cielo azul desde que vivo aquí, Suiza es hermoso, pero en extremo lluvioso. Sebastian no ha salido de su habitación en todo el día, nisiquiera para comer. Me preocupa bastante, pero confío en que no cometerá una estupidez cuando se supone que en unas horas llegarán sus hijas. Hace al menos una semana me exigió que me mantuviera al margen e intento hacerlo, lo he logrado con éxito, pero siento que algo muere en mi interior al no brindarle ayuda cuando claramente la necesita.

La casa está completamente vacía, debido a que todos fueron a ver a sus familias por una idea que se me ocurrió hace un par de semanas y llegó a los oídos de mi jefe que quería asesinarme por mi ocurrencia, pero que a regañadientes terminó por aceptar. Quisiera poder ver a mi familia, pero la distancia me lo impide y no me queda más que ver a mis padres a través de videollamadas. Allá, todo comienza a teñirse con los colores del otoño que tanto amo, mientras mamá prepara algo delicioso para comer durante la tarde y papá me interroga acerca de cosas de mi jefe e intento hacerle creer que es la persona más alegre y optimista con el fin de no matar sus ilusiones. Con una sonrisa melancólica termino la llamada, sumida en una intensa tristeza al no poder estar con ellos. Desde el momento en que decidí irme estaba consciente de todo lo que conlleva alejarse, pero eso no quita que haya momentos en que quiero dejar todo para volver. Fui la última en quedar en casa, mis dos hermanos mayores ya se fueron, ya tienen una vida fuera con sus propias familias; Isabella (la mayor de los tres) ya tiene dos hijos y Ayrton, ya está casado, mientras yo no tengo absolutamente nada.

Para quitarme la tristeza decido bajar y cocinar algo, no soy la mejor en esto, pero mis galletas con chispas de chocolate son las mejores, al menos en mi casa. Junto todos los ingredientes en la encimera de la cocina y comienzo a mezclarlos todos hasta formar una masa que me tienta a comerla, pero que me obligo a dejar quieta para poder hornear. Las dejo en el horno, presionando el temporizador para que me avise cuando estén listas. Limpio todo el desastre que dejé, y que a Thor podría causarle un desmayo, y me dirijo a recorrer la casa con mis audífonos puestos mientras The Weekend suena en mis oídos haciéndome mover el cuerpo al ritmo de la contagiosa música. Me dirijo a una pequeña sala de estar que casi nunca ocupamos debido a que las niñas no están aquí para disfrutarla y observo todo a mi alrededor, curiosa. Sobre un mueble al costado veo las fotografías de la boda de mis jefes, viendo aquella felicidad que ahora los ojos de Sebastian se olvidaron de reflejar. Se veían bien, desbordantes de alegría, fue hace pocos años la ceremonia, pero tengo entendido que su amor es desde mucho antes.

Unos ruidos provenientes de la cocina distraen un poco mi curiosidad de seguir buscando algo que entretenga mi aburrimiento, por lo que me dirijo hacia allí para ver salir humo por la puerta. Ahogando un chillido, entro para ver todo oscuro a mi alrededor y hasta unas llamas salir desde el horno, mientras Sebastian apaga todo con un extintor de fuego ubicado a un costado de la cocina que siempre me pregunté si habían usado antes. Me dirijo hasta las ventanas y las abro con el fin de que el humo se disperse.

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