VII

275 49 14
                                    

23/abril/1973
Melanie

—¿Buscabas esto? —cuestioné.

—¡Maldita! —gritó ella.

—Este dedo no me gusta -musité, contemplando la mitad de su dedo anular en mi mano-, ¡mejor cortemos el índice!

Caminé hasta ella aún con el cuchillo en mi mano, provocando que se pusiera alerta.

—No te haré nada, Madeline —murmuré—, solo cortaré uno de tus dedos.

Me miraba como si quisiese justo en ese momento matarme, pero las dos sabíamos que eso jamás sucedería.

La mitad de su mano que aún permanecía en su mano aún goteaba sangre sin cesar.

—No te acerques o gritaré —advirtió.

—¡AAAH! —grité.

De inmediato dos psiquiatras entraron a la habitación, Madeline a los poco segundos corrió detrás de ellos.

—Ella... -intentó articular—. Ella cortó mi... Mi dedo.

—¡Yo no hice eso! Sería incapaz —vacilé, poniendo una mano en mi pecho fingiendo indignación.

••••

—¿Por qué lo hiciste? —cuestionó Martin.

Guardé silencio. No quería decir nada. No tenía por qué responder a él ni a sus estúpidas preguntas que no solucionaban nada.

Martin era del tipo de persona que creía que hablando se solucionaban los problemas, algo claramente estúpido y absurdo.

Lo peor era que todos aquí pensaban igual, nadie tenía la capacidad de ver más allá de lo que sus ojos le permitían, todos eran limitados y sin imaginación, ellos deberían de ser los que deberían de tomar consulta, no nosotros que lo único que hacíamos era ver la realidad.

—¿No dirás nada nuevamente? —preguntó.

Jamás había respondido a un aprecio ya suya, y no pretendía hacer ahora. Ellos deberían de saber qué es lo que pasa por mi mente, ¿no es así?

—Ve a descansar, mañana tienes consulta con un nuevo psicólogo —dijo.

Había perdido la cuenta de cuentas cosas habían intentado hacer para que yo hablara, pero la primera vez que lo hice nadie me creyó, pensaron que estaba loca, y terminé aquí. ¿Qué caso tenía hablar ahora?

••••

No quería ir a mi consulta ni conocer al nuevo psicólogo. Al pasar por los pasillos me desvié hacia la enfermeria para ver a Madeline ahí, cuando estuve frente a la enfermería abrí la puerta, dejando verla con una venda en la mano, al instante le sonreí, a lo que puso los ojos en blanco, pidió a la enfermera que me sacará, saqué mi lengua y se la mostré a lo que hizo una cara de desagrado, pero no me podía quejar, era mejor su cara de desagrado que su cara de siempre que mostraba una expresión sería.

Salí de la enfermería y caminé hasta donde era mi consulta, al llegar, Martin ya me esperaba afuera.

—Llegas tarde —murmuró entre dientes.

Abrió la puerta, dejando ver a un hombre que estaba de espaldas; llevaba un saco gris y su cabello era de un color marrón.

—Los dejaré solos —habló Martin.

Él sabía que yo no hablaría y que su presencia solo complicaría el proceso.

Se levantó y dió media vuelta antes de decir:

—¿Me extrañaste? —cuestionó él.

—Damién... —musité, atónita por su presencia.

Presa[+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora