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Melanie
15/febrero/1968

La sangre escurría de la bandeja hasta el piso.

El rostro de Élise se veía fatal en aquella bandeja.

Sentía ganas de vomitar y de llorar al mismo tiempo, no sabía que hacer. Me levanté y carrí hasta la puerta, pero antes de que pudiera abrirla, sentí los brazos de Damién alejarme bruscamente de la puerta.

-Suéltame -ordené, pero mi voz salió quebradiza.

Quería llorar en ese precisa instante.

-Primero comerás la carne de Élise -advirtió.

Había comido carne de Élise. No de un animal, no. De Élise.

No podía formular palabra alguna.

Damién me tomó entre sus brazos y me sentó sobre él en la silla para quedar frente al payaso que aún sostenía la bandeja en sus manos, la puso en la mesa, dejando ver más de cerca el rostro cubierto de sangre de Élise.

Damián limpió las lágrimas que salían de mis ojos mientras miraba el hombre sacar un cuchillo y dirigirlo hasta los ojos de Élise, lo deslizó de arriba abajo sin hacer presión aún.

Quería gritar pero era incapaz.

Quería salir corriendo pero sabía que Damián me atraparía y evitaría que escapara.

Pasó sus brazos alrededor de mi cintura, cubriendo mis brazos para evitar que escapara.

El hombre dejó de deslizar el cuchillo y lo introdujo agresivamente en el ojo de Élise, sacó el cuchillo cubierto de sangre y lo volvió a meter una y otra vez.

-¡Come la carne! -exigió Damién.

Las lágrimas salían de mí sin cesar.

Miré la carne en mi plato, asqueada.

Quería vomitar lo poco que había probado de ella, sentía repulsión de solo pensar lo que acaba de hacer; lo que estaba a punto de hacer.

-Si no lo haces -susurra Damién en mi oído, provocando que mi piel se erizara-, terminarás igual que tu hermana.

Con lágrimas en los ojos, tomé nuevamente el tenedor y el cuchillo para cortar un trozo y llevármelo a la boca.

El hombre finalmente sacó el ojo de Élise por completo.

Quería escupir la carne, pero era incapaz de hacerlo.

Más lágrimas brotaron de mis ojos a medida que veía como el hombre sacaba y comía el ojo de Élise mientras yo no hacía nada. No podía hacer nada, Damién me tenía sujetada y pegada a su cuerpo mientras él sonreía.

El hombre fue comiendo el ojo de Élise poco a poco, dejando pequeños rastros de sangre alrededor de su boca.

No me contuve y escupí la carne en el plato.

Damién llevó su mano hasta mi boca y metió agresivamente más carne en ella, tomó el cuchillo y lo puso en mi cuello sin hacer mucha presión.

-¿Quieres terminar igual que tu hermana? -cuestionó.

No quería responder, quería volver a casa.

Cerré los ojos para evitar seguir llorando, pero me era inevitable.

Negué con la cabeza ante la pregunta de Damién.

-Entonces traga la carne -exigió.

Sin muchas ganas y con la boca asqueada, fui masticando la comida mientras las lágrimas llegaban hasta mi boca para mezclarse con la carne.

Cuando abrí los ojos el hombre aún deslizaba el cuchillo por el rostro de Élise, y en donde debería de ir su ojo, solo había un hueco del que a penas habían brotado unas cuantas gotas de sangre.

El hombre detuvo el cuchillo en la boca de Élise, lo introdujo en esta e hizo un corte profundo desde su boca hasta su oreja, dejando ver el interior de sus mejillas.

Cerré los ojos de inmediato, no quería seguir viendo, no quería estar aquí, quería salir corriendo y vomitar lo que había comido.

Sentí como el cuchillo que Damién sostenía en mi cuello hacía presión en él.

-Abre los ojos -exigió.

El cuchillo en mi cuello hizo aún más presión, en cuanto abrí los ojos Damién dejó de presionar el cuchillo contra mi cuello.

El hombre llevó el cuchillo hasta la cabeza de Élise y finalmente lo encajó justo arriba de su frente, provocando que saliera sangre de la herida.

El hombre no sacó el cuchillo de la frente de Élise, el lugar de eso de encaminó hasta el pasillo, perdiéndose entre la negrura de éste.

Miré por última vez el rostro herido y lleno de sangre de Élise, rápidamente escupí en el plato no más que pude.

No sentí el cuchillo de Damién hacer presión en mi cuello, tampoco sus manos así que seguí escupiendo mientras me lo permitiera.

Sentí como sus manos viajaron hasta mis piernas. Intenté moverme, pero Damién hizo presión con su mano en mi muslo, haciéndome estremecer.

Con la otra mano llevó el cuchillo hasta mi pierna y lo deslizó de arriba abajo, una y otra vez, hasta que hizo un fino corte en mi pierna.

-¿Quieres jugar, Melanie? -preguntó.

Presa[+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora