IV

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15/febrero/1968
Melanie

-¡Melanie! -gritó mi madre al final de la calle.

Volteé a verla: estaba furiosa.

Desde que Élise había desaparecido, mi madre estaba más incontrolable de la habitual.

Ahora era sumamente protectora conmigo.

-Me tengo que ir -murmuré.

-No se darán cuenta y desapareces unos minutos. ¿Quieres comer algo?

Madre decía que no debía de acertar nada de desconocidos, pero Damién no era ningún desconocido, era amigo de Élise, él siempre estaba en la calle trece, debo admitir que es bastante atractivo, aunque él solo me conocía gracias a qué Élise era mi hermana mayor.

Para todos siempre era solo Élise y Élise, ¿dónde quedaba yo?

Hasta para mi madre todo giraba alrededor de Élise. Hace dos días había sido mi cumpleaños número doce y mi madre nisiquiera lo había notado por estar más preocupada en la desaparición de Élise y cuidado de mi hermano pequeño, que, desafortunadamente, había nacido hace a penas dos semanas.

Habían pasado solo dos días de su desaparición, tal vez estaría con uno de sus supuestos amigos, nada era seguro.

-Pero tengo que volver -murmuré.

-No pasará nada malo, Melanie.

Lo dudé unos segundos.

¿Qué podría pasar? Solo estaría unos minutos con Damién y después volvería con mi madre.

-Está bien -accedí.

Damién apunto con la cabeza a la puerta detrás de él, ladeé la cabeza para poder ver mejor el interior de esta.

Miré rápidamente a mi madre que repartía las fotos de Élise a las personas que pasaban. Si entraba rápido a la casa ella seguramente no me vería. Así que eso hice.

Entré a la casa y Damién entró después de mí.

Visualicé la casa; en la entrada había una sala en la cual había una mesa con dos sillas, una frente a la otra.

Antes de que pudiera decir algo, sentí los brazos de Damién envolverme.

-Hice una sena solo para ti -susurró cerca de mi oído.

-¿Entonces sabías que aceptaría? -inquirí.

-Tal vez -se separó de mí y tomó asiento en una de las sillas.

Hice lo mismo y me senté frente a él. En su rostro se dibujó una pequeña sonrisa maliciosa, no sabía que hacer, ninguno de los dos decía nada, pero él parecía no notar el incómodo silencio.

De el pasillo salió un hombre de expresión fría que y piel pálida que parecía no haber comido en días, traía consigo una bandeja con un plato en el que había carne, puso el plato en medio de la mesa y se retiró sin decir nada.

-Es para ti -murmuró Damién, sin quitar la sonrisa de su rostro.

Comenzaba a darme miedo estar aquí, se sentía incómodo el hecho de estar aquí con Damién mientras reinaba el silencio entre ambos.

Agarré el plato y lo puse cerca de mí, tomé el tenedor y el cuchillo para cortar un trozo y llevármelo a la boca.

Damién agrandó su sonrisa, precia que si se quisiese reír de algo.

Saboreé la carne, jamás había probado una igual, tenía un sabor... diferente.

Volví a cortar otro trozo y llevarlo a mi boca.

-¿Quieres jugar un juego? -sugirió Damién.

Por el mismo pasillo que hacia unos momentos había salido el hombre de piel pálida, ahora salió un payaso que vestía de blanco y negro y sujetaba una bandeja plateada que la cubría una tela.

Dejé de masticar y me quedé mirando la bandeja, de pronto, el hombre vestido de payaso quitó la tela, dejando ver la cara de Élise cortada y bañada en sangre.

Presa[+18]Where stories live. Discover now