Capítulo 17.

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  • Dedicado a Mi prima, por prestarme su internet.
                                    

En el tiempo que tenía viviendo con Sonia, eran muy contadas las veces en las que ella mencionaba a su familia. De hecho, podría asegurar que desde que vivía en la casa blanca de la familia Deville jamás había visto que Sonia hablara por teléfono con algún pariente. En los primeros días en San Antonio, la rubia me había dicho que su familia siempre andaba alejada, totalmente diferente a la mía, en la que nos manteníamos los más unidos posible.

‘No somos muy cálidos, la verdad’ habían sido sus palabras en una de nuestras primeras conversaciones. Pero lo que presencié ante la llegada del aún desconocido hermano gemelo de Sonia, Stefan, demostraba todo lo contrario. Los hermanos Deville no dejaban de abrazarse y sonreírse mutuamente. Parecía que hablaban mentalmente entre ellos.

Luego de estrechar la nudosa y áspera mano de Stefan, nos dirigimos al punto de visitas de la casa: el maravilloso y enorme sofá justo después de la puerta de entrada a la cocina.

Aún intentaba comprender totalmente lo que estaba pasando, porque tan solo unos minutos atrás estaba espantada por pensar en que algún monstruo hubiese encontrado una manera de entrar en la casa, y ahora estábamos recibiendo visitas de nada menos que el hermano de Sonia.

-Estaba vistiéndome cuando de pronto sentí como si un imán me estuviese halando hacia fuera de mi habitación. De llegar antes, habrían visto algo desagradable, pues acababa de salir de la ducha.- dijo Stefan entre carcajadas, y Sonia lo imitó.

-Qué sorpresa verte aquí, pensé que estabas en el extranjero.- dijo mi amiga, estrechando de nuevo las enormes manos de su familiar.

-No, no. Estuve hasta hace unas semanas en la frontera con Colombia, déjame decirte que es una aventura estar allí. Un mundo completamente distinto. Las energías en ese lugar son… Wow.- dijo el rubio mientras miraba al suelo de la casa con los ojos muy abiertos.

Por momentos, quise interrumpir la bella e inesperada reunión familiar para exigir una verdadera razón por la que ese hombre estaba en mi casa, y especialmente, saber cómo demonios había entrado. Sonia, además de mi persona, éramos las únicas personas que poseían llaves de la puerta, y agregado a eso la rubia había hecho un encantamiento que repelía a los intrusos. O algo así.

-Stefan, Rosa quiere saber cómo entraste a la casa.- dijo de pronto Sonia, haciendo que me sobresaltara. Seguía hurgando dentro de mi mente, y eso comenzó a incomodarme.

-Oh, ciertamente. Pido disculpas a la señorita Rosa.- dijo él, posando su potente mirada sobre mí y sonriendo con cierta expresión que me resultaba ininteligible descifrar.

Lo curioso fue que en el momento que mi mirada se encontró con la de él, algo pasó.

Lo encontré irresistible. Podía notar las pequeñas gotas de agua que aún rodaban por su marcada cara, y que con el reflejo del sol le hacía resplandecer levemente. Sus ojos eran como estar en una de las playas más limpias y azules del mundo, pude sentir como me sumergía en la calidez de ellos una y otra vez. Incluso podía notar cómo sus venas transportaban su sangre hacia su cerebro, las escuchaba tal como si de una cascada se tratara. Cada marca de su rostro bronceado, cada poro, cada vello de su corta y rubia barba.

-Entonces, ¿Me perdonas?- escuché de pronto una voz grave y risueña con un tono tan peculiar que no parecía provenir de este mundo.

Tuve que cerrar los ojos con fuerza antes de poder concentrarme en lo que estaba pasando. Me había perdido totalmente en la belleza que emanaba el rubio Stefan, y no pude evitar sentir una enorme atracción por él.

-¿Qué?- dije en una voz atontada, y aún con los ojos cerrados.

-Rosa, Stefan te pedía perdón por darte ese susto.- dijo Sonia, pero su voz me llegaba opaca, muy distorsionada. Lo único que podía escuchar era la voz de Stefan preguntándome si estaba bien, a lo que asentí rápidamente. Me puse de pie con rapidez y para no tropezarme, tuve que abrir los ojos. Corrí hacia las escaleras y me encerré en mi habitación. Tuve que recostarme de la puerta para que mi cerebro terminara de procesar lo que había ocurrido. Pero por más que lo intentaba, no podía encontrar una razón explicable por la que en seguida quedé hipnotizada por el hermano de Sonia.

Estrella Fugaz (Sol Durmiente Vol. 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora