12 - 'El bajón después del subidón'

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El bajón después del subidón

Sentada en la nieve, contemplo mi alrededor con curiosidad casi infantil. Según mis cálculos, a estas alturas ya debería empezar a pasarse el efecto de los astrales de Jason, pero no es el caso. De hecho, tengo la sensación de que a cada segundo que pasa, estos se vuelven peores. ¿No se supone que solo hacen esto a los vampiros, y no a los humanos?

Quizá sea porque eres medio vampira, querida.

Ah, es verdad.

Dentro de la neblina que es mi cerebro ahora mismo, atisbo a ver tres figuras acercándose a toda prisa. Sonrío ligeramente. Sabía que Sylvia, Jana y Kent me harían caso y no avisarían a Foster. Menos mal que puedo confiar en alguien de la ciudad, para variar.

—¡Hola! —exclamo casualmente cuando llegan.

Aunque la escena..., bueno, no es muy casual.

Básicamente estoy sentada en la nieve con la espalda apoyada en el porche de una vieja casa y Ramson tirado e inconsciente a mi lado.

Los tres se quedan mirándonos, pasmados, y yo levanto una mano inerte de Ramson para saludarles.

Hola —digo en un gruñido, imitando su voz. Luego me río y lo suelto—. Oye, qué rápidos sois, yo he tardado una eternidad en llegar aquí.

No sé cuál de los tres parece más perplejo.

—¿Qué...? —empieza Kent, sin saber a cuál de los dos mirar.

Jana se acerca a mí, cautelosa. Es raro verla preocupada estando tan acostumbrada a su sonrisita jovial y su despreocupación general. Se agacha a mi lado y, con mucha suavidad, me levanta la cara por el mentón.

—¿Qué has hecho? —murmura al ver mis pupilas.

—He tumbado al grandullón, básicamente.

Sylvia, a estas alturas de la conversación, se ha agachado junto a Ramson. Tras dudar un momento, le toquetea el jersey y los pantalones hasta que saca lo que parece un pequeño puñal de obsidiana.

—No sé qué le has hecho —comenta, con la voz más casual de los tres—, pero debe estar inconsciente de verdad. Cuando le donaba sangre, no me dejaba ni rozarlo sin ponerse como una furia.

Sonrío con orgullo.

—En otra cosa no, pero incapacitando a la gente soy genial.

—Em... —Kent agita los brazos en modo pánico extremo—, ¡¿alguien me puede explicar qué hacemos con el vampiro inconsciente que tenemos ahí tirado?!

Es una buena pregunta. Las dos se quedan mirándolo, no muy convencidas.

—Oh, tengo un plan —digo entonces—. Necesito que lo transportéis.

—¿Y tú qué? —pregunta Sylvia.

—¡Yo ya lo he traído hasta aquí!

De haberme quedado con él a las afueras de Braemar, corríamos el riesgo de que nos encontraran. Tirar de él por el bosque ha resultado ser más complicado de lo planeado, pero por lo menos he conseguido arrastrarlo hasta un sitio donde tengo seguro que no se va a poder escapar.

Esa es mi niña.

—Es un buen momento para explicar el plan —comenta Sylvia.

Vuelvo a la realidad. No me he dado cuenta de estar contemplando el bosque con una sonrisa.

El rey de las sombras #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora