9 - 'El libro de los linajes'

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El libro de los linajes

El tercer bostezo consecutivo hace que sonría a Addy.

—¿Quieres que lo dejemos por esta noche? —propongo.

Ella asiente, frotándose los ojos con los puños. Ya está metida en la cama, bajo varias capas de mantas, y yo estoy tumbada a su lado, por encima de estas. Tengo un libro de cuentos abierto, y hasta hace un momento los estaba leyendo en voz alta.

Pero diría que Addy ya no puede aguantar más porque, por mucho que lo intenta, se le cierran los ojos todo el rato.

—Estoy bien —asegura—. Podemos leer un poquito más.

—Yo diría que ya es hora de soñar con los angelitos. O con los vampiritos.

—Vaaaale... —accede con un mohín—. Pero ¿puedes quedarte un ratito más?

—Claro que sí. —Me estiro para apagar la luz, así que lo único que ilumina la habitación es la débil penumbra que proporciona la farola del patio trasero. Me acomodo mejor, y Addy estira un brazo por encima de las mantas para aferrarse a mí—. Pero nada de hablar, ¿eh? A dormir.

—¿Ni un poquito?

—No.

—¿No quieres que hablemos de...?

—Addy...

—Vaaaaaaaale. —Suspira con dramatismo—. A dormir.

—Dulces sueños.

Pese a que se queda dormida casi al instante, permanezco a su lado durante un buen rato. Contemplo el techo sin nada más que hacer y, cuando creo que ya no va a despertarse, suelto mi muñeca con suavidad, la miro un momento, le aparto el pelo de la cara y le meto el bracito bajo la manta. Finalmente, bajo de la cama sin hacer ruido y me encamino hacia el pasillo.

O al menos lo intento, porque ver a Foster plantado en la puerta casi me provoca diez infartos múltiples.

Si no he soltado un chillido ha sido por el miedo a despertar a Addy, pero me llevo una mano al corazón, que se me ha acelerado de golpe, y con la otra me tapo la boca para contenerme a mí misma. Foster levanta las manos en señal de rendición, ahora también alarmado.

Creo que está a punto de hacer una broma, pero al final decide ser un hombre sabio y me deja salir al pasillo. Eso sí, en cuanto cierra tras él, suelta una risita malvada.

—Debo admitir que no me esperaba esa reacción.

—¡Me has asustado! —susurro—. ¡Estabas escondido ahí, en la oscuridad!

—Soy un vampiro, ¿qué esperabas?

Vamos a meterle ajo picado en la sopa, verás qué risa.

Suspiro y pongo los brazos en jarras.

—¿Qué quieres? Si es que quieres algo de mí, claro.

—Yo siempre quiero algo de ti.

—¿Y esta vez es...? —Finjo que no me ha afectado en absoluto.

—He arreglado lo de la cena en la plaza de la ciudad —me informa, tomando un porte un poco más serio. Me tiende una hoja de la cual no entiendo nada, pero aun así asiento con convicción—. Podremos hacerla, tal y como tú querías. No supone un gran gasto. Pero... la tradición es que la alcaldesa haga un discurso antes de empezar. Lo van a esperar.

—Es solo un discurso —murmuro.

Foster me contempla unos instantes, como si analizara mi expresión y dedujera hasta qué punto estoy siendo o no sincera.

El rey de las sombras #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora