18 - 'La abuela Gladys'

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MIL PERDONES POR LA DEMORA LOSIENTOLOSIENTOLOSIENTO. Tengo una mini excusa, y es que he estado tan destruída por el jet lag (estuve por Uruguay, Argentina y Chile jeje) que apenas me ha dado la vida para abrir el portátil y ponerme a corregir el capítulo. 

Espero que el salseo de este capítulo (y de los siguientes) os compenso. De nuevo SORRY.

¡Gracias por leerme! Muak muak


18

La abuela Gladys

Desde aquí todavía puedo oír la voz de Foster, que le susurra a Addy que todo irá bien.

Honestamente, hasta que no hemos empezado a preparar las maletas no me he creído que Foster fuera a permitir que su hija se quedara aquí. Aunque, pensándolo bien, está más segura con Albert en una ciudad protegida que en Francia con nosotros. Supongo que es la decisión más prudente.

Trato de centrarme en lo que estoy haciendo, que es precisamente eso: la maleta. Intento no oír todo lo que ocurre a mi alrededor, pero es muy complicado. ¿Y el tema de los olores? Eso sí que es difícil de manejar. Esta mañana, cuando Kent ha pasado junto a la casa para quitar la nieve del camino, el aroma de su sangre me ha mareado. Pero no porque me parezca especialmente tentadora, sino porque ha nublado el resto de mis sentidos. Supongo que es cuestión de práctica, porque no veo a los demás pasarlo mal cuando están con humanos.

Dios, qué raro es eso de que ya no soy humana.

Lo añadiré a la lista de cosas que nunca pensé oír.

Decido centrarme en la maleta. Albert me ha obligado a rehacerla entera porque, cito textualmente: sí, sal a la puñetera nieve en manga corta, seguro que los puñeteros humanos no se sorprenden. Como siempre, tiene razón.

Estoy terminando de cerrar la cremallera cuando abren la puerta. Ni siquiera han llamado, cosa que me sorprende.

Se trata de Caleb, el chico que vino con Albert hace unas semanas. Teniendo en cuenta que apenas me ha dirigido la palabra en todos estos días, me quedo bastante sorprendida.

—Uh, hola. —No sé qué decir—. ¿Te puedo ayudar en alg...?

—¿Vais a ir a por Barislav?

Su tono es algo impaciente, así que le echo una ojeada a la vez que me cuelgo la bolsa del hombro.

—Ese es el plan, sí —murmuro.

—Quiero ir.

—Absolutamente no.

Mi tono cortante hace que él frunza el ceño.

—Tú no decides lo que hago.

—La verdad es que sí que lo hago.

—¿Por qué?

—Porque casualmente vives en la ciudad que presido.

Abre la boca y vuelve a cerrarla, sorprendido. Dudo que se esperara una respuesta tan directa.

Algunas veces me he fijado en él y, aunque no es demasiado expresivo, estoy lo suficientemente acostumbrada a gente así como para saber leerlo. Pese a que se hace el duro, tan solo me parece un muchacho asustado con ganas de vengarse... y sin saber que vengándose no llegará a absolutamente ninguna resolución.

Y... joder, ¿desde cuando hablo como una anciana?

Desde que lo eres, querida.

—No es justo —dice entre dientes.

El rey de las sombras #2Where stories live. Discover now