5 - 'El acertijo de la estantería'

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El acertijo de la estantería


Vale, admito que me ha hecho ilusión que Foster me ofreciera uno de sus despachos vacíos. La perspectiva de tener mi propio espacio en su casa me hace muy feliz. Me hace sentir importante.

Lo que no me gusta tanto es tener que trabajar.

A ver, no es que no haya experimentado lo de ser alcaldesa hasta ahora. La diferencia es que hasta ahora Albert me ha dejado tiempo de margen para recuperarme de todo. Y ahora ya considera que ha pasado el tiempo suficiente, así que la pila de papeles de mi mesa no deja de crecer y crecer.

Me muero de ganas de firmarlos todos e irme a comer, me obligo a mí misma a permanecer concentrada y revisarlos concienzudamente.

Peeeeero es que son problemas tan estúpidos...

Para empezar, ¿quién coño le escribe una carta a su alcaldesa para quejarse de que el vecino hace mucho ruido por las tardes? ¡Como si a mí me importara! Por no hablar de la cantidad preocupante de vampiros que me solicitan collares de protegidos para sus humanos donantes. ¿Siempre ha habido tantos vampiros en la ciudad? ¿Y tantos voluntarios para que les chupen la sangre? Y ya ni siquiera entraré en el tema de la cantidad de matrimonios, divorcios, adopciones, patrimonios, empadronamientos, campañas, quejas, propuestas y reivindicaciones que he recibido, porque no terminaría hoy.

Haz que se divorcien todos, así no hay problema.

Tras un resoplido, bajo la mirada a mi móvil. He estado toda la mañana y parte de la tarde aquí sentada. Ni siquiera he comido. Supongo que Foster se habrá encargado de Addy, porque nadie ha venido a decirme nada. El único que ha entrado ha sido Albert con más y más papeles.

Cuando se abre la puerta, me tenso de pies a cabeza pensando que puede ser él. Pero no. Es Alexa. La hechicera me dedica media sonrisa y cierra tras ella.

—¿Interrumpo algún proceso burocrático de gran urgencia? —pregunta con sorna.

—Que te den.

—Ahhhh... no es lo más inteligente que le puedes decir a una hechicera, cariñín, pero lo dejaremos pasar. Estoy de buen humor.

Le dedico una sonrisa irónica, a lo que ella se acerca y se sienta en la mesa que tengo delante. Ya de paso, aprovecha para mirar a su alrededor.

El despacho es muy bonito, la verdad. Foster me ha ofrecido el suyo propio porque es más grande, pero este me gusta más. Está cerca de mi habitación, las vistas dan a la colina y tiene más estanterías. De hecho, son los únicos muebles que me rodean a parte del escritorio, sus dos respectivas sillas y un sofá rojo del fondo de la habitación. Es sencillo, pero no necesito nada más.

Un columpio de sadomaso.

¡Conciencia!

Perdón.

—¿Necesitas algo? —pregunto a Alexa mientras recojo otro papel y lo reviso.

Joder, otro divorcio... en serio, ¡¿por qué se sigue casando la gente?!

Porque no tienen tantos problemas amorosos como tú.

—He supuesto que tendrías hambre —responde.

—¿Y te ha importado?

—Bueno, técnicamente no lo he pensado yo —comenta con inocencia—. Albert lo ha insinuado, y luego yo he llegado a la conclusión de que alguien tenía que traerte comida.

El rey de las sombras #2Where stories live. Discover now