Día 11: El regreso a la granja

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(Mandey camina por una solitaria llanura hacia la granja.

Una mujer sale a recibirle)

-Madre...

-¿Mandey? ¿Eres tú?

-Madre, he vuelto.

¿Por qué te fuiste, Mandey? ¿Por qué?

Ya lo sabes, Grillo.

Ya sabes que la convivencia con Padre era imposible.

Recuérdamelo, Mandey.

Recuérdamelo una vez más...

Le dije a Padre que quería ser artista,

¿recuerdas, Grillo?

Le dijiste que ibas a ser artista, sí,

que necesitabas serlo.

Necesitaba serlo, sí,

por mi espíritu melancólico y solitario,

por mi sensibilidad desmedida...

Trataste de explicarle a Padre, sí,

que el arrebato artístico fluía por tus venas,

y que habías hallado en el Arte una cura

a tu existencia depresiva.

Una cura a mi existencia depresiva, así es.

Un ámbito donde expresar mis más hondos sentimientos.

Una luz en mi valle de sombras...

Un destino hacia el que encaminar mis pasos

en mi noche eterna.

Encaminar tus pasos en tu noche eterna, sí

hacia universos de ensueño y fantasía.

Ensueño... fantasía... sí,

Es lo que me respondió Padre...

Que no eran más que ensueños

Que poblaban mi cabeza,

Mi confundida cabeza...

Excusas para no trabajar ni esforzarme,

Y me obligó a ayudar en las labores de la granja,

junto a él y a Renato.

Quiso ponerte a trabajar, sí,

apilando el heno del ganado

y limpiando las pocilgas...

Soterrando mi talento, sí, bajo balas de paja

y montañas de estiércol...

¿Y qué pasó luego, Mandey?

Cuéntame qué pasó...

Atravesando el paseo de abedules,

apoyado sobre el mirador

hacia un atardecer de franjas anaranjadas,

me despedí de las llanuras que me vieron crecer,

del acantilado y los peñascos,

de la ribera del río.

Te despediste, sí, para no volver...

Para no volver, así es,

Y para no volver a escuchar sus acusaciones tras las paredes...

Las acusaciones de tus deudos, sí,

Diario de MandeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora