CACABELOS

1K 25 6
                                    

El cuentakilómetros seguía su curso, dejando atrás todo lo que era conocido para mí. Zo mantenía su atención en la carretera, concentrado, sin embargo su rostro revelaba el cansancio acumulado durante tantos días de huida, tortura y traición. Pese a ello sus labios no perdían la sonrisa. Sonrisa que se acentuaba cuando cada pocos kilómetros fijaba en mí sus hermosos ojos surcados ahora de profundas ojeras.

Yo me sentía exhausta, sedienta, hambrienta. La adrenalina que había recorrido mis venas manteniéndome alerta, preparada para cualquier acontecimiento que el destino caprichoso me tenía preparado, se había agotado desde que nos subimos al coche y nadie nos lo impidió.

Mi cuerpo se hundió en el confortable asiento de cuero y lo deje ir. Acurrucada de lado sin perder ni por un minuto de vista a Zo. No quería dormirme. Luché para controlar mi sueño, él se llevó mi habla, sin embargo yo gane la batalla a mis párpados, que permanecieron abiertos y así mi mirada podía recrearse con la magnífica estampa que tenía ante mis ojos. Un hombre que bien podría haber sido esculpido por Miguel Ángel estaba junto a mí, protegiéndome y lo mejor de todo es que él me había venido a buscar, él me había rescatado de una muerte en vida.

Cincuenta, cien, ciento cincuenta kilómetros. Los carteles de salida de la autovía hacia pueblos, ciudades que no conocía venían y se iban a medida que el todo terreno los pasaba de largo ¿Cuánto más aguantaría Kenzo sin descansar? Yo podría pasarme la vida entera simplemente contemplándolo y asimilando la idea, todavía increíble, de que él era mío, mi salvador.

Cacabelos, así rezaba el cartel de la salida que Zo tomo. Estábamos todavía en la provincia de León, demasiado cerca aun de mi padre.

-¿Confías en mí?- dijo elevando su ceja.

- Sí - "ciegamente" pensé, tal vez fuese demasiado decirlo en voz alta, no quería asustarlo. Todavía esperaba el momento en el que se diese cuenta de que parte de lo que dijo su hermana era cierto, yo no le convenía con todo el equipaje de loca trastornada que llevaba a cuestas. Era muy probable que convivir conmigo en el día a día, sin nadie que amenace nuestras vidas, podría llegar a ser demasiado para él.

-Vamos a un sitio que te encantará, allí podremos descansar y estar tranquilos todo el tiempo que necesitemos.

-Estupendo- bostecé.- Lo necesito y tú también, se te ve tan hecho polvo. Me encantaría poder ayudarte, pero no se conducir- dije viendo su manos agarrar con firmeza el volante. Ciertamente estaba algo abochornada, había estado aislada del mundo y bajo el control de mi padre tanto tiempo que hechos como conducir no los había necesitado.

-No te preocupes- sus ojos brillaron.- si quieres yo te enseño... ¿ahora?

-Puff- resople ante la idea de verme tras el volante del enorme todo terreno.- Tal vez otro día.

-Vaya, yo creía que eras más valiente- dijo intentando picarme.- ¡Qué decepción!- negó con la cabeza a la vez que no pudo evitar una carcajada al ver mi rostro enrojecido.

- No te metas conmigo, no seas malo- di un manotazo en sus bíceps. La voz aguda que salió de mi garganta me sorprendió hasta a mí, era muy tonta y a niñada, pero le iluminó su cara todavía más con otra carcajada contagiosa que provoco que de mi pecho brotase mi risa. Risa que llenó el interior de coche. No recordaba la última vez en la que me había reído tanto, creo que nunca. Realmente me encantaba esa forma en la que él provocaba que me riese de mi misma, era estupendo y me hacía sentirme tan normal, tan relajada y a gusto con él, que daba miedo.

Todavía con restos de ese ataque de felicidad espontánea rodeándonos dirigió el coche hacia nuestro destino, hacia el que sería nuestro refugio. Donde estaríamos solos, donde dormiríamos, donde nos bañaríamos, donde descansaríamos...el pánico comenzó a invadirme a medida que imaginaba escenas de los dos en todas esas situaciones. Ya habíamos pasado tiempo a solas, sin embargo esto era diferente, ahora sabía lo que el sentía por mí y por ello me preguntaba ¿Qué esperaba el de mi cuando llegásemos? ¿Qué esperaba el conseguir de mí? Y ¿sería capaz yo de dárselo?

ANÓNIMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora