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Capítulo 2: El pueblo de Karsson.

Termino de subir mis cosas a la camioneta. Pero antes de irnos me permito volver a mi antigua habitación por ultima vez, subo escalón por escalón mientras recuerdos de cuando llegamos por primera vez a ésta casa arrasan por mi mente y de pronto mi vista se vuelve borrosa debido a las lágrimas que intento retener.

Abro la puerta de la habitación; entro, cierro la puerta detrás mío y me apoyo en ella—me deslizo lentamente hacia el suelo—junto mis rodillas contra mi pecho y me quedo en silencio mirando la habitación que una vez fue mía.

Odio hacer ésto, cinco malditos años acostumbrada aquí, acostumbrada a mis amigos, acostumbrada a todo, para luego abandonarlo y dejarlo todo atrás solo porque a los tercos de mis padres se les dio por mudarse. ¿Por qué?

Sigo en la misma posición durante minutos, mi momento sentimental se termina justo cuando unas manos golpean mi puerta. Interrumpiendo mi desahogo por completo.

—¿Eve? ¿Estás aquí? — habla mi hermano. Era la voz de Andrei por supuesto.

—Si Andrei, estoy aquí, no te preocupes—Susurro medio fuerte para que me escuche— Necesito estar un momento sola—no puedo hablar tan fuerte porque tengo un nudo en mi garganta, no quiero llorar.

—Entiendo. Cualquier cosa me avisas, en media hora partimos hacia lo que será nuestro nuevo hogar—avisa.

—Gracias por avisarme. Andru ¿tienes idea de como se llama el lugar a dónde nos mudaremos? —pregunto un poco curiosa y angustiada a la vez.

—¿Puedo pasar?—Insiste, él solía ser alguien muy terco. —No quiero interrumpirte pero así hablamos bien, es incómodo hacerlo detrás de una puerta.—insiste nuevamente.

Tardo un buen rato para responder, de verdad necesitaba mi tiempo.
—Está bien.—respondo, me levanto del suelo y empiezo a sacudir mi ropa, luego me siento en la cama, que dentro de un rato ya no sería mi cama— Puedes entrar—aseguro limpiando mis ojos.

Abre la puerta y mira, en esa mirada veo algo de preocupación pero también distingo alivio. Cierra la puerta y se acerca para sentarse junto a mí.

—¿Estás bien?, te noto algo triste... —curiosea.

—No estoy triste, bueno solo un poco.— Sé que no servía de nada mentirle, él me conocía — Es que ya me he cansado de mudarnos, creí que esta iba a ser la ultima mudanza y que el resto de nuestras vidas la pasaríamos en esta bella casa y en éste lugar tranquilo — digo, la verdad que mudarnos no me gustaba, de hecho odio mudarme.

—¿En serio crees que éste lugar es tranquilo?¿Aún después de lo que pasó?

—No quiero acordarme de eso—ruedo los ojos.

—Bueno ya, entonces no digas cosas que sabes que no son ciertas. — vagos recuerdos se me venían de aquella vez, desearía que existiera un interruptor para olvidar las cosas que duelen.