Capítulo 2 «Mala suerte»

62.8K 3.5K 125
                                    

Capítulo 2
Mala suerte

Soy la persona con peor suerte del mundo.

He visto suficientes fotografías familiares de Damien como para ser capaz de reconocer a su primogénito cuando este está parado frente a mí, a tan solo unos metros de distancia. Y, aunque ese niño de las fotografías que Damien me mostró no se parece en nada al hombre que ahora observo, hay pequeños rasgos que son inconfundibles.

Como el color gris ártico de sus ojos.

Azael apoya la espalda en la pared adoptando una pose relajada pareciendo un modelo de ropa cara recién sacado de una revista y, sin dejar de mirarme, sonríe mostrando, además un hoyuelo en su mejilla izquierda, una confianza inexistente entre nosotros.

«Mierda. Ese hoyuelo no salía en las fotografías. ¡¿Por qué no salía en las fotografías?!»

—Hay una cosa que se llama libertad de expresión. No sé si te suena... —se burla y mis mejillas se calientan al instante.

Abro mucho los ojos ante su descaro y, mierda, noto el enfado bullir en mi pecho.

«Esto no va a acabar bien».

Alza una ceja al ver que no le respondo, desafiándome. De repente, me siento tan cabreada que las palabras brotan solas de mi garganta, sin que pueda frenarlas.

—Y hay algo que se llama educación, no sé si te suena... —respondo a la defensiva, cruzando mis brazos sobre mi pecho.

No me paro realmente a pensar en lo que estoy diciendo, mucho menos a quien se lo estoy diciendo.

En el fondo, muy en el fondo de mi cerebro, las banderas rojas se alzan exigiendo que pare; que mantenga la boca cerrada y que me vaya.

Obviamente hago todo lo contrario.

Su sonrisa se ensancha antes de decir: —¿Siempre eres tan borde con la gente o soy un tipo con suerte?

La diversión en su tono de voz me hace entrecerrar los ojos en su dirección.

—¿Siempre eres tan entrometido o soy una chica con suerte? —replico.

Después de todo, creo que mi subconsciente está tratando de sabotearme y hacerme perder de verdad mi trabajo. De una u otra forma.

—Definitivamente eres una chica con suerte —afirma.

«No, no lo creo».

La media sonrisa traviesa que me dedica es todo lo que necesito ver para saber que debo dejar este juego. Inmediatamente.

Tengo que recuperar la versión sensata de mi misma, sea a donde sea que se haya ido, y agarrarme a ella con todas mis malditas fuerzas.

Me muerdo la lengua hasta que siento dolor en un intento de impedirme soltar cualquier otro comentario. Ingenioso o no, ese no sería el movimiento más inteligente de mi parte y ya llevo dos días columpiándome entre la idiotez y la irresponsabilidad.

«No más».

El hijo de mi jefe aguarda una contestación que no le doy y, tras unos segundos, su paciencia parece desaparecer, llevándose consigo la sonrisa que dibujaba su rostro.

—Es una pena —murmura.

«¿Eh?»

Suelto el agarre de mis dientes contra mi lengua inmediatamente.

—¿Una pena? —arrugo el ceño.

La ira queda en segundo plano, sintiéndome desconcertada.

Su espalda se despega de la pared y avanza un par de pasos en mi dirección. Contengo la respiración mientras me quedo petrificada en el sitio viendo como su alta figura se acerca; más imponente a cada maldito paso que da.

Fascinación Where stories live. Discover now