Capítulo 1 «Al descubierto»

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Capítulo 1

Al descubierto

De camino al trabajo no paro de rezar para que nunca se descubra que cotillee el móvil de Blair. Ese es el único pensamiento que ha acaparado mi mente en las últimas horas. Es horrible.

No me siento orgullosa de mi comportamiento. Es más, la vergüenza y el remordimiento no me han dejado pegar ojo y, como castigo, tengo dos bolsas negras bajo estos.

«Me lo merezco»

Estoy enfadada conmigo misma por permitir que una tontería ponga en peligro mi puesto de trabajo. Diablos, de todas las tonterías que podría haber hecho, como cortarme el pelo y teñírmelo de color berenjena o tatuarme a Bart Simpson en el gemelo, solo a mí se me ocurre meter las narices en el móvil de mi insoportable jefe.

Soy consciente de que estoy a un paso del despido.

El departamento de Recursos Humanos es tan injustamente estricto con las mujeres que no pasará por alto mi error.

Quizás me despidan y en mi expediente pongan: «Persona non grata, cotilla y adicta a los vídeos porno».

Mi única esperanza reside en el hecho de que, quedando yo expuesta, también lo estará Blair. No solo por confraternizar con Cristina fuera del trabajo, eso al fin y al cabo solo le traería repercusiones sociales y, lamentablemente, la mayoría de estas repercusiones recaerían sobre ella. Los hombres se suelen librar fácilmente de ser juzgados de esta forma. Sin embargo, Blair tendría que explicar por qué su empleada más próxima —es decir: yo— lleva toda una semana trabajando más horas de las que podrían considerarse como «extras».

Y eso podría meterlo en un aprieto.

Aunque, quizás, por su cargo, ni siquiera tenga que dar explicaciones a alguien...

Suspiro dándole un último bocado a una galleta, la única comida que desde ayer a las tres de la tarde introduzco en mi boca.

Y lo único que me alivia un poco es pensar que es viernes y, si sobrevivo a este día de mierda, podré tener un fin de semana completo para dormir y pensar en cómo gestionar mis malas decisiones. Porque sí. Está más que claro que necesito elaborar un plan a seguir, pero para pensar con claridad necesito comida y horas de sueño.

Mientras subo en el ascensor a la cuarta planta me miro en el espejo e intento mejorar mi aspecto. Sin embargo, por mucho que aliste mi camisa blanca o intente meter todo mi cabello en una cola alta, sigo teniendo cara de haber dormido una mierda.

—¡Buenos días Noe! —La voz de Cristina es lo primero que escucho cuando las puertas del ascensor se abren.

—Buenos días Cris.

La rubia esboza una sonrisa genuina desde su habitual puesto de trabajo y mi estómago se hunde lleno de culpabilidad.

«Si supieras que te he visto desnudarte para Blair no me sonreirías tanto».

—¿Planes para el viernes? —se interesa cuando me poso sobre el mostrador, con sus enormes ojos verdes sobre mí.

—Sobrevivir a este día de mierda —admito y ella se ríe como si yo acabara de hacer algún tipo de broma.

—Quizás te sorprenda —me guiña un ojo y vuelve a colocarse los cascos para atender una llamada. —Grupo Élite, habla Cristina. ¿En qué puedo ayudarle?

La miro confusa durante unos segundos antes de retirarme hasta mi lugar de trabajo.

Una vez llego a mi escritorio me siento en el sillón y reposo todo mi peso en él.

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