Capítulo 41 (Final)

483 100 350
                                    

Dato: La canción de multimedia es una de las tres canciones que me inspiró a escribir esta novela

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Dato: La canción de multimedia es una de las tres canciones que me inspiró a escribir esta novela. Gracias por su cariño. Los quiero mucho.

—Pásame un suéter —le pedí a Jade, despertándola

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—Pásame un suéter —le pedí a Jade, despertándola.

Ni siquiera lo pensé, mi corazón comenzó a latir tan rápido que imaginé que lo escupiría si hablaba un poco más. 

—¿Qué? ¿No vas a quedarte a escucharlo? —me preguntó desconcertada, siguiendo mi torpe recorrido por la habitación hasta alcanzar una chamarra negra en el sofá. No contesté, ocupada en no ponérmela al revés, en aquel momento ni siquiera era capaz de usar la cabeza. Mi mente estaba en otra parte.

—Me lo contarás después, puedes grabarlo —opté, aunque sonó más como un favor porque en verdad deseaba saber lo que diría, era solo que tenía otra prioridad—. Tengo que alcanzarlo —le avisé.

Corrí a la puerta, olvidándome de la fiesta. En ese momento solo necesitaba una cosa.

Jade me miró como si hubiera perdido un tornillo, no se equivocó. No me había hecho famosa por mi buen juicio y después de escuchar el nombre de Andy perdí cualquier pizca de cordura.

Bonito día se le ocurrió a Chayanne visitar la ciudad, me quejé elevando la mirada al cielo nublado cuando el viento alborotó mi cabello rubio. No necesitaba ser muy lista para deducir que de un momento a otro empezaría a llover. Comencé a rezar porque las nubes resistieran un poco más, esperando que al menos la tormenta cayera después de mi llegada, ya podía imaginar el tráfico que habría en el centro de la ciudad....

—¡Dulce!

Eché la mirada atrás encontrándome a mi tía que, apoyándose en el umbral de la puerta, me pidió agotada detuviera mi carrera sin sentido.

—¿A dónde crees que vas? —me cuestionó. Abrí la boca para responderle, pero se me adelantó tendiéndome algo que había olvidado. Recibí el bolso temblando a causa de las emociones—, sin tu cartera, ni dinero, ni tu identificación...

Entendí que no era un regaño cuando alguien se sumó.

—Y un taxi —completó mi padre, apareciendo detrás, enseñándome su teléfono donde acababa de hacer la llamada—. Estará aquí en diez minutos —me informó para que calmara el tornado de decisiones irracional que movía mis pies.

Un dulce y encantador dilemaWhere stories live. Discover now