Why are you so angry? [©]

By LeoLunna

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¿Por qué siempre estaba tan enojado?, ¿por qué parecía que nació con el ceño fruncido? Bueno, ¿cómo no estarl... More

Why are you so angry?
I: See you in another life
II: Lovesick
III: They don't know
IV: Notion
V: Things I don't understand
VI: I can't say
VII: Wish
VIII: Who could love you?
IX: Maybe it's the best
X: Let me alone
XI: It's so cold here
XII: Like the sun
XIII: I need time
XIV: Be careful
XV: For you
XVI: Remember
XVII: If you're happy, me too
Two: Why are you so silent?
I: I want you
II: Meet you
III: Keep walking
IV: Silent hearts
V: Let time pass
VI: I could love you
VII: Breathe
VIII: Fireworks
IX: Field of roses
X: Fallen leaves
XI: Were you happy?
XII: Second chance
XIII: Red thread
XIV: Patience
XV: Bindweed
XVI: Winter
XVII: Half prince
XVIII: I know you
XIX: Stay here
XX: We'll talk later
XXI: Together
XXII: I'll wait for you
XXIII: Where no one finds us
XXIV: I can see our future
Three: Why do we need to care?
I: Home
II: Bittersweet
III: True love
IV: Stressed out
V: Cold bed
VI: Days and days
VII: Night without stars
VIII: White veil
IX: Their names
X: Breaking news
XI: Keep calm
XII: Take me home
XIII: Insomnia
XIV: Lost in paradise
XV: Insufficient
XVI: Where is the sun?
XVII: Sorrow looks back
XVIII: Different ways
XX: Inmarcesible
Epilogo: Why are you so happy?
Agradecimientos

XIX: Two suns in the sunset

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By LeoLunna

El invierno había llegado una vez más. El año se terminaba otra vez. Los abrigos gruesos envolvían a cada cuerpo que se movía a través de la ciudad. Las manos enguantadas, el vapor que escapaba de sus labios a cada palabra, murmullo, risa o suspiro. La punta de la nariz se mantenía fría y rojiza, las mejillas también adoptaban un tenue color carmín que Shouto no podía evitar quedarse mirando más de la cuenta. Se llevaba los dedos hacia su propio rostro, tocando su lado frío, tocando su lado cálido, y sabía que en él esas características no aparecían, pero siempre fue así y estaba más que acostumbrado.

Aún así, disfrutaba de una bebida caliente tanto como el resto de la población.

Eran alrededor de la once de la mañana. Su sesión de terapia había terminado media hora antes y Shouto decidió caminar después de despedirse del terapeuta y mencionar que lo vería la próxima semana para seguir trabajando.

En cuanto salió de la consulta, caminó sin un rumbo fijo. Disfrutando del día, mirando el cielo claro sobre su cabeza; era casi imposible imaginar que solo la noche anterior había estado cubierto de espesas nubes grises que dejaron caer la nieve que ahora se acumulaba en cada rincón de la ciudad. El bicolor recordó sentarse frente al ventanal del balcón de su casa, con una taza de té entre las manos y observar, tranquilamente, con calma y paciencia, como los distintos copos de nieve caían a la tierra y poco a poco se convertían en parte de un gran velo que a la mañana siguiente tuvo que palear de la entrada.

Caminó con cuidado. La acera estaba resbalosa en cada parte de la ciudad. Aun así, sus piernas se movieron un poco más rápido cuando el local de té se posó frente a sus ojos. Incluso si aún debía dar veinte pasos más, Shouto estaba seguro de que podía oler el aroma del té desde la distancia.

Su mano izquierda se posó sobre la manilla de la puerta y la empujó, dejando un rastro de calidez para la persona que entrara después de él. Caminó hacia la fila frente al mostrador, distrayéndose por un momento con un cartel que señalaba las nuevas delicias que el local estaba ofreciendo.

—¿Shouto?

Su mirada se desvió rápidamente y, cuando captó el rostro del hombre de cabello castaño y expresión tenuemente cansada, pero feliz de verle, Shouto sonrió.

—Masaru —saludó, su rostro mantuvo su sonrisa y expresión tranquila —. Ha pasado tiempo desde la última vez que lo vi.

El hombre mayor rió.

—Más que solo un tiempo. Ya han sido casi ocho meses.

Ah, cierto. La última vez que vio al padre de Katsuki fue a principio de año. ¿Cuándo había pasado tanto tiempo? Realmente no mentían cuando decían que los días, meses, años y el dolor pasaban "volando" sin que se dieran cuenta.

—Supongo que perdí la noción del tiempo en algún momento —masculló el bicolor, desviando la mirada, sumergido en una lejana memoria que rápidamente se desvaneció. Elevó sus iris heterocromáticos una vez más y observó al otro hombre—. ¿Aún le gusta el mismo té?

—Por supuesto, el mismo que es también tu favorito. ¿Por qué no ordenamos algo y conversamos un rato?

Estaba encantado, siempre se llevó bastante bien con Masaru y sus pláticas siempre fueron cómodas y agradables; iguales a las que compartía con su propio padre durante las largas tardes en las que, después de las terapias o trabajo, visitaba al antiguo héroe, jugaban un poco de shogi, con Kaen durmiendo sobre su regazo o sobre el de Enji, y se pasaban el resto del día charlando tranquilamente hasta que la noche llegaba y Hawks también, obligándolo a quedarse a cenar.

Se sentaron en la mesa más alejada y ordenaron el mismo té. La conversación fluyó rápidamente, Masaru haciendo un par de preguntas y Shouto respondiéndolas con sinceridad. Habló sobre sus terapias, los avances que había estado haciendo durante todos esos meses y que, pronto, terminaría con aquellas sesiones puesto que su terapeuta estaba asombrado del avance de su recuperación, además de feliz y orgulloso de su paciente. El bicolor también se sentía feliz por sí mismo, mencionó al otro hombre. Una vez que decidió no volver a aquella fría, pequeña y oscura habitación en la cual el mismo, de una u otra forma se empujó, ya nunca más volvería a ella incluso si algunos días eran más difíciles que otros. Ahora poseía las herramientas para enfrentar los cambios que viniesen a su vida, con paciencia y madurez. Con calma y sin apresurarse a solucionar todo de una sola vez.

Le tomó tiempo dormir durante ocho horas seguidas. Le llevó meses disfrutar de un sueño acogedor sin pesadillas. Era un trabajo constante no sumergirse en la autocompasión o en un desprecio propio. Fue difícil no cerrarse al resto del mundo y alejarse de la idea de que podía enfrentar todo por sí mismo. Sí, podía enfrentar solo la mayoría de las cosas, pero un empujón, una palabra de aliento, seguir la guía que un profesional en aquellos temas podía ofrecer era una ayuda necesaria incluso para aquel que poseyera la estabilidad mental y emocional más firme que pudiese existir.

El primer paso era reconocer, con humildad, con valentía, todo aquello que estaba mal. El segundo paso era pedir ayuda. El tercero era continuar trabajando día a día.

-— Te percibo bastante mejor que la última vez que te vi —comentó Masaru, tomando un sorbo de su té—. ¿Te sientes así?

Shouto asintió, cubriendo con ambas manos la taza entre ellas y sintiendo el calor contra las distintas temperaturas de su piel.

—Se podría decir que recuperé la paz que perdí —respondió, y se rió de sí mismo—. Por supuesto, no es la misma calma de antes. Es completamente diferente, un poco agridulce en mis peores días, pero no es desagradable.

Masaru asintió, comprendiendo con pocas palabras lo que el más joven quería decir.

Se mantuvieron en silencio por algún momento, el hombre mayor tranquilo, el bicolor un tanto nervioso. Sus manos apretaron sin mucha fuerza la taza entre ellas. Apretó la mandíbula y mantuvo la mirada baja. ¿Por qué se sentía tímido en ese momento? Sabía que podía decirle cualquier cosa a Masaru y que este no lo juzgaría. Incluso si había pasado meses, aún apreciaba profundamente a los padres de su exnovio y esperaba, de todo corazón, que estos también guardasen un poco de cariño por él.

Armándose de valor, pensando que el otro hombre le respondería sinceramente y recordando, saboreando, cómo se pronunciaba el nombre del rubio, habló.

—Katsuki... —masculló y calló inmediatamente. La atención del hombre mayor estuvo sobre él inmediatamente y Shouto se esforzó por continuar—. Katsuki... ¿Ha estado bien? La última vez que lo vi fue hace... seis meses, si no me equivoco.

—Ah, en la boda de sus amigos ¿no? —Shouto asintió, nervioso—. Sí, mencionó que hablaron sobre lo que sucedió entre ustedes, pero no profundizó en ello.

—Lo imaginé, compartimos esa característica. —Le dio un sorbo a su té, pensando en los iris rubíes que hace mucho no veía—. Nos gusta mantener todo solo para nosotros mismos.

La última vez que vio a Katsuki, fue durante la boda de Ochako y Tenya, recordó Shouto.

En ese momento, llevaban cerca de tres meses desde que su relación terminó. No había intercambiado palabras con Katsuki durante todo aquel tiempo y, la mañana de la boda, Yaoyorozu e Ibara tuvieron que sacarlo casi a rastras de su casa y amenazarlo para que no hiciera nada precipitado; temerosas de que se escapara o arruinara el traje formal de color blanco que tan bien combinaba con la camisa celeste y la corbata negra. No le importaba si se veía bien o no, el traje fue elección de Momo, él solo se concentró en pensar cómo enfrentaría el sentimiento de desolación si es que el rubio lo ignoraba durante toda la jornada.

De todas formas, si lo hacía, no podía culparlo ni recriminarlo. Entendía que se equivocó, y mucho, por ello había comenzado con las terapias. Por Katsuki, pero principalmente por sí mismo.

Incluso si intentó múltiples veces ver al rubio, en ese momento se llenó de cobardía y pensó en no asistir a la ceremonia, pero no podía hacerle eso a Tenya. ¡Era su padrino de bodas! De todas formas, el hombre de gafas pudo haber escogido a Izuku como su padrino perfectamente, pero por alguna razón lo escogió a él así como Ochako escogió a Tsuyu. No podía fallarle a Iida, ni él ni Uraraka tenían culpa en lo que pasó en su relación. Debía enfrentarlo, como un adulto, sentirse feliz por sus amigos y asistir a la boda.

La boda fue bellísima. Tenya y Ochako se veían realmente felices desde el primer segundo en que la ceremonia comenzó.

El vestido de la mujer se robó la mayoría de las miradas, Shouto creyó escuchar a Momo mascullar que deseaba casarse solo para poder usar un vestido de novia tal como el de Uraraka; sin mangas, enmarcando su figura con un corte de sirena que se movía suavemente con cada paso que la mujer de cabello castaño daba hacia el altar. Al escuchar un sollozo ahogado, los iris bicolores miraron hacia el novio. Tenya contuvo las lágrimas lo mejor que pudo, sin quitarle la vista de encima a su futura esposa, cubriéndose la parte inferior del rostro para que nadie viera su fea mueca entre una sonrisa y llanto.

Shouto sonrió para sí mismo y regresó la mirada hacia la novia. Captó fácilmente la expresión triunfante de Ochako, feliz de haber logrado tal reacción en su futuro esposo. La mujer, mientras tomaba la mano de Tenya, miró al bicolor y le dio una sonrisa que Shouto no supo cómo interpretar; había calma en ella, un poco de comprensión, agradecimiento por estar ahí y mucho más en lo cual pensaría después de la ceremonia.

Mientras el oficiante comenzaba con su discurso, Shouto paseó su mirada entre los presentes. Los asientos estaban divididos como usualmente se hacía; a un lado los amigos y familiares del novio, al otro las personas cercanas de la novia. Sus antiguos compañeros de escuela estaban repartidos entre ambos lados; en el lado de Tenya estaba su propio asiento, así como el de Momo, Ibara, Izuku, Tsuyu, Aoyama y otros alumnos de la antigua clase B del curso de héroes. En el lado de Ochako, estaba el alguna vez llamado Bakusquad. Notó que Denki y Hitoshi estaban sentados juntos, manteniendo sus manos entrelazadas. A un lado de la pareja, estaba Eijiro, Sero y Mina; Shouto notó el vientre prominente de la mujer de piel rosa que, con una sonrisa, escuchaba la ceremonia. Y, junto a Ashido, observó el rostro que buscaba cada amanecer.

Era difícil fingir que no buscaba los iris rubíes entre la multitud. Era imposible para él no distraerse y mirar a Katsuki desde la distancia mientras sus amigos recitaban sus votos. No podía evitar emocionarse cuando los rubíes se cruzaban con su mirada, cuando se reconocían después de casi cuatro meses, cayendo en cuenta de que al fin estaban en el mismo lugar, más cerca de lo que habían estado durante ese último tiempo. Mirando aquello que se veía diferente en ambos, tal vez captando el anhelo de querer tocarse, de estar cerca y escuchar la voz del otro, pero había una pared entre ellos que Shouto no sabía si podía, o tenía permitido, atravesar.

Pero necesitaba acercarse incluso si no sabía que decirle, incluso si Katsuki se negaba a hablar o lo ignoraba. Quería estar cerca, quería disculparse, pedirle otra oportunidad, prometerle que todo mejoraría, pero no podía dar una fecha exacta de cuándo sucedería. Tampoco podía asegurarle que todo sería paz y tranquilidad, pero en ese momento, cuando recién llevaba un mes en terapia, aún no aprendía que la calma era un estado momentáneo y que aunque estaba bien perseguirla, no siempre podía aferrarse al ideal de mantenerla. Debía soltarla, enfrentar lo que tenía al frente, y luego volver a buscarla.

Por poco se perdió el beso entre Tenya y Ochako, pero sus aplausos coincidieron con los del resto.

No recordaba mucho de la recepción posterior a la ceremonia principal, tan solo que era un amplio hall que habían arrendado para la ocasión, de paredes blancas y pilares de un color dorado que fingía ser oro. Las mesas estaban cubiertas con manteles color crema, un gran y elegante candelabro colgaba sobre sus cabezas y el pastel de boda, decorado con rosas en su mayoría, tenía alrededor de 5 pisos cubiertos de blanco betún. Incluso si le ofrecieron algo de este, Shouto no tenía apetito para probarlo.

Se había mantenido junto a Momo y Shiozaki la mayor parte de la noche, platicando con algunos antiguos alumnos de la clase B, con algunos de los profesores de UA que fueron invitados y que le cuestionaron, más de una vez, si es que nunca volvería al trabajo de héroe. Shouto masculló que no, al menos no como parte de la línea principal de héroes de ataque o rescate. Conversó por algunos minutos con Izuku e ignoró como este se mantenía lejos del pelirrojo que más de una vez le lanzaba miradas, queriendo acercarse, pero careciendo del valor para hacerlo. Entendía a Kirishima, él estaba haciendo lo mismo; buscando a Katsuki entre la multitud, pensando en acercarse, pero desistiendo antes de dar el primer paso.

Era un desastre y su terapeuta podía confírmalo.

Después de platicar con la pareja de recién casados y desearle lo mejor en la nueva etapa de su vida, murmuró a Momo que saldría por un momento a tomar aire. La música estaba a todo volumen y muchas parejas ya estaban en la pista de baile; sabía que su mejor amiga quería arrastrar a su novia hacia la multitud, e incluso si Shouto podía encontrar alguien con quien bailar, no quería hacerlo. De todas formas tenía dos pies izquierdo, así que mientras el resto se divertida, el se relajaría un instante observando la noche.

No era la única persona que había optado por un poco de aire fresco, notó al salir del salón. Había otros invitados fumando, platicando entre ellos. Shouto se alejó lo más que pudo, deseando un poco de tranquilidad y observar el cielo estrellado de mediados de verano. Se veía hermoso, pensó, podía ver perfectamente a Orihime y Hikoboshi.

—¿Sofocado?

Se exaltó, creyendo que escuchaba una ilusión. Su mirada descendió rápidamente y se posó en la única estrella que sabía siempre deseaba observar. El rubio, con las manos dentro de los bolsillos del pantalón, caminó hacia él y, a tres o cuatro pasos de distancia, se detuvo. Shouto no pudo hacer más que observarlo, sin saber qué hacer, sin creer que estaban tan cerca otra vez.

—Katsuki...

—Mierda, ¿por qué pones esa cara como si estuvieras viendo un maldito fantasma? —bromeó, con un tono duro en su voz y alzó la mirada hacia el cielo—. Orihime y Hikoboshi, eh. Que jodidamente cursi casarse precisamente el día del Tanabata.

—Al menos la noche no es tan calurosa como otras —comentó, sin saber que decir.

El rubio bufó.

—Sí, claro, dile eso a Ochako y al lío que armó antes de la boda. Reclamó cada jodido minuto que estaba sudando y que su boda estaba arruinada.

Shouto dejó escapar una suave risa. Podía imaginarlo, más o menos. Imaginó que debieron ser los nervios previos a la boda más que el calor de la tarde. Tenya también estuvo más que nervioso antes de la ceremonia, moviéndose de un lado a otro y agitando sus brazos de aquella forma robótica que todos creyeron había abandonado después de haberse graduado de UA.

El silencio se instauró entre ellos rápidamente, pero no se sintió incómodo, notó Shouto. Sus oídos captaron la música y risas que venían desde el interior del lugar, la plática de aquellas personas que fumaban alejados de ellos, otras más uniéndoseles y haciendo una que otra broma de la cual rieron estruendosamente. El bicolor había escuchado la broma, pero no le había parecido graciosa.

Katsuki mantuvo la mirada en el cielo, Shouto en el piso. Observando sus zapatos, sin pensar en nada. Dejando la mente en blanco, olisqueando el aroma dulce que venía del hombre cerca de él. Lo había extrañado. Demonios, cuanto había extrañado tener su sola presencia a su lado y ahora que estaba tan cerca, no tenía nada que decir...

No, sí había algo. Sí había algo que debía decirle al rubio. Incluso si era tarde, incluso si no aceptaba sus palabras. Al menos se quitaría un peso de encima.

—Lo lamento —masculló, sin notar los iris rubíes sorprendidos que se posaron en su perfil—. Todo lo que ocurrió... Realmente fui un idiota y lo lamento.

Katsuki no respondió. Cuando los iris bicolores buscaron el rostro ajeno, este no le devolvía la mirada, pero notó que su cuerpo estaba tan tenso como el suyo. Lo escuchaba, fingiendo que el cielo y las estrellas eran mucho más interesantes que cualquier otra cosa en el universo y, sí, realmente era así, pensó Shouto, pero para él lo más interesante, más que los secretos del universo y las lejanas galaxias, era la persona a su lado.

Shouto suspiró, volvió su atención a otro lugar y prosiguió.

—Sé que tal vez no tenga mucho sentido disculparme ahora que han pasado casi cuatro meses...

—Pudiste haberlo hecho antes —interrumpió el rubio, continuaron sin mirarse—. Pero, bien, mierda, yo no quería verte ni hablar contigo.

—Y no te culpo, la verdad. Di por sentado que siempre estarías conmigo, dejé que mi madre dijera cosas horribles y luego que mi estrés postraumático hiciera todo peor.

—También tengo la culpa, supongo, no puse un jodido alto cuando era necesario.

Volvieron a callar. Shouto cerró los ojos y sintió el viento chocar contra su cuerpo. Se sentía algo frío, pensó. Debería volver a entrar y buscar a Momo, o bien marcharse a casa antes de que fuese demasiado tarde. Tenía algunos asuntos que atender al siguiente día y, por lo que captaba, su breve plática con Katsuki había terminado.

Sin promesas, sin ruegos por una segunda oportunidad. Sin ira, sin silencio, solo calma. Una comprensión que se extendía desde ambos, sin el deseo de discutir o sufrir un poco más. Pensando que aún era demasiado pronto para hacerse ilusiones, pensando en los diferentes caminos que ambos estaban tomando.

Aceptando el cambio, aceptando que no todo podía continuar de la misma forma. Aceptando que todo estaría bien.

—Entraré —informó Katsuki, disponiendo a marcharse—. Mina no puede vigilar por su propia cuenta que los idiotas no beban más de la cuenta, además estoy jodidamente cansado. Ha sido un día largo.

—Sí... Creo que me marcharé pronto —comentó Shouto—. Hay algunas cosas que debo hacer mañana.

Katsuki asintió y se dio la vuelta, comenzando a caminar y alejándose rápidamente.

—Entonces te veré por ahí algún día, medio idiota.

—Ah, Katsuki...

El rubio no lo escuchó, su voz fue bloqueada por los sonidos que venían desde todas partes. Shouto lo observó alejarse, entrar al edificio y luego perderse entre la gente. Él se quedó en aquel exterior un poco más, tocando su cuello, tocando aquello que sujetaba con una delgada cadena, que siempre llevaba consigo y que esperaba, algún día, poder entregárselo al rubio.

Sería en la próxima ocasión, supuso, y luego de la ceremonia no volvió a ver a Katsuki.

Seis meses pasaron. La vida continúo, las terapias, el trabajo, las estaciones y las personas. El delgado collar seguía con él, siempre alrededor de su cuello, siempre esperando toparse al rubio otra vez para entregarle lo que le pertenecía, pero no hubo oportunidad. Tan solo podía ver a Katsuki a través del televisor, en las breves entrevistas que aceptaba dar, leyendo sobre él en uno u otro artículo así como se informaba sobre la carrera de héroe de sus otros amigos. Alegrándose por sus triunfos, leyendo sobre ellos cuando el amanecer comenzaba y continuando con su vida.

— Me enteré de que Katsuki se posicionó en el primer lugar del ranking —murmuró Shouto, alejando los recuerdos de aquellos meses para centrar su atención en Masaru frente a él—. Es uno de los héroes más jóvenes en llegar al primer lugar, debe estar realmente feliz por alcanzar su meta.

—Lo está, aunque realmente no parece importarle el primer puesto. —Masaru sonrió al pensar en su hijo—. La verdad, creo que se siente un poco perdido y sin saber que hacer ahora que alcanzó la meta que persiguió durante toda su vida, también ha estado tomando una que otra terapia.

Inmediatamente, el bicolor se preocupó.

—¿Se ha sentido mal...?

—Bueno, tú más que nadie sabe lo estresante que es el trabajo de héroe, Shouto. —Revolvió su taza de té y volvió a llevársela a los labios —. A veces necesitan un poco de ayuda para volver a poner su cabeza en orden, ¿no es así?

Shouto bajó la mirada y asintió. Estaban preocupándose de sí mismos, pensó, reparándose por separado, con tiempo, paciencia y disposición.

Siempre escuchó que, estando con la persona ideal, podrían solucionar lo que viniera estando juntos y apoyándose. Y sí, a veces era así, pero en ocasiones debían centrarse en sí mismos y repararse antes de continuar. Siempre creyó que con amor era suficiente, pero ¿qué sucedía cuando no se amaba a sí mismo? Todo iba en picada, porque no podía amar correctamente a otra persona mientras se estuviera odiando y, por mucho tiempo, Shouto se odió y creyó que aferrándose al amor que sentía por Katsuki sería más que suficiente.

Dios, realmente había sido tan infantil, pensó y se rió de sí mismo. De su ingenuidad, de sus equivocaciones. Por mucho que se amaran no siempre podían ayudarse el uno al otro. Había cosas que se escapaban de sus manos, cosas que no comprendían y que no comprenderían hasta que otros las señalaran. Estudiaron toda su vida para solo ser héroes, rescatar, sonreír a la cámara, fingir que no eran seres humanos que lloraban, se lastimaban y cansaban, creían que podían soportar la presión, pero no era así.

Estaba bien tomarse un descanso para poder respirar, pedir ayuda a un profesional en la materia de salud mental y luego continuar, sabiendo que podrían volver por la ayuda todas las veces que fuese necesario. Porque eran simples humanos, no héroes invencibles, no villanos despiadados.

Shouto rió de sí mismo y captó la atención de Masaru. El hombre mayor, silenciosamente, cuestionó que era tan gracioso.

—Estaba pensando si es que alguna vez me vio como una persona horrible—explicó—. Quiero decir, la ruptura fue principalmente mi culpa, así que...

—Bueno, si me sentí molesto contigo cuando vi a mi hijo llorar por ti. —Shouto desvió la mirada avergonzado, Masaru le sonrió—. Pero todos cometemos errores ¿no? Incluso la persona más amable y tranquila puede comportarse como un verdadero idiota, incluso yo.

—No puedo imaginarlo...

—Pero lo hice. No sabes todos los malos momentos que le hice pasar a Mitsuki cuando tenía tu edad —comentó, recordando aquella época y siendo su turno de sentirse avergonzado por sus propios y viejos errores—. Pero aprendimos que ninguno es perfecto, que tendríamos días en los que todo estaría bien y otros en los cuales no nos soportaríamos. Una vez comprendimos eso, todo fue más fácil porque sabíamos todo aquello en lo cual somos diferentes y en aquello en que jamás estaremos de acuerdo, pero eso no significa que no la ame.

Masaru sonrió para sí mismo, Shouto mantuvo su total atención en el hombre mayor. Escuchándole con completa atención, tomando cada palabra como un consejo, analizándola, comprendiendo que aún tenía tanto por aprender, pero tomaría cada enseñanza para su presente y su futuro.

—Sé que la vida no es constantemente felicidad y estabilidad —masculló Shouto—, pero es imposible no querer alcanzarla.

—Lo sé, pero son los malos momentos los que te hacen buscar esa tranquilidad ¿no? —El bicolor asintió lentamente—. Las relaciones son iguales, no siempre todo estará bien, no siempre se soportaran o querrán verse, pero mientras aún sientan el deseo de solucionar aquello que está mal y de permanecer juntos, entonces creo que estarán bien.

No siempre darían el 100% en su relación, mencionó Masaru, a veces ni siquiera darían el 50% de ellos. En algún momento, uno de los dos haría más esfuerzo que el otro, y eso era normal. Así que en la próxima ocasión el otro tendría que trabajar más para equilibrar su relación. Sería difícil, a veces mucho o muy poco, pero era algo de lo cual no podían escapar si querían estar juntos.

Si querían seguir viendo el amanecer o atardecer juntos, tendrían que superar aquellos días en los cuales no se soportaran, cuando los defectos de cada uno fuesen más notorios que antes, cuando hasta la más mínima acción o palabra les podría molestar. Seguían siendo personas completamente diferentes, con bordes que no estaban destinados a encajar perfectamente, pero en ello, en esa imperfección, estaba la verdadera felicidad y calma.

Si aún querían pasar su vida uno junto al otro, despertar cada día a su lado y observar cada atardecer, entonces aceptarían y abrazarían esas imperfecciones. Disfrutarían de los días buenos y malos, enfrentarían la vida tan compleja, tan difícil, tan divertida y tan hermosa que tenían entre manos.

—Realmente... No quiero equivocarme, pero siento que me dice todo esto porque quiere que vuelva a ser su yerno —bromeó Shouto.

Masaru escondió su sonrisa detrás de la taza de té.

—Aún amas a Katsuki ¿no?

Shouto tan solo sonrió. Bajó la mirada, pensó en el collar que ocultaba bajo su ropa y pensó en los iris rubíes. Masaru no necesitó una respuesta, la conocía perfectamente bien.



[•••]

Estar en el primer puesto del ranking era mucho más estresante de lo que imaginó cuando era un crío. Demasiada presión, demasiada responsabilidad sobre sus hombros, una para la cual se había preparado, sí, pero se sentía... vacío.

Llegar al primer puesto fue un sentimiento agridulce. Lo recordaba bien, tan solo había pasado tres meses desde ello. Estuvo de pie en una conferencia, frente a la prensa y otros héroes. Deku estaba a su lado, ocupando el segundo lugar, y la hilera se extendía hasta al número diez en la tabla de clasificación. Cada héroe dando un breve discurso, desde el último hacia el primero.

En ese momento hace tres meses, mientras miraba al centenar de rostros de los cuales muy pocos reconocía, Deku estaba hablando más de la cuenta y se permitió distraerse. Creyó que su cabeza estaría plagada de palabras de triunfo y felicitación para sí mismo, felicidad de haber alcanzado su meta y sí, se sentía animado y orgulloso, pero el sentimiento era mucho menor a cómo lo imaginó alguna vez. Sin darse cuenta, se encontró recordando unos iris bicolores que siempre creyó que estarían a su lado cuando alcanzara su meta. Tal vez no como una pareja, pero la idea de que tanto él como Shouto estuviesen entre los tres primeros lugares de la tabla de clasificación fue algo que durante mucho tiempo dio por sentado.

Pero Shouto no estaba ahí. No era ni el segundo, o tercer, o cuarto lugar. Su nombre ni siquiera aparecía en la larga lista de héroes registrados, pero sí entre aquellos que abandonaron el título.

—Kacchan —escuchó la voz de Deku susurrarle suavemente, alejando su voz del micrófono para que los presentes no captara aquel apodo de la infancia—. Kacchan, es tu turno.

Mierda, olvidó todo el maldito discurso que había preparado y ensayado a lo largo de su vida. Su cuerpo se movió por sí solo y tomó el micrófono que el peliverde le ofrecía, fingiendo una constante seguridad e ignorando lo pesado que se sentía el objeto entre sus manos.

Miró al frente, observó los rostros de los presentes; las cámaras de la prensa captado cada movimiento y cada palabra que aún no salía desde sus labios, algunos con grabadoras en mano para transcribir su discurso que los periódicos reproducirán al día siguiente. Sabía que su imagen estaba siendo transmitida a muchas parte del país en ese mismo momento e incluso se reflejaba en las grandes pantallas que había a sus espaldas y por sobre ellos. Jamás se había sentido tan expuesto e incómodo en su maldita vida, jamás le molestó la atención o las cámaras hasta ese momento.

Y seguía sin hablar. Seguía sin iniciar el discurso, sin pronunciar su promesa de que protegería el bienestar de la población y que lucharía contra la injusticia ahora que se había convertido en el héroe número uno. Solo podía pensar en la sensación de vacío en su estomago, en el sabor agridulce que toda la situación le producía.

El cumplimiento de su meta no se sentía como un excesivo sentimiento de felicidad, era más bien... tachar un ítem de su reducida lista.

Tachar aquello que durante mucho tiempo lo mantuvo de pie. Sintió alivio, tenue felicidad y satisfacción, pero alivio más que nada. Al fin había alcanzado la maldita meta, al fin podía tomarse un momento para detenerse, descansar y respirar. Pero ¿y qué haría ahora? ¿Simplemente trabajar constante para mantener aquel puesto? Lo pensó muchas veces y la respuesta había cambiado con el tiempo.

Antes creyó que lograr su meta y trabajar en mantener su lugar era todo lo que necesitaba para sentirse pleno y feliz, pero ahora sabía que no. Disfrutaba del momento, pero este no sería para siempre y la idea de perder su primer puesto no le produjo agonía, en parte... Ni siquiera le importaba. Si el triunfo era largo o breve, no le importaba.

—Les dije que llegaría hasta este lugar —dijo a través del micrófono, casi sin darse cuenta de sus propias palabras, pero demasiado tarde para detenerlas—. Se los aseguré durante tanto tiempo y lo cumplí. No tengo que prometer que daré lo mejor de mí para cumplir con mi responsabilidad, ya lo he estado haciendo desde que comencé con esta carrera y seguirá así.

El aplauso que vino después de sus palabras se tornó lejano. Sintió la mirada de Deku sobre su persona durante mucho tiempo mientras el evento continuaba, el peliverde había leído el discurso que había preparado y, cuando las cámaras se apagaron y pudieron quitarse los trajes de héroes, Izuku cuestionó que había ocurrido, por qué razón cambió sus palabras a último minuto.

Katsuki no lo sabía, pero lo que dijo frente a tantas personas era realmente lo que sentía. Continuaría trabajando tal como lo había hecho durante todo ese tiempo, esforzándose y dando lo mejor de sí mismo mientras buscaba una nueva meta, un nuevo ideal.

No pudo evitar pensar en Shouto cuando pensó en nuevas metas que alcanzar, recordar aquellas que le hicieron sentir tan emocionado por el futuro y que, de un día para otro, se desplomaron sin más. Casarse, formar una familia y pasar el resto de su vida junto al bicolor... Fueron los ideales más breves que alguna vez poseyó, pero a los que más quiso aferrarse.

Bien, la vida no siempre era justa, pensó. Aprendió aquello más temprano que tarde, pero no significaba que dejase de ser tan doloroso.

Tres meses habían pasado desde su nombramiento en el primer puesto, seis desde la boda de Ochako y la última vez que vio a Shouto. Casi diez meses desde que su relación terminó.

El año llegó y se fue con tanta rapidez que Katsuki apenas podía recordar todo lo que hizo durante esos meses, pero el recuerdo del dolor en su pecho, del llanto, el insomnio y una lenta, pero constante recuperación estaba fresca en su memoria. Se preguntó si es para Shouto fue igual y, rápidamente, se regañó por estar pensando en el bicolor cuando aún tenía demasiado maldito papeleo que rellenar.

Supuso que le tomaría un poco más de tiempo dejar de pensar en el otro hombre, literalmente había sido toda una maldita vida pensando en él. Una vida pasada más los recuerdos del príncipe que comenzaron a los trece años.

—¡Kacchan!

Izuku entró a su oficina sin tocar, abriendo la puerta con fuerza y, con la misma, cerrándola hasta que las paredes retumbaron. El rubio cerró los ojos ante el estruendoso sonido y quiso gritarle, pero en vez de ello tan solo suspiró con absoluto cansando. Decidió centrarse en la emoción con la cual el peliverde se le acercaba en vez de su deseo de preguntarle si es que acaso no sabía que primero debía llamar antes de entrar como si fuese su maldita oficina.

—¿Qué demonios te sucede ahora? —inquirió, y fingió leer los documentos que seguían sobre su escritorio desde la mañana—. ¿Al fin regresaste con Eijiro o qué?

La emoción en el peliverde atenuó rápidamente y desvió la mirada. Katsuki sabía que había tocado un punto sensible, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse de las primeras palabras que se le habían venido a la cabeza.

Por suerte, Izuku se repuso rápidamente y adoptó aquella expresión de madurez que, a veces, lograba convencer a Katsuki. En ese momento, se dejó convencer.

—Sabes que desde que me mudé no hablo con él y, de todas formas, el tema no viene al caso.

Katsuki suspiró y asintió.

—Está bien, al demonio, ve al jodido punto.

Izuku empujó cualquier otro pensamiento y se acercó al escritorio con un par de papeles entre manos.

—Mira esto, es el edificio del cual te hablé.

Observó con atención la imagen del edificio. Izuku se había cerciorado de también especificar exactamente sus medidas, la cantidad de plantas, la zona en la cual estaba ubicado y así como otros detalles burocráticos. Se veía perfecto, ni demasiado pequeño ni demasiado grande, en una zona estratégica de la ciudad cercano a la estación de policía y bomberos del área, además de estar junto a la carretera más directa al hospital. Estaba un poco lejos de su propio departamento, pero era lo de menos.

Era el lugar perfecto para abrir la agencia de héroes sobre la cual platicó con Izuku durante dos meses.

—Estuve hablando con el encargado y mencionó que podemos firmar los papeles mañana mismo—explicó Izuku. Katsuki subió la mirada y notó la emoción reflejarse en el rostro ajeno—. La remodelación tomará tal vez dos o tres meses, tal vez menos. No está en tan mal estado, aunque hay que cambiar algunas cosas.

—Sabes que me importa una mierda lo que debamos remodelar, solo me importan las jodidas especificaciones que pedí.

Izuku le sonrió. Le quitó los papeles de las manos con cuidado y, mientras ordenaba estos, respondió.

—No te preocupes, haremos un verdadero avance entre las agencias. —Izuku cambió de papeles y extendió sobre la mesa los planos del edificio—. Estoy pensando en que las oficinas del sector oeste sean para el grupo de apoyo psicológico, mientras que la zona norte se encargue de la parte burocrática. La sala de descanso estaría por aquí, las duchas aquí...

Las discusiones e intercambio de ideas continuaron durante el resto del día. Agregando o eliminando ideas, tachando algunas, dejando otras para tiempo después o dándole prioridad a otras.

Si bien la meta de abrir una agencia junto al peliverde nunca fue la mayor de sus prioridades, Katsuki pensó que era algo bueno con lo cual empezar. Tal vez debería relajarse, se dijo a sí mismo. Dejar que el tiempo continuase con su ritmo normal y que las metas nuevas, los nuevos ideales, los sueños llegaran por si solos.




[•••]


Suspirando, apretando sus manos dentro de los bolsillos de su chaqueta para soportar el frío viento que golpeaba contra su cuerpo, se movió más rápidamente entre las calles que lo llevaban a su departamento. Aún estaba en el área residencial, podía ver a los lejos su complejo de apartamentos, pero en ese momento estaba rodeado de árboles cubiertos por la nieve, casas y una calma propia de una zona donde solo vivían familias, ancianos y personas que disfrutaban su día a día tranquilamente.

El día aún no terminaba del todo, pero el color del cielo iba cambiando rápidamente de un azul claro a un tono anaranjado y, por las nubes que se estaban acumulando sobre él, Katsuki intuyó que prontamente comenzaría a nevar. Volvió a suspirar y su mirada regresó al camino, pensando en lo mucho que su reunión con Deku se extendió. De todas formas, no se quejaba de ello. Ya todo estaba listo para comenzar con su siguiente meta, el siguiente paso en su vida laboral que, debía admitir, le emocionaba bastante.

Pero reclamaría, no por la reunión con el peliverde, pero si contra el maldito viento tan jodidamente frío que golpeaba su cuerpo casi como si le quisiera hacer caer en ese mismo momento, congelarlo y alejarlo del calefactor que había comprado recientemente para su departamento. Se encogió un poco más en sí mismo para mantener el calor y giró por una de las calles. Sus iris rubíes apreciaron la zona que conocía bastante bien; el parque frente a él, sin niños ni ancianos, cubierto de una nieve de color anaranjada y rosada, reflejando la luz del atardecer sobre su cuerpo.

La temperatura bajó un poco más y Katsuki se apresuró a cruzar aquella zona, pero mientras seguía su camino, tan cerca a la zona en que vivía, se detuvo tan lentamente como la otra persona que se acercaba hacia él en línea recta; sosteniendo una bolsa de comestibles en una mano, la otra dentro del bolsillo de su gabardina gris sobre su suéter negro de cuello alto y observándole con amplios iris bicolores que reflejaban una sorpresa compartida.

La luz del atardecer se posó sobre ellos plenamente. Se miraron el uno al otro siendo separados por un frágil camino de nieve, mirándose, preguntándose a sí mismos qué hacia el otro en aquella zona tan alejada del resto del mundo. Observando, captando, cada cambio en la otra persona que no habían visto durante largos meses.

Katsuki notó que el cabello bicolor estaba un poco más largo de lo que recordaba, enmarcando perfectamente el rostro descansado y sin insomnio de Shouto. Había ganado algo de peso, seguía tan jodidamente alto como siempre y se veía bien. Se veían tranquilo, como si al fin hubiera logrado obtener un nuevo balance en su vida, por sí mismo, alejado de todos, de él, y Katsuki no sabía cómo sentirse. No sabía si estar orgulloso y aliviado de ver que el otro hombre recuperó su "paz interior" o sentirse un poco triste de haberse perdido todo aquel cambio.

Bien, ya no importaba. Él también había cambiado por su propia cuenta, por sí mismo. Estando separado, lejos, sin verse ni hablarse desde la boda de Ochako.

Antes de que se diera cuenta, dio un paso al frente y sus labios se movieron por sí solos.

—¿Qué demonios haces aquí? —inquirió confundido, mas su tono de voz se escuchó ligeramente ofendido.

Shouto le mantuvo la mirada, parecía tan confundido como él y, reflejando aquel sentimiento en su voz, respondió.

—¿Vivo por aquí? —Señaló hacia una dirección al azar, seguramente donde estaba su hogar, pensó el rubio—. Estaba regresando a mi casa.

La mirada del rubio se desvió y se posó en todas aquellas casas a su alrededor. Primero cuestionándose, demasiado confundido, porqué el otro hombre estaba viviendo en una zona como aquella; para civiles más que nada, alejado del centro de la ciudad, de la casa de sus padres y, en sí, alejado de casi todo el mundo.

Pero el también lo hacía, recordó. El también había escogido esconderse en un lugar lejano donde pudiese recoger los pedazos de su corazón poco a poco, con paciencia y tranquilidad. No le parecía extraño que Shouto hiciera lo mismo. Realmente, podían ser muy diferentes, pero siempre coincidían en más de una cosa, aunque no creía que el bicolor había escogido aquel lugar por la misma razón que él...

¿O tal vez sí?

—Tú... ¿Compraste esa casa? —cuestionó con una voz más suave de lo que le hubiese gustado.

—Lo hice —confirmó, desviando la mirada—. Me gusta la zona, es tranquila.

Compró la casa en la cual habían planeado vivir juntos después de casarse, pensó el rubio, y no sabía cómo sentirse. Por un lado, sentía el vacio de aquello que no se cumplió entre ellos; por el otro se regañó a sí mismo por no haber pensando en obtener aquel inmueble para él. Aquella casa era absolutamente todo lo que le gustaba, todo lo que había imaginado del lugar donde vivir por muchos años o el resto de su maldita vida. Bien, al menos uno de los dos la estaba aprovechando.

Los labios de Shouto se apretaron en una línea recta. Katsuki mantuvo la mirada fija en su expresión tranquila, notando el color pálido de sus mejillas, normal, como si no sintiese frío y, por supuesto que no lo hacía, recordó. Su quirk regulaba su temperatura inconscientemente y, aquel detalle, le hizo recordar el frío que sentía.

Dio un paso más hacia el frente, más cerca del calor que el otro hombre irradiaba mientras continuaba hablando con su tono de voz tranquilo, bajo y suave.

—Es un poco vergonzoso decir que soy el único soltero que vive en el área y la casa es demasiado grande para una sola persona —comentó Shouto, desviando la mirada y, poco después, volviendo a mirar al rubio—, pero es agradable. Estar alejado de todo me ayudó mucho durante los primeros meses de terapia.

—-Tomaste terapia... —repitió Katsuki.

El bicolor asintió. Volvió a posar su mirada en el rubio, manteniendo una suave sonrisa en sus labios. La luz del atardecer se atenúo sobre ellos. Katsuki notó que el brillo en los iris bicolores

—Lo hice —afirmó—. Me tomó tiempo, pero lo hice. Tú y todos tenían razón en que la necesitaba.

—Te lo dije, siempre tengo la maldita razón —bromeó, sin poder evitarlo.

Shouto rió, Katsuki no pudo evitar no sonreír. Había extrañando escuchar su risa, se sentía tan aliviado de verlo bien.

—Lo sé, siempre tienes la razón. Tú te ves bien —dijo e, inmediatamente, temió que sus palabras pudieran ser malinterpretadas—. Quiero decir, ¿descansado?, ¿tranquilo?, ¿saludable? Bueno, tú entiendes...

—Sí, sí, entendí. Ahora cierra la maldita boca.

Callaron, mirándose el uno al otro sin saber que más decirse, o tal vez sin estar seguro de qué podían decirse sin abrumar al otro. Había mucho, mucho de lo cual hablar, mucho que podían analizar y recordar, pero hacía frío, pensó Katsuki. Quería llegar pronto a casa y todas aquellas palabras que se guardaban el uno para el otro construían un muro que no estaba seguro de querer derrumbar. Simplemente quería seguir caminando, escaparse de ese frío y no mirar atrás.

Los tonos anaranjados del atardecer comenzaban a desvanecerse dentro de un azul oscuro y profundo. El frío viento de invierno golpeaba contra su cuerpo sin descanso y le hizo temblar de pies a cabeza, aunque no estaba seguro de si su reacción se debía al ambiente o al hombre que seguía frente a él; queriendo decir mucho, sin saber por dónde comenzar.

Era momento de marcharse una vez más. Volver a su refugio, entender que estaba pasando con ellos al verse otra vez y esperar, pacientemente, la próxima oportunidad que podía o no existir.

—Necesito regresar a mi departamento, es tarde —masculló el rubio y volvió a caminar, desviando la mirada y centrándose en sus pasos—. Te veré por ahí, supongo.

Mientras más caminaba, más se acercaba al calor que irradiaba el cuerpo ajeno. Era adictivo, nostálgico, quería quedarse cerca y olvidar que seguía a mitad de camino hacia el sitio que llamaba su "hogar". Pero debía continuar. Tal como lo hizo desde que decidió salir de su antiguo departamento hace tantos meses, tal como lo hizo durante todo ese tiempo. Pensando en sí mismo, pensando en qué era lo mejor para él, para ambos, pensando que todo estaría bien y que no volvería a caer.

Era doloroso, no podía decir que había superado completamente a Shouto, pero tampoco quería aferrarse a una ilusión. No sabía qué sucedería en el futuro, y tampoco quería saberlo. Simplemente continuar, sin seguir la sombra de nadie, sin sentirse impaciente por si el amanecer o el atardecer eran diferentes o si es que, realmente eran uno solo.

No era su turno para hacer el mayor esfuerzo, solo un poco. El mayor porcentaje debía darlo otro y este estaba dispuesto a hacerlo.

Shouto lo detuvo. Tomando una de sus manos enguantadas entre su zurda, dejó a Katsuki volver a sentir ese calor natural que extrañaba en las noches más frías. El contacto fue tan repentino que logró asustar al rubio, pero ocultó cualquier efecto que el otro hombre pudiese tener sobre él. Su cuerpo recordaba ese toque, conocía perfectamente bien esas manos, esa textura, ese calor y volvió a acostumbrarse al instante incluso si su cabeza le gritaba constantemente no volver a ceder.

No, no lo haría. No cedería, no volvería a ese mismo lugar de hace casi un año atrás, pero era extraño, nostálgico, podría llorar, pensó Katsuki. Podría llorar por solo volver a sentir ese calor, pero no lo hizo. No dejó que le afectase el contacto o la presencia del otro, pero tal vez sus palabras podrían hacerle cambiar de opinión.

—Katsuki—masculló Shouto. El rubio sintió un escalofrío recorrer su piel.

¿Por qué seguía teniendo el mismo maldito efecto en él? ¡Y solo había murmurado su nombre! No era justo, no era jodidamente justo.

—Hace frío, medio idiota —gruñó, fijando su mirada en el rostro serio del otro hombre—. Sea lo que sea que vayas a decir, hazlo rápido.

— Lo hice por mí —respondió sin demora.

La mirada rubí se tornó confundida, pero se mantuvo atento a cada palabra que salía desde los delgados labios del bicolor. Shouto se apresuró a explicar, comprendiendo lo vagas e interpretativas que habían sido sus palabras. Además, debía hablar o el rubio volvería a marcharse y no sabía cuando lo vería otra vez.

Era una oportunidad que no podía dejar pasar, sin importar si todo mejoraba o continuaba igual.

—Quiero decir, realmente me odiaba —murmuró, tensando su mandíbula al recordar aquel sentimiento de autodesprecio. Alejó los recuerdos, se centró en la sensación de la mano ajena entre la suya, en la suave noción de que el rubio le escuchaba, estaba ahí, tan cerca otra vez y se sinceró—. Odiaba la situación y me odiaba a mí mismo por ser tan débil. Odiaba el trabajo y el sentimiento de que nunca pude escoger lo que verdaderamente quería hacer. Odiaba la presión sobre mis hombros y sentía un profundo miedo de solo imaginar que, un día, algo grave podía pasarte a ti o a mí. Si te perdía, yo... Realmente no puedo imaginar que habría hecho, pero debía dejar de vivir con ese temor. Decidí comenzar a tomar terapia por mi propio y egoísta bien, pero me ayudó a entender que no podía amarte correctamente mientras siguiera odiándome y revolcándome en mi autocompasión. Aunque, siendo sincero, nunca dejé de amarte...

Notó la consternación brillar en la mirada ajena, la confusión y sorpresa antes su palabras. Shouto no esperó decirlas de aquella forma, pero ya había comenzado. No podía detenerse en ese momento incluso si el corazón le martilleaba con fuerza dentro del pecho, temeroso, queriendo escapar. Se quedó ahí. Continuó expresando todo aquello que necesitaba decir.

—Ahora que volví a amarme y aprendí a superar muchas cosas, podría amarte correctamente si me dieras la oportunidad...

—Ha pasado casi un jodido año —murmuró el rubio, y sus palabras fueron como un balde de agua fría.

Golpeando contra su cuerpo y haciéndole sentir como en aquellos tiempos en que se negaba a utilizar su lado izquierdo, cuando su piel se congelaba a si misma desde el interior hacia el exterior, sintiendo un profundo dolor. Pero se había aceptado a sí mismo. El pasado que no podía cambiar, los temores contra los cuales podía luchas constantemente, la cicatriz en su rostro que no podía borrar y las palabras que no podía deshacer, pero sí podía enmendar.

—Lo sé —masculló Shouto, acariciando las manos que sostenía y dudado. Observó la nieve entre sus pies—. Lo sé, pero...

Recordó aquella mañana. El té entre las manos, la calma, el olor dulce impregnado a su alrededor. Las palabras de Masaru y tranquilidad en su pecho. El largo camino que ambos habían recorrido por separados, las piezas de su corazón que terminó al fin de recoger y reparar. El puente entre ellos seguía destruido, el acantilado era profundo, pero siempre podía encontrar otro sendero, otra forma de cruzar incluso si aquello que le esperaba al otro lado no era lo que anhelaban.

Lo aceptaría, pensó Shouto. Sea lo que fuere lo que le esperaba al otro lado, lo aceptaría.

—No puedo prometer que será todo perfecto —dijo, alzando la mirada y volviendo a fijarla en los iris rubíes. Realmente los había extrañado—. Habrá días en que no me soportarás, ni yo a ti. Tampoco puedo prometer que no discutiremos, lo haremos, pero... Habrá días buenos, espero más buenos que malos, y me esforzaré por mejorar. Aunque nunca llegaré a ser perfecto, tú tampoco lo eres y realmente no me importa que no lo seas. Siempre te amé con cada una de tus imperfecciones, así como amaste las mías...

Alzó la mano que sostenía, la llevó hacia su rostro. Pensó en besarla como muchas otras veces hizo, pero era demasiado pronto, tal vez Katsuki rechazaría ese tipo de contacto y se alejaría, esta vez, para siempre. Por ello, la acercó al lado izquierdo de su rostro, demostrando el lado débil que poseía, aquel que aprendió a aceptar, aquel que también estaba dispuesto a amar al rubio con todo su ser y extendió el calor que tanto necesitaban mientras la noche se posaba sobre ellos.

Las farolas del parque se encendían, la nieve se teñía de un tenue azul, con pequeños y suaves focos de amarillo producto del resplandor de la luz artificial. Pequeños copos de nieve comenzaron a caer, lentamente, como si el tiempo se hubiera ralentizado y, por un instante, confundieron el pasado atardecer con un amanecer. ¿Ese momento era el comienzo o el final de la noche? No lo sabían, y tampoco importaba.

Hacía frío, mucho frío, pero Katsuki dejó de sentirlo.

—No todo estará siempre bien y en calma —murmuró Shouto, apoyando un poco más su mejilla contra la mano ajena—, pero puedo prometerte que siempre voy a querer despertar a tu lado.

No era justo. No debería hacerle sentir de esa forma tan fácilmente, como si quisiera aferrarse a ese ideal una vez más.

Mierda, tal vez siempre sería débil ante ese medio idiota y, si bien una parte de él no quería creer en sus palabras, el brillo en sus iris bicolores decía todo. Era sincero, firme en cada promesa que estaba haciendo y Katsuki no podía evitar creer en ellas. Incluso si demoraba, Shouto siempre cumplía sus promesas, recordó. No importaba el tiempo que tomase, no importaba si el otro estaba consciente o no de aquello que prometía, siempre lo cumpliría y le entregaba esa seguridad de que podía confiar en él. Pero no estaba todo bien, recordó.

Shouto estaba bien psicológicamente, sí, lo notaba en cada una de sus características y seguía sintiéndose jodidamente orgulloso por los avances que cada uno hicieron incluso si estuvieron lejos, era lo que necesitaban para seguir avanzando, pero seguía existiendo una espina que los separaba, una que, realmente, no era producto de ninguno de los dos, pero era la única a la cual el rubio se negaba a ignorar ni mucho menos soportar.

—Tú madre me odia —señaló Katsuki, sintiendo que casi estaba mascullando una excusa para rechazar a Shouto—. Y no volveré a permitir que nadie vuelva a tratarme de esa jodida forma.

Los iris bicolores se volvieron serios una vez más. Apretó suavemente la mano que sostenía, Katsuki se preguntó porqué le era tan difícil alejarse de su calor.

—Lo sé, mi madre... Se comportó como una verdadera bruja —Shouto suspiró, dejando entrever la molestia que sentía y que sorprendió al rubio—. La verdad, hace meses que dejé de hablar con ella. Su comportamiento me estaba afectando y si ella no quiere que sea feliz con la persona que amo, entonces no la quiero en mi vida.

Realmente no esperaba aquello.

Siempre creyó que para Shouto, lo más importante, era su familia. Tanto que el rubio siempre se esforzó por no alejarlo de ella, comprender que necesitaba aquel núcleo que jamás tuvo durante su infancia. La presencia de Rei a su lado, su amor de madre del cual careció y que, por decisión propia, decidió dejar. ¿Lo dejó por él? No, no lo hizo. Shouto se lo dijo al inicio ¿no? Todo lo que hizo, tomar terapia, comprar la casa en la cual depositaron sus ilusiones, alejarse de su madre... Lo hizo por su propio bien.

No lo necesitó, pensó Katsuki, y aquella idea no le molestó. Shouto tomó sus propias decisiones, se sacó a sí mismo de aquel frío cuarto en el cual se encerró desde aquella maldita misión. Reconoció sus errores, así como él mismo reconoció los suyos durante todos aquellos meses. El hombre que tenía en frente había cambiado, seguía siendo el mismo en esencia, el mismo del cual se enamoró, pero el orgullo y alivio que sentía por él, la alegría por poder presenciar la persona que era en ese momento, solo aumentó un poco más.

Todo parecía ir bien incluso si perdieron el sol. Tal vez nunca lo necesitaron, pensó Katsuki, lograron encontrar el camino de regreso sin la necesidad de él. Aún así, extrañaba aquel colgante y la gran carga emocional que portaba en su figura.

—¿Katsuki? —llamó Shouto, atrayéndolo a la realidad una vez más. La mirada rubí, tranquila, le prestó atención—. Está bien si no me correspondes otra vez, solo me gustaría tenerte en mi vida y saber qué estas pensando...

El rubio suspiró. Desvió la mirada, alejó lentamente su mano del calor ajeno, pero el frío seguía sin tocar su piel. Shouto lo dejó ir sin oponer resistencia, sonriendo para sí mismo, un poco decepcionado, un poco triste, pero comprensivo.

—No lo sé, estoy un poco... confundido. Ha pasado mucho tiempo y hay mucho en mi maldita cabeza. —Elevó la mirada, observó los copos de nieve que seguían cayendo en una absoluta paz que ambos compartían—. Me pregunto dónde estará el sol...

La mirada heterocromática brilló con una repentina comprensión. Shouto se llevó las dos manos hacia la nuca, con movimientos rápido y Katsuki notó el tenue brillo de una delgada cadena de plata alrededor de su cuello. El rubio sintió que su pulso se descontrolaba en cuanto entendió que era aquello que aquel plateado hilo de acero sostenía. Una parte de él no podía creerlo, recordó lo desvastado que se sintió cuando creyó que habían perdido el sol, lo único que sentía que los mantenía unidos y alejados de toda maldición, pero ahora, con la noche sobre ellos y los copos de nieve cayendo con la misma lentitud, la emoción se desbordó de su pecho.

No lo perdieron. No perdieron el sol. Shouto siempre lo tuvo consigo, alejándolo de toda oscuridad. ¿Qué era aquel extraño sentimiento? ¿Aquel que le hacía sentir que todas las piezas encajan una vez más? Pero la imagen frente a él era diferente, pensó Katsuki. No era el mismo rompecabezas de meses atrás, pero ver todas las piezas ordenadas le produjo una infinita paz.

Y luego esta se llenó de sorpresa, puesto que aquello que era sostenido por la delgada cadena de plata de Shouto no era el colgante en forma de sol que encontró a las orillas del mar en su segundo año en UA, sino que eran dos argollas. De un oro más brillante que el normal, del mismo tamaño y Shouto le tendió una de ellas con toda delicadeza, como si estuviera entregándole sus sueños y anhelos.

—Encargué estas argollas hace meses, para nuestra boda—explicó, observando como el rubio tocaba con la yema de sus dedos el anillo sobre su palma—. Ese colgante en forma de sol que me diste hace muchos años tenía suficiente oro para hacer dos anillos, aunque la joyería dijo que era un oro un poco extraño, les tomó mucho trabajo derretirlo...

La mirada rubí se posó en el rostro ajeno, repleta de consternación.

Ese medio idiota hijo de su bruja madre destruyó la maldita reliquia, pensó, ¡la que se suponía no podía ser destruida! ¿Era posible? ¿Siempre fue posible? ¡No importaba! ¡No iba a pensar en eso ahora mismo! Simplemente rió. Era hilarante, no podía creerlo.

—Tú... ¡Lo destruiste! —exclamó, sin poder detener su risa.

Shouto pareció un poco confundido y ofendido al mismo tiempo.

—No lo hice —masculló—. Sabía lo importante que ese colgante era para ti, así que creí que sería bueno que ambos lleváramos una parte de él, aunque no salió como lo planee...

El rubio continuó riendo, el bicolor mantuvo la mirada en blanco. Su expresión no hizo más que aumentar la risa en Katsuki, pero en vez de sentirse ofendido, Shouto acabó por sonreír de todas formas.

Extraño su risa, pensó. Extrañó todo de él y tan solo quería poder verlo, no importaba si no volvían a estar juntos, con solo quedarse a su lado, ser de confianza, tal vez un amigo, era suficiente.

—Bueno, destruiste el maldito sol —bromeó el rubio una vez dejó de reír y volvió a observar la argolla simple pero tan, tan brillante—. Ahora son dos soles. Uno para cada uno.

—Dos soles... Eso se oye bien —murmuró Shouto, volviendo a acomodar la cadena de plata alrededor de su cuello que ahora solo sostenía un anillo—. Esperé mucho tiempo para poder dártelo, pero podía esperar más... Un año, diez, seiscientos, no importaba. Solo quería que lo tuvieras contigo, no como una propuesta que estuvieras obligado a responder, sino como un buen recuerdo.

Shouto le sonrió. Su gesto expresó una calma que compartían, una tranquilidad que recuperaron cada uno por su cuenta y, sí, aquellos meses fueron difíciles.

Los cambios fueron difíciles, superar la angustia, los problemas, la ruptura... Fue difícil, pero el camino se veía más claro ahora. El atardecer se sentía más cálido y brillante siendo iluminado por dos soles.

Katsuki no dijo más. Le sonrió a Shouto y deslizó el anillo en su propio dedo índice. El brillo dorado se reflejó en sus iris rubíes, el peso, el calor de aquella argolla se sentía bien.

La nieve seguía cayendo cuando se separaron. Tranquila, paciente, pero el frío no se sentía. Los dos soles irradiaban para cada uno un calor de antaño, como un recuerdo de los mejores momentos, acompañándolos en el camino que decidieron tomar y seguir tantos meses atrás.

Había sido un largo viaje, pensaron. Largo, difícil y el siguiente día, los siguientes pasos, no serían fáciles, pero ahora tenían dos soles acompañándolos durante cada atardecer.  

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