Outlawed - jjk, knj

By DearWeirdMaria

434K 28.3K 47.2K

Los límites de la legalidad están bien marcados. ¿Robar? Delito. ¿Matar? Delito. ¿Exceso de velocidad? Delito... More

01 km/h
02 km/h
03 km/h
04 km/h
05 km/h
06 km/h
07 km/h
08 km/h
09 km/h
10 km/h
11 km/h
12 km/h
13 km/h
14 km/h
15 km/h
16 km/h
17 km/h
18 km/h
19 km/h
20 km/h
21 km/h
22 km/h
23 km/h
24 km/h
26 km/h
27 km/h
28 km/h
29 km/h
30 km/h
31 km/h
32 km/h
33 km/h
34 km/h
35 km/h
36 km/h
37 km/h
38 km/h
39 km/h
40 km/h
41 km/h
42 km/h
43 km/h
44 km/h
45 km/h
46 km/h
GOAL
EXTRA LAP 1
EXTRA LAP 2
Nota: Mousetrap
EXTRA LAP 3
EXTRA LAP 4
EXTRA LAP 5

25 km/h

11.2K 650 1.8K
By DearWeirdMaria

[Jungkook]

—¿Jung...kook?

Aparto mi móvil de la oreja para comprobar que mi vista no me ha fallado en primer lugar, mi oído en segundo y mis ojos en tercero (otra vez). Y no, no falla.

Son las doce de la noche, Rino me acaba de llamar y lo ha hecho usando mi nombre.

—¿Quién es? No me jodas que quieren que nos cambiemos de compañía de teléfono a estas horas... —pregunta Jimin, que ya va bastante borracho. Bueno, todos lo están. Menos yo, que he decidido no beber nada. Me he dicho que es porque mañana quiero ir pronto a casa de Rino para llevarle la mochila de la cámara, pero también porque así me torturo un poco más con mi comportamiento de esta tarde, con el tema del escritor... Lo que menos me esperaba era esta llamada.

—Es Rinnie... Suena a ella —murmura la novia de Yoongi. No se han ido a follar, así que están muy pegados en el sofá. No están tan borrachos como Jimin, pero van contentillos.

—¿Rino? —pregunto a la vez que me levanto. Porque sé qué va a pasar cuando vean que me pongo a hablar con ella: que se van a reír de mí. Que si me pongo nervioso, que si se me pone cara de tonto... Vamos, que paso. Y aun así, he tenido que tragármelo cada vez que me preguntaban por ella antes de ponerse como una cuba. Igual que me tengo que tragar a Yoongi decir que ya se me había puesto cara de tonto y que su novia es «la más lista». Por suerte, no tengo que presenciar el morreo que sé que viene después.

—¿Por qué... no me llamas... Haerin?

Ahora que estoy alejado del salón (concretamente, con la espalda apoyada en la pared que hay al lado de la puerta de entrada) con los cada vez más ruidosos gritos de mis amigos a un volumen más... normal, puedo escucharla mejor. Parece que se va a poner a llorar de un momento a otro y... que está borracha.

—Porque tú no me llamas Jungkook.

—Acabo de hacerlo... Me gusta... tu nombre...

Borrachísima.

—Vale, Haerin —digo, y ella se ríe cuando pronuncio su nombre. Es una risa aguda que no le pega nada y que juraría no haber escuchado nunca—. ¿Estás borracha?

Es más que obvio, pero tengo que asegurarme.

—Qué vaaaaaa.... Estoy... perfestamente.

Desde luego que sí.

—Lo has dicho mal —le digo para picarla un poco, porque me encanta ver su reacción cuando lo hago. Y porque tengo un poco de curiosidad por cuál va a ser estando borracha.

—Se dice así: pesfetamente.

Me río porque vocaliza mucho y aun así se traba. Y la visualizo perfectamente con un vaso en la mano, el teléfono en la otra y el ceño fruncido. Monísima.

—¿Qué tal la despedida de soltera? ¿Te lo estás pasando bien?

Sé que no está bien que le tire de la lengua cuando parece que está como una cuba (más de lo que la he visto yo nunca), pero... joder, quiero hablar con ella. Y no quiero preguntarle por qué me ha llamado. Lo mismo me cuelga si lo hago, y lo importante es que ha pensado en mí.

—Es una mieeeeerrrrrrrrrda —me responde—. Ven a buscarme...

Estoy empezando a odiar esto de estar colado por Rino, porque mi cuerpo me traiciona. Antes no me hubiese empezado a latir con fuerza el corazón solo porque me dijese eso, pero ahora lo hace. Y no me gusta, porque si oigo mis latidos no la escucho a ella.

—Rino...

—Haerin —me corrige otra vez, y no puedo evitar sonreír.

—Haerin. —Rino hace otra vez otro ruidito y... sí, también me gusta, aunque no le pegue nada—. ¿Seguro que quieres que vaya?

—Seguuuuuuro. Mi hermana está... con sus amigas... Ni se dará... cuenta.

Le ha entrado hipo y me hace gracia porque vuelvo a imaginármela, frustrada porque no le deja hablar bien.

—Vale, ¿dónde estás?

No es que necesitase que me convenciera, porque el hecho de que ya esté plantado en la entrada dice bastante sobre qué es lo que quería (antes incluso de que me lo pidiese). Porque no solo necesito escucharla; también necesito verla, aunque lo haya hecho hace apenas unas horas.

—N-no lo sé... Oye tú... ¿dónde estoy?

—Señorita, quizá debería dejar de beber...

—Que dónde estoy.

Me río otra vez mientras me pongo las botas sin despegarme el móvil de la oreja. Y el barman (supongo que será eso), le responde que está en el Globe Lounge. Menos mal que le escucho a él, porque si fuese por Rino...

—Estoy en el globo loncha —dice superconvencida, y se me escapa una carcajada.

—Ajam, he ido muchas veces allí —murmuro todavía riéndome. Pero como está borracha, ni siquiera se entera de por qué lo hago.

—¿A que es... una mierdaaa? Jungkook díselo: es una ¡mierdaaaaa!

—En realidad no he ido nunca, pero voy ahora. ¿Podrás esperarme en la barra?

—Sí... Me duelen los pies...

Lo que pensaba: está demasiado ida como para pillar mis bromas.

—No te muevas, estoy enseguida. Te tengo que colgar.

—Pero quiero seguir hablando... contigoooo....

Cada vez que dice esas cosas, me complica más colgar, porque está claro que no es lo que quiero hacer, aunque lo necesite para llegar hasta ella. Sin accidentes por el camino, claro.

—Tengo que ver dónde está, Haerin. —Vuelve a reírse y a mí me hace sonreír otra vez—. Cuenta hasta cien y ya verás que estoy antes de que hayas acabado.

—Vale. Uno... quince... tres...

Cuelgo justo cuando escucho que hace lo que me imaginaba: no saber contar en absoluto. Recojo mi chaqueta y me la pongo deprisa para buscar en Naver el sitio en cuestión. Parece bastante internacional y... está en el puto Itaewon.

Lo malo de la zona es que está siempre muy concurrida y es imposible aparcar, así que, aunque al salir de casa (sin decirle a nadie que lo hago; supongo que me habrán escuchado) no tardo prácticamente nada en aparcar en una de las calles colindantes, tardo bastante más en sortear a la gente y plantarme en el pub, que también está tan atestado que me doy un premio a mí mismo por haberle dicho que me espere en la barra.

No me cuesta nada verla. Está subida a un taburete, tiene los zapatos tirados en el suelo, los pies descalzos y, como imaginaba, un vaso en la mano. Con la otra no para de levantar y esconder los dedos (supongo que seguirá contando), pero cada vez que da un trago se pierde. Y aunque me encanta observarla desde lejos (lo bien que le queda ese vestido negro con vuelo en la cintura, los restos de su pintalabios granate en los labios...), prefiero verla de cerca, por eso voy a su encuentro.

—Ochenta... ochenta y... siete...

—Haerin —la llamo, y aunque está como una cuba, se gira bastante rápido en mi dirección. Sonriendo.

—J-jungkoook.... qué pronto has... venido...

—Antes de cien, ¿verdad? —pregunto, y ella asiente pesadamente e intenta volver a beber del vaso que tiene en la mano, pero se lo impido sujetándola—. ¿Puedo?

—Tienes que conducir... No.

—No voy a beber.

—Pues entonces déjamelooooo. Eres un aburrido.

—¿No querías irte? —pregunto, y ella asiente—. Pues si dejas la copa nos vamos. Pero no podemos irnos si tienes el vaso de la mano, ¿verdad?

—V-verdad... Tengo que avisar a... Woonie...

Se levanta tan rápido que, como encima va descalza, está a punto de caerse, así que la sujeto entre mis brazos para que no se coma el suelo. Y cuando la tengo ahí, tan cerca, me vuelve a ir el corazón a mil.

—Rino, vas descalza, te vas a clavar algo en los pies.

Lo digo para evitar seguir mirando a sus labios, aunque es exactamente lo que está haciendo ella. Pero como no tiene control sobre su cuerpo, le da exactamente igual. Por eso alza su mano y empieza a recorrerlos con sus dedos.

—Es que me duelen... ¿Me das un beso?

—Rino, estás borracha.

—Llámame Haerin —repite, haciendo un puchero como si se fuese a poner a llorar de un momento a otro—. Y dame un beso.

Su cara se acerca a la mía y, aunque me encantaría darle lo que me pide, sé que no está bien hacerlo cuando está tan mal, así que me alejo con toda la fuerza de voluntad que tengo. Ha sido buena idea no beber.

—Luego, ¿vale? ¿Vas a ponerte los zapatos?

—Los odio, no quiero.

—Son para salir de aquí. En el coche te los quitas, ¿vale?

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo.

Rino parece más complacida cuando lo digo y se aleja de mí para sentarse de nuevo en el taburete.

—Pónmelos —me pide, extendiendo su pie como si fuera la Cenicienta. Y yo no soy su príncipe ni nada de eso, pero le hago caso. Me agacho, cojo su botín derecho y agarro su pie el tiempo justo para ponérselo. Y aunque ha sido nada, un segundo, la escucho gemir—. Jungkook...

El siguiente zapato se lo intento poner sin tocarle en absoluto el pie, porque ya sé lo que ocasiona en su cuerpo (demasiado bien), y también sé lo que pasa en el mío cuando la noto excitada, y ahora mismo no puedo permitirme eso. Sin embargo, Rino parece que quiere ponerme a prueba más todavía, porque cuando me incorporo y extiendo mi mano para que me la dé (así al menos no se caerá), se tira a mi pecho otra vez para besarme.

—Haerin... para un poco, por favor.

—Es que estoy... cachonda. Llevo cachonda desde que te vi... con el tra-traje...

Abro los ojos más de la cuenta. ¿El traje? Eso fue el miércoles, en su empresa. Podría haberme dicho algo entonces y quizá....

«No pienses en eso. Venga, a casa: está borracha y tú eres un tío decente».

—En casa, ¿vale? —Rino parece mucho más complacida que yo cuando lo digo, porque se separa y, manteniéndose en pie a duras penas... va hasta el centro de la pista. La tengo que seguir para no perderla y para que no se caiga, porque se tropieza un par de veces con sus propios pies. Por suerte, al tercer tropezón la agarro de la cintura y vuelvo a estabilizarla. Y yo que pensaba que tratar con la Rino normal era complicado...

—¡Woonie! —grita, y una chica morena se gira—. ¡Me... me voy!

—¿A dónde?

Su hermana parece que también está borracha. No tanto, porque su voz suena más estable, pero sí un poco.

—A casa de Jungkook. Vamos a follar.

Lo dice con una sonrisa radiante y yo la miro como si estuviese mal de la cabeza. Que a ver, ahora mismo lo está, porque no está en plenas facultades. Se va a arrepentir de esto.

—Solo voy a llevarla a casa para que descanse. N-no... vamos a hacer nada. S-solo dormir —le grito a su hermana. Se parece mucho a ella, pero no es Rino. Aunque su pelo es idéntico, sus labios igual de mullidos y sus ojos prácticamente igual de grandes, no tiene la expresión que hace que para mí Rino sea guapísima. No sé si es la cara de desagrado que tiene casi siempre o que... yo que sé, supongo que es porque es ella. Su hermana parece más estirada hasta borracha. Y Rino es... Rino. Un caos, pero a la vez la tía más correcta que he conocido nunca. Quizá es eso lo que me gusta de ella.

«Te gusta todo de ella, Jungkook. No busques motivos, porque no los hay: ya te has perdido».

—Vale, pasadlo bien —dice sin más, y se da la vuelta para seguir hablando con el resto de sus amigas. Supongo que serán ellas, porque llevan la misma diadema de diablesas que lleva Rino.

—Has dicho que íbamos a follar —se queja Rino cuando intento llevármela hasta afuera—. Te odio....

—Es que es un secreto, no podíamos decírselo a tu hermana.

—Jo, lo siento.

—Pero no llores, Rino...

—¡Que me llames Haerin!

Es tarde, porque se ha puesto a llorar... Pensaba que podía manejarla, pero es más complicado de lo que creía. Rino se remueve entre mis brazos como si le hubiesen dado la peor noticia de su vida, y sus pies avanzan tan torpes que a veces tengo miedo de tropezarme con ellos y caerme. Así que sí, el trayecto hasta el coche podría decirse que es un infierno. Pero lo consigo. Y cuando tengo a Rino sentada en su sitio, me vuelve a decir que le quite los zapatos, y le hago caso, porque si a la Rino normal es mejor tenerla contenta, a la borracha mil veces más. Lo que no hago es tocarle los pies, porque me lo pide y a eso me niego. Es capaz de correrse solo con eso y... no, muchos problemas.

Por suerte, no vuelve a insistir ni a decir nada en un rato, así que puedo arrancar y salir de Itaewon sin problemas. Puedo hasta conducir un rato con Rino callada. Demasiado callada.

—Eres muy guapo...

No me sorprende mucho que hable. De hecho, quería que lo hiciera, porque... bueno, quería escucharla. Lo que sí que me sorprende es que diga eso, porque la Rino normal jamás lo diría, pero su versión borracha... Su versión borracha supongo que quiere que me dé un infarto.

—¿Ah, sí? Dijiste que no —respondo para mantenerla despierta y... sí, para seguir oyendo su voz.

—Mentí —confiesa—. Siempre te miento...

—¿Por qué?

—Porque me gustas, y no quiero... que me gustes...

Menos mal que estoy en una recta, porque si llega a decir eso mientras estoy en una curva, intersección o sitio potencialmente peligroso, me hubiese estrellado. Por suerte, mantengo bastante la compostura, aunque mi corazón haya vuelto a actuar por cuenta propia.

—¿Por qué?

—Solo preguntas eso... Dime que te gusto... No me lo dices...

—Sí que te lo he dicho, Haerin. Ya sabes que me gustas.

La primera vez que se lo dije me salió solo. Solo sé que lo pensé y, según vino ese pensamiento a mi cabeza, lo solté. No me dio tiempo a darle vueltas a cómo se lo iba a tomar hasta que lo hice. Y eso lo hizo más fácil hasta que empezó a preguntar. Y sí, lo minimicé mucho porque vi en su cara el miedo ante mis palabras.

Ahora que se lo he dicho por segunda vez, también es fácil. Más incluso, porque está como una cuba, lo que significa que ahora no le va a dar importancia. Y si mañana se acuerda, se culpará más a sí misma que otra cosa.

—¿Cuánto?

—Muchísimo —admito, y otra vez vuelvo a escuchar ese ruidito que, cuando giro la cabeza, veo que corresponde a una especie de sonrisa con sonrojo—. ¿Y yo? ¿Cuánto te gusto?

—Mucho. —Cuando lo dice, noto su mano reptar por mi brazo y, de nuevo, tengo que coger todo mi autocontrol para hacer una barrera contra ella y sus caricias. Al menos si no queremos morir en la carretera—. Pero tengo miedo...

—¿De qué?

—De lo que siento. Nunca me ha pasado...

Creo que se está quedando dormida. O se está tranquilizando. Porque cuando la miro, su mano ya ha caído de mi brazo y sus ojos están cerrados. Aunque parece que sigue consciente. Y acelero. No sé si por sus palabras o porque ahora mismo tengo ganas de acariciarla. De esconder los mechones de su pelo que se agolpan en su cara, impidiéndome verla. De comprobar si sigue tan suave como siempre.

—No te preocupes, Haerin. Va a salir bien, ¿vale?

—Vale... —murmura.

Ni siquiera sé de qué la intento convencer (a lo mejor intento convencerme yo, porque al final todo esto depende de ella), pero creo que funciona. Su mano vuelve a alzarse y, esta vez, la deja sobre la mía, que está encima de la palanca de cambios. Sus dedos hacen círculos en mi dorso y por un momento tengo miedo yo también. No sé de qué. Lo importante es que llego a casa antes de darle más vueltas de la cuenta. Como aparco en el garaje, no me esfuerzo en que Rino se ponga los zapatos (menos después de la rabieta que me monta cuando lo intento), así que intentando ser su apoyo, la agarro de la cintura, cojo los botines con una mano y me meto en casa.

—¡Jungkook! ¿Dónde te habías...? ¡Rinnie!

Su amiga es una cotilla y, en cuanto escucha la puerta que da al garaje abrirse, va a nuestro encuentro. Por supuesto, Yoongi va detrás de ella.

—Hola, Minnie... Cuánto me alegro de verte... Me voy a follar, ¿vale?

Puede que Minnie haya bebido, sí, pero no tanto como la chica a la que sujeto, porque me mira con una ceja alzada, preguntándome qué coño le pasa.

—Ha bebido una barbaridad. Ni siquiera sé cuánto, pero está fatal. Y no.. no vamos a hacer nada, no te preocupes. Ahora dejo que descanse.

—No, si yo no me preocupo... Sois mayorcitos...

—¿¡CÓMO QUE NO VAMOS A HACER NADA!? ¡ME ESTÁS MINTIENDO!

—Rino, silencio, vas a hacer que venga...

—¡TE ODIOOOOO! ¡ENCIMA NO ME LLAMAS HAERIN!

Se pone otra vez a llorar y claro, por mucho que intente avanzar a toda hostia hasta mi cuarto, despierta la atención de los demás, que ven el espectáculo que está dando Rino.

—Borracha ruidosa —escucho decir a Jimin, que no sé por qué habla si en su voz se nota que él está muy parecido.

—Y borracha triste. —Este es J-Hope, que, por su tono, no parece contento porque Rino esté llorando.

—¡JUNGKOOOOOK! —sigue llorando (berreando, más bien) Rino.

—¿Le ha llamado por su nombre? Entonces sí que está borracha.

Creo que es Jin el último que dice eso cuando, con mucho esfuerzo, consigo encerrarla conmigo en mi cuarto. He superado la misión pasar de mis compañeros de piso, ahora... queda la más difícil: conseguir que Rino duerma y solo duerma.

—¿Me vas a besar yaaaa?

He echado el pestillo y todo para que no se les ocurra venir a cotillear, y mientras lo hacía, Rino se ha liberado de mi agarre y ahora está de pie a un lado de la cama. Su tono es triste cuando lo pregunta y sus labios hacen un puchero. A eso hay que sumarle que tiene los ojos rojos, las mejillas mojadas y... No puedo evitar hacerlo. Porque está monísima y porque, aunque sea fruto de la borrachera, no quiero verla así. Además, aquí no hay nadie. No tiene por qué echarme la bronca.

Por eso me acerco, asiento y sujeto sus mejillas antes de unir nuestros labios. Los suyos están mojados, saben a alcohol y aun así me atrapan como todas y cada una de las veces que nos besamos. Aunque esta es diferente, porque yo no quiero ir deprisa. Y ella, que tampoco tiene mucho control de sus movimientos, tampoco. Así que cuando meto mi lengua en su boca, lo hago muy despacio, sintiéndola todo lo posible. Pero de algún modo, eso me deja más agitado y con menos aire que cuando nos besamos como si quisiésemos ganar una guerra.

Cuando me separo, me quedo con nuestras frentes y narices pegadas. Y disfruto de que Rino esté borracha y no vaya a decir nada de por qué nos hemos besado así; disfruto de su aliento chocando contra mis labios y de su corazón latiendo tan fuerte como el mío, porque eso me da cierta seguridad. Que puede parecer que no la necesito, pero con Rino siempre necesito una reafirmación de que no soy el único que ha empezado a sentir. No verbal, porque sé que eso no lo hace nunca, pero...

—Se me va a salir... el corazón —murmura.

—Eso es bueno, ¿no? —pregunto con una sonrisa.

—A lo mejor es porque estoy mareada...

Me separo rápido para poder ver bien su cara. Es tan pequeña en comparación con mis manos, que siguen en sus mejillas, que no puedo evitar sonreír aunque esté un poco preocupado. No mucho, porque sé que es la borrachera, pero... preocupado.

—Túmbate un poco y se te pasa, ya verás.

—¿No vamos a hacer nada? —pregunta, poniendo otra vez un puchero.

—Dormir, Rino... Haerin —me corrijo cuando veo su cara—. ¿Te dejo una camiseta?

—Quiero dormir desnuda.

—Camiseta, sí. Siéntate.

La obligo prácticamente a sentarse en un lado de la cama y me voy al armario a por la camiseta granate. No me la he puesto desde que se la dejé, y creo que es porque ya solo me gusta vérsela puesta a ella.

Tardo poquísimo en cogerla, pero Rino tarda menos todavía en desabrocharse el vestido y quitarse el sujetador. La imagen que da, mientras lucha por retirarse la prenda del todo mientras sigue sentada encima de la tela, con las tetas al aire, es entre graciosa y erótica. Intento convencerme de que es lo primero, porque si no, no voy a ser capaz de dormir a su lado.

—He dicho que desnuda... —se queja cuando paso la camiseta por su cabeza con cuidado. Se queda enganchada en los cuernos de la diadema, así que se la quito con cuidado y la tiro al suelo. Cuando su cabeza sale por el cuello, sigue siendo monísima, porque vuelve a poner un puchero, así que sonrío.

«Enamoradísimo, así estás, Jungkook».

—Vas a pasar frío. Déjame ponerte la camiseta, ¿vale?

—Es que si me vistes... no follamos...

—Esa es la idea. —Rino bufa, y ese es un gesto que suele hacer la Rino normal, así que sonrío mientras meto su brazo por la manga que me queda. Todavía tiene el vestido puesto de cintura para abajo, así que la levanto y se lo termino de quitar antes de hacer que se tumbe en la cama. Refunfuña, me insulta (menos mal que ya estoy acostumbrado) y finalmente consigo arroparla con la sábana. Que duerma va a ser más complicado. Por eso me quedo en calzoncillos muy rápido y me tumbo a su lado. Sigue refunfuñando, claro, así que... Bueno, aprovecho un poco y la abrazo por la espalda—. Shh... A dormir, Haerin.

—¿Me vas a abrazar?

—Eh... sí.

¿Por qué me da miedo qué pueda decir si sé que está borracha y no tiene mucho sentido lo que dice?

Bueno, porque sé que tiene más sentido que lo que dice normalmente.

—Vale...

Rino se hace más pequeña. Se encoge y se aprieta contra mi cuerpo, y, aunque huele a alcohol, también huele a ella, a vainilla. Y eso me hace cerrar los ojos de inmediato. Estoy a gusto así.

—Te quiero mucho, Rino.

Lo suelto como siempre: bajito, rápido y sin pensar. Y me pongo nervioso, claro. Pero ella no dice nada, y, por cómo siento su respiración, es porque se ha quedado dormida.




Tengo algo cálido entre los brazos cuando me despierto. Bueno, alguien. Mi cerebro tarda en reaccionar bastante después de dormir, pero cuando se trata de ella, parece que va más rápido. Como mi corazón cuando descubro que es Rino. Huele muy bien, es calentita y... suave. Noto como se remueve, pero no quiero levantarme todavía. Puedo fingir un poquito más que sigo sopa. Solo cinco minutitos más...

Bueno, hasta que se despierte; no voy a presionarla.

La aprieto más contra mí, pero Rino vuelve a moverse y, esta vez, noto que hace fuerza para apartar mis brazos.

—Kamikaze, por favor.... suéltame... Voy a...

Se acabaron los cinco minutos. Aflojo mi agarre, pero sigo fingiendo que estoy todavía adormecido. Creo que su voz suena así porque la estaba agobiando abrazándola, y eso me hace sentirme un poco mal. Aunque ni la mitad de lo que me siento cuando se levanta de mi lado corriendo. 

Escucho sus pasos ir hasta mi baño. No cierra siquiera la puerta, así que oigo con total claridad como abre la tapa del váter y... Estupendo, está empezando a vomitar.

Me levanto lo más rápido que puedo y me meto en el baño con ella. Lo mismo me echa a patadas, pero me imaginaba que ni siquiera se iba a esforzar en recogerse el pelo, y a este paso se lo mancha. Por eso me arrodillo detrás de ella y, con la goma que llevo en la muñeca (que es suya), le hago una coleta lo mejor que puedo. Sé que no es momento de ponerse meticuloso, pero como no quiero que se le escapen los mechones, intento peinar su pelo con mis dedos mientras ella sigue echándolo todo.

—Odio... vomitar. —Lo dice en el susurro más bajo que he escuchado nunca, y por un momento creo que habla porque ya ha expulsado todo, hasta que otra arcada le viene y vuelve a vomitar. Yo le doy otra vuelta a la goma y acaricio su espalda de arriba abajo mientras sigue quedándose vacía. Espero que le ayude—. Vete... Esto es asqueroso —me pide. Tiene las manos agarradas a la tapa como si necesitase estabilidad. Parece todavía más frágil que de costumbre.

—He vomitado más veces, Rino, no me voy a escandalizar.

—Pero es mi vó...

Otra arcada. No es que esté mirando mucho, pero creo que ya no le sale nada, solo es su estómago intentando echar hasta la bilis si puede. Y esa es la peor parte.

—Suéltalo, tranquila. Me quedo aquí.

—¿En qué me ayuda eso? —pregunta sin aire cuando parece que se ha tranquilizado un poco.

—No sé, vomitar acompañada es menos malo —miento. Realmente no creo que le sirva de nada, pero me ayuda a mí, porque tengo la necesidad de estar con ella todo el tiempo posible y porque... me quedo más tranquilo.

—Es una mierda igual... Creo que ya.

—¿Ya? —pregunto, y Rino, con mucho cuidado, se gira y se sienta en el suelo de mi baño, con la espalda pegada a la bañera que tiene detrás. Cierra los ojos, cansada—. ¿Te duele la cabeza? ¿Quieres agua? ¿Comida?

—Me duele la cabeza.

—Vale, voy a por pastillas. Toma, sécate con esto —le digo, poniendo en su mano un trozo de papel higiénico. Rino asiente y yo me levanto corriendo para que no se quede mucho rato sola y entro en la cocina. Solo me ha dicho que le duele la cabeza porque es lo único en lo que puede pensar, seguramente, pero también tiene que comer algo. Por eso cojo un ibuprofeno, un vaso de agua y una manzana. Acaba de echar todo el alcohol y lo que hubiese comido, así que mejor algo ligero.

—Buenos días... ¿Qué tal la borracha?

Me giro cuando he lavado la manzana para ver a Minnie entrar en la cocina. Va vestida, como siempre, con una camiseta de mi hyung. Está un poco despeinada, pero parece bastante despierta. Y sobria.

—Vomitando. Voy a llevarle comida y eso.

—¿Ya ha vuelto a llamarte kamikaze? —me pregunta mientras va a la nevera a por algo de comer, y yo asiento mientras recojo mi cargamento (al que añado una de mis cajas de galletas; sé que le gustan)—. Eso es que vuelve a ser ella.

—Supongo, sí —admito—. Bueno, voy a... llevarle la comida.

—Claro. Si Rinnie necesita algo, dile que estoy por aquí, ¿vale?

Asiento muy rápido y me voy volando de la cocina. A Minnie no ha parecido importarle, pero iba en gayumbos por las prisas, y no es que me encante que la gente me vea en ropa interior. Bueno, Rino me da igual que lo haga, además que hoy no está muy bien que digamos, porque cuando llego al baño, sigue en la misma posición de antes. Al menos ha cerrado la tapa del váter y supongo que habrá tirado de la cadena. Por eso aprovecho y dejo la caja de las galletas y la manzana encima de la tapa y lleno el vaso con un poco de agua del grifo.

—Toma, Rino —digo, poniendo el recipiente en sus manos. No espero ni a que lo coja, sino que yo mismo hago que cierre sus dedos alrededor, y Rino parece reaccionar y se lo lleva a los labios—. Enjuágate un poco y luego te tomas la pastilla.

Ella asiente y, enjuagándose en la bañera para no tener que levantarse, me hace caso con todo lo que le digo (rarísimo). Primero con eso, luego con tomarse la pastilla y más tarde con la comida. La manzana no le apetece, pero se la acaba comiendo (y también un par de galletas). Para entonces, ya parece un poco más repuesta, así que se levanta con cuidado y yo le dejo el cepillo de dientes que me robó (y que sí, todavía conservo) para que pueda quitarse el mal sabor de la boca. No me aparto de ella ni un segundo, pero tampoco dice nada. Ni cuando, al tumbarse en la cama otra vez, yo me tumbo a su lado, mirándola. «Jungkook, la vas a asustar, deja de hacer eso».

—¿Ayer te llamé?

Vale, bien, no estoy haciéndolo tan mal porque no me dice nada. Solo se gira y se queda mirándome, como yo lo estoy haciendo con ella. Está todavía un poco pálida por haber vomitado, pero sigue estando preciosa.

—Ajá. Y me llamaste Jungkook.

Rino cierra los ojos y... entierra su cara en la almohada.

—Hice muchas gilipolleces, ¿verdad?

—Define gilipolleces.

Uno de sus ojos sale un poco de la almohada para mirarme y, como supongo que está avergonzada, no se atreve a mostrarme su cara entera.

—Gilipolleces, kamikaze. Si sabes cómo soy, sabrás qué son gilipolleces.

—Pues...dijiste cosas con más sentido de las que dices normalmente. ¿No te acuerdas?

—¿Cómo cuáles?

Ahora saca un poco más su cara de la almohada y me alegra, porque así puedo verla mejor.

—Como decirme que soy guapo. Y si recuerdo bien... no te lo parecía.

Lo hago para picarla, está claro, y funciona, porque Rino se pone roja y veo cómo se cabrea consigo misma. Yo sonrío.

—Es que no me lo pareces.

—Ya, claro... seguro...

—¿Qué más te dije?

—Prefiero no decírtelo, no quiero avergonzarte más.

—¡Dímelo! —exige, pero lo hace tan alto que se calla de golpe y se lleva la mano a la cabeza porque todavía le tiene que seguir doliendo. Normal, no ha debido de hacer efecto la pastilla.

—Mmm... ¿Qué quieres saber? ¿La parte en la que dijiste que querías dormir desnuda y te quedaste en tetas? ¿La parte en la que me dijiste que querías follar? ¿En la que se lo dijiste a tu hermana? ¿En la que...?

—Vale, vale, vale. Para. Muchas gilipolleces, sí. Demasiadas.

Sonrío al ver cómo vuelve a ponerse boca arriba y se tapa la cara con las dos manos. En realidad, le he mencionado todo eso para evitar contarle lo que más me caló de todo lo que me dijo. Pero, a la vez, me encantaría que lo supiera. Aunque sé que probablemente le entre el miedo porque... creo que es verdad. Que le gusto tanto como ella me gusta a mí.

—¿Tan mal fue la despedida de soltera como para beber alcohol como si fuese agua?

—No, empecé a beber en cuanto llegué —me admite—. Tampoco es que tuviese mucho que hacer allí, así que simplemente bebí.

—¿Por qué?

—Por nada. Solo por beber —dice, pero noto que está mintiéndome.

«Rino, deja de mentirme, por favor. Dímelo».

—Ya, claro... Pues la Rino borracha es muy interesante, ¿sabes?

—¿Te parece interesante que diga gilipolleces?

—Hubo cosas que no me parecieron gilipolleces.

Ya está. Supongo que tengo más ganas de comprobar si lo que creo es verdad, que miedo a que salga corriendo.

—¿Lo de que eres guapo? No te lo tengas tan creído.

—Eso no. Bueno, también, pero no es eso.

—¿Qué es?

Ahora sí que me mira. Vuelve a ponerse de lado y clava sus ojos oscuros en los míos. Brillan con curiosidad, pero también vuelvo a ver el miedo en su cara. «No tengas miedo, Rino», me gustaría decirle, pero no lo hago. Simplemente lo suelto.

—Que te gusto. Mucho. Y que te da... miedo.

Intenta no reaccionar, lo sé, pero no le sale. Porque se le abre la boca involuntariamente antes de recomponerse. Sus pupilas se mueven a todas partes y a ninguna y, finalmente, las deja clavadas en la pared a mi espalda.

—Pues es mentira.

—También me dijiste que me mentías todo el tiempo, y eso que acabas de soltar es una mentira.

—Es una verdad.

—Una mentira —insisto, y me acerco un poco más a ella. Se empieza a poner nerviosa.

—Flipas, kamikaze.

—¿Flipo?

—Pues claro que flipas.

Es lo que quería escuchar. Sabía que no iba a oír ninguna confirmación salir de sus labios, pero el «flipas» es lo más parecido a una que va a decirme jamás. Por eso, como lo ha dicho dos veces, me lanzo a sus labios y sé que hago bien porque no me rechaza. Me sigue. Incluso aunque vaya tan lento como ayer, incluso aunque intente arrebatarle cada gota de aire para que me confirme que está tan jodida como yo, me deja hacerlo. Y eso no hace más que confirmarme que llevo razón: le gusto. Tengo que hacerlo si ella tiene la misma necesidad que yo por sentirla tan profundamente. No a nivel sexual sino... de otro modo. Porque este beso no es como los besos que nos dábamos al conocernos, y creo que ella lo sabe tan bien como yo.

Aunque cuando nos quedamos sin aire y le agarro de los muslos para subirla encima de mi cuerpo y besarla más tranquilamente, no puedo decir que el fin de este beso no vaya a ser el de siempre.

Todavía estoy resollando cuando Rino vuelve a unir nuestros labios con delicadeza. Cuando saca su lengua con cuidado para chocarla con la mía. Cuando la mía se activa y empieza a enredarse en la suya, a recorrer todo su interior. No estoy lo suficientemente pegado a ella, ni todo lo dentro de su boca que quiero. Nunca es bastante con Rino, y por como ella tironea de mi pelo, para ella tampoco lo es. Yo solo puedo canalizar lo que siento apretando más sus muslos desnudos, y sé que eso le afecta cuando empieza a mover sus caderas... sobre mi paquete, claro.

No sé si es porque estoy muy pillado, muy desesperado o simplemente que quiero decirle todo lo que no me atrevo a decirle con mis movimientos, pero no la hago sufrir ni un poco. Cuelo mi mano derecha entre nuestros cuerpos hasta que doy con su coño y, una vez ahí, me meto entre sus bragas y empiezo a estimularla. Su boca se vuelve mucho más torpe, como cada vez que la masturbo, pero la mía no la deja ir ni un momento. Me estoy volviendo loco.

Noto palpitar el clítoris de Rino contra mis dedos después de unos segundos moviendo mis yemas en círculos, y creo que es la señal para bajar a su vagina y... joder... Vuelve a estar receptiva de narices. Está tan mojada y tan dilatada que se me escapa un gemido a la vez que mis labios acogen el suyo.

—K-kamikaze...

—¿Quieres que pare? Si estás mareada... —pregunto falto de aire. Deseo con toda mi alma que me diga que no, que está mucho mejor y quiere que siga, y aunque sigo metiendo y sacando mi dedo de su interior, lo hago más despacio. Eso es suficiente para que ella reaccione y me susurre lo que quería escuchar.

—N-no... Sigue...

Gruño al escucharla tan desesperada y, buscando incrementar su placer, meto otro dedo. Los suyos estiran de mi pelo hacia atrás cuando lo hago, mientras un gemido se precipita desde lo más profundo de su ser hasta mis labios. Que no separe su boca de ahí, por favor: acabo de descubrir que me pone escucharla gemir contra mi boca. Poder lamerle los labios cada vez que lo hace, como si así pudiese retener ese sonido para siempre en mi cerebro.

—M-métemela... ya... —suplica. He empezado a penetrarla más rápido, arqueando mis falanges en su interior para que gima más alto, pero supongo que no es suficiente. Y mi polla avala su petición, porque no para de retorcerse en mi bóxer. Pero no, no es lo que quiero hacer. O sea, sí, pero... no.

—Todavía no.

Meto otro dedo y los de Rino se tensan en mi pelo. Con tres está mucho más cerrada, pero también gime mucho más alto cuando los empiezo a arquear, y eso me encanta.

Me voy a correr sin que me toque, fantástico.

—Joder... k-kamikaze... uff...

—¿Te gusta...? —pregunto agitadísimo. Mi polla después de esa simple frase sin sentido está a punto de meterse ella solita por su cuenta en el coño de Rino.

«Venga, puedes controlarte, Jungkook. Lo primero es lo primero».

—M-mucho... Más...

—¿Más qué? —pregunto, intentando ahondar un poco más en su interior, y por como gime, parece que es eso lo que quería—. ¿Eso? Levanta un poco el culo... así, las rodillas en la cama... Así, así... ¿Mejor?

—Joder... sí... sí...Sísísí... Voy a...

—Hazlo, Rino. Te estoy... esperando.

Se lo dije una vez, y es verdad: parece que le cuesta un montón llegar al orgasmo. Y creo que ahora sé por qué es. No es porque no tenga facilidad, esté poco excitada ni nada de eso. Es porque se resiste. Y me cuadra tanto con su personalidad, con como es conmigo en general, que no puedo evitar sonreír cuando deja caer su cabeza sobre mi hombro. Tiene el mentón apoyado ahí y, como está cerca de mi oído, puedo escuchar perfectamente sus gemidos, sus resuellos y... como lucha por aguantar un poco más. Por eso giro un poco la cabeza y, como creo que eso también le gustó, empiezo a lamer su oreja. Y doy en el clavo, porque con un grito ahogado, sus paredes aprietan mis dedos y la siento correrse. Creo que se acaba de convertir en mi sensación favorita.

La respiración de Rino intenta acompasarse cuando saco los dedos de su interior y, cuando alza la cabeza del hueco de mi cuello para mirarme, los llevo a mis labios y los lamo. Supongo que no se lo esperaba, porque se queda con la boca abierta. Eso es bueno.

—¿Estás bien? —pregunto, pero ella no responde nada. Sigue mirándome a los ojos—. ¿Estás mareada o algo? ¿Te encuentras mal? ¿Puedes...?

—Métemela —vuelve a pedirme. Lo hace mirándome a los ojos, y creo que ve en los míos que nada me gustaría más y aun así... aun así lo dice—. Quiero sentirte.

—¿No lo has hecho ya? —pregunto, llevando mi mano a su pelo para soltarle la coleta que le he hecho antes. Y cuando lo hago (quedándome de nuevo con la goma), cae en cascada a los lados de su cara, pero eso no me impide ver que está roja y que sigue mirándome a los ojos.

—Kamikaze... —parece que por un momento me va a regañar, pero luego se ríe y... asiente. Sus gemidos me encantan, pero su risa... me la pondría de alarma para despertarme cada día con ella—. Sí, vaya si te he sentido. Pero quiero... quiero...

—Dímelo, Rino.

—Quiero verte disfrutar a ti también.

El corazón vuelve a irme tan rápido que me da miedo que me dé un infarto aquí mismo. Palpita más que mi polla, y ya es decir. Y Rino no parece ser consciente, aunque su pecho todavía esté rozando con el mío y su cara a centímetros de la mía.

—Mmmm... ¿entonces vas a cumplir una de mis fantasías?

—Ah, ¿tienes? —la miro alzando una ceja y pone su típica cara de fastidio: ojos en blanco, labios entreabiertos...—. Claro que tienes.

—¿Tú no? —pregunto, ahora con verdadera curiosidad. Porque sí, puede que me esté muriendo por enterrarme en ella, pero me gusta mucho que hablemos así, tan... despreocupados Y Rino después de un buen orgasmo siempre está así, como si fuese más feliz.

—No —me miente.

—Vaya, eso es que sí... ¿Te mueres tanto por montarme como yo porque me montes?

¿Llevo queriendo que lo haga desde... siempre? Sí. Pero hoy... hoy especialmente. Quiero que sea ella la que lleve el control. Pero Rino parece asustada cuando se lo digo.

—No sé hacer eso.

—Ya. Y cuando te conocí no sabías follar y ahora lo haces de maraviiiilla. —Consigo que se ría cuando lo digo, aunque también parece avergonzada. Me encanta—. Te ayudo, pero, por favor.... móntame.

—Vale...

—¿Vale? —pregunto emocionado. Tanto, que me incorporo aun con ella entre mis brazos. Como tenía las rodillas apoyadas en el colchón, solo levanto la parte superior de su cuerpo, pero como no quiero que se aleje, la mantengo encerrada, apretándola contra mi cuerpo.

—Sí, vale —vuelve a poner los ojos en blanco y yo me río, le doy un beso muy corto en los labios y... se aleja—. Condón.

—Ya, ya voy...

—No, voy yo —dice, dejándome de piedra cuando, aprovechando que he aflojado el agarre, se inclina ella hasta mi mesilla. Y como debe saber dónde los guardo y que siempre le digo que los abra por mí... directamente lo hace.

—¿También me lo vas a poner tú?

—¿Puedo? —asiento tan deprisa que veo cómo reprime una sonrisa mientras abre el paquetito—. ¿Es otra de tus fantasías o qué?

—No lo había pensado hasta que lo has dicho, pero puede ser, porque casi me corro.

—Iba a decir que eres un exagerado, pero... ¿Te la vas a sacar?

—Claro, claro, voy.

¿Estoy un poco nervioso de repente? Pues sí. Pero es que cuando Rino se echa hacia atrás un poco para que me pueda bajar el bóxer lo justo para sacar mi polla (que a estas alturas está como una piedra), y veo cómo la mira antes de llevar su mano... me da miedo de verdad no correrme solo con su toque. Porque verla tan decidida me pone mil veces más que cualquier otra cosa, y es así como está cuando rodea mi polla con su mano y la sube y baja dos veces. Ni siquiera puedo reprimir el gemido que me sale al final de la segunda, pero como hace que Rino vuelva a mirarme a la cara, me da igual.

—¿Paro? Es que sé que siempre lo haces antes de...

Lo pregunta, pero parece que es una afirmación, porque su movimiento se detiene, aunque sigo sintiendo su palma caliente alrededor de mi polla.

—No suelo estar tan duro como ahora, Rino. Pónmelo ya.

No sé si se compadece de mí porque está más receptiva o porque me ve sufrir de verdad, pero me hace caso. Y de repente, parece que mi polla es una especie de experimento de ciencias y ella una estudiante modelo, porque se esfuerza más de lo que debería en colocarme el látex (más de lo que se estaba esforzando en masturbarme). Lo va bajando con tanta delicadeza que se me escapan un par de gemidos y, cuando finalmente lo tengo completamente ajustado, me mira, como preguntándome si lo ha hecho bien.

—¿Así?

—Está perfecto —respondo agarrando su nuca con mi mano—. Ven aquí...

Nuestros labios chocan con fuerza, pero la fuerza de ese impacto no tiene nada que ver con la delicadeza con la que nos recorremos... hasta que nos quedamos sin aire.

—¿Cómo...lo hago? —pregunta sin mirarme, porque nuestros labios siguen rozándose.

—Ponte sobre tus rodillas. E incorpórate un poco... así, eso es... —Bajo mi mirada hasta la unión de nuestros cuerpos y, con la mano que no reposa tras su cabeza, dirijo mi pene para colocarlo en su entrada. Pero antes, aparto sus bragas a un lado para que pueda hacerlo. No quiero perder el tiempo quitándoselas—. Ahora tienes que colocarte tú y... bajar... Despacio, al ritmo que tú quieras, ¿vale?

—Vale —responde nerviosa. Lo sé porque sus manos se aprietan con mucha fuerza sobre mis hombros, porque ha dejado de estar tan despreocupada como antes y porque suelta el aire despacio, entre sus labios juntos, cuando finalmente coloca mi punta en su entrada. Me muero por besarla cuando lo hace, pero me contengo, porque sé que necesita tiempo. Aunque cuando contengo la respiración por lo tensa que la noto a mi alrededor, me pregunto si he acertado.

—¿Te beso? —susurro contra su nariz, porque sigue alzada y no me está mirando en absoluto. Solo mira nuestra unión mientras va bajando poco a poco. Tanto que para mí es una tortura; una que recibo con gusto, eso sí.

—No hace falta. Sé que estoy tensa, así que no digas nada...

—Tranquila... —Suelto su nuca y llevo mis dos manos a su espalda. Casi como cuando estaba acariciándola mientras vomitaba. Todavía lleva mi camiseta puesta, pero me da igual; solo quiero sentirla—. ¿De qué tienes miedo?

Sus ojos chocan con los míos. Y me da igual que tenga mi polla a medio enterrar en ella. Me da igual porque solo quiero... que me lo diga. Por qué tiene miedo a sentir esto y por qué parece tan aterrada de repente. Aunque supongo que no lo hará.

—De hacerlo mal —confiesa. Sé que es verdad, porque suena a real, pero tampoco sé a qué se refiere con eso.

—Lo vas a hacer... genial —murmuro, porque ha avanzado un poco más. Intento llevar una de mis manos a su cara para acariciar su mejilla, y me sorprende ver que va a mi encuentro cuando lo hago—. Follas muy bien, Rino. Ya te lo he dicho antes...

—No tengo experiencia —sigue. Todavía me mira a los ojos, y que lo haga mientras baja cada vez más, me está complicando mucho prestarle toda la atención que quiero; voy a explotar antes de lo que me gustaría.

—Sí que la tienes. ¿O las veces que hemos follado... no cuentan? Uff... no te muevas, un segundito.

Cierro los ojos, porque se la ha metido entera, hasta el fondo. Y es demasiado. En esta posición me noto mucho más hondo, y para qué voy a engañarme: siempre me ha gustado que me monten, con Rino no iba a ser la excepción. Puede que incluso me ponga más todavía tenerla encima, porque es ella, parece que no tiene ni puta idea y, aun así, me vuelve más loco que cualquiera. Quizá por eso tenía tantas ganas de que lo hiciera.

—Me has follado tú más a mí, que yo a ti —susurra muy bajito, como si le diese vergüenza admitirlo. Seguro que lleva un rato pensándolo, por eso estaba tan nerviosa. Así que me fuerzo a abrir los ojos y llevo mi otra mano a su mejilla, acunando su cara. Sus mofletes sobresalen un poco por la postura y eso la hace estar todavía más guapa.

—Hemos follado, los dos juntos —le explico—. Y eres la tía con la que más disfruto haciéndolo, ¿vale?

—Te faltan muchas tías por conocer, kamikaze. —Sé que está mucho más tranquila, porque ya la noto mucho más receptiva a mi alrededor, pero también sé que está camuflando con su indiferencia que mis palabras no le han afectado, porque se ha puesto roja.

—No me hace falta conocer a más, Rino —admito—. Porque tú eres la mejor.

—No digas...

—¿Por qué crees que me corro tan pronto? Es por ti, idiota —le confieso—. Te dije que follaba muy bien, pero tú me complicas las cosas... un montón... Joder... ¿no decías que no sabías?

—Y no... sé... Uff...

Se ha empezado a mover por cuenta propia. Ni ha preguntado ni nada, simplemente está apoyándose en mi cuerpo para sacarla y meterla de su coño caliente, y eso es suficiente para que yo me vuelva completamente loco. Por eso abandono su cara y rodeo su cintura con mis brazos. Quiero que esté más cerca y quiero besarla, así que me lanzo a sus labios. Mucho más torpe que antes, igual que ella, que tampoco me sigue con mucha destreza. Pero a los dos nos importa bien poco, porque lo que estamos sintiendo... es increíble. Bueno, no sé si será igual para ella o...

—¿Te... gusta?

—S-sí...

—Pues fóllame más fuerte, Rino.... —susurro contra su oído, y eso parece encenderla más de la cuenta, porque la siguiente vez que me hundo en ella tengo que cerrar los ojos—. Así, joder... así... ¿Tú...?

—¿Lo hago... bien?

—Tanto que... me voy a correr...

—Aguanta un poco... imbécil...

Si cree que con eso va a retrasar mi orgasmo, lo lleva claro. Porque sí, también me pone un huevo que me insulte, así que gruño contra sus labios y le muerdo el inferior. Rino gime y baja con tanta fuerza que no me queda otra que imitarla con un sonido agudísimo, porque mi polla está palpitando como una loca. Y su coño también, porque lo siento, y eso... me está desesperando.

—Haz... círculos, Rino... Así, así... joder... Si lo haces así de fuerte...

—N-no voy a... llegar.

—Claro que vas a... llegar... Joder....

No pienso correrme sin que lo haga ella antes. Así que intento aguantar... y encenderla más a ella, lo que es bastante contradictorio y complicado. Por eso intento comerle la boca con ganas mientras sigue montándome al ritmo que ella quiere, pero cuando nuestras lenguas se encuentran, vuelven a ser suaves, tranquilas... Y el polvo se ralentiza. Rino va más lento mientras sus labios y los míos se acarician. Mientras sus manos abandonan mis hombros para enterrarse en los pelos de mi cogote. Yo la sigo, todo lo que ella pide. Porque estoy enamorado hasta las trancas de ella y esto es lo más parecido a hacer el amor que hemos hecho nunca. Así es como siempre me lo imaginé, al menos. Siempre pensé que la diferencia era esta: sentir como mi corazón se sale de mi pecho no por el placer, sino por lo que siento al besarla. Por lo que siento por ella. Siempre pensé que daba igual que no estuviésemos yendo todo lo rápido que mi polla pide, porque sentiría más placer incluso que si la estuviese follando rápido y duro.

Y todo lo que siempre pensé que sentiría la primera vez que hiciera el amor con alguien, lo estoy sintiendo con ella. Con cada tortuosa bajada que me hace enterrarme hasta en lo más profundo de ella. Con cada roce de lenguas, con cada gemido compartido.

Cuando levanto un poco mi pelvis en medio de una de sus bajadas, no lo hago porque quiera correrme ya, sino porque quiero volver a estar pegado a ella. Aunque eso nos deja tan cerca del borde que Rino prácticamente chilla. Yo intento acallarla con mis labios, de los que sale un gemido torturado porque no puedo más, pero a la vez quiero más, mucho más.

Mi polla está claro que no aguanta más la tensión, y su coño tampoco, porque noto sus paredes contraerse con tanta fuerza que sé que ya está llegando. Solo necesito levantar la pelvis otra vez para conseguir que estallemos y, cuando lo hago, me aseguro de estar besándola, porque me encanta hacerlo cada vez que se corre. Y aunque es el peor beso que nos hemos dado jamás, el orgasmo que tenemos mientras, para mí, es el mejor de toda mi puta vida. Es perfecto. Nos corremos a la vez y nuestros gritos se entremezclan haciendo una sinfonía preciosa. Siento nuestros latidos completamente desacompasados, pero, a la vez, unidos por lo que acaba de pasar, y cuando empezamos a recuperar el aire, solo lo hacemos para arrebatárnoslo otra vez con un beso. Lento, un reflejo de la calma que sentimos. Pero debajo de esa tranquilidad, yo siento mi corazón latir a toda hostia, como si acabase de enfrentarme a la carrera más importante de mi vida. Aunque bueno, enamorarse de Rino es algo así: la carrera más difícil y con más obstáculos del mundo. Pero cada segundo merece la pena. Incluso si pierdo.

----

¡Hola!

Otra vez vengo con un capítulo largo de remate (8.300 palabras), pero como veréis pasan muuuchas cosas que espero que os hayan gustado.

En el capítulo de la semana pasada la Wonnie la lió un poco pero, como veis, no hay por mal que por bien no venga porque como resultado del comportamiento de la hermana de la Rino tenéis este capítulo que es muuuy importante para lo que se viene. ¿Qué creéis que pasará a continuación con estos dos? ¿Creéis que la Rino será sincera con el kamikaze? ¿Y qué pasará con Namjoon? Bueno no se me ocurre nada más, pero cualquier teoría loca, descabellada o comentario ya sabéis que podéis dejarlo para que lo lea.

Y como he sido una pesada de remate con un capítulo tan largo, me despido ya. Si veis alguna falta de ortografía o algo just let me know. La última parte la he corregido un poco a lo loco y soy terrible con los laísmos.

¡Hasta el lunes que viene!

Os leo <3

Continue Reading

You'll Also Like

91.6K 7.9K 18
"¿Qué precio le pones a tus fantasías, nena?" Kim Ella se dejó llevar por la curiosidad, una joven estudiante de psicología cuya vida sexual es nula...
98.2K 12K 13
La dulce Son MinSi ha sido hechizada por la belleza natural del joven Jeon JungKook quien es su compañero de clase. Es algo extraño que una bruja apr...
386K 26.2K 17
Una historia de jóvenes siendo políticamente incorrectos. #SagaTemptations -2-
169K 9.5K 41
Tn phantomhive hija de Ciel phantomhive y Lizzy Moddfory Tn hace 200 años era una condesa muy hermosa hasta que murio su madre quedando con su padre...