La Sombra del Reloj: Un Oscur...

By Mariano_San_Miguel

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(Primera entrega) El Ministerio del Tiempo es un ente regulador de la continuidad del Tiempo y Espacio. Los... More

Capítulo I: Antes del Viaje
Capítulo III: Reencuentro
Capítulo IV: Melisa
Capítulo V: Una llamada inesperada
Capítulo VI: Compañera de viaje
Capítulo VII: Oscura Ternura
Capítulo VIII: De Regreso
Capítulo IX: Presente, Pasado y Futuro
Capítulo X (Final): Punto de encuentro
Segunda parte

Capítulo II: Cartas

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By Mariano_San_Miguel


II: "Cartas"

Día 27 de Noviembre. 19:47 Hs. Este era mi gran día, el día más esperado, el día de mi partida ¿Qué podría hacer? Sólo faltaban horas, éste era un viaje cansador y por sobre todo incómodo ya que debería viajar sentado en un tren que tardaría más de catorce horas en llegar a destino. El taxi llegó a casa, la maleta estaban en la puesta esperando ser llevadas a la cajuela del coche, mis nervios tomaban el control, sabiendo que estaría un largo tiempo fuera de casa. Me despedí de todos los que estaban allí, subí el equipaje, y me dirigí a la estación de trenes. Por el espejo retrovisor pude ver como el auto de Charlotte llegaba a casa. Ella bajó, se paró junto a la puerta del conductor y se quedó mirando como el taxi se alejaba de mi ahora antigua casa. Mi corazón se partió en mil pedazos al verla parada allí, con sus manos en sus bolsillos sin despegar la vista del vehículo. El recorrer de las calles alejaba cada vez más nuestras miradas hasta perderse en el pasado.

Mi cabeza estaba a mil por hora. Pensaba en mi familia, en mis amigos, en los ridículos pero curiosos sueños, en lo que podría encontrar en mi destino, en lo que podría pasar más adelante cuando concrete mi sueño. Eso me mantuvo ocupado hasta llegar a la estación. Una de las tranquilidades que tenía en ese momento era el saber que Charlotte se encontraba en casa de mis padres, reclamando la caja que le había dejado preparada con anterioridad. Entre las cosas que se encontraban dentro, una carta es lo que le dejé.

"27 de Noviembre del 2004

Mí querida Charlotte:

Te escribo estas últimas líneas antes de mi viaje, pero no las últimas en la vida, sé que no estamos acostumbrados a mirar a la cara a nuestros seres queridos y decirles cuánto valen para nosotros. Es inevitable sentir tristeza cuando una persona tan querida se aleja, sentir ese vacío y pensar que hay un momento en el día que no vamos a saber qué hacer. Las cosas que pasamos juntos realmente tienen demasiado valor, y en mi cabeza van a estar cada una de ellas, para tomar el valor que necesito para enfrentar mis miedos sabiendo que cuando regrese tendré a personas como tú esperando por las buenas noticias. Nunca olvides que el cielo es solamente una barrera, cruzarla es decisión tuya, los sueños están hechos para cumplirse, y así como el mío está en proceso, sé que el tuyo tomara su forma en cualquier momento.

En esta caja, dejo no solo recuerdos, sino también un encargue especial. Dentro de un sobre de color café, encontrarás una llave. Necesito que la lleves contigo, que la cuides como si el mundo dependiera de ello. Es algo importante, las respuestas que te surjan en base a esto las responderé cuando esté de regreso no te preocupes. Espero volver pronto, por lo menos en algún receso. Desde este momento empiezo a extrañar, no pierdas la chispa que tanto me gusta de ti. Busca la felicidad.

Adriel"

Mis pensamientos aceleraron la llegada a la estación. No tardé mucho en bajar mi equipaje del taxi. La espera del tren fue serena, veía a la gente pasar mientras el tiempo corría. Cuando se anunció la llegada del tren, me preparé para lo que sería el gran viaje de mi vida. Mi maleta estaba en mis manos y la mochila que traía colgada en mi hombro izquierdo, esperando subir con las demás personas que abordarían el tren conmigo.

Traté de visualizar el asiento donde me ubicaría para viajar. Ventanilla siempre me dejó tranquilo, podía ver las estrellas mientras escuchaba música y esas cosas me ayudaban a descansar en armonía.

Una vez arriba del tren y en marcha, no podía dejar de pensar en las cosas que podría hacer en el lugar donde pasaría una buena parte de mi vida, pero por otro lado las que dejaría de hacer en mi ciudad. Por la ventana observaba como los árboles se perdían en una sola línea de color verde por la velocidad en la que viajábamos. Mis ojos comenzaron a reclamarme el descanso que no tuvieron el día anterior, de a poco se cerraban esperando relajarse hasta perder la consciencia en algún tipo de enredado sueño.

Una silueta danzaba en medio de la oscuridad, sus manos bailaban con la delicadeza con las que fueron creadas, el cabello se agitaba por cada movimiento que realizaba. Poco a poco fue tomando claridad, sus ojos azules fue lo primero que pude reconocer, su pelo negro me hacía recordar a alguien, ese cabello liso, de fácil llevar por el soplido del viento. Sus facciones bien definidas resaltaban su belleza imponente. La luz tomó su lugar en este sueño. Gran sorpresa la mía al ver que la mujer a la que estaba mirando danzar, era la misma chica de aquel bosque. Sin despertarme intenté acercarme a ella con cuidado. La muchacha extendió su mano hacia mí, y con un dulce timbre de voz mencionó mi nombre, mirándome fijamente esperando la respuesta al llamado. Ella repitió lo dicho anteriormente con un dulce sonido, una voz que me hacía perder en la locura del sueño, dejándome llevar por el momento, separando las dudas para prestarle atención a su delicado danzar. Ella tomó mis manos y lentamente sin cambiar su angelical expresión me abrazo suavemente, rodeando con sus brazos mi cuello hasta sostenerme con fuerza transmitiéndome un cariño tan grande que me llenaba el corazón de solo sentirla. Acercó su carnosa boca hacia mi oído, y susurró una palabra que me fue difícil de interpretar. Hasta que finalmente la oí. "Ayúdame".

Mis ojos se abrieron sin pedirme permiso al escuchar ese pedido de auxilio, mi corazón se aceleró del susto. Miré por la ventana y la noche ya había tomado su lugar en el cielo. No podía esperar a responder semejantes incógnitas ¿Por qué? ¿Por qué se presenta en mis sueños? No podía sacarme de la cabeza a esa muchacha tan misteriosa. Asustaba el hecho de saber que realmente existía y que se encontraba en mi búsqueda. No podía entender por qué ésta chica no me transmitía desconfianza, la sensación de conocerla en algún momento pasado de mi vida estaba latente. Pero ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Por qué?

Mirar danzar a las estrellas calmó un poco mi sed de respuestas, muchas cosas no podía describir mientras viajaba. La soledad abrazaba mi espalda a medida que los kilómetros se recorrían y el silencio en mi cabeza jugaba al martirio mientras los inmensos árboles correteaban a la velocidad del tren. La calma se apoderaba de mis sentidos, y pude disfrutar de una digna función de una luna tan brillante como reflejo de la luz sobre el cristal de una copa vacía. Tomé mi abrigo para tapar mis hombros, algo de frio entraba por las pequeñas aberturas de las ventanas. Un repentino dolor de cabeza comenzó a fastidiar mi calma. Apretando los ojos fuertemente por cada minuto que pasaba, seguí mirando la nada de a noche.

Una figura animal se distinguía a lo lejos, no pude identificarlo, pero podía notar sus cuatro patas, levantando su cabeza sostenida por su largo cuello, dirigió su mirada hacia mi lugar. Me sorprendió que pudiera notarme a tan pronunciada distancia. Sus ojos tenían el particular color de la sangre, una sensación de aprensión consumió mi tranquilidad. El oscuro animal comenzó a correr en dirección al tren. Me asusté al verlo correr con tanta velocidad. Por dentro me gritaba a mí mismo "¡va a chocar, va a chocar!" pero sin poder decir una palabra miraba como se acercaba cada vez más rápido. Comencé a enderezarme para estar preparado por cualquier eventualidad, apretando bien fuerte el asiento donde me encontraba sentado para sostenerme y liberar tensión. El impacto del animal sobre mi ventilla me tiró sobre el suelo del pasillo, un fuerte estruendo hizo que el vidrio de la ventana se rompiera en mil pedazos. Mi abrigo salió despedido metros más allá de mi lugar de aterrizaje, mis rodillas fueron raspadas por la violenta caída. El tren tembló por un instante, apreté lo más que pude mis ojos por instinto, hasta que la calma retomó su lugar.

22:03 hs. Una persona tomó mi hombro y preocupada me habló.

Joven: - Disculpe ¿Se encuentra bien? Lo noto un poco pálido.

Adriel: - ¡El vidrio, el animal se estrello!

Joven: - ¿Qué animal?

Adriel: - El que venía corriendo, embistió el tren, los vidrios saltaron y yo me caí al suelo.

Joven: - ¿Qué vidrios señor?

Adriel: - El de mi ventana, no lo ve...

Miré para el lado de la ventanilla, y pude observar que se encontraba intacta. Me encontraba sentado en mismo lugar, con mi abrigo en mis hombros cubriéndome del frío que ingresaba por las pequeñas aberturas del vidrio.

Adriel: - No es nada, discúlpame, debió haber sido un sueño.

Joven: - Suele pasar no se haga problema. Tome, esto se le cayó de su abrigo.

El joven me entregó un sobre marrón, similar al que había usado para Charlotte.

Adriel: - Muchas gracias. Y mil disculpas si te asusté.

Joven: - No, por favor, discúlpeme usted por despertarlo.

El muchacho se retiró con una sonrisa cumplidora. No recordaba haber dejado ningún sobre dentro de mi abrigo. Era imposible haber olvidado de entregar una de mis cartas de despedida, todas estaban con sus respectivos destinatarios. Sin perder tiempo abrí el sobre. Me sorprendí demasiado a quién estaba dirigida la carta.

"Adriel:

Sé que en estos momentos te encuentras en una inmensa nube de preguntas que tal vez más adelante te pueda responder. Por el momento necesito que nos encontremos cuando hayas llegado, búscame en Avenida Woodingston 589 allí podemos hablar mejor. Este es el medio más seguro para poder brindar esta clase de información. No te preocupes por el hospedaje, en esa dirección te puedes quedar. En estos momentos ningún lugar es seguro. Sabrás reconocerme, no es fácil olvidar a alguien que conoces desde hace mucho tiempo. Necesitamos que recuerdes parte de tu pasado. Espero que no sea tarde para reparar el daño causado. Nos veremos pronto.

Melisa. "

Melisa. Jamás había conocido a una Melisa. No tenía idea de lo que estaba ocurriendo, esto estaba destruyendo mi cabeza, tantos sucesos que no podía explicar, tantas preguntas sin respuestas, tantas incógnitas. Miré a mí alrededor, todos en el tren preparaban sus cosas para descender. Estábamos a punto de llegar, ya casi. Me quedé unos minutos esperando que la manada de personas bajara del tren, no me gusta salir apretado por la muchedumbre desesperada por salir. Manteniendo mi calma, por más extrañas situaciones ocurridas, caminé hacia la puerta de salida. Cruzando la abertura de acero, un hombre con sobre todo marrón, con parches en sus codos y aspecto de vagabundo, por su desprolija barba y pelo corto despeinado, me miraba fijo a metros de distancia frente a la puerta de salida.

Lo miré por dos segundos. Él me observaba seriamente, comencé a caminar por la calle que me llevaba al centro de la cuidad. Los pasos por detrás se hicieron sentir. Volteé disimuladamente, allí estaba el sospechoso varón, siguiéndome como esperando la oportunidad para abalanzarse sobre mí, y llevarse hasta las cosas que no tenía. Empecé a caminar más y más rápido, el sujeto sostenía el mismo ritmo que yo cuando intentaba perderlo, doblé en la esquina para despistarlo y entré en un negocio. Pude ver por la vidriera que el hombre siguió de largo desconcertado al no encontrarme.

23:42 hs. Esperé unos minutos mientras miraba toda clase de artículos antiguos. Se trataba de una casa de antigüedades. Muchos libros de aspecto viejos sobre una enorme estantería, pequeñas esculturas picadas por el tiempo, monedas que ya habían dejado de circular hacía más de doscientos años, colgantes con una especie de inscripciones raras, entre muchas otras cosas de gran asombro.

Comerciante: - Si Señor ¿En qué puedo servirle?

Adriel: - Disculpe, sólo pasaba a mirar si no le molesta. No sabía que se encontraba este local por aquí.

Comerciante: - Hace bastantes años que abrimos nuestras puertas al público, costó un poco de trabajo recolectar cada una de estas reliquias

Adriel: - Me imagino lo que habrá costado.

Comerciante: - ¿Te he visto en algún lado?

Adriel: - No creo, es la primera vez que vengo por este lugar.

Comerciante: - ¿Cómo es tu nombre muchacho?

Adriel: - Me llamo Adriel señor.

Comerciante: - Adriel. Me parece que hay algo para ti. Creo saber por qué te me haces tan familiar. Un hombre, hace un tiempo atrás, dejó esto para ti. Te pareces mucho a él, podría decir que hasta parecen hermanos.

Adriel: - ¿Hermano? No tengo hermanos.

Comerciante: - Pero eres Adriel

El dueño de la casa de antigüedades tomó una pequeña escalera, subió al tercer escalón para recoger un libro, y bajó con él en sus manos. Lo sopló para liberarlo del polvillo que lo apresaba. Lo sostuvo con muchísimo cuidado y con el amor que un libro tan antiguo se merece. Me miró fijo y me lo entregó.

Adriel: - Pero yo no traigo dinero.

Comerciante: - No te lo estoy cobrando, es tuyo. Lo dejaron aquí porque les pareció el lugar más apropiado para que permanezca seguro.

Tomé el libro con un poco de curiosidad. Las páginas amarillas y maltratadas por el tiempo, hacían evidenciar su vieja edad. No se trataba de un libro cualquiera. Éste no poseía título, su tapa contenía una especie de símbolo. Lo único que pude reconocer fue un reloj que se encontraba en el centro. No pude abrirlo para poder ojear aunque sea la primera hoja, estaba asegurado con una especie de traba, una pequeña abertura avisaba que solamente con la llave correcta se podría explorar su interior. Cuando lo levante con mis dos manos para ver el material de la cerradura, se deslizó una carta que se encontraba dentro, entre medio de las páginas. La levanté del suelo y la abrí. Gran sorpresa me llevé al ver que estaba escrita por una letra demasiado familiar.

"Al abrir este libro encontrarás muchas respuestas a las preguntas que hoy viajan por tu cabeza. Tal vez en este momento no te sirva para comenzar, pero lo necesitarás para poder entender lo que se avecina.

Utiliza esto con sabiduría, las cosas que están por venir son un poco complejas para que una persona normal las pueda entender.

No te sorprendas por la letra, es así como piensas. Somos la misma persona, ya lo entenderás...

Adriel"

Mis ojos demostraban asombro. Esto que estaba pasando parecía más una historia de ciencia ficción, o alguna broma para esos programas de televisión. El dueño del negocio me miraba fijo.

Comerciante: - Aparentemente sí era para ti. Tienes cara de sorprendido. Llévalo, es todo tuyo.

Mi cuerpo no me dejó reaccionar, solamente lo pude mirar y mis piernas comenzaron a caminar hacia la puerta de salida. Anonadado por lo que estaba ocurriendo salí a la calle con el libro en mano. Miré para todos lados y lo guarde en mi mochila, tomé mi bolso y comencé a caminar buscando la dirección que me habían escrito en la carta del tren. La situación ya era demasiado extraña como para no ir a ese lugar ¿Qué más podría pasar? Ya estaba totalmente entregado a lo que sucediera.

La noche me escoltaba en mi búsqueda, la compañía de la luna me hacía sentir un poco mejor ya que su resplandor iluminaba el camino dejándome ver con claridad qué ocurría a mí alrededor. Llegando casi a la esquina, el misterioso personaje de la estación se cruzó frente a mí. Me asusté por el encuentro repentino. Se interpuso en mi camino.

Muchacho: - No me puedo equivocar. Tú eres Adriel.

Adriel: - Si... - respondí con miedo.

Muchacho: - Melisa me encargó entregarte esta carta y llevarte al lugar donde se encuentra. Toma, vamos, es por aquí.

El muchacho comenzó a caminar y yo, sin poder dejar pasar la situación, lo seguí. Mientras caminaba a la par del hombre abrí la carta.

"Las respuestas están por darse a conocer, espero no temas, Claude se ocupará de traerte conmigo, es una de las personas de confianza. Ya vamos a responder todo lo que podamos. Créeme que lo que busco, también son respuestas, muchas de ellas las vamos a poder encontrar juntos.

Melisa"

Adriel: - Es la misma letra de la carta anterior.

Miré al sujeto con curiosidad, sabía que la carta lo mencionaba a él.

Adriel: - ¿Tu nombre es Claude?

Claude: - Si ¿te lo dice en la carta?

Adriel: - Si ¿no la leíste?

Claude: - No, me encargaron entregártela y llevarte al lugar, nada más. Me limito a no meterme en asuntos en los que no me quiero involucrar. Sólo colaboro como favor a lo que hicieron por mí.

Adriel: - ¿Quiénes?

Claude: - No te lo puedo decir, no hasta que no hables con ella. De igual manera, no creo que nos volvamos a ver.

Adriel: - Tarde o temprano nos vamos a cruzar, así son las cosas de la vida, solo el tiempo sabe cuándo será el momento de hacerlo.

Claude: - Todo lo que te falta aprender sobre el tiempo. No es algo tan fácil de entender.

Me quedé callado por un momento, su voz parecía demasiado convencida de lo que estaba diciendo. El camino fue corto, un poco incómodo, pues no era muy comunicativo, realmente hacía lo que le habían pedido. Por unos largos diez minutos, caminamos en silencio hasta que me miró de reojo y dijo.

Claude: - No pareces ser tan importante. Me pregunto si realmente ella sabe lo que está haciendo.

Adriel: - ¿A qué te refieres?

Claude: - Aquí es. Espero no estar equivocado. Ella sabrá buscarme si las cosas no salen como ella quiere.

Woodingston 589, allí estábamos, el muchacho sin mirar siguió su camino hasta perderse en la calle por la distancia. Ya estaba parado frente a la puerta que figuraba en la carta que recibí en el tren. Alguna vez quise un poco de suspenso en mi vida, pero al experimentarlo, la sensación de no saber que podría encontrar detrás de una puerta me mataba. Apreté mis manos, mi lengua se encargaba de humedecer mis labios de un extremo a otro, respiré profundo, dejé escapar un pequeño suspiro y levanté mi brazo derecho para llamar a la puerta. Sin siquiera llegar a tocarla, ésta se abría lentamente. Una señora de cabello semi corto enrulado de color castaño claro atendió y regalándome una agradable sonrisa me saludo.

Señora: - Hola Adriel. Te estábamos esperando. Pasa.

Me quedé parado mirando como la señora seguía sonriendo, contenta por mi llegada. En silencio crucé la puerta y entré, ella sacó su cabeza hacia afuera mirando hacia ambos lados corroborando que nadie anduviera merodeando por los alrededores.

Señora: - Adelante, adelante. Al fondo del pasillo está el comedor, estamos todos allí. Ven te he preparado algo caliente.

Mi cara expresaba lo que sentía, curiosidad de laverdad pero un poco de inquietud. Notaba que debajo de esa sonrisa, se hallabaun poco de preocupación. Ella cerrólentamente la puerta de entrada mientras me miraba con un poco de alivio, porlo menos es lo que percibí.

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