Vecinas incontrolables | Supe...

By ChicadeOtroRollo

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Lena conoce a su nueva vecina, Kara. Desde el primer momento ambas chicas sabían que no se iban a llevar bien... More

Nota*
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Epílogo

Capítulo 36

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By ChicadeOtroRollo

Pasó una semana. La diseñadora Danvers cumplió su promesa, pero eso no significaba que tenía que ser mansa con la Luthor. Si podía fastidiar, lo haría sin dudar y le daba igual las contestaciones de la CEO, aunque llegaran a ser crueles.

Y, aunque Kara y Lena evitaban verse a toda costa, parecía que el destino quería todo lo contrario. La pelinegra hacía su trabajo desde casa por la remodelación, solo salía para lo que fuese necesario y salir era encontrarse a la rubia. Total, ya no temía saber si Kara estaba o no en National City, así que muchas veces se cruzaban por algún restaurante, cafetería o portal.

Lena le cerraba las puertas en las narices al igual que Kara no la esperaba cuando el ascensor cerraba sus puertas, viendo de lejos como Lena corría hecha una furia al notar las intenciones de la rubia. Claramente se habían declarado la guerra, aunque más que una guerra, era revivir los recuerdos.

Una vez llegaron a la vez a su casa y se desafiaron con la mirada, pero Kara poco a poco frunció el ceño. Lena arqueó las cejas, una hacia arriba y otra hacia abajo, mostrando su confusión. Kara fue la primera en abrir la puerta mientras la pelinegra gruñía. ¿Era una distracción para que ella entrara primero?

—Tienes algo en el pelo —le señaló Kara con el dedo y se acercó.

La pelinegra respiró hondo cuando la rubia acercó su mano. Parecía que la trataba igual que siempre. ¡Y qué igual cuando cogió solo un pelo y tiró de él! No le dio tiempo a reaccionar y, aunque Kara tenía la rodilla hecha una mierda, corrió y se adentró en su casa. Lena golpeó su puerta, furiosa ante aquello.

—¡Tenemos vecinos, cállate un poquito y continúa siendo una doña perfecta! —gritó Kara desde el otro lado y Lena dio el último golpe.

—¡Eres imposible! ¡Sigues siendo una cría bruta y salvaje, Kara Danvers! —fue lo último que dijo.

No toda esta semana se centraban en ellas, claro que no. La rubia le echó la bronca a su mejor amiga Nia cuando la pilló por banda, aunque no se lo tomó en cuenta, adivinando en que Lena le amenazó con rajarle el cuello si mencionaba algo de ella. La rubia suspiró y encogió de hombros. Tampoco iba a preguntar ni insistir y menos ahora. Tenía que pensar en ella o se volvería loca.

Por otro lado, Lena intentó no matar a Sam. Amaba a su mejor amiga, pero con este tema... Era delicado y sabía que lo hacía con todo el amor del mundo y con buenas intenciones, pero odiaba que se metieran en sus asuntos. Y más que se lo dijese a Clark. Y hablando de Clark...

Es con el único chico que se desahogó con toda la verdad. Y no porque fuera su novio, ni siquiera eran amigos en ese momento. Como bien dijo el apuesto hombre, trabajaba de barman. Lena se pilló uno de esos pedos que ni con pastillas se le quitaba la resaca. Lloró en la barra y el chico la consoló. Al día siguiente, avergonzada, fue directamente a pedirle disculpas, pero Clark solo lo aceptaría si la invitaba a cenar. Desde ahí, todo guay.

Nunca lo consideró su novio oficialmente. Lena estaba más ocupada con el trabajo que fijar una fecha con el encantador chico. Tampoco Clark se molestó por eso; es más, la comprendió. Ella es una CEO importante y él tiene un trabajo muy ocupado. Sabía que Lena le gustaba cuando la molestaba en llegar tardes a las citas o la pelinegra le invitaba a pasar la noche para dormir abrazados, y ahora, al ver que la mirada asesina también la tenía con la rubia, no se preocupó en absoluto.

.

Kara se encontraba yendo de un lado a otro después de una semana, pero la oficina de la CEO todavía no estaba acabada. Quedaban los últimos retoques y Lena se estaba desesperando. No tuvo más remedio que desplazar su reunión al despacho más grande que había en el edificio. Conversó animadamente y suspiró de alivio cuando notó que la otra persona no le importaba en absoluto el lugar; menos mal que era su amiga. A mitad de una conversación importante, la puerta sonó.

—Adelante —informó Lena con el ceño fruncido.

—Hola, perdón por interrumpir —Kara se asomó por la puerta y ambas empresarias miraron hacia la rubia—, pero es importante.

—Es importante... —susurró Lena con molestia.

No era la primera vez que lo hacía. La rubia se acercaba cada dos por tres a la pelinegra cuando pasaba por Luthor Corp y revisaba su oficina. Le hacía preguntas estúpidas sobre la decoración cuando tenía perfectamente un plano donde recalcaba todo. Si era una de esas, Lena pensó en que la mataría y escondería su cadáver por el edificio.

A pesar de eso, también había suspiros de alivio. Ambas temían en echarse gasolina mutuamente y lanzarse un mechero para ver el mundo arder, pero todo lo que sucedía era normal —normal entre ellas—. Gracias a Dios, no fue a peor. Realmente volvían a tener once años, regañándose una a la otra, vacilada tras fastidios y burlas por doquier. Como si no hubiera pasado nada, pero claramente había pasado una cosa: siete años.

—No serán más de cinco minutos, señora Luthor.

—Señorita —corrigió de nuevo apretando el bolígrafo de sus manos para no lanzárselo directamente a los ojos.

—No te preocupes, Lena. No me voy a mover de aquí. Además, no dejará sola a esta preciosidad con ese asunto importante, ¿verdad? —le dedicó una sonrisa y la rubia sonrió de inmediato, alagada.

—Hum... Me gustas —dijo Kara con descaro haciendo que la sonrisa de la morena se expandiera—. Es más amable que aquella de allí... ¿cómo se llama? —preguntó con una sonrisa traviesa y la chica estuvo dispuesta a contestar, pero la pelinegra se adelantó.

—Diana —interrumpió Lena levantándose de su asiento—, volveré en seguida.

—Diana... —respiró Kara como si oliese un humeante café—, nombre de Diosa —soltó sin más haciendo que la morena alzara las cejas con picardía—. Ahora que sé tu nombre, podré invitarte a cenar.

—Ni hablar —le cortó Lena, empujando su cuerpo hacia afuera y miró a la otra CEO—. Ahora vengo. Y no te fíes de Kara, es una diabla.

—Me encantan las chicas así... —gruñó sensualmente haciendo que Lena sacudiera la cabeza.

—Te aseguro que ésta directamente te manda al infierno —sentenció cerrando la puerta.

.

No se dirigieron la palabra hasta llegar a su oficina. Lena se sorprendió, pues estaba todo tal y cómo lo había deseado. Realmente Kara había hecho un buen trabajo junto las demás personas que ayudaron a que esto fuese posible. Arrugó la frente, no entendiendo el motivo de la llamada y qué era tan importante.

—¿Qué pasa? Lo veo todo bien —se sinceró Lena observando un lado a otro.

—Gracias Luthor, ya sé que estoy estupendamente. Es la única vez que me halagas desde que nos encontramos, ¿te das cuenta? —se burló Kara cogiendo el tablón de apoyo.

—He halagado tu trabajo, no a ti —replicó Lena cruzándose de brazos—. Además, mírate: estás en rollo hípster. Pelo lacio con flequillo y puntas blancas, gafas pasta, vaqueros pegados, camisa ancha suelta y botines. Te falta el sombrero.

—Y sin embargo piensas que estoy muy guapa... Más que antes incluso —puntualizó divertida y Lena negó con la cabeza volteando los ojos—. Bueno, pues tú vas en modo pija —contratacó molesta al ver que la ignoraba, mirándose e intentando que Lena no tuviera razón.

—¿Modo qué? —preguntó arrugando la frente.

—Modo presumida: pelo bien cuidado, maquillaje hasta las clavículas, pendientes y collares de plata y oro, camisa ajustada luciendo escote, americana en conjunto con la falda de tubo y tacones de aguja. Te faltaba el rosa, pero hiciste que lo cambiara —señaló Kara a su oficina.

—¿Y eso que tiene de pija? —preguntó rápidamente carraspeando un poco porque realmente tenía ganas de reír por la broma astuta de Kara.

—En que todo es de marca y te lo pones para lucirte. Quieres que todos te miren y digan "oh, quiero ser como ella" "no le llegaría ni a los talones" o "es la mujer más sexy del mundo".

—¿Piensas que soy sexy? —preguntó con burla haciendo que Kara asintiera—. ¿Por qué me da la sensación de que ahora viene otra frase para eliminar la anterior?

—No, realmente pienso que eres sexy. Lo que falla son las dos neuronas que tienes.

—Si es que sabía que te ibas a meter conmigo —suspiró Lena sacudiendo la cabeza y Kara sonrió con burla. Aquella sensación le ponía los pelos de puntas a ambas; parecía que todo estaba igual que antes. Kara agachó la cabeza y Lena la miró por encima del hombro—. Pero sabes que sigo ganando, ¿verdad? —vaciló segundos después haciendo que su vecina frunciera el ceño—. Porque está claro de que no tengo dos neuronas —sonrió victoriosamente mientras alzaba las manos, indicando en que tenía una empresa.

—Te he llamado para...

—Ajá, no tienes argumentos. ¡Tengo razón! —le cortó señalándole con el dedo con una sonrisa amplia—. No puedes contraatacar.

—Dos neuronas, cómo he dicho... —se burló haciendo que Lena bajara las manos y apartara la mirada avergonzada. Otra vez, la rubia, ganaba—. Quiero que me firmes esto —le extendió el tablón de apoyo y Lena lo miró con atención. Se dio cuenta de que estaban muy cerca, así que la pelinegra se apartó un poco haciendo que Kara rodara los ojos y señaló cada detalle—. Es el contrato indicando que todo está terminado. El cheque puedes dármelo a mi o directamente a la empresa, es decir, enviarle el dinero a tu madre. Claro que puedes descontar por no haberlo cumplido a tiempo. Y creo que eso es todo.

—Por fin me llamas para una cosa importante de verdad —se quejó Lena mientras sus manos iban para firmar las cosas, pero Kara alzó los papeles.

—Siempre te he llamado para cosas importantes. Quieras o no, mi trabajo es asegurarme de que todo esté en su sitio; ya sabes, el cliente debe estar satisfecho.

—Está bien, dámelo y acabemos de una vez —alzó las manos, pero Kara tenía una sonrisa icónica en los labios y no bajó los papeles, sino que los levantó aún más. Habían pasado los años y seguía sin llegar a pesar de llevar tacones—. ¡No empieces!

—No tengo culpa de que no hayas crecido, enana.

—No me llames así y déjate de tonterías —le pegó en la costilla con el codo y Kara puso los ojos en blanco, entregando los papeles. Lena observó que todo lo que decía la rubia era verdad y entre silencios, Kara tarareó.

—Realmente te había llamado para la alfombra y meterme contigo, pero quiero irme a casa. Estoy cansada.

—Seguro que no has hecho nada... —susurró entregándole el papel firmado y sonrió de lado—. Solo habrás apuntado de un lado a otro mientras tus trabajadores hacían las cosas.

—Mi rodilla aguanta puesto que solo falla a veces, pero mi cadera no tanto y no puedo permanecer más de muchas horas de pie —explicó sin tapujos, aunque tampoco de malas maneras. Solo quería decirle la verdad. Lena se calló de inmediato, sin saber que decir, pero sinceramente, sabía que tenía que pedirle disculpas.

—Lo siento... Yo no...

—Da igual. No lo sabías. Por supuesto que no —interrumpió duramente mientras le entregaba su tarjeta, dando por concluido su trabajo—. Y tampoco te lo digo a mal, sinceramente. Solo que no quiero tu compasión porque me da igual como a ti en no saber de mí durante todos estos años.

Kara realmente iba a fuego. Tenía y ansiaba tantas ganas de que llegara este momento en que no podía no decir nada. Estaban a solas después de tanto tiempo y no iba a desaprovechar la oportunidad. Ella decidió dejar de ser la chica que siempre iba detrás, aunque fuese la primera en hablar porque claramente Lena, después de todo lo que le contó Sam, no lo iba hacer y quería darle un empujoncito.

Se merecía quitarse esa espinita y sabía que debía hacer para quitarlo: enfrentarse a Lena, decirle de verdad lo que sintió y cerrar el libro para siempre, aunque eso significara que podría perder a su vecina para siempre. ¿Le daría pena? Sí, pues siempre le tuvo cariño y un amor incondicional. ¿Se lo merecía la pelinegra? También, porque si realmente ella la hubiera considerado una amiga habría llamado por lo menos.

—Este no es lugar ni momento para...

—Has tenido siete años para hablar las cosas, creo que deberías decir mejor que nunca habrá lugar ni momento porque ya me da exactamente igual, Lena.

—Si te da exactamente igual, entonces para qué coño hablas del tema, ¿imbécil?

—Kieran, no te he faltado al respeto.

—No me vuelvas a llamar así —la desafió con la mirada haciendo que Kara la mirara—. Está claro que me quieres restregar que he sido una mala persona porque no di señales de vida, pero solo quería hacer tu sueño realidad. Desaparecí de tu vista porque me lo pediste aquella mañana.

—Yo no te pedí eso, Lena —se enfureció enfrentándose a su vecina—. Si fuera así, ¿por qué coño salí en tu búsqueda cómo si estuvieras desaparecida? No tiene sentido —preguntó conteniendo las lágrimas. La pelinegra, antes de contestar, prosiguió Kara—. Yo lo intenté y todavía no entendí porque seguía insistiendo cuando claramente me echaste tú de tu vida, pero lo intenté de verdad porque te quería y me daba igual todo lo demás... Solo quería saber de ti, pero comprendí en que solo yo estaba tirando del carro. Joder, y tirando tanto de lo enamorada que estaba de ti, ¿cómo coño se te ocurre pensar eso?

—¿Enamorada? ¿En serio? ¿Volvemos a lo de antes? —sacudió la cabeza incrédula ignorando lo demás mientras se cruzaba de brazos y Kara, con un rostro serio, asintió sin más—. Pasan los años y todo sigue igual... Mira, mejor, márchate. Gracias por los servicios prestados y enviaré el cheque a mi madre —se dio la vuelta y abrió la puerta, alzando la mano para que Kara se fuera—. Espero que todo te vaya bien.

—Así que prefieres decir adiós... Pues muy bien... —se dirigió a la puerta y antes de cerrar, Kara puso la mano y advirtió—. Sin embargo, siento que esto es como un hasta luego. Un día me vendrás llorando, pidiéndome perdón cuando te des cuenta de tu error. Yo no sé si estaré ahí para entonces.

Cerró de un portazo sin preocuparse siquiera en que le contestaría Lena. Ya no quería más explicaciones ni idioteces de niñas pequeñas. Ni siquiera se ilusionó en parecer que habían vuelto como antes porque todavía tenían esa conversación pendiente. O tuvieron. Que más le daba ahora.

Caminó hasta al ascensor sin mirar atrás y sonrió. Se sintió bien, se sintió un poco más libre. Pero al entrar en el ascensor, se dio cuenta de que era solo un poco y no era libre completamente. Y es que esa espinita que aseguró que iba a quitarse, se había clavado hasta el fondo, como si estuviera arrepintiéndose en irse sin más, pero expulsó su orgullo y la dejó ahí.

Lena se quedó muda. No supo que hacer. ¿Correr tras ella? ¿Y qué debería decir después de todo? ¿Cómo mirarle a la cara después de todo lo que ha escupido? Joder, si tenía razón, ¿cómo iba a pensar en que tenía argumentos para contraatacar? ¡Si Kara destrozaba todos esos argumentos una y otra vez! Todavía no entendió porque insistía en lo de que estuvo enamorada, es que era difícil de creerlo. Lo intentó, pero recordó todo el dolor que le había hecho sentir, todas esas burlas...

Se sentó inmediatamente en su silla nueva, masajeando lentamente su pecho porque realmente sentía que estaba a punto de fallar. Ella se dijo que esto no era un final, no podía serlo y menos cuando ella no consiguió decirle lo que sentía de verdad después del accidente. Se había calentado y había soltado lo primero que se ocurrió para deshacerse de Kara porque realmente pensaba que no era el momento; sabía que iban acabar mal, pero no quería deshacerse de ella toda la vida, solo hoy.

Por primera vez se dio cuenta de lo estúpida que había sido —ya era hora, hija mía—; ella no quería perder a Kara por nada en el mundo. Era una de esas personas que, a pesar de todo, siempre estaría ahí, siempre sería alguien importante, una amiga de verdad... y ella la iba a escuchar.

.

Las puertas del ascensor se abrieron y para la sorpresa de Kara, Diana estaba al otro extremo conversando animadamente con Jess. Frunció el ceño, pero se limpió las lágrimas rápidamente y, vacilante, se dirigió hacia ellas.

—¿Ahora puedo obtener tu número? —preguntó la rubia haciendo que la Diosa griega se girara sin sorpresa alguna.

—¡Por Zeus, Kara! Me has asustado —casi chilló la morena haciendo reír a las presentes.

—Así que te acuerdas de mi nombre... —tarareó felizmente haciendo que Jess las dejara a solas.

—Las personas bonitas deben ser recordadas... —susurró con encanto haciendo que la rubia alzara las cejas interesada—. Y veo que por fin has acabado con mi amiga empresaria.

—Sí, de hecho, creo que te está esperando —encogió de hombros sin importancia y Diana asintió.

—Entonces debería irme... —sacó un papel, se apoyó en la mesa y escribió rápidamente—. La semana que viene estoy libre —susurró dándole el papel, le guiñó un ojo y se marchó con una sonrisa en el rostro.

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