VII. Puntual.
Terminé con mi desayuno y corrí escaleras arriba para lavarme los dientes nuevamente y quitar los restos de comida. Agradecí mentalmente a mi manía de andar descalza en casa, ya que si estuviese con mis tacones, lo más probable sería que me hubiese dañado algún tobillo por la manera en la que corrí casi saltando por los escalones.
Faltaban diez minutos para las ocho, esa era la hora acordada para que el señor Styles pasará por mí. Colin había salido hacía unos minutos, algo que también agradecí, porque no sabría cómo actuar con el sólo hecho de que ambos se encontraran. Preferiría que ellos se mantuvieran alejados por el momento, para evitar quién sabe qué.
Una vez terminada mi tarea, sequé el resto de agua que corría por alrededor de mi boca y miré mi reflejo una vez más en el espejo del tocador, esperando interiormente que todo en mí estuviera en orden. Al deslizar la mirada sobre mi cuerpo, maldije por lo bajo al notar la pequeña mancha de pasta dental que yacía sobre la tela de mi blusa. No era nada grande, pero convengamos que el color verde turquesa, efectivamente resalta sobre el color beige.
No tenía mucho tiempo como para lavarla y esperar a que se secara, así que opté ir por el camino más fácil. Cambiarme.
Corrí a mi habitación y rebusqué entre los cajones, en busca de una camisa básica y entre tantas, la prenda que vi en color borgoña, no me desagradó para nada. Era de mis favoritas definitivamente. Me despojé de la ropa que ya no usaría y la tiré en la cama, pensando que de seguro después la metería a la lavadora.
Calcé las mangas de la suave camisa por mis brazos y la abotoné, dejando dos de los botones superiores abiertos para lucir la perla brillante que colgaba en mi cuello. La acomodé dentro de mi falda, procurando ser sumamente prolija, y quedé conforme con el resultado.
Terminé de colocar unos aretes a juego, cuando la melodía del timbre resonó para mis oídos. Por alguna extraña pero entendible razón, sentí que mi corazón se apretaba en el pecho, queriendo esconderse de alguna manera. Miré el reloj en la mesa de noche y el reloj marcaba las siete con cincuenta y siete minutos. Era él, no había chance de que mi intuición se equivocara.
Me dirige a velocidad luz a la planta baja y antes de abrir la puerta de entrada, suspiré sonoramente mientras cerraba los ojos tratando de calmar mi ansiedad. Al separar los párpados, me sentí lista y tomé el picaporte girando de este. La puerta se deslizó sin interrupción y me dejó ver la figura de la persona que esperaba de espaldas a esta.
Era él.
Junto con el sonido de la madera rechinando, volteó y me observó por encima del hombro arqueando ambas cejas. Vestía un traje bastante elegante con una tonalidad de azul petróleo, que encajaba perfectamente en su contextura física. Di una rápida mirada en él, buscando algún defecto en su vestimenta pero deje fue vano, ya que estaba súper alineado. Completó un giro de 180 grados, quedando de frente a mí y antes de que pudiera saludar si quiera, él habló ganándole a mis palabras.
—¿Demasiado puntual?— brindó una notable observación que se posó en mis pies y sentí como mis mejillas comenzaron a arder. Aún estaba sin zapatos.
Y ahí voy otra vez, quedando en ridículo frente a él por milésima vez desde que nos conocemos. Pero si no fuera por el pequeño descuido de mi parte, no habría notado la diferencia de estatura entre nosotros. En comparación de Colin, reparé en que no había mucha disimilitud y quizás lo sobre pasaba unos, ¿Qué? ¿Tres centímetros? No era demasiado.
—De hecho, lo estaba esperando.— traté que fuera creíble la mentira que acabada de darle, ya que era evidente que no lo esperaba tan pronto. Para mí suerte, mis zapatos estaban en el vestíbulo, como era costumbre.
Me incliné y tomé los zapatos a mi lado, aprovechando la postura y calzando mis pies.
—Ya veo.— me incorporé y me topé con sus esmeraldas, que al parecer seguían todos mis movimientos.
—Voy por mi bolso.— anuncié y me giré para dar largos pasos a la sala dónde se encontraba este. Lo tomé, revisando que todo lo necesario estuviera dentro.
Volví a la entrada en cuestión de segundos y por último tomé el juego de llaves de la mesita del costado y lo levanté enseñándolo, acompañando mi acción con la palabra "Lista".
Asintió conforme y dando media vuelta, indicó con su mano que lo acompañara. Aseguré la puerta de casa y lo seguí como indicó anteriormente. Al frente de mi hogar, vi su auto aparcado, que contaba con vidrios polarizados, que combinaban con el color negro de la chapería.
Nos montamos en él y Styles no tardó en encender el motor, haciendo que los asientos vibraran bajo nosotros. Emprendimos un largo y silencioso camino, que contó con una que otra mirada o sonrisa forzada por puro compromiso. El ambiente era realmente tenso, tanto que sentía calor y falta de aire, una sensación no muy agradable e incómoda. Me concentré en las calles con tráfico de jornada laboral, que retrasaba de vez en cuando nuestra marcha.
Un semáforo hizo que el auto se detuviera por enésima vez y por instinto de frustración, resoplé inflando levemente las mejillas.
—¿Cansada?— su voz hizo que le mirara por reflejo, chocando que sus ojos inexpresivos hasta el momento. Negué rápidamente elevando mis hombros.
—Es un largo camino.— dibujé una media sonrisa y recargué la parte trasera de mi cabeza en el asiento, volviendo a mirar por la ventana.
Luego de unos segundos, el semáforo se tiñó de verde, dándonos el paso. A medida que el auto retomaba la marcha, él volvió a hablar.
—Teana...— lo busqué con la mirada, inquieta por qué prosiguiera con su charla. Mi nombre se me hacía extraño al ser pronunciado por él, pero de igual manera, se oía melodioso.— Quisiera aclarar ciertos aspectos con tu labor.— me dedicó una rápida ojeada y volvió a consentrarse en el camino, ya que tuvo que tomar una curva que dirigía a la autopista.
—Lo escucho.— animé a seguir. Miró por el espejo retrovisor y aclaró su garganta mientras cambiaba la velocidad con la caja de cambios.
—Verás, suelo ser muy reservado con los temas de negocios y ámbitos financieros.— rascó su barbilla y yo asentí tratando de tomar nota mental de cada una de sus palabras.— Por supuesto, también con mi vida personal.— hizo un ademán con su mano libre, como si lo que estaba diciendo, no fuese ningún secreto y fuera totalmente obvio.— Tendrás acceso a cierta información al respecto, ya que evidentemente te encargarás de mi agenda.— pausó unos segundos mientras se concentraba en el camino. Tomó aire, logrando que su pecho tomará una forma más pronunciada, y resopló por pesadez. Giró su cabeza y conectó nuestras miradas.— Supongo que cuento con tu discreción...— echó otro vistazo a la carretera y volvió a concentrarse en mí.—...¿Verdad?
Relamió sus labios sin prisa y fue imposible no perderme en lo geniales que se veían con la humedad de su saliva. Repasó mi cuerpo con rapidez, para después, enfocarse en volver su vista al frente, dejándome un buen ángulo de su pronunciada mandíbula. Tragué con pesadez y parpadee un par de veces, obligándome volver a la realidad. Asentí, en respuesta pero al notar que el no me estaba viendo, decidí hablarle. Aclaré mi garganta.
—Si, señor.— una sonrisa se marcó en su rostro, luciendo a la perfección un hoyuelo que se hundía entre su mejilla y negó al dedicarme otra rápida y corta mirada.
Observó por la ventanilla unas milésimas de segundos y focalizó nuevamente el largo camino que transitábamos. Bajó una de sus manos que sostenían el volante y la reposó en su pierna derecha, sobando su muslo con cautela, ejerciendo cierta presión en esta. Logrando así que la tela de su traje se doblara bajo el tacto de su palma y sus dedos.
—Dime Harry.
Creo que las manos de Harry, son mi fantasía.
De paso, aprovechó este espacio para agradecerles por seguir leyendo esta historia y darle la oportunidad de que siga creciendo, mucho más por dejar sus comentarios y votos, que me hacen sentir súper contenta. Las aprecio demasiado, en serio <3
—Atte, C.