Outlawed - jjk, knj

By DearWeirdMaria

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Los límites de la legalidad están bien marcados. ¿Robar? Delito. ¿Matar? Delito. ¿Exceso de velocidad? Delito... More

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By DearWeirdMaria

Minnie

Hoy vienes a las carreras?

12:20

Nope. No sufras mucho 🤞🏻🤞🏻🤞🏻🤞🏻

17:50

Tienes turno?

18:02

Nope

18:36

Me vas a contar entonces por qué no vienes?

18:39

No responde, y cuando Minnie no responde es porque no tiene pensado hacerlo para así poder fingir que no lo ha recibido. Vamos, que le pasa algo (como ya me pude imaginar el otro día) y no me lo quiere contar.

Sin embargo, como debe ser que soy bastante gilipollas (e ilusa), estoy pegada al móvil por si me responde. Lo hago mientras me preparo para bajar a que me recoja (de nuevo) el puto kamikaze, y cuando ya estoy en la calle esperándole. Mientras estoy guardando la cámara me llega un mensaje de la app del Burger King, porque se deben de pensar que no he cenado y que me apetece una hamburguesa, nuggets, patatas y bebida extragrandes. Que, a ver, razón no les falta, porque el hecho de que Minnie me haya dicho que no viene, unido a la situación en casa con Namjoon han hecho que no cene más que una pobre ensalada. Así que es cierto que no me vendría mal un poco de comida alta en grasas, pero también es cierto que ahora me apetece entre poco y nada.

«Esto de tener el cerebro lleno de preocupaciones es una puta mierda. Ni de la comida basura puedo disfrutar».

El claxon del Mercedes interrumpe mi debate interno de desdicha, amistad y comida basura, así que me obligo a meter, con un resoplido, el móvil en el bolsillo de mis vaqueros, antes de encaminarme hasta el coche para subirme rápidamente. Ni siquiera saludo al kamikaze mientras me abrocho el cinturón; aunque bueno, nunca lo hacemos.

—Hoy has bajado puntual. ¿Buscabas reconocimiento?

—Has sido tú el que ha llegado tarde —mascullo, sacando el móvil de los vaqueros de nuevo por si la pantalla se ilumina por arte de magia. Lo dicho: soy idiota, porque sé de sobra como es Minnie.

—He llegado a tiempo, pero estaba esperando a que me vieras. ¿Qué observabas tan detenidamente en el móvil?

—Twitter —miento.

El sonido del intermitente llena el silencio que se establece a continuación, y me doy cuenta de que el kamikaze rara vez tiene música puesta en el coche, lo que me hace fruncir el ceño, porque... ¿qué clase de psicópata no lleva música en el coche?

—Ya, claro... ¿Estás esperando una llamada de tu novio?

—No tengo novio —respondo bastante seca—. De todos modos, ¿qué coño te importa? ¿A qué viene este interrogatorio?

—A nada, solo te observaba ver la pantalla apagada como si fuese muuuuy interesante.

—Más interesante que el silencio que llevas en el coche, es —espeto. Como siempre, una jugada maestra para evitar el tema—. ¿Nunca llevas música?

—Algunas veces sí, pero no me gusta ponerla cuando llevo a gente.

—¿Por qué? —pregunto.

—Por si no les gusta.

—Es tu coche, puedes poner lo que quieras, ¿lo sabes?

—¿Qué pasa? ¿Quieres que ponga mi música?

—Me da igual.

Por supuesto, no le debe de pasar desapercibido que lo digo con la boca pequeña, porque tengo mucha curiosidad sobre qué música escucha. Por sus pintas diría que escucha o bien algo de rock o bien heavy metal en inglés. O en alemán. Algo así muy destrozatímpanos le pega bastante. Sin duda, lo que menos espero es que, después de sonreír de medio lado, toquetee la pantalla de su móvil (casi sin despegar la vista de la carretera) y ponga... a IU.

—¿Qué? ¿Ves por qué no suelo poner mi música cuando voy con más gente?

He intentado camuflar la risa, de verdad que lo he hecho, pero no me ha salido muy bien, porque se ha dado cuenta y ahora parece un poco molesto e incluso, a punto de quitar la música.

—Nononono. —Se lo impido llevando mi mano hasta la suya para quitarla del móvil, lo que hace que se separe deprisa porque bueno, nos hemos tocado. A estas alturas ya me he recuperado del impacto que ha supuesto darme cuenta de su gusto musical, así que puedo hablar con más tranquilidad—. IU está bien, eh. Es solo que me esperaba algo más de kamikaze malote.

—¿Cómo qué?

—¿One OK Rock? —pregunto. Es un grupo japonés, pero me pegaba que lo escuchase. Hasta que veo como frunce el ceño, claro.

—Ni puta idea de qué es eso, Rino.

—Se te desmonta la fachada por segundos, kamikaze.

—¿Eso significa que me vas a cambiar el mote o algo?

—Ah no, eso nunca —respondo orgullosa, y no sé por qué, pero él se ríe un poco cuando lo escucha, dejando que Ending escene suene de fondo. Como no hay mucho que decir, en cierto momento empieza a tararear por lo bajo, y no es del todo molesto, las cosas como son.

As much as you were lonely

I really hope you meet someone

Who will love you more than you

Mi móvil vuelve a sonar y yo voy corriendo a desbloquearlo, pero quedo, de nuevo, como una auténtica fracasada al ver un mensaje de mi compañía telefónica diciendo que me regalan un móvil. Que de regalo tiene poco, porque requiere permanencia, unas cuotas mensuales, un aumento de mi tarifa actual...

—¿Qué te pasa hoy con el móvil?

El kamikaze, esta vez, lo pregunta un poco menos a la defensiva. Menos divertido y más... como si le importase verdaderamente la respuesta. Pero supongo que si hablo es para que se calle de una vez y deje de hurgar en el tema que ocupa mi cabeza en estos momentos.

—Es Minnie. Le pasa algo, pero no me responde. Soy un poco imbécil, porque está claro que no va a hacerlo, pero no puedo evitar seguir teniendo esperanza en que me lo diga.

—¿La novia de Suga? —pregunta él, frunciendo el ceño.

—Bueno, ella insiste en que no son novios, pero creo que lo que le pase tiene bastante que ver con eso, porque no viene a las carreras.

—No viene siempre, ¿no? A lo mejor no significa nada.

—Viene siempre que no tiene turno en el hospital, y hoy no tenía, así que... En fin, ya sabes qué miraba en el móvil, ¿contento?

—Suga también ha estado esta mañana bastante pegado al móvil. A lo mejor... —responde sin contestar a mi pregunta, pero en ese momento me da igual, porque creo que eso es lo único que me hacía falta para asegurarme completamente.

—Si es que ya lo sabía yo...

—¿El qué?

—Nada, nada.

—¿Me vas a dejar con la duda cuando he sido yo el que ha hecho que te des cuenta de algo?

—Pues sí. No seas cotilla.

En realidad, aunque he dicho que lo sabía en voz alta, lo único que me ha confirmado al hablar es que tiene que ver con el peliverde, pero aun así son solo teorías, porque sí que es cierto que Minnie luego me puede salir por otro lado. Aunque viendo que últimamente sus problemas más gordos han tenido que ver con el amor, los tíos o las dos cosas, creo que está bastante claro.

El kamikaze, a pesar de su pregunta, no vuelve a insistir; sin embargo, cuando llegamos al sitio en el que será la carrera de hoy (creo que es el polígono al que vinimos la primera vez, porque hay un edificio que me resulta ligeramente familiar), no puedo decir lo mismo de Suga, que en cuanto bajo del coche viene a paso rápido hasta mi posición.

—¿Tengo que ir contigo hoy? —le pregunto, pensando (como siempre, equivocada), que se acerca a mí para hablarme de algo del trabajo. Vamos, por lo que vengo aquí, vaya.

—No, hoy te toca con Jin. Todavía faltan él y J-Hope hasta completar la vuelta para tener fotos de todos. Aunque no habría problema en que vinieses conmigo, porque Minnie no ha venido... ¿Ha hablado contigo?

Ahí está. Lo ha hilado de puta madre, tengo que ser sincera, pero se nota la preocupación en su tono.

«Madre mía, Minnie, es que mira las que montas».

—Sí, le he preguntado si venía y me ha dicho que no podía pasarse, que a la próxima —miento. Al menos en lo último; que no va a venir está claro, pero no me ha dado ninguna excusa. Suga asiente despacio ante esta nueva información.

—No me respondía al móvil, y como siempre me pide dejarla a unas calles de distancia de su casa estaba un poco...

—Preocupado —completo por él. No tengo ni puta idea de por qué, pero me da la sensación de que le cuesta decir esa palabra—. Tranquilo, está bien. Luego me pasaré por su casa para ver qué tal está. Si quieres...

—Vale.

El hecho de que ni siquiera se pare a escuchar qué le iba a ofrecer (aunque está claro), me da una idea bastante obvia de lo desesperado que está. Y el kamikaze, que es un puto cotilla, se ha quedado apoyado en la puerta en su lado del coche, así que puedo ver con total claridad como alza una ceja ante la información y sonríe de medio lado.

«Menudo flipado».

Por suerte, no tengo que estar en su coche durante la carrera, así que (como hoy parece que han hablado ya todos del circuito y no salen de sus vehículos) hago memoria de los modelos para ir al que me ha indicado Suga. No tengo que pensar mucho, porque todavía recuerdo que el otro día rechazó mi petición de que fuese el modelo para el trabajo porque Mercedes no le parecía suficiente marca.

A ver, su Lexus es bonito, pero, personalmente (y por mucho que me joda decirlo), me gusta más el coche del kamikaze. De hecho, también me gusta más por dentro, como descubro al abrir la puerta del copiloto para colarme dentro. El rubio ya está revisando las cámaras y su móvil cuando llego.

—Hombre, Rino... No te esperaba.

—Serás falso... ¿No te ha dicho Suga que me tocaba contigo? —pregunto alzando una ceja.

—Claro que sí, me estaba quedando contigo —responde antes de reírse de ese modo que parece a punto de dejarle sin aire de un segundo a otro—. ¿Has tenido suerte con lo del modelo? Que oye, no te lo dije, pero me halaga que pensases que yo era el candidato ideal, ¿sabes? Pensaba que se lo habías preguntado al kamikaze antes.

Me tengo que reír cuando dice lo último. No porque haya pensado que se lo había preguntado a él, sino porque ha usado el mote, y así no me parece tan malo que me llame Rino.

Pero...

—¿Cómo sabes que no se lo he preguntado?

—Ah, porque se lo he dicho —dice con total naturalidad. Yo abro los ojos de más—. Jimin está un poco ofendido porque no se lo hayas pedido a él, por eso te digo que...

—¡Era información confidencial!

—Pues no habérmela dicho —responde encogiéndose de hombros—. De todos modos, gracias por reconocer mi belleza.

—Arrancamos en cinco minutos —dice Suga a través del móvil, y como he estado entretenida hablando con el rubio, me toca coger la cámara y preparar lo de siempre en ese tiempo. Que, a ver, no se tarda nada en cambiar de objetivo, y menos en hacer los ajustes de velocidad, obturación y luz del vehículo.

Cuando le pido a Jin encender una de las luces que hay en el techo, tampoco tiene problema en hacerlo. De hecho, posa con una cara bastante intensa y me hace enseñarle el resultado de las pruebas antes de que su reloj suene y el coche salga despedido hacia delante.

—Avísame cuando empieces la segunda vuelta —le digo, y le veo asentir mientras me aferro al manillar del coche con mi vida—. ¿Cuántas son esta vez?

—Mmmm... quince a no ser que haya problemas.

—Perfecto.

Jin conduce también bastante fluido y, cómo no, rápido. De hecho, adelanta al coche de V y al de Suga, que hoy no debe de estar en su mejor día, porque, por lo que veo siempre desde los demás coches, es de los que tienen una salida más fuerte... ¿Estoy analizando este tipo de cosas? Debe ser que sí.

Claro que en la primera vuelta no me queda otra que observar y analizar. Por eso me doy cuenta de que todos se centran bastante en su trabajo. Aunque Jin parece muy charlatán, durante la carrera está tan concentrado que solo me avisa cuando llegamos a la segunda vuelta para que pueda sacarle las fotos. No le veo ni siquiera tan pendiente de la cámara como lo estaba antes de la carrera, lo que me permite sacar su cara de concentración mucho mejor. Aun así, como bien comprobé en sus fotos de perfil, es tan fotogénico que sé que con las dos primeras fotos voy a tener suficientes, pero saco unas cuantas más de su perfil antes de hacerle un par al coche que tiene delante ahora: el Audi rojo de Jimin.

Disfruto del resto de carrera (de la velocidad pegándose a mi cuerpo, a mis pies y a todo mi ser) más o menos hasta la vuelta cinco, que es cuando el Lexus sobrepasa al Audi, porque ahí me tengo que preparar para sacarle fotos de lado a Jin una vez le adelanta, y también al coche que luego queda delante: el del kamikaze.

—Rino, lánzame tus poderes mágicos, que no le ganamos —pide, después de lo que me parecen cuatro o cinco vueltas en las que intenta acercarse a su culo sin éxito, porque el Mercedes acelera más.

—¿Qué poderes? Acelera, no vas a ganarle si no.

—¿Qué crees que estoy haciendo?

Supongo que su modo de estresarse es hablar así de rápido y alto, pero es más cómico que otra cosa, así que me río y alzo la mano izquierda hacia delante para fingir que tengo poderes.

Retrocedere —digo, moviendo mis dedos como si le estuviese lanzando un hechizo.

—Pero dile que se pare, no que retroceda —me grita.

—Si para, no le adelantas, imbécil.

Al final se acaba riendo, y yo también lo hago, no puedo evitarlo. Y creo que lo hace porque se ha dado cuenta de que es inútil intentar adelantarle. Aun así, como su risa no es tan incontrolable como la vez que le vi reírse en su casa, él sigue intentando adelantarle... sin éxito.

—Queda una vuelta; haz algo, Rino.

—Si el latín no ha funcionado, dudo que algo lo haga —le pincho. Espero que sea suficiente para darle un poco de ímpetu, pero, aunque lo intenta, cuando el Mercedes frena es porque ya ha pasado la línea de meta.

Fracaso.

—No das suerte. Los que tuvieron suerte fueron ellos el día que estuviste en su coche.

—Vete a la mierda, eh —le espeto, y él alza el brazo... y pone la mano sobre mi hombro.

—Ya estoy en ella.

Su risa en ese momento me hace imposible decirle que es un básico y que esas bromas son típicas de preescolar. Y aunque se riese más bajo, no sé si tendría el valor para destriparle algo que parece hacerle tan feliz.

—Eso es porque estás en este coche. —En su lugar decido contraatacar, y eso no parece sentarle muy bien, porque abre los seguros del vehículo y me hace un gesto con la mano.

—Es porque tú estás subida, así que hazme el favor de irte a tu marca predilecta.

—¿Hyundai?

—El Mercedes —responde con una sonrisa.

—Cabrón.

—¡Cierra bien la puerta al salir! Nos vemos, Rino.

Espero que el portazo que pego le dé la respuesta, pero como le veo a través del coche reírse, me da a mí que no se cabrea ni por eso. Y yo debería cabrearme con él porque está acumulando demasiadas traiciones en la extensa lista de puñaladas traperas que me han pegado a lo largo de mi vida, pero no sé por qué... sus traiciones me hacen un poco de gracia. Es como si no pudiese guardarle odio eterno. Aunque me gustaría.

Me gustaría odiarle incluso más cuando, al cerrar la puerta, sale despedido hacia delante y, al mirar a mi alrededor, solo veo al Mercedes por ahí, estacionado en un sitio en el que no es muy visible. O sea, se nota que quiere estar más o menos escondido, pero también se ve que no del todo. De hecho, quizá me pasaría más desapercibido si no viese al kamikaze en la parte delantera del vehículo, agachado para sustituir la matrícula de las carreras por otra.

—Kamikaze —le llamo, y él me mira mientras me acerco a él. Sus manos siguen en la matrícula, así que desvía la mirada tan pronto como ve que soy yo la que está ahí—. Tu amigo Jin me ha dejado tirada, y al parecer todo el puto mundo.

—¿Qué has hecho?

—¡Nada! Ha sido culpa tuya por haberle ganado.

—Ha ganado Hobi, así que...

—¿Hobi? —pregunto. Sé que deben de tener otros nombres, pero cuando los usan, todavía me quedo un poco confusa porque no sé a quién se refieren.

—J-Hope —aclara—. Métete en el coche y guarda las cámaras, corre.

Por la prisa que se da en terminar el tema de la matrícula, me veo obligada a hacerle caso y darme un poco de vida. Lo hago rápido, pero no tanto como cambia él la matrícula, porque acaba ayudándome a guardar las cámaras del coche en mi bolsa en cuanto entra unos segundos después que yo.

—Le pedí a Suga que te llevase a casa él o cualquiera porque me toca guardia, pero...

—¿Eso significa que...?

—Eso significa —me interrumpe. Sus ojos se clavan en los míos con intensidad cuando alzo la cabeza de nuevo (después de guardarlo todo en mi bolsa), así que no hay dudas. Tampoco hace falta que lo diga, la otra vez que hubo guardia me besó y dijeron en la fiesta que es su método estrella—. La poli está al llegar, por eso se han ido pitando y no he podido decírselo a Jin... De todos modos, pensaba que iba a llevarte él, no a echarte de su coche.

—Se metió conmigo y me metí con él, por eso me echó.

—¿Debería sorprenderme? —pregunta alzando una ceja.

—No realmente —respondo.

—Esto... no tenía intención de hacer la guardia contigo, pero... —dice al cabo de unos segundos en los que se dedica a mirar por su ventanilla por si viniese alguien en esa dirección—... va a venir la poli.

—¿Y...?

—Que cuando hay una tía en el coche es lo más fácil, ya sabes, y...

—Que tienes que besarme, vaya —respondo y, por primera vez, parece un poco nervioso o avergonzado o... qué se yo—. Ya lo has hecho antes, total...

—Ya, pero...

No hace falta que lo diga para que me dé cuenta: todavía le está dando vueltas a que me folló siendo virgen. Lo mismo hasta se piensa que fue el primero en besarme.

—No fuiste mi primer beso, kamikaze. Ni serás el último, así que simplemente hazlo. Pero sin lengua —le advierto.

—Vale.

Creo que le entiendo un poco cuando se inclina ligeramente sobre su asiento para poder llegar a mi cara. Su mano va a mi mejilla y su cara se acerca tan despacio, tan diferente a la primera vez que me besó sin pedir permiso, que me pongo yo también un poco nerviosa.

Cuando sus labios chocan contra los míos, lo hacen con un poco menos de violencia que en las anteriores veces. Simplemente se presionan y se quedan estáticos, como si estuviésemos en una especie de dorama empalagoso en el que el beso se pone desde las cincuenta cámaras que tienen habilitadas para grabar el gran momento de la serie. Solo que, a diferencia de la ficción, nosotros no podemos estar así ni cinco ni diez minutos. Dudo mucho que llegue a los cinco segundos el tiempo que tardan sus labios en abrirse para atrapar los míos y, cuando eso pasa, yo tardo todavía menos en imitarle y él, envidioso por lo poco que he tardado en reaccionar, contraataca con su lengua, que roza mis labios antes de meterse en mi boca, a pesar de que me ha dicho que no iba a hacerlo. Y cuando nuestros músculos chocan, vuelvo a sentir lo que sentí en la fiesta solo que sin alcohol de por medio. Da igual que no esté igual de ida por la sustancia, porque no debo de estar muy en mis cabales si en vez de apartarme y echarle en cara que al final ha acabado metiendo la lengua, me entrego al beso con esa desesperación y esa intención de ganar.

«¿Ganar qué?».

Mis manos se aferran a las solapas de su chaqueta para acercarle más, y siento como su mano repta hasta mi cuello. Sus dedos se enredan en las hebras de mi pelo y me acercan más a su boca, que está tan desesperada como la mía por la victoria. No hay otra explicación al por qué recorre mi cavidad en todas direcciones, ni a por qué su otra mano va hasta mi cintura y baja hasta mis caderas y aprieta y...

Los dos gemimos al unísono, y eso es lo que nos hace separarnos un poco agitados. No tengo ni puta idea de por qué el corazón parece que se me va a salir del pecho, ni por qué le he mordido el labio, ni por qué me ha entrado tanto calor al escucharle gemir. No tengo ni puta idea de nada, pero menos de por qué no me separo cuando vuelve a besarme. Por qué vuelvo a seguir el beso con todavía más ganas y más ímpetu, más rabia.

—Joder... Rino...

La mano que está en mi cuello baja por mi hombro y el brazo afianzado al cuero de su chaqueta, hasta que llega a mi cintura y mi cadera y, cuando tiene ambas manos ahí, aprieta y las intenta mover. Aunque estoy completamente ida por el beso, mi cerebro creo que lo entiende, y es por eso por lo que mis labios se separan.

Jadeo a toda hostia cuando consigo quedarme a centímetros de su boca, con sus suspiros rematando en el hueco que queda abierto en la mía.

—Sube a mis piernas —responde en un hilo de voz.

—No —replico aún más bajo. Todavía tengo los ojos cerrados, y la verdad es que prefiero no verle por si acaso en su cara se pinta el triunfo por conseguir que vuelva a caer solo con sus besos.

«¿Por qué tiene que besar tan bien?».

—No voy a metértela —aclara—. Solo es para... poder besarnos mejor. Por si viene la policía, ya sabes.

—Te he dicho que sin lengua y mira lo que has hecho —espeto, aunque claro, suena bastante débil y sin todo mi carácter.

—Confía en mí. Te lo debo.

«¿Qué me debe?».

Como estoy sobria, puedo mantener todas las preguntas en mi cerebro, así que no digo nada y decido confiar en él, aunque sea un poco. Si esto se va de las manos me apartaré, sí. Lo estamos haciendo por la policía. Es por eso por lo que acabo pasando mi pierna derecha como puedo por encima de las suyas y me siento sobre sus muslos. Aunque el coche es ancho, es complicado porque la consola central (con los mandos y los reposabrazos) me obliga a cerrar mis piernas demasiado sobre las suyas para poder apoyar las rodillas en el asiento. Y cuando consigo acomodarme un poco y miro al kamikaze desde mi posición privilegiada (un poco más alta que él), sonríe un poco y nada parecido a como suele hacerlo (de lado y con chulería) antes de volver a acercar su cara a la mía para comerme la boca con más ganas y muchos menos problemas que antes.

De nuevo, su mano se enreda en mi pelo para acercarme más a su boca y la otra va a mi espalda baja para acercar mi cuerpo al suyo (que acabo de sentir deslizarse más abajo), y ahora que le noto más cerca, me siento cada vez más como una drogadicta y menos como una persona sin ningún tipo de adicción.

«Eso te pasa, Haerin: está bueno, besa bien y te tiene embaucada. Es un seductor, ya te han dicho que lo ha hecho con otras. Tú ten eso claro».

La voz de mi cerebro se diluye cada vez que sus labios succionan los míos, que sus uñas se clavan en mi espalda, y yo, que estoy completamente fuera de mí, tengo la brillante idea de empezar a mover mis caderas como buenamente puedo. Ni siquiera sé por qué coño lo hago, porque no es que haya hecho esto antes con nadie, pero creo que doy con la tecla cuando noto su dureza bajo mi intimidad y gimo alto y muy muy agudo.

«¿No decías que no querías saber nada de sexo nunca más? Bien, pues tu cuerpo no piensa lo mismo».

Su pelvis da una falsa embestida desde abajo (falsa porque seguimos completamente vestidos) cuando me escucha y, por más que quiera retenerlo, no puedo evitar gemir de nuevo contra sus labios para luego morderle el inferior. Qué blandito.

—Joder... —masculla—. Muévete en círculos... Un poco más adelante y más pegada... así, así... ¿lo sientes?

—N-no... ah... —gimo de nuevo cuando él vuelve a levantar el culo del asiento.

—Eso es... ¿t-te gusta?

—S-sí, pero... ¿qué buscas, kamikaze?

No dejo de moverme ni cuando lo pregunto, porque mi cuerpo habla por mí, pero cuando dejo de sentir sus manos tan firmemente aferradas a mis caderas, me obligo a abrir los ojos para conectarlos con los suyos, que están bien abiertos y centrados en mi cara, a centímetros de la suya, que está roja, y de repente azul. Y luego, otra vez en la penumbra.

—No quiero metértela —repite con un hilo de voz. Y supongo que esta vez me lo creo, porque no le he visto intenciones y porque bueno, la otra vez me preguntó—. Pero sigo sintiéndome mal y... quiero que te corras.

—¿Contigo?

—Sí, ¿tiene algo de malo?

—Que no me caes bien.

A mi parecer es bastante obvio, aunque debe ser que para él no lo es tanto. Porque a ver, no me he apartado en ningún momento, así que mi cuerpo no debe estar en la misma sintonía que mi cerebro.

—Pero te pongo, aunque sea un poco —dice, confirmándome con una hostia de realidad (bastante clara, además) lo que yo ya pensaba, así que me alejo un poco de él, como si así mi cerebro ganase algo—. El sexo muchas veces no implica sentimientos.

—Ya, pero...

—¿Qué?

—Que no me gustó. Lo que pasó. No quiero sentirme así —me sincero. Porque a ver, por muy mal que me caiga y por mucho pique que tengamos, no puedo negar que lo que estaba pasando ahora (al menos antes de la charlita), me estaba gustando bastante y no se parecía en nada a la incomodidad que recuerdo.

¿Lo hubiese negado hasta la muerte en otras circunstancias? Puede, pero ahora estoy sobre sus muslos, me siento en pleno estado de ebullición por su culpa (aunque me joda también admitir esto) y sin ninguna gana de que mi estado cambie a peor.

—Te prometo que no vas a sentirte así —asegura—. Solo quiero que no tengas un mal recuerdo por mi culpa.

—¿Y no será porque yo también te pongo, aunque sea un poco? —le pregunto, alzando una ceja y repitiendo sus palabras. Aquí si hay que dejar el ego a un lado, lo dejamos los dos.

—Claro que me pones —responde, como si él no tuviese esa necesidad que le lanza su conciencia por ocultarlo—. Si no, no hubiésemos follado.

—Ah, es un alivio.

—Entonces... ¿quieres?

Me lo pienso, pero no es como si mi cuerpo no me estuviese gritando que quiere volver a sentir sus labios y que quiere experimentar algo bueno para no tenerle miedo al sexo. Aunque bueno, eso quizá me lo grita una de las voces de mi cerebro, que me suplica que le haga caso y que ceda a mis deseos y no a mi puto orgullo, que es lo que más me está frenando.

—Vale, pero no vas a conseguir que me corra.

—¿Es un reto, Rino? Porque podemos apostar...

—¿Y qué quieres apostar, kamikaze?

—Si consigo que tengas un orgasmo... me pides a mí ser el modelo para lo de tu anuncio.

Chasqueo la lengua y, en ese momento, me doy cuenta de lo mala idea que ha sido pedírselo al rubio en primer lugar, porque está claro que el kamikaze no ha dejado pasar la información.

—¿Por qué no te ofreces directamente en vez de hacer que te lo pida?

—Porque solo lo voy a hacer si me lo pides —responde, encogiéndose ligeramente de hombros.

—Vale, ¿y si no lo hago? Correrme, digo.

—Hago lo que tú quieras.

—¿Lo que yo quiera?

—Lo que tú quieras.

—Mmm... eso tengo que pensarlo bien. Déjame unos minutos que... —Sus labios interrumpen mi discurso abordando los míos y ya pierdo un poco el hilo—. Imbécil.

—Déjate... llevar un poco, Rino, es más fácil... así...

—Pues deja de hablar.

No sabía que el kamikaze fuese de tipo complaciente, pero después de que diga eso contra sus labios, me hace caso y su lengua no se mueve para otra cosa que no sea arrasar la mía y cada recoveco de mi boca que puede. Sus manos, que no han abandonado mis caderas una vez las han bajado hasta ahí, aprietan con fuerza mientras siento su pelvis volver a echarse hacia arriba, lo que hace que mi boca se vuelva más desesperada sobre la suya. O bajo la suya, ahora mismo no sé quién está llevando el ritmo del beso, si él, yo o ambos.

—M-muévete c-como antes... Joder, Rino, ayúdame un poco.

Eso último lo dice con un tono más grave y demandante, y no sé si es que eso me pone; debe ser que sí, porque le hago caso y empiezo a moverme sobre su paquete, que siento cada vez más duro.

—¿Estás seguro de que quieres... que yo me corra? —pregunto contra sus labios, entre succión y succión a su labio inferior, que se acaba de convertir en mi nueva pasión.

—S-sí... Joder... ¿No...?

—No. Te he dicho que... ¿qué haces?

—Espera un momentito... —Su mano, que había estado luchando con el botón de mis pantalones, se cuela entre la tela vaquera y luego entre la de mis bragas, hasta que sus dedos empiezan a tantear y dan con...

—¡Ah, ah, ah...! —Me hubiese gustado ser más silenciosa, pero sus dedos están fríos y han apretado quizá con demasiada fuerza en ese punto (desde luego, más de la que he usado yo nunca conmigo misma), así que no he podido evitarlo. Igual que tampoco puedo evitar tener los ojos cerrados cuando, después de ese primer apretón de reconocimiento, empieza a mover sus yemas en círculos.

—¿Ahí? ¿Mejor?

—N-no voy a...

Me intento resistir, de verdad que lo hago, pero creo que él es consciente de que ha dado con la tecla para hacerme disfrutar de verdad, porque noto su sonrisa cuando vuelve a lanzarse a mi boca. Sus falanges siguen moviéndose al mismo ritmo y yo, sin quererlo, llevo mis manos a su nuca para darme estabilidad, acercarle más o qué sé yo. Estoy un poco perdida a estas alturas. En los jadeos y gemidos que se me escapan y que se mezclan con los suyos cuando da esas falsas embestidas que hacen que me separe de sus labios sin quererlo. A él eso parece afectarle más de la cuenta también, porque noto sus dedos dudar cada vez que gime.

Justo en medio de otro beso guarrísimo en el que doy rienda suelta a mi nueva pasión (su labio inferior), sus dedos abandonan ligeramente mi clítoris para recorrer como puede mis labios mayores, llegar a mi entrada y, cuando vuelve y pellizca un poco, grito contra sus labios.

—V-venga... Estoy seguro de que... estás... cerca...

—No...

—¿Ni un poquito?

—No...

Está claro que me odia. Que el pique que tenemos desde siempre le alimenta incluso en esta situación, porque no sé qué coño hace con sus dedos, su lengua y su paquete arremetiendo contra mí, pero me tenso. Mis manos se vuelven puños en su pelo, mi boca se separa de la suya y mis muslos amenazan con traspasar los suyos hasta que pueda juntarlos, cuando, finalmente, algo estalla en mi intimidad. Mi corazón late a toda velocidad mientras de mi boca sale un grito ahogado que hace que me paralice por unos segundos. Mis pulmones, que dejan de respirar, y mi cuerpo entero, que desconecta de mi ser para dejarse rendir por el placer.

—Vaya...

—Eso, vaya... —Abro los ojos para observarle como puedo, porque me he dejado vencer sobre su cuerpo y apenas puedo verle bien la cara. Lo que sí que puedo ver es la sonrisa satisfecha que pone, y sentir su mano salir de mi intimidad para abrochar mis pantalones—. Creo que he ganado.

—No me jodas, kamikaze —digo demasiado bajo—. No estás mejorando mi experiencia si me jodes el orgasmo.

Por un momento había olvidado casi que era él quien me estaba provocando todo esto, pero ahora me replanteo si esto ha sido una buena idea. «Desde luego que no», me dice mi parte racional, aunque la que todavía está sufriendo los coletazos del orgasmo no esté de acuerdo.

—Ah, o sea que no vas a negarme que lo he conseguido ni nada de eso...

—Te hablo en serio. Que me levanto.

—He ganado... Ahora vas a tener que pedirme...

—Vale, me levanto.

—Espera un poco...

No le hago ni puto caso, evidentemente. Aunque siento cada una de mis extremidades más débiles de lo que estaban, me levanto de su regazo como puedo para volver a mi asiento; al que ocupo siempre. Me adecento un poco una vez estoy ahí e intento no mirarle mucho, pero me sale mal, porque observo de reojo cómo se mete la mano en el paquete para recolocárselo.

—Oye, ¿tú...?

—No —responde con una sonrisa—. Pero así estamos en paz. Además, no es como si pudieses hacer algo para solucionarlo.

—Pues podría intentarlo, listo. —Ni siquiera sé qué es lo que pretendo con esa frase, porque es evidente que chupársela no. Si acaso una paja, pero como tengo tantísima experiencia... Vamos, que no conseguiría nada. O...

—Dejémoslo aquí, ya me encargo yo luego —responde antes de abrocharse el cinturón.

—Seguro que acabas antes a juzgar por lo muchíííísimo que aguantaste ese día.

—¿Qué estás insinuando, Rino?

—Nada, nada... —respondo haciendo lo mismo que él—. ¿Me llevas a casa?

—¿Muy cansada para ir andando?

—Imbécil, estoy en medio de un polígono, no te flipes.

El kamikaze se ríe agudo antes de arrancar el coche para poner rumbo a mi casa. Porque a ver, después de lo que acaba de pasar nos hemos olvidado un poco de la policía, y supongo que si han visto algo... se habrán ido.

—Que sepas que te he entendido y aguanto mucho más que... eso. Follo bastante bien.

—Ya, claro...

—¿No te ha servido lo de ahora? —me pregunta con suficiencia.

¿Admitir que he disfrutado y ha sido por él? Jamás.

—Los dedos también sé usarlos yo.

—Como quieras, pero... he ganado.

—Flipado...

Lo peor de todo es que no puedo negar que me ha dado un orgasmo y que ha sido bastante mejor de lo que me esperaba.

Lo peor de todo es no entender qué me lleva a comportarme así con él.

---

Hi!

Ya estoy aquí un lunes más y, como os dije la semana pasada, con un capítulo bastante más largo (unas 5700 palabras) y con más chicha. Bueno, quien dice chicha dice contenido del que tooodas queréis ver entre estos dos. ¿Qué os han parecido las actitudes de la Rino y el JK? ¿Qué creéis que está ocurriendo entre ellos?

También se plantea un poco el tema entre Minnie y Min Suguita, ¿qué creéis que va a pasar con esos dos? Aunque la historia está claro que no es suya, también tienen su cachito de trama.

Sobre el final quiero hacer una aclaración. Como está escrito desde el punto de vista de la Rino, ella está un poco perdida y distraída y no se entera, pero la intención es que básicamente cuando llega la policía y los ve pasa de interrumpirlos. That's why no aparece, pero es un poco difícil contar lo que pasa fuera si la Rino no le está prestando atención.

Y esto es todo. ¿Alguna teoría, petición, cosa que queréis que pase?

¡Os leo! <3

PD: el drama del multimedia es que no encuentro gifs de BTS conduciendo con los pelos que les he puesto, así que si tengo que elegir... les pongo conduciendo. Pero Jin aquí está de rubio.

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