El día en que mi reloj retroc...

Autorstwa Marluieth

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¿Qué harías si un día lograras regresar tu vida desde el principio? Helena Candiani pudo hacerlo. No sabe có... Więcej

Prólogo
1. Lo que fuí
2. El veneno que no quise ver
3. El acabose
4. Cuando despierta una estrella
5. Mi comienzo
6. Una nueva vida
7. Charly
8. Déjà vu
9. Argelia
10. Lucha de egos
11. Contra corriente
12. Una deuda pendiente
13. San Valentín
14. Detonante
15. Adicciones y otras cosas
16. La historia de un riñón
17. El jardín de las pitayas
18. Una fiesta de niños
19. La casa del monje
20. Bajo una nueva luz
21. Zona Cero
22. Principio de doble efecto
23. Damasco Cortés
24. Indicios
25. Corvus
26. Carpe Noctem
27. Remembranza
28. Estigma
29. La serpiente del Edén
30. Las hermanas de la Merced
--•Espacio para fanarts•--
31. Bajo Juramento
32. No todos los caminos llevan a Roma
33. Una descarga y una verdad
34. El museo
35. Cuando las máscaras caen
36. Marbella Duchamps
37. Una fachada perfecta
38. El novenario luctuoso
39. Alyeska Bélanger
40. Puesta de Sol
41. Las cartas
42. El mensaje oculto
43. La hoguera y el pájaro
44. Planes y costumbres
45. "V" de Vendetta
46. Verónica Burdeos
47. La madre superiora
48. La pieza que faltaba
49. Lyoshevko Lacroix
50. El Coliseo de las Bestias
51. La marca y la lechuza
53. La hora de las bestias, los espíritus y los malditos
54. Bailes que matan
55. La Resistencia
56. Libertad
57. La Máscara Tribal
58. La Permuta del Siglo
59. Herejía
60. Resplandor
61. Hypnos I
61. Hypnos II
62. La prima hora I
62. La prima hora II
63. La Pastorela
64. El último cuervo blanco
65. EL día en que mi reloj retrocedió
꧁༒☬ Epílogo ☬༒꧂
❧Dudas y Curiosidades del Reloj❧

52. Suspensión Activa

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Autorstwa Marluieth



"Pensé que con una segunda oportunidad, iba a poder remendar mis errores, tapar los baches, ser la Mary Sue de mi propio cuento, uno que supuestamente ya conocía. Dar eso por sentado me salió muy caro. Porque ser una Mary Sue implica buscar la perfección... pero yo había llegado a destruir.
Yo había llegado a destruirlo todo."

—Helena Candiani



"¿¡Qué!?"—Damasco se volteó hacia mí con furia y total incredulidad—"Helena... ¿¡Qué?!"—tragó saliva porque su propia voz le había irritado la garganta. Estaba molesto sí, irritado, queriendo arrancarse los pelos de la cabeza... o de la mía. Pero un ronquido que había emitido mi papá, le había bajado lo (solo un poco) los humos—"¿Estás escuchando lo que me estás pidiendo?!"

Miré hacia un costado y comencé a hacer pequeños círculos con la punta de mi pantufla de hospital.

¿Que sí estaba segura?

Pues... no.

A veces ni siquiera estaba segura de quien era o de cómo me llamaba, pero obviamente no le iba a decir eso.

Suficiente tenía con... bueno, con todo. Incluida la lechuza inconsciente que había depositado sobre mi cama como un bultito.

Levanté la vista lentamente, evitando sus ojos.

"Sé que..."—respiré hondo—"Ya sé que suena algo extraño, pero-"—me interrumpió.

"¡Pero NADA!"—comenzó a dar vueltas en el cuarto, como si fuera una bestia enjaulada y se pasó las palmas abiertas sobre la cara, y entre el cabello con exasperación.

"Va a ser muy muuuuy rápido"—le aseguré—"Y tú vas a estar ahí todo el tiempo, lo promet-"—

Se volteó hacia mí con la velocidad de un relámpago y me sostuvo por los hombros.

"¿¡Y yo cómo por qué voy a querer estar ahí?!"—su par de soles ardían con tanta furia que hasta parecían brillar—"No Helena"—se lamió los labios—"Mi respuesta es: No."

"Confía en m-"—

"No."

"¿No confías en mí?" —puse la expresión más dolida y exagerada que tenía en mi repertorio de expresiones faciales. No me gustaba regalarlo así, pero era por una buena causa.

"Heh"—resopló de forma absurda—"Ni se te ocurra intentar chantajearme con esa cara porque no te va a funcionar"—la comisura derecha de sus labios se levantó para crear una media sonrisa repleta de autosuficiencia—"Soy inmune a los pucheros falsos de las mujeres, bonita"—se inclinó, para acercarse a mi oído y bajó voz, fingiendo un secreto— "Y sobre todo a los tuyos. Porque cada vez que dejo que me convenzas con esa cara..."—deslizó sus alargados y varoniles dedos de mis sienes hasta llegar a mi nuca, pescando un cairel que se enrollo entre los dedos —"En fin..."—se lo llevó a los labios cerró los ojos y luego lo soltó y dió un paso hacia atrás. Mi corazón estaba a todo lo que daba —"Ya te dije que no. Así que si quieres llamar a ese imbécil vas a tener que ponerte a hacer señales de humo en la terraza o también puedes afeitarte la cabeza y hacer poses de meditación, como los monjes tibetanos para ver si con eso desarrollas poderes telepáticos"—se alejó y entrelazó sus manos detrás de su cuello hasta hacer que tronaran. Se le marcaron los músculos de la espalda en el proceso—"Tú escoge, pero no te voy a prestar mi celular"—me volteó a ver por encima de su hombro—"Buenas noches"

Me mordí los labios.

No podía dejar las cosas así... y si para conseguir lo que quería de él (su estúpido celular que no le costaba NADA prestarme) iba a tener que jugar un poco sucio, pues ¡Manos a la obra!

¡Por Dios!

¡El no entendía que esa Lechuza que estaba en mi cama, no era una Lechuza cualquiera y yo de verdad que no sabía como explicárselo!

¿¡Y si por su testarudez la Lechuza se moría!?

Respiré muy hondo y me cruce de brazos.

Si algo bueno me había dejado ser la novia de Daniel Robles en mi otra vida (y casi por 7 años) era que le había aprendido de todo al Rey del drama y la manipulación sentimental.

Y heme aquí, descubriendo que hasta las mierdas más espeluznantes que aprendes y los chantajes más bajos, pueden llegar a serte útiles.

Porque yo madera de buena actriz definitivamente no tenía. NADA. Pero para burlarme era buena, y me había burlado de mí misma y de todo lo que me había hecho Daniel "N" número de veces dentro de mi cabeza.
Y lo había hecho tanto, que me había hecho bastante buena interpretando únicamente a ese personaje.

"Estás escondiéndome algo... ¿Verdad?" —quebré mi voz al final de la oración a propósito.

"¿Qué?" —El estaban a mitad de cambiarse la playera por otra, porque la primera la había llenado de sangre.

Tenía la línea 'V' tan marcada por el ejercicio que incluso se le notaba definida en la oscuridad. Este chico no le pedía nada a todos esos modelos de Calvin Klein o Hugo Boss.

Fijé mis ojos en los suyos para no distraerme y me puse a evocar momentos tristes para qué se me empañarán los ojos.

Como la primera ves que lo ví... dentro de un féretro.

"¿Me engañas...?" —pregunté, quebrando mi voz tanto. Que hasta pareció como si no hubiera dicho nada... pero era la idea.

"¡No!" —no le tomó más de media zancada estar plantado nuevamente frente a mí.

Y aquí venía el drama...

Dios, no podía creer que Daniel Robles me hubiera aplicado tantos como estos y que yo hubiera caído redondita cada vez.

Claro que, el los usaba para cancelarnos citas, o justificar foros comprometedoras con chicas bonitas, o para decir que se iba de juerga con sus amigos y luego desaparecer por tres rías y nunca contestar su celular.

Yo lo estaba haciendo para salvar una vida.

"¿Con quién?"—lo encaré apenas—"¿Es con la enfermera verdad?"—me escurrió la primera lágrima—"Lo sabía... en el fondo lo sabía"—me tapé la cara con las manos porque sacar lagrimas falsas estaba siendo realmente difícil —"Pero no quería verlo porque me sentía muy feliz de que alguien como tú... se hubiera fijado en mí"

Comencé a hacer resoplidos y afortunadamente todo el evento "Rescatando al soldado Ryan" pero con Lechuzas y brazos mágicos, me había aflojado los mocos, así que sirvió.

"¿De verdad crees todo eso que me estás diciendo?"—me preguntó Damasco, sonaba herido, así que decidí no contestarle pata que interpretara mi silencio como quisiera—"Yo nunca te engañaría... pensé que lo sabias"

Le di la espalda aún con mis palmas cubriéndome la cara.

"No importa..."—susurré—"Ya me voy a dormir."—di el primer paso—"Buenas noches"

Tenía que hacerlo así.

Él era muy listo y si yo cedía a la primera, se iba a dar cuenta... y adiós plan.

Damasco tenía mucha experiencia en esas cosas... nunca hablábamos de eso, pero era algo entendido que antes de mí, y el tiempo que habíamos estado enojados, su refugio había sido la música... y la música siempre atrae chicas, de todo tipo, hasta del tipo Helena Candiani. Así que para su edad se sabía al derecho y al revés toda clase de berrinches y desplantes y cómo manejarlos.

No era un chico fácil de timar.

Lo que él no sabía es que los Reyes del drama, también pueden ser los hombres cuando se lo proponen. Y que siete años al lado de una persona así de tóxica, no pasan en vano, porque la toxicidad se contagia y aprende... y también se desaprende, pero te quedan mañas.

Y yo CLARO que las iba a usar.

Di dos pasos más y sucedió lo obvio.

"A mí me importa"—me sostuvo del brazo algo inseguro de lo que estaba haciendo —"Y no puedo dejar que te vayas a dormir pensando cosas así..."—me volteo con suavidad para que quedáramos de frente—"Mírame"—pero mis ojos seguían ocultos tras mis manos—"Mírame por favor"—suplicó, apartándolas con suavidad para posar más suyas sobre mis mejillas—"Eres..."—se lamió los labios y pude ver como su manzana de Adán subía y bajaba con temerosidad —"Eres la única niña con la que he querido hacer las cosas bien en la vida"—sus ojos se veían tristes, apagados, opacos—"Te quiero tanto que a veces siento que no puede ser real, que eres de otro planeta"

"Suéltame" —aparté sus manos para romper el contacto y si un paso hacia atrás. Me dolió hacerlo pero, necesitaba que estuviéramos más cerca para esculcar las bolsas de su pants y robarle el celular.

Y la única forma de hacer que Damasco bajara la guardia por completo, era haciendo que se creyera totalmente este desplante.

Y que se lo creyera tanto que no tuviera de otra que estrellarme contra su cuerpo por completo para no dejarme ir.

Y sí, claro que eso pasó, porque como dije... yo había aprendido del mejor.

Y en cuestiones de amor y desamor mientras Damasco apenas estaba pensando en sí ir a ordeñar la vaca, yo ya venía de regreso con mi tercera cubeta de leche.

"Eres a la única"—su voz sonaba desesperada y me giró por completo para estrellarme de lleno contra cada uno de los músculos de su torso —"A la única a la que he tenido tantas ganas de besar"—sentí su aliento caliente erizar la piel de mi cuello —"Tantas ganas... que a veces creo que me estoy volviendo loco"—entonces me rodeó la cintura con ese par de brazos fuertes y bronceados y me pegó aún más contra él —"Y si no lo he hecho... Si no lo he hecho Helena, no es porque no quiera, porque quiero. Quiero como no tienes una puta idea"—sus labios estaban contra mi cabello—"Pero mi sueño más grande en el mundo, es hacerte mi novia"

El corazón me dió un salto pero lo ignoré. No iba a dejar que una reacción bonita y hormonal me costara el plan.

Lo rodeé con los brazos y sentí como todos sus músculos se relajaron al instante. Obviamente él no sabía que yo estaba aprovechando la acción para comenzar a buscarle el celular.

"Creí que era la música" —le dije, para darle pie a que quisiera seguir distendiéndome así, justo como lo estaba haciendo.

"La música... va después"—sus manos viajaron a mi espalda y con cada caricia me mandó cien ráfagas de cosquilleos que me acariciaron hasta los huesos... pero de una manera cálida, dulce, de esas que te hacen no querer irte nunca —"Primero estás tú"

Y para mi pésima suerte, el bolsillo pequeño de la derecha no había tenido nada más que pelusas, bolitas de papel y la envoltura de uno de esos chicles de menta que tanto le gustaban.

Genial.

"Eso no está bien" —le dije, imitando su acción y pasando mis manos sobre su espalda. Sentí cada uno de sus músculos tensarse cada vez que les pasé encima las llenas de mis dedos.

"Pues para mí está más que perfecto"—me aseguró—"¿Quieres saber por qué?" —me limité a asentir. Su aroma había impregnado por completo mis fosas nasales y lo estaba disfrutando. Él tenía ese tipo de piel que... guardaba las fragancias. De esas a las que solo les hace falta una pequeña gota de loción para oler muy rico toda una semana, de esas que logran impregnar cada prenda de ropa, y el ambiente, y las sábanas, las toallas, la piel de quien abrazas. De esas que logran adueñarse de toda una habitación y hacen que cuando entres pienses 'Ah, sí... huele a esta persona'

Me regaló una de esas encantadoras sonrisas que le enmarcaban la quijada y los pómulos justo en los lugares correctos y acaricio mi mejilla y mi barbilla, levantando mi cara un poco para clavarme ese par de soles intensos que tanto lo caracterizaban —"Porque cuando te haga mi novia... voy a hacerlo bien"—se humectó los labios —"Porque contigo no quiero saltarme ningún paso"—sentía el corazón palpitándome en cada célula de mi cuerpo —"Por eso primero tengo que ser alguien en la vida, porque así puedo pedirles a tus papás su bendición, con la cabeza en alto y sin miedo a nada"—estaba a punto de perder la razón, pero mis manos encontraron la forma de seguir trabajando, buscando...

¿Cuantos jodidos bolsillos tenían sus pants?

¡La cabeza estaba a punto de explotarme!

"Hum..." —solté sin más que decir porque eso había sido lo único que se le había ocurrido a la única neurona que me estaba funcionando.

Espera...

¿Se había acercado más?

¿Cuando?

¿¡Por qué!?

¡Y lo peor era que ese último bolsillo también había estado lleno de pelusas y algo raro y pegajoso!

"Y luego..."—su pulgar viajó a mi labio inferior y se quedó ahí —"Luego voy a poder besarte todo lo que quiera"—se mordió los labios y arrugó la nariz de forma juguetona —"Y voy a hacerlo tantas veces, que te vas a terminar escondiendo de mí"

Glup.

"¿Y m-mis papás q-que tienen que ver con esto?"—le pregunté fingiendo un desplante de niña mimada, porque aún me faltaba revisarle dos bolsillos más —"Vas a estar conmigo... no con ellos. Así que lo único que te tiene que importar es cómo me siento yo y como te veo yo."

Él soltó una risa musical y me miró de una forma tan genuina que juro que me atravesó el alma.

"Tienen todo que ver, porque gracias a ellos, existe la niña que quiero para siempre en mi vida"—sus pupilas estaban grandes, dilatadas, estaba segura que Damasco era de los que hacían lo que querían cuándo querían, y que nunca había tenido que contenerse, que estaba experimentando y que le estaba costando... pero lo estaba haciendo por mí. Porque esa era su forma de demostrarme que me quería y que me quería bien—"Y si ellos son de pueblo y sus costumbres son de gente chapada a la antigua"—añadió —"Entonces yo quiero jugar bajo sus reglas, porque no solo son los papás de una niña que me gusta... Son los papás de la niña que se va a convertir en mi familia... No. De la niña que ya es mi familia"—entonces me jaló y caímos suavemente a la alfombra. Como si él lo hubiera planeado, y seguramente lo había hecho porque mi cara acabó completamente pegada contra el subir y bajar de su pecho; contra la parte de su cuerpo en la que más se sentía ese golpeteo tan duro y agitado, que me hizo sentir confusión acerca de dónde terminaba el suyo y donde comenzaba el mío—"Haa... ni siquiera te he tocado todavía, y mira todo lo que me estás haciendo... Helena..."

Tun-tun, Tun-tun, Tun-tun, Tun-tun...

Y ahí fue cuando por fin pude encontrar  ese pequeño y cuadrado aparatito que me había puesto en esta situación. Tragué saliva con dificultad y lo saqué de golpe.

Él no sintió el movimiento en ese momento porque imagino que estaba usando cada uno de sus sentidos para sentir otras cosas.

"¡Ja!"—coloqué una mano sobre su pecho para impulsarme y le arrojé la sudadera a la cara, la que minutos antes me había puesto encima, pero no fue para hacer que se enojara más, lo juro, lo que quería era ganar tiempo para poder escabullirme porque siendo francos, en cuestión de fuerza y de velocidad, yo no habría tenido oportunidad de otra forma—"¡Te gané!"—grité—"¡Ahora ya no importa si es con o sin tu permiso porque voy a hacerlo de todas formas !"—dicho eso, me encerré lo más rápidamente que pude, con seguro y todo, en el baño de la habitación—"Adiós, solecito... y solo para que te quede claro, mi linda cara podrá estar hecha pomada el día de hoy, y lo que quieras, pero todavía funciona bastante bien"

Lo escuché pararse.

"¡Ugh!"—se quejó—"Helena que dem..."

"Prometo devolvértelo rápido. Es tú culpa porque no me lo quisiste prestar cuando te lo pedí por las buenas... así que te lo tuve que quitar por las malas" —le expliqué con naturalidad, del otro lado de la puerta.

"¿ culpa?" —preguntó con total incredulidad.

Sonaba muy... neutro.

La verdad lo prefería cuando estaba tan enojado que parecía que estaba a punto de sacar un chorro bilis por cada uno de los orificios de su cuerpo, porque eso se parecía mucho más a él pero así... como sonaba en ese momento... era muy... raro.

Pero no iba a ponerme a pensar en eso en este momento. Ya después le pediría una disculpa o lo sobornaría con algo, pero cuando se le bajara el coraje, porqué si lo hacía en ese justo momento, cualquier ofrenda de paz me la acabaría arrojando en la cara, o terminaría en el suelo hecha pedacitos muy muuuy pequeños.

"Pues sí"—le aclaré —"Es tú culpa. Yo siempre estoy haciendo cosas por ti. Siempre te digo que sí a todo y no lo valoras nunca. No sabes ser recíproco Damasco"—afortunadamente no le ponía contraseña a su celular—"Por ejemplo en las noches, sí quieres un vaso de agua te lo subo, aunque me esté muriendo de frío y no quiera salir de mi cama. Y aunque yo prenda el boiler siempre te dejo bañarte primero y, te mentí cuando te dije que el kiwi no me gusta, me encanta, pero como a ti también te encanta pues, siempre lo dejo en el plato para que tú te lo comas... ¡Y yo nunca te pido nada! Hasta hoy, que te pedí tu celular y todavía te atreviste a decirme que no. La verdad es muy feo que seas así"

"¡Todo lo que hago lo hago por tu bien!" —gruñó.

Bueno, al menos ahora ya se parecía mucho más al Damasco que conocía. Aunque estaba en su versión que más odiaba: la de orangután con rabia.

Pero ya se me bajaría... ¿Verdad?

Uno no puede vivir enojado toda la vida...

"Ya estoy lo suficientemente grande como para poder decidir yo las cosas que quiero hacer por mí bien. Además una llamada nunca ha matado a nadie y ya te dije que te lo voy a regresar rápido" —me defendí.

"No es la llamada Helena. Es a quien..."—estaba usando ese tono raro y neutro otra vez—"Y eso que acabas de hacer... fue bajo"

"Ah... ¿Y no fue bajo cuando me quedé dormida afuera de tu puerta esperando a que me abrieras y te valió queso? ¿Entonces tú sí lo puedes hacer y yo no, o como? Ya no estoy tonta por la anestesia como para dejarte hacer y decir lo que quieras y pretender que tú nunca haces las cosas qué haces. Tal vez estás acostumbrado a hacer ese tipo de cosas y que te aguanten... ¡Pero yo ya le aguanté a alguien demasiado como para ponerme a aguantarte a ti también! ¡Aunque seas tú! Perdón pero... no tengo la paciencia. Ya me la gasté con alguien más."

¿Sabes?

Cuando te importa mucho una persona a veces terminas sacando la peor versión de ti mismo.

Y cuando discutía con él, eso me pasaba...

No lo hacíamos mucho, ni seguido...

De hecho, casi nunca.

Preferíamos dejarlo pasar porque nos importaba más estar bien que pelear por una tontería como un boiler o un kiwi.

Pero yo siempre fui de esas personas que aunque decían que no... en el fondo, esperaba algo a cambio.

Y cuando no lo recibía simplemente lo iba acumulando y acumulando hasta que *boom* explotaba.

Y aunque no era su culpa nada de lo que había pasado antes. Era algo que me había marcado.

Que me había hecho decidir que era más fácil tirar la toalla cuando estorbaba.

"Ya. Entonces te estás desquitando..." —lo escuché recargarse sobre la puerta. Lo supe cuando los cierres metálicos de sus pants hicieron un tintineo.

"No... no es eso."—suspiré para tratar de calmarme—"Mira, no voy a justificar lo que acabo de hacerte... pero estoy aprovechando la ocasión para recordarte que tú también puedes llegar a ser bastante horrible. Y que en tu afán y tus formas de 'hacerme aprender la lección' me lastimas. Porque nunca hablas conmigo... nunca me dices nada. Sólo un día, algo no te gusta y empiezas a tratarme diferente sin explicación... y duele. Y no lo voy a dejar pasar"

"Lo que acabas de hacerme tampoco lo voy a dejar pasar" —su tono era amargo.

"¿Es aviso o advertencia?"

"Las dos"

A veces.

Ese hombre.

De verdad que tenía talento para ser el colmo de colmos.

"¿Tu ego de macho no te deja aceptar que te gano una niña? ¿Y qué no tuvo que usar la fuerza?"

"No tengo ningún problema en aceptar que ganaste. De forma sucia y tramposa pero lo hiciste"—le dió un pequeño golpeteo a la puerta—"Pero quiero la revancha"—añadió—"Y sí, me molesta mucho que mezcles situaciones que no tienen nada que ver para darle la vuelta a la moneda"

"No le estoy dando la vuelta a nada" —le aclaré—"Y pelearnos no es un deporte, ni un juego"

"No. Pero tú lo haces ver como si lo fuera y a mí... no me gusta perder. Y menos cuando estas mal pero tú terquedad no te deja verlo. Porque entonces no es dejarte ganar para que te sientas mejor. Es dejarte ganar para que la próxima vez hagas algo peor y pienses que así se hacen las cosas".

¿Cuando se había vuelto tan listo?

No...

Siempre lo había sido...

Y por eso sus tíos le habían pegado hasta cansarse. Porque siempre había tenido una jodida lengua afilada y nunca tuvo miedo de usarla.

Eso me llenaba de orgullo; que tuviera los cojones para decir lo que pensaba sin importar a quién o en dónde... pero odiaba un poco que lo usara en mi contra.

Porque tenía algo de razón, aunque no se lo iba a reconocer nunca.

"Yo no soy la única terca aquí" —también me recargué sobre la puerta.

"Hah"—resopló con frustración, y me lo imaginé cruzándose de brazos.

"Prometo pagarte la llamada"

"Sigue diciendo esas cosas y vas a hacer que de verdad me enoje contigo, y no me conoces enojado. No de verdad."—advirtió —"No quiero que me pagues nada"

"Bueno... de todas formas ve pensando en algo que si quieras, te lo voy a comprar: un disco, una cajita feliz de Mc Donald's, unos huevitos sorpresa... ¡Qué se yo!"—comencé a buscar el contacto para enlazar la llamada, Damasco ni siquiera sabía que lo tenía guardado porque no sé lo había dicho—"Pero ya déjalo ir porque aunque te enojes, de todas formas voy a hacer la llamada"

"Solo voy a decirte una cosa: en algún momento vas salir de ese baño."—agregó—"Y te voy a estar esperando aquí"—le dió dos golpes con los nudillos a la puerta.

"Obviamente que voy a salir"—me pegué el celular a la oreja—"¿Quien se queda a dormir en un baño por miedo a lo que pueda hacerle un niño de 17 años? Nadie con más de dos neuronas en la cabeza. Además ahí está mi papá... algo muerto pero de todas formas si le arrojo una de mis pantuflas a la cabeza va a reaccionar, y me va a ayudar, y gracias a ti tengo una muy buena puntería"

"¿Ah sí? Pues eso lo veremos"—susurró—"Y como ya te dije: aquí voy a estar"

Ahh...

Seguramente debí pensar en algún método para hacerme del celular, lo sé... uno más sano pero en ese momento no se me había ocurrido nada.

Solo había pensado en lo mucho que necesitaba hacer esa llamada para ayudar a la lechuza, antes de que amaneciera porque tampoco quería lidiar con las preguntas incómodas de mi pobre padre cuando despertara, ¿Se imaginan?

—Oye hija. La vez pasada "encontraste" un Cuervo y una Lechuza muertos en tu recámara y hoy tienes una lechuza inconsciente en los brazos y hay mucha sangre en la ventana. Nos preocupas. Así que te inscribimos a: Me uní a un culto satánico pero mis padres me cacharon y por eso estoy aquí Anónimos, Martes y Jueves.

Dios, no.

Se supone que estaba tratando de salir de los lirios que me asediaban... no de crearme más.

"Hola... soy-" —dije en cuanto escuché que levantaron la bocina.

"Ya sé que eres tú. Estoy afuera" —dicho eso, colgó.

Y yo ya sabía lo que tenía que hacer.


*****

El frío de la noche calaba los huesos.

Damasco me había vuelto a poner su sudadera encima—aunque a regañadientes—y además había agarrado una cobija para envolverme con ella. En cambio, él había utilizado una sabana, a modo de bufanda... una bufanda tan grande que casi era un chal.

Y mientras a mí, me había obligado a ponerme sus tenis "por calientitos" (que por cierto me quedaban tan grandes que me hacían parecerme mucho a un payaso de circo) él había terminado usando las pantuflas.

Así que sí, éramos un extraño—y bastante gracioso —par.

La carcajada de la persona con la que planeábamos encontrarnos, no se hizo esperar. Y fue una que le llegó a los ojos... como todas las que soltaba cada que se estaba burlando del dolor de algo o alguien.

"Deimos" —me aproximé a él con la lechuza en brazos, la habíamos terminando enrollando en una toalla y parecía el típico bulto con el que cargas a un bebé—"Ten"

La sonrisa se le borró un poco (aunque no del todo porque pues era, Deimos) y comenzó a revisarla —"Ehhh... Gracias por regresarme a mi ahem... ¿Mascota?"—arqueó una ceja, divertido—"Últimamente ha estado un poco... desobediente, se lo he dicho pero es muy necio. Y ¿Que puedo decirte? Por eso le pasan este tipo de cosas que mantienen mis noches y mis días bastante entretenidos. Todo es culpa de cierto ratón al que no debe atrapar, pero al final tiene cerebro de un estúpido pájaro, así que no lo entiende"—le extendió las alas para revisarlas con minucia—"Menos mal que se estrelló contra la ventana de tu habitación y no contra unos cables de alta tensión o algo parecido"—su boca inmediatamente adquirió esa clásica sonrisa siniestra—"Ahhh no, no... tengo que borrar esa imagen mental de mi cabeza, Helena. Es demasiado placentera pero... está mal, muy mal... ¿Que clase de dueño seria si me la imaginara...?—volvió a reírse —"¿Crees que haya cables de alta tensión cerca de aquí? ¿O torres eléctricas? Incluso un cable un poco roto serviría para probar... ya sabes, una reanimación rápida llena de amor y buenas intenciones".

Entorné los ojos.

Sabía que no le iba a hacer nada porque era su amigo...

Y su sentido de la amistad era más fuerte que sus ganas de asesinar a sangre fría a todo lo que se moviera en el mundo... ¿Cierto?

"¿De verdad le vamos a dar la lechuza a este enfermo?" —se quejó Damasco.

"Sí. Se la vamos a dar por qué es de él"

"¿Y si le arranca las alas y se las pega a un animal más grande en la espalda? Eso les hace a las mariposas con los alacranes. Lo he visto... ¿Como sabes que no se la está llevando para hacerle lo mismo?"

Le di un puntapié.

"¡Auch!" —se quejó—"Hoy estas con todo..."

"Tampoco se trata de que le des ideas"—lo reprendí—"Es suficiente con las que su cerebro ya genera, sin ayuda de nadie"

La sonrisa de Deimos se había ensanchado mucho más (cosa que no creí posible) ante los comentarios y acusaciones. Supongo que recordar a los pobres insectos a los que torturaba lo ponía así de feliz.

"Ohhh... ¿Le faltan plumas en la cabeza? Que divertido. Ya quiero ver su cara mañana, cuando despierte y se vea al espejo. Voy a tener lista mi cámara... y también tengo que comprar una máquina de afeitar en el camino de regreso" —dijo mientras le arrancaba deliberadamente, un par de plumas flojas a la cabeza del animal —"Las lechuzas doradas calvas... ya no son muy doradas, ni tampoco creo que brillen tanto".

"Das asco" —Damasco soltó con desdén —"Ni siquiera sé por qué te llamó Helena o qué haces aquí. Pero poner a un animal en tus manos es prácticamente matarlo"

"Las energías no se te acaban para seguir jugando al intento de héroe ¿verdad?" —inquirió Deimos, acercándosele—"¿Qué es esto?"—levantó un extremo de la sabana con la que se había enrollado—"¿Tu capa tercermundista?"

"¡Deimos!" —lo amenacé.

"¿Qué?" —dejó caer el extremo de la sabana —"Es verdaderamente curioso conocer personas que no saben diferenciar la ficción de la realidad. Y que piensan que por enrollarse un pedazo de poliéster barato, ya son ellos contra el mundo... y que van a poder ganar"

Damasco estrelló sus nudillos contra la boca de Deimos, sin avisarle. Así como había hecho la primera vez.

"¿Como dicen? Ah, sí: Perro que ladra no muerde" —se sacudió la muñeca para limpiarse las gotas de sangre.

Y Deimos de alguna forma había logrado mantenerse de pie, aunque flexionándo las rodillas.

Y también se las había ingeniado para no soltar a la Lechuza, cuando recibió el impacto.

"Yo hago mucho más que morder" —sus ojos le brillaron de forma extraña, y casi me pareció que su pupila había comenzado a alargarse —"¿Por qué no le muestras gatita? Muéstrale ese lugar en el que me dejaste filetearte sin oponer resistencia... ¿Fue tu brazo o tu pierna? Ahhh... no lo sé... pero fue delicioso... Tenemos que repetirlo ¿No crees?" —me guiñó el ojo para cabrearlo aún más.

Y lo consiguió.

Pero ahora yo también quería asesinarlo.

"¿De qué está hablando este imbécil, Helena?" —me preguntó Damasco, sin quitarle los ojos de encima.

"De nada." —me apresuré a responder.

"No te lo voy a preguntar dos veces" —sabía que aún se estaba dirigiendo a mí, a pesar de que no había dejado de mirarlo—"Te voy a dar una y sólo una oportunidad para que me digas la verdad. Y esa oportunidad es ahora. En este momento" —me miró por el rabillo del ojo sin girarse —"No va a haber un después, Helena"

Sentí como si toda la sangre caliente se me escurriera del cuerpo.

¿Qué se supone que debía decirle?

¿La verdad?

¿Y luego qué?

¿Se volvía un nuevo blanco para todo esto que me estaba pasando, y lo mataban?

No.

Ya lo estaba poniendo en peligro con solo tenerlo a mi lado. No podía hacerle algo así...

Ya se me ocurriría qué cosa inventarle, pero primero lo primero.

"Voy a explicarte... ¿Está bien?"—lo jalé del brazo—"Prometo que voy a explicártelo todo... solo no ahora. Dame tiempo, por favor"

Se zafó del contacto que había entre nosotros como si le hiciera daño y dejó de mirarme.

"Entonces es verdad... tú dejaste que él..." —no fue capaz de terminar la oración.

"Ahhh... que cosa más decepcionante" —se quejó Deimos—"¿De verdad vas a explicárselo? Y yo que pensaba que todo eso que había entre nosotros, era nuestro oscuro secreto"

"¡Cállate!" —lo encaré —"¡Solo cállate! ¡Tú y yo no tenemos ningún secreto! ¡Ni lo vamos a tener nunca!"

"¿De verdad, gatita?" —su voz sonaba tan baja y divertida que casi parecía un ronroneo —"¿De verdad que no lo tenemos?" —me clavó sus Iris de ese azul tan pálido que helaba, y sí... las pupilas definitivamente se le habían alargado, haciéndole honor a lo que en realidad era—"Porque yo creo que sí. Sí que los tenemos... es más, yo creo que entre tú y yo hay tantos secretos oscuros y perturbadores, que ni siquiera nos alcanzan los dedos de las manos para contarlos... ¿Y sabes qué es lo mejor? Que van a seguir creciendo"

Damasco estrelló su puño cerrado contra la reja de metal del hospital, y la hizo temblar por completo.

"Ya te lo dije Deimos... tú y yo no tenemos nada. Nada que Damasco no pueda saber. Y si no se lo he dicho es porque no quiero ponerlo en riesgo, no porque no sé lo quiera decir" —le dije, ingeniándomelas para aguantar su mirada de hielo, porque esa era una mirada que podía envenenar.

Él se limitó a soltar otra carcajada.

"Lo que tú digas gatita" —emitió un chiflido agudo hacia arriba, que se sintió como una burla—"Si no hay secretos entre ustedes supongo que no te importa que le diga que el pajarraco desplumado que acabas de entregarme, es nada más y nada menos que nuestro queridísimo: Alan Garcés"

Y así, sin más, había soltado la bomba.

El silencio no reinó mucho.

Damasco no era de los que se callaban.

"¿¡Qué!?" —volteó a verme con ese par de ojos amarillos repletos de incredulidad, de tristeza, de enojo...

"¿Ahhh? ¿No te lo dijo?"—Deimos rió mucha más fuerza—"Me parece que ustedes tienen muchas más cosas de las qué hablar entonces... ¿No soy un encanto? La mayoría de las parejas terminan fracasando por ya no tener nada nuevo que contarse. Pero gracias a mi, por lo menos esta hermosa noche de cuarto menguante, ese no va a ser el caso para ustedes dos... ¿No acabo de asegurarme ya un lugar en el cielo?" —le dió a Damasco una palmada en el hombro —"Gracias por regresarme a mi lechuza, casi intacta. Me hacía mucha falta... la extrañaba. Así como extrañaba que te hiciera cabrear"—volteó a verme con cinismo—"Buenas noches gatita... ¡Ah! ¡Y nos vemos este y todos los Domingos del año!"

"Nadie va a verse contigo ningún puto día de la jodida semana, demente" —Damasco apartó su hombro con brusquedad y cerró los puños.

"Vaya... ¿Que también olvidé decírselos? ¡Pero que mal amigo soy!" —le hizo un ademán a su chofer para indicarle que le abriera la puerta de su auto. Era un Mercedes plateado del año —"Resulta que... a las monjas no les gustó mucho el espectáculo que les dimos. Así que nos programaron citas en la escuela cada Domingo para que tengamos tiempo de prepararles uno que les guste más... mucho más. En fin, deberían revisar sus correos institucionales. Toda la información está ahí... y el nombre de nuestro nuevo club de la amistad se llama: Suspensión Activa. Todos estamos ahí, porque hay que afianzar nuestros lazos... y yo me muero por afianzar los nuestros gatita."—dicho eso, cerró la puerta tras de sí y su chofer arrancó el auto.

Nos quedamos inmóviles viendo cómo se alejaba. Hasta que dobló en una esquina y ya no nos quedó nada más que ver.

"¿Lo sabías?" —Damasco rompió el silencio.

"Sí"

"¿Por qué no me lo dijiste?"

"No sé" —mentí.

"Yo sí sé" —se volteó hacia mí, entrelazó su mano con la mía y la metió dentro de su bolsillo antes de comenzar a caminar de vuelta hacia el hospital—"Pero ya deberías saber que los secretos no sirven para proteger a las personas Helena. Al menos a ti y a mí nunca nos han servido de nada."

*****


En el transcurso de la semana me di cuenta de que las marcas sobre mi espalda habían desaparecido.

No todas...

No.

Una parte.

Como si fuera un dibujo cuyos extremos habían decidido borrar, utilizando una goma.

Tal vez eso era lo que había dolido...

Pero al menos... al menos Alan Garcés estaba vivo.

En ese momento no había sabido que eso que había hecho había sido algo instintivo. Y qué si la situación lo ameritaba lo iba a volver a hacer una, y otra , y otra vez.

Por Alan, por Deimos, por Lyoshevko... por todos los que eran como yo.

Y así llegó el Domingo... nuestro primer Domingo cumpliendo la famosa Suspensión Activa.

Lo que habíamos hecho , la verdad había ameritado una expulsión, pero como estudiantes de apellidos demasiado rimbombantes habían quedado más que involucrados... a la escuela se le había ocurrido inventar un nuevo castigo.

Uno en el que nos pudieran obligar a llevarnos bien, y a cumplir tareas tediosas como organizar festivales, pastorelas, quermeses, colectas, y todas esas tareas engorrosas de las que al comité de maestros y padres de familia le urgía prescindir.

Y cada Domingo, nos asignaban tareas de convivencia, para empezar el día con un picnic amistoso antes de ponernos manos a la obra.

—Este Domingo te toca la música.
—A ti te tocan los platos deshechables.
—A ti la comida.
—A ti la limpieza

Y así...

El primer Domingo a Damasco le tocó llevar la comida y a mí, organizar una dinámica para fomentar nuestra relación de amistad.

Inexistente amistad.

Imposible amistad.

Solo que no había caso en ponernos a alegar con las monjas o los profesores... solo empeoraríamos las cosas... más.

Argelia y su abuela pasaron por nosotros para llevarnos a la escuela.

Mis padres habían castigado a Damasco por lo que había hecho y lo habían dejado sin auto... así que los tres llegamos juntos.

Argelia y Damasco platicando del deportes. Y yo ahí, sonriendo a todo lo que decían y pretendiendo que entendía un poco.

Bueno, era la reina de los autogoles, y de los balonazos en la cara, así que no entendía muy bien como lograba engañarlos pretendiendo que entendía de lo que hablaban, cuando para mí, era como si estuviera viendo a dos orangutanes hablando en árabe.

¡Ojalá a veces la vida viniera con subtítulos!

Seguramente justo ahora debajo de mi cara habría sido así como: (WATAFAK in Spanish)

Suspiré y tomé cierta distancia de ellos.

¡Que hablarán! ¡Que hablaran todo lo que quisieran pero que por favor no me preguntaran nada!

A lo lejos alcancé a ver a los miembros de nuestro nuevo club de la amistad infinita, sentados alrededor de un mantel circular con flores bordadas en listones y tonos pastel.

Seguramente lo había hecho Verónica. Era la única niña que conocía con el talento suficiente como para hacer algo así.

Y detrás de nosotros, llegó otro coche, el de Alan.

Damasco y Argelia no se dieron cuenta porque iban muy sumidos en su mundo, pero yo sí que lo noté.

Traía puesta una gorra.

Una gorra gigantesca y dorada.

De esas que los raperos usaban en sus videos de Mtv por ahí del 2012.

Bueno, coincidía con la época.

Seguramente se había terminado rapando y esa había sido su forma de resolver la situación.

Pero déjenme decirles: Una. Pésima. Forma. De. Resolver. La. Situación.

Se aproximó a mí con esas zancadas enormes que solo eran de él y me tomó del brazo.

"Que-" —pero no terminé la oración porque rápidamente hizo un adaman con él índice sobre sus labios para que me callara.

"Ven" —susurró, llevándome detrás de unos arbustos.

No opuse resistencia.

Su piel se sintió tibia al contacto con la mía.

"¿Por qué tanto secreto?" —le pregunté —"¿Vamos a hacer algo malo?"

"Depende..."

"¿Depende de qué?"

"De las interpretaciones que le den algunas personas" —sonrió, pero su sonrisa no fue sincera, real, ni siquiera le brillaron los ojos como le brillaban cuando las fingía frente a un público, solo se le había dibujado así... por pura fuerza de costumbre—"Quería verte..."

"Pues me estas viendo. Y cómo podrás darte cuenta un manotazo marca acme, de parte tuya, no fue suficiente para acabar conmigo" —le aseguré —"Dura de matar. Hasta deberían usarme de inspiración para hacer alguna película... o un cómic... al menos un meme estaría bien".

Pero no se rió.

En cambio, se sacó un paquete extraño de una de las bolsas internas de su chamarra.

"¿Otro gorro?" —le pregunté, quitando la envoltura como una niña que recibe un regalo de Santa Claus por primera vez.

"Porque siempre tienes frío..." —explicó, arrebatándomelo de las manos para colocármelo él mismo, sobre la cabeza —"Y porque me gusta como se te ve el azul"

"Vaya... Hasta parece como si fuéramos-" —me interrumpió.

"Ni se te ocurra decirlo."

"Pero es la verdad"

"No, no es la verdad" —comenzó a caminar para poner distancia—"Tú ni siquiera me caes bien"

"Bueno" —me reí más fuerte.

"No te rías"

"Es que no lo puedo evitar"—me enganché de su brazo—"Es la primera vez que tengo a un enemigo que se preocupa tanto por mí"

"Nadie se está preocupando por ti"

"Entonces apártame. Quita tu brazo si tanto me odias y tan mal te caigo" —lo reté.

"Quiero hacerlo"—me clavó sus esmeraldas, se veía bastante molesto  —"Pero no lo voy a hacer. Te acaban de operar"

"¡Que enemigo tan más considerado!" —lo molesté un poco más —"Ya descubrí cuál es mi criatura mitológica favorita: los enemigos que te tejen gorritos y te los regalan"

Eso lo hizo sonreír.

Caminamos un poco más, a pasitos de tortuga.

En ese entonces no lo sabíamos todavía, pero los que son como nosotros, siempre han necesitado a otro, de maná opuesto.

Un frío y un calor que tienden a complementarse y que también ayudan a mantener a las energías del otro en línea.

Así que al romper contacto, nuestros cuerpos inmediatamente se extrañaban.

Así como extrañas el aire de un ventilador en verano, o una cobija pachona en invierno.

"Sabes..." —me detuve.

"¿Hmm?"

"Siempre me impresionó eso de que te gustara tejer"

"¿Por qué?"

"No sé, rompía un poco con todo el esquema que tenía de ti en mi cabeza"

"Antes no me gustaba..."—se encogió de hombros—"Bordar, tejer, esas cosas... no me gustaban para nada. Se me hacían tediosas, irritantes... Tal vez porque la primera vez que las hice fue porque me castigaron por matar a todos los peces de Verónica"

"¿Mataste a todos los peces de Verónica?" —le pregunté con incredulidad. A Deimos claro que me lo imaginaba haciendo algo así pero... ¿A Alan?

"No pongas esa cara" —se quejó —"No fue a propósito. Yo era muy chico y no sabía que había dos tipos de peces: los cíclicos y los pasivos. Los pasivos son los que ves en casi todas las peceras: los gupis, los japoneses, los que filtran. Y cuando la conocí me di cuenta de lo mucho que le gustaban los peces; tenia una pecera gigante llena de ellos, así que se me ocurrió comprarle más... Pensé que era un buen regalo y fui a un acuario. Y ahí descubrí a unos peces increíbles, transparentes; se les notaba todo el esqueleto y brillaban en colores neones. Así que compré diez. En ese momento el dueño quiso explicarme unas cosas, pero cuando vió que no le estaba poniendo atención, se rindió y me los dió todos en bolsas separadas que metió en una bolsa más grande para que me los pudiera llevar" —hizo una mueca bastante tierna y chistosa mientras se acordaba—"Cuando llegué, le encantaron. Y Deimos, ella y yo, los metimos a todos en la misma pecera, los observamos un rato imaginando historias, y luego nos fuimos a dormir" —se encogió de hombros —"Al otro día los peces de Verónica comenzaron a morirse. Al principio no entendíamos por qué... pensamos que les había agarrado un hongo o una enfermedad. Lloró mucho al principio, las primeras veces... pero luego se le fue haciendo normal. Ya se despertaba en las mañanas para ver ahora cuál se había muerto. Fue el peor regalo de cumpleaños del mundo" —añadió—"Y cuando se murieron todos, comenzaron a matarse entre ellos. Hasta que solo quedó uno: uno naranja. Deimos le puso Tiburonsín, y creo que ha sido la primera y única vez que lo he visto agarrarle a un animal cierto cariño... después comenzó a comprarle peces solo para ver cómo los mataba... Verónica lo dejo hacerlo"—quiso despeinarse el cabello, como usualmente hacía cada que hablaba conmigo, pero luego desistió en cuanto se dió cuenta de que traía puesta la gorra... y que ya no tenía cabello. Me contuve de soltar la carcajada—"En fin. Cuando Tiburonsín también murió fue que se nos ocurrió ponernos a investigar por qué había pasado lo que había pasado, y ahí fue que descubrimos que los peces cíclicos, se matan entre ellos y matan a otros peces. Ese día Verónica volvió a llorar y a mí me pusieron a tejer una cruz de estambre diferente por cada pez que se le había muerto... así fue como empezó todo"

"¿Y también le hicieron una a Tiburonsín?" —le pregunté con curiosidad.

"También... porque ella dijo que era muy lindo y que al final no tenía la culpa de ser como era... y que le recordada a—"—pero sé interrumpió a sí mismo fingiendo una toz.

"¿Cuántas cruces hiciste?" —lo ayudé a desviar el tema.

"Casi 5o"

"Ya... ¿Entonces tú gusto por esas cosas, supongo que fue algo así como que del odio al amor solo hay un paso?"

"Algo así... Cuando lo hice me di cuenta de que nadie esperaba nada de mí. Nadie quería que lo hiciera bien o que me ganara trofeos haciéndolo. A nadie le importaba si la cagaba, solo estaban buscando que aprendiera la lección... empezó así"

"Gracias" —le dije soltando su brazo —"Lo voy a usar tanto, que se va a hacer feo muy rápido y me vas a tener que hacer otro"

Él soltó una carcajada a mis espaldas.

Pero esta vez fue una real.

Después acomodamos entre todos las cosas del famoso primer picnic... el primero de muchos.

Las monjas nos hicieron rezar y luego se fueron para darnos nuestro espacio para convivir. Claro, no sin antes dejarnos muy en claro que se estarían dando sus vueltas cada 15 minutos, porque obviamente no confiaban en nuestros métodos de convivencia.

"Una vez antes de clases fui a comprar unas galletas y ya en la cafetería, me acuerdo que estornudé y la señora de la limpieza me dijo —¡Salud!— y yo le respondí—¡Merci!—pero me di cuenta que ese no era el idioma en el que le tenía que contestar, entonces me volteé y le dije —¡Thanks mam! —y otra vez me di cuenta de que me había equivocado muy cabrón, hasta que por fin me las arreglé y le dije —¡Gracias!— ¡Cada que me acuerdo me cago de risa porque pasó muy rápido! Lo bueno es que aún no había empezado a estudiar Japonés, porqué sino seguramente un Arigato salvaje se me habría salido. Eran como las 6:30 am y yo acababa de regresar de mi viaje a Francia" —Fobos había comenzado a contar su anécdota mientras servía los refrescos.

"Heh"—resopló Damasco a modo de burla; mientras enarcaba una ceja—"Pensé que yo era al único al que le pasaba"—una sonrisa ladina se le dibujó en la cara —"A mí siempre se me salen los Mueve tu pinche culo de aquí y luego me acuerdo que se dice Con permiso"

"A mi también me pasa, pero un poco diferente. Cada vez que veo a mi ex, en lugar de decirle: Hola, como una persona normal, le digo: Ojalá que te corten las bolas, creo que es algo muy común" —me uní como toda una persona madura a la charla.

"¿Qué mierda le pasa a los fenómenos de tus amigos Argelia?" —le preguntó Fobos, furioso.

"Croissant" —fingió estar distraída, mientras se acomodaba los listones de sus trenzas—"Ay amigui, sorry... Pensé que estábamos jugando a decirnos cosas en francés y la verdad se me antoja un Croissant"

"¿Te imaginas decirle salud a alguien y que te conteste en tres diferentes idiomas?" —continuó Damasco con su pasivo-agresividad. Supongo que era su forma de contenerse para no romperles la nariz ahí mismo.

"Obvi. Que agradable sujeto"—Argelia le siguió la corriente—"No lo digo yo, lo dicen los Simpsons"

"¡¿Qué mierda es esto?!" —Alan se paró furioso de su lugar, agitando la bolsa con el lunch que le había dado Damasco.

"Alpiste" —le contestó divertido y con ese tonito lleno de obviedad y triunfo, que sólo usaba para burlarse de las personas—"¿Qué no es de la marca que acostumbras a comer? ¿O prefieres las semillas de girasol, calvito?"

¿Alpiste?

¿Acababa de darle alpiste?

¿En serio?

Y así fue como comenzaron los días de nuestra pacífica y sobretodo amigable Suspensión Activa.


Glosario:

Alpiste: alimento exclusivamente para aves. Así tipo, como las croquetas son para los perros, el alpiste es para los pájaros. Porque Damasco es muy animal-friendly y tiene un especial interés en que Alan siga su dieta correctamente para que le vuelvan a crecer todas sus plumitas... ¿No es un encanto? 😌👌🏻

Nota de Autor: Espero que les haya gustado... mueroooo de sueño 😂😂😂

Seguramente tiene muchos errores de dedo, mañana los estaré editando.

En fin.

Esto apenas es el comienzo de una hermosa amistad.

Mil gracias por leerme...

Marluieth 💕

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