Directo hacia ti

Af Unjovenromantico

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Hazel celebra su ascenso con asombro y alegría. Es la primera mujer que ostenta un cargo directivo en la cade... Mere

Protagonistas
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52 - Epílogo

Capítulo 37

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Af Unjovenromantico

Hazel se despereza lentamente y siente una agradable sensación en su cuerpo y en su alma. Respira profundamente mientras va abriendo los ojos, ubicándose, recordando dónde se encuentra y todo lo que había pasado la noche anterior. 

Puede sentir el aroma de Jon sobre su piel, enredado entre las sábanas, en el aire que respira. Y se gira despacio, esperando encontrarse su rostro sobre la almohada, posiblemente dormido, con los ojos cerrados, y quiere observarlo sin que él se dé cuenta, durante un largo rato, minutos, horas quizás.

Pero, al darse la vuelta, comprueba que la cama está vacía y siente un vacío similar en su pecho. Se levanta, se pone la camiseta y se dirige hasta el baño mientras  llama a Jon, pero no obtiene respuesta. Sale a la terraza y tampoco está. 

Ella sabe perfectamente lo que significa pasar una noche de sexo con alguien y marcharse antes de que se levante; ella lo ha hecho otras veces. Era un manera de manifestar que solo había sido una noche, que no tenían por qué despertar juntos, darse los buenos días y pasar el incómodo momento de pedirse los teléfonos y prometerse que se volverían a llamar, cuando puede que ni siquiera supieran sus nombres.

Pero, Jon no era un desconocido ni ella tampoco lo era para él. ¿Por qué no estaba, entonces? ¿Quizás habría bajado a desayunar? ¿Se habría ido ya a la jornada del congreso? 

Hazel mira el reloj y comprueba que todavía falta una hora para que empiece el nuevo acto. Lo espera un rato más sentada sobre la cama, pero el desasosiego le impide estarse quieta. Una incómoda sensación, parecida al miedo, hace que empiece a inquietarse y los gratos recuerdos de la noche pasada comienzan a convertirse en dudas.

—No te pongas nerviosa —se dice en voz alta—: Seguro que hay una explicación. Para él no ha sido una noche de sexo sin más. Y tú ya estás decidida a que tampoco lo sea. Has dado el paso, Hazel, lo has dado porque querías, no debes temer nada. Jon es diferente. Lo vuestro es diferente. 

Toma aire profundamente, coge el móvil y se sienta en el borde de la cama, en el lado de Jon. Piensa varias versiones antes de enviarle un mensaje:

Hazel: Buenos días! Me gustaría saber dónde está mi "amigo"... ¿Desayunamos juntos?

Le da a la tecla de envío y a continuación escucha el sonido de una notificación. Jon se ha dejado su móvil encima de la mesilla de noche. Hazel lo mira y comprueba que en la pantalla, aparece el mensaje que le acaba de enviar. Hace una mueca de decepción y continúa escribiendo:

Hazel: Vaya, veo que te has dejado el móvil... Es una pena que no estés, porque me he despertado y he buscado tu cuerpo junto al mío, porque quería abrazarte y acariciarte y ponerme encima de ti y...

Hazel va a enviar el mensaje, cuando escucha una nueva notificación, sorprendida, porque todavía no ha mandado el suyo. Vuelve a mirar la pantalla del móvil de Jon y se queda helada cuando ve que aparecen las siguientes palabras:

Estela: Código 1458, para que entres a mi habitación sin llamar y puedas venir directo a la cama, donde tienes preparado tu desayuno 😉

A los pocos segundos, la pantalla vuelve a ponerse en negro y Hazel duda de lo que ha leído. Coge el móvil y le da a la tecla de desbloqueo. Ahí aparece el mensaje que le acaba de enviar ella y justo debajo el que ha recibido de Estela. Rápidamente, deja el teléfono sobre la mesilla, como si quemara entres sus manos, y se queda allí sentada.

—No puede ser —dice en un susurro. 

No quiere creer que Jon se ha levantado para ir a la habitación de Estela, a por el desayuno que ella le ha preparado y que tiene muy claro en qué consiste. No puede creer que Jon solo haya querido acostarse con ella, que para él solo haya sido una noche de sexo, y que ahora vaya a tener también sexo con Estela. No. No puede creerlo. Quizás, simplemente, quieran hablar sobre trabajo.

—¡Y una mierda! —exclama Hazel poniéndose de pie. Coge sus pantalones y sus zapatos para irse a su habitación. Se asoma al pasillo antes de cruzar la escasa distancia que la separa de su puerta, porque solo lleva una corta camiseta. 

En cuanto entra en su habitación, deja caer la ropa en el suelo y se tumba en la cama. Siente un incómodo peso en el pecho, que se intensifica cuando piensa que Jon podría estar haciéndole el amor a Estela en ese mismo momento.

La rabia y los celos la consumen, y le entran ganas de irrumpir en su habitación con un bate de béisbol.

Se pone a practicar sus respiraciones para intentar calmarse. Se convence de que no debe precipitarse, que quizás Estela se quede esperándolo pero él haya ido a desayunar. Ya ha pasado por una situación similar; un malentendido que provocó que pelearan y se distanciaran. No había que hacer interpretaciones precipitadas. Finalmente, consigue apaciguar el dolor y la desilusión que siente dándose una ducha y convenciéndose de que antes de permitir que su historia se hunda, quiere ver a Jon y hablar con él.

Después de ducharse y vestirse, se queda un rato en su habitación. Mira su móvil pero sigue sin tener respuesta de Jon. De hecho, su mensaje aparece sin el doble check azul. Espera un rato más a ver si regresa. Solo falta media hora para que comience el segundo día de congreso, así que no debe tardar mucho más. 

Sale al pasillo y llama con los nudillos a su puerta, pero no obtiene respuesta. Tiene la tentación de preguntar en recepción el número de habitación de Estela y llamar a su puerta, pero descarta la idea. Tras unos minutos más de espera en su habitación, que se le hacen eternos, vuelve a salir al pasillo y llama de nuevo a su puerta. Nada. Finalmente decide bajar al bar a desayunar y se dirige hacia los ascensores.

Totalmente extenuado, Jon sube los últimos peldaños hasta el séptimo piso. Le falta el aire y tiene todo el cuerpo empapado en sudor. Siente los gemelos cargados, incluso sospecha que ha debido hacerse algún desgarro muscular, y el corazón late tan rápido que, cuando se para frente a la puerta de su habitación, teme que le vaya a dar un infarto. Está tan fatigado que ni siquiera puede pensar en cómo reaccionar cuando entre a su habitación. Se queda parado en la puerta, percatándose de que no tiene el móvil para recibir el código de acceso. Con las piernas flexionadas y las manos apoyadas en sus rodillas, se pone a repasar mentalmente los números que le facilitó la aplicación para abrir su puerta. Tras varios intentos fallidos, consigue por fin teclear el código correcto y accede. Al comprobar que Hazel se ha marchado, siente una mezcla de pena y alivio.

Se mete a la ducha, abre el grifo y apoya las manos en la pared, dejando que el agua fría resbale por su cabeza. Durante todo el rato que ha estado corriendo no ha sido capaz de llegar a una conclusión. No tiene ni idea de cómo reaccionar cuando se encuentre de nuevo con Hazel. Ha pensado en ir directamente a reprocharle su actitud, también ha barajado la posibilidad de pedirle que no esté con más hombres, que la quiere solo para él, y también ha pensado en adoptar una actitud fría y seguir el mismo juego que ella. Pero no ha conseguido decidirse por nada. Relajarse en la ducha después de una intensa sesión de ejercicio le viene bien, y tras practicar sus respiraciones profundas para mantener la calma, toma la determinación de esperar a ver cómo se suceden los acontecimientos.

Hazel pide un café con leche y una tostada, y se sienta a una mesa, de cara a la puerta, por si ve pasar a Jon y pedirle que le acompañe. Así que no puede disimular cuando ve a Marcos acercarse hacia ella.

—Buenos días, Hazel, ¿qué tal estás?

—Muy bien, gracias. ¿Y tú?

—Estás muy guapa esta mañana. Bueno, tú siempre estás guapa, pero tienes un brillo especial...

—Déjalo ya, Marcos, por favor...

—Oye, que yo no te guste no significa que tú no me gustes a mí, Hazel. Y simplemente digo lo que pienso.

—Ya, pero...

—Tranquila. No estoy muy acostumbrado a que me rechacen, la verdad, pero no pasa nada. Solo que tu rechazo ha conseguido incrementar mi interés por ti, Hazel, y también mi deseo —: Marcos se pone de pie a su lado y le acaricia la mejilla con ternura.

Mientras tanto, Jon sale de su habitación y se dirige al ascensor. Justo cuando la puerta está a punto de cerrarse, Estela pone su mano y lo impide:

—¡Buenos días, cielo! No has contestado mis mensajes. Me he quedado esperándote, ¿sabes? ¿Es que no los has visto?

—No, salí a correr muy temprano y no he mirado el móvil —responde Jon.

—Sí, ya he visto que me aparecen como no leídos. Aunque el que te envié anoche sí lo has visto, ¿verdad? Era obvio que esos dos se gustaban, y no creo que ninguna mujer se resista a los encantos del doctor Herranz. Aunque a mí tampoco me parece tan atractivo, ¿sabes? Tú, por ejemplo, me pareces muchísimo más guapo.

Jon escucha a Estela intentando no prestarle mucha atención, pero sus palabras consiguen remover su ánimo y su preocupación.

Cuando salen del ascensor, se dirigen hacia la cafetería, y Estela lo coge del brazo, acercando su cuerpo todo lo que puede:

—Allá ellos. Si los dos buscan lo mismo, ¿qué le vamos a hacer?

En ese momento, entran en la cafetería y Jon siente que le falta la respiración, como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago, cuando ve el gesto tierno que Marcos le está dedicando a Hazel. En ese mismo instante, Hazel gira su vista hacia la puerta y siente que le falta la respiración, cuando observa cómo Jon entra por la puerta, con Estela cogida de su brazo.

—Buenos días, querida, ¿qué tal has dormido? —pregunta Estela, mientras se sienta a la mesa, enfrente de ella.

—Muy  bien, gracias, ¿y tú? —pregunta Hazel incómoda, sin atreverse a mirar a Jon. Y él también evita el contacto visual con ella. 

—¡De maravilla! ¿Te fuiste muy pronto anoche, no? El baile estuvo muy bien, pero tú tenías ganas de mover el cuerpo de otra forma, eh, chica mala... —dice Estela con una pícara sonrisa. Y hace que las mejillas de Hazel se enciendan de repente y mira rápidamente a Jon, con sorpresa. No puede creer que le haya contado a Estela que pasaron la noche juntos.

Jon se levanta de repente y se dirige a la barra, y Hazel lo sigue con la mirada, mientras Estela sigue hablando sin parar.

—A mí me parece muy bien, ¿sabes? Hay que vivir la vida, aprovechar el momento. Si solo queréis sexo, pues tened sexo, una alegría para el cuerpo. Pero, sinceramente te digo, querida, creo que te pierdes algo maravilloso. ¡El amor es maravilloso! ¡Hacer el amor es mucho mejor que practicar sexo! Pero oye, cada uno puede hacer con su cuerpo y con su vida lo que quiera. Sois jóvenes y muy atractivos, pero me da un poco de pena que solo estéis interesados en el sexo. ¿Cari, me pides un café? —levanta la voz dirigiéndose a Jon, pero acto seguido, añade—: Bueno, no, no me pidas nada. La verdad es que ya estoy saciada.

Y esta última frase la dice en un tono mucho más bajo, como si estuviera dedicándole una confesión a Hazel. Y a Hazel se le revuelve el estómago.

Termina de tomarse su desayuno y se levanta. Jon se ha quedado en la barra y no parece tener intención de regresar y Hazel lo interpreta como una muestra de la incomodidad que le supone tener que compartir mesa con las dos mujeres con las que ha tenido sexo en las últimas 12 horas. Jon mira a Hazel de reojo cuando sale de la cafetería y se dirige hacia el salón. No ha sido capaz de decirle nada, no sabe cómo controlar todas las emociones que le embriagan, cómo apaciguar la rabia que siente, el dolor que le apuñala el pecho, la desolación que le invade por experimentar el fin de un maravilloso sueño.

Estela se pone a su lado y le pide que la acompañe a la sala, pero Jon deniega su ofrecimiento diciéndole que antes tiene que ir al baño.

Cuando entra, al cabo de unos minutos, están todas las sillas ocupadas y en una fila, Álvaro le señala el asiento libre junto al suyo. Justo a su derecha, está sentada Hazel. Se saludan y se quedan en silencio. Enseguida aparece Marcos sobre el escenario y comienza su charla. 

—Swingers, poliamor, pareja flexisexual, fatua, híbrida... —empieza a hablar Marcos—: ¿Por qué creéis que hay tantas formas de definir una relación? Porque la sociedad se ha dado cuenta de que lo de tengo novio/novia o marido/mujer no es suficiente. Hemos sido víctimas de una educación tradicional, insuficiente. Se supone que conocemos a una persona, nos enamoramos, nos casamos y tenemos que pasar el resto de nuestra vida con ella. Pero entonces, al cabo de un tiempo se acaba la pasión, y te fijas en otra persona. Y, aunque al principio también te fijabas, había una ley moral que te decía que no debías hacerlo. Que querías a tu pareja y tenías que estar con ella. Y, cuando practicabas sexo con ella, te decías: ¿ves? no es necesario buscar a otra persona, mi pareja me satisface. Pero, cuando se acaba la pasión y te fijas en otra persona, te dejas llevar. Porque tienes necesidades, porque tu pareja ya no te llena, porque quizás te has equivocado, porque ya no te satisface... Y entonces llegan las horribles infidelidades, que tomamos como una traición porque se supone que si quieres a tu pareja no la engañas con otra. Y entonces llega la ruptura, el enfado y el divorcio. Pero, en realidad nos estamos engañando desde el principio. Porque nos queremos convencer de que estamos enamorados, y los enamorados no se engañan. Pero no es amor, es sexo. Y si desde el principio, aceptamos que nos sentimos atraídos el uno por el otro, podemos practicar sexo juntos y también con las personas con las que sintamos la misma atracción, todo está bien. No hay traición, no hay engaño, no hay enfado ni ruptura ni divorcio. Y todos somos más felices. Si lo hemos pasado bien juntos, si hemos disfrutado del sexo, volveremos a hacerlo, ¿por qué no? Y si quiero disfrutar del sexo con otra persona, ¿por qué no lo puedes hacer? Dejemos que cada uno experimente y disfrute como quiera. 

Hazel empieza a moverse incómoda en su silla, y a Jon se le revuelve el estómago, cuando por la mente de ambos se cruza la imagen del otro dedicando sus besos y sus caricias a Marcos y Estela respectivamente. 

—Vamos a hacer un experimento. A ver... tú —dice Marcos señalando a una persona del público—: ¿Podrías decirnos cuándo tuviste tu última relación sexual?

—Anoche—dice una joven atractiva.

—¿Volverías a tener un encuentro sexual con esa persona?

—Sí...

—¿Crees que estás enamorada?

—No, claro... Solo nos gustamos y... pasamos la noche juntos.

—Muy bien. Ahora... tú, ¿hay alguna persona en esta sala con la que te gustaría tener sexo? —sigue preguntando Marcos entre los asistentes.

Antes de que responda la persona elegida, Hazel se levanta y se marcha con todo el disimulo que puede, pasando por detrás de Álvaro y Jon, que la siguen con la mirada.

Sale a la terraza y llena sus pulmones de aire, mientras siente cómo su corazón se hace un poco más pequeño, buscando la coraza que había dejado destapar para acercarse a Jon. Las pruebas eran evidentes, la realidad se dibujaba frente a ella. Y no podía culpar a nadie excepto a ella misma. Jon se había mostrado abiertamente ante ella, le había dicho que la quería, que sentía algo por ella, pero había sido ella quien le había cerrado las puertas de su corazón. Ella era quien se había empeñado en poner distancias, en repetirle una y otra vez que no creía en el amor, solo en el sexo. Así que, si él había tirado la toalla, no podía culparle. Aunque la pasada noche había sido tan especial, mucho mejor de lo que fue la primera que pasaron juntos, que a Hazel le había parecido entender que no solo estaban teniendo un encuentro sexual. Había sido un encuentro mucho más profundo, íntimo, sincero. 

Esos recuerdos solo consiguen que el nudo que siente en su pecho se haga todavía más grande, y siente unas terribles ganas de llorar. Pero no va a permitírselo. Es demasiado doloroso. Y piensa que si libera todas esas emociones, el dolor se hará mayor. Y se prometió que nunca volvería a llorar por amor, después de lo que le ocurrió con Tom. Había tenido muchos años para poder entrenar lo que había llegado a dominar: levantar un gran muro de piedra alrededor de su corazón y recurrir a la ironía para sobrellevar el sufrimiento. Se va de la terraza y se dirige a los ascensores para subir a su habitación. Aprieta el séptimo piso y cuando está a punto de cerrarse la puerta, aparece Jon y entra:

—¿Te encuentras bien? —le pregunta. Y ella rápidamente se da la vuelta y se frota los ojos para borrar las huellas de unas lágrimas que habían empezado a asomar por sus ojos.

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Podían aprovechar para hablar y aclarar las cosas, ¿no os parece?

Pero, mucho me temo que ambos están tan dolidos que ninguno va a querer dar el primer paso, y eso podría complicar las cosas.

Voy a ver si logro convencerlos de que hablen con sinceridad y retomen la relación en el punto en el que la habían dejado, antes de que la entrometida de Estela creara todo este embrollo.

¡Nos vemos en el próximo!

Cavaliere











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