El día en que mi reloj retroc...

By Marluieth

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¿Qué harías si un día lograras regresar tu vida desde el principio? Helena Candiani pudo hacerlo. No sabe có... More

Prólogo
1. Lo que fuí
2. El veneno que no quise ver
3. El acabose
4. Cuando despierta una estrella
5. Mi comienzo
6. Una nueva vida
7. Charly
8. Déjà vu
9. Argelia
10. Lucha de egos
11. Contra corriente
12. Una deuda pendiente
13. San Valentín
14. Detonante
15. Adicciones y otras cosas
16. La historia de un riñón
17. El jardín de las pitayas
18. Una fiesta de niños
19. La casa del monje
20. Bajo una nueva luz
21. Zona Cero
22. Principio de doble efecto
23. Damasco Cortés
24. Indicios
25. Corvus
26. Carpe Noctem
27. Remembranza
28. Estigma
29. La serpiente del Edén
30. Las hermanas de la Merced
--•Espacio para fanarts•--
31. Bajo Juramento
32. No todos los caminos llevan a Roma
33. Una descarga y una verdad
34. El museo
35. Cuando las máscaras caen
36. Marbella Duchamps
37. Una fachada perfecta
38. El novenario luctuoso
39. Alyeska Bélanger
40. Puesta de Sol
41. Las cartas
42. El mensaje oculto
43. La hoguera y el pájaro
44. Planes y costumbres
46. Verónica Burdeos
47. La madre superiora
48. La pieza que faltaba
49. Lyoshevko Lacroix
50. El Coliseo de las Bestias
51. La marca y la lechuza
52. Suspensión Activa
53. La hora de las bestias, los espíritus y los malditos
54. Bailes que matan
55. La Resistencia
56. Libertad
57. La Máscara Tribal
58. La Permuta del Siglo
59. Herejía
60. Resplandor
61. Hypnos I
61. Hypnos II
62. La prima hora I
62. La prima hora II
63. La Pastorela
64. El último cuervo blanco
65. EL día en que mi reloj retrocedió
꧁༒☬ Epílogo ☬༒꧂
❧Dudas y Curiosidades del Reloj❧

45. "V" de Vendetta

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By Marluieth



"Ah... el instinto. Por más control que trates de imponerle, no puedes simplemente apagarlo. No funciona así, siempre habrá fugas. No se puede renegar de la naturaleza, es como tratar de exigirle palabras congruentes a un loco o intentar que una mosca deje de revolotear alrededor de la mierda. Así que decidí bajar las manos y entregarme a la mía, mi propia naturaleza y locura, pero también mi mierda; absurda, sanguinaria y podrida si quieres, pero más mía que mi propia vida."

—Deimos

El punto de reunión fue en la escuela, a las 5:00 de la mañana para que aún nos tocara llegar de día al Monasterio de las Carmelitas Descalzas, en Orizaba, que estaba a unas 6 horas de Toluca o 7, dependiendo de la velocidad a la que decidieras conducir, por ejemplo, mi papá normalmente se hacía alrededor de 4 horas con 45 minutos, pero porque se sentía todo un Toreto al volante (cuando mi mamá no iba con él), ah, pero cuando sí iba, a propósito se hacía las 6 horas de pila (aunque de mala gana) porque de lo contrario era seguro que se ganaría un sinfín de gritos, regaños, malas palabras y un claro: "¿¡Qué no te importa tu familia!? ¡Eres un imprudente! ¡Si no vas a pensar en mí, al menos piensa en tus hijos!", dicho de muchas y distintas formas hasta lograr taladrarle la cabeza y que comenzara a cuestionarse si en realidad era un regalo estar vivo.

Pero bueno, en esta ocasión estaba segura de que nos haríamos 7 horas o más, porque era obvio que con tantos pasajeros importantes y adinerados a bordo, a los chóferes les habían indicado estrictamente conducir a vuelta de rueda.

La abuela de Argelia (que era miembro honorable del comité de padres de familia en Las Hermanas de la Merced) fue quién se encargó de toda la logística del viaje. Así que no me sorprendió ver llegar a un par de autobuses Mercedes Benz de lujo y del año, por nosotros.

Y aún así escuché a algunos compañeros quejumbrosos hacer comentarios como: "¿De verdad vamos a viajar en eso? Ayyy no, ojalá y pudiera hablarle a mi papi y cancelarlo... ¡Que horror!"

Sí, niño. Que horrible que tu papá no contrató a una caravana de elefantes y a un séquito de esclavos con abanicos gigantes hechos de plumas de avestruz en una mano, y platos enormes de cerámica japonesa en la otra, llenos de uvas y otras frutas exóticas para que pudieras llegar cómodo y feliz a tu retiro espiritual, al que se supone que vas para acercarte a Dios con HUMILDAD, pero verás, seguramente a tu papá le preocupaba un poco que fueras a llegar cuando tuvieras 50 años de edad, si hacía eso. Si me preguntas a mí, yo hasta habría buscado conseguirte tortugas prehistóricas para que viajaras.

En fin.

Solté un suspiro y me encogí de hombros.

La verdad era un poco gracioso ver a algunas de mis compañeras e incluso a los chicos, cargando maletas que casi les doblaban el tamaño (o más bien, haciendo que sus choferes, guardaespaldas y mucamas las cargaran por ellos para poder subirlas a las cajuelas de los autobuses), y la gracia radicaba justo en que seguramente no se habían puesto a pensar que dado que no tenían permitido que ninguna mucama, chofer o guardaespaldas viajaran para acompañarlos al retiro, una vez que bajaran del autobús se verían obligados a cargarlas por sí solos y Dios, me moría por ver eso. De verdad que sí.

Pero bueno, ese era el precio a pagar por querer verse bien a toda costa, sobretodo cuando les tomaran aquellas fotografías rezando en la pose clásica del angelito para que pudieran regresar a presumir que el retiro había servido de algo y que el Nirvana espiritual también se encuentra usando un par de zapatos Salvatore Ferragamo (de la colección más reciente) y un rosario mandado a hacer en Tiffany's pero bendito por el mismísimo papa, que era lo importante. Y claro, todo tenía que combinar porque ni a Dios ni a las fotografías les agradan los creyentes que no saben combinar su ropa.

En mi caso, mi maleta no era ni muy grande, ni muy pequeña, era mediana. Normalmente era de las que preferían viajar ligeras pero últimamente tenía muchísimo frío, todo el tiempo, a todas horas. Sobretodo cuando me despertaba (casi siempre empapada en tanto sudor gélido, que parecía que un fantasma me había echado un cubetazo de agua con hielos encima), así que tuve que incluir en mi equipaje cobijas gruesas, chamarras que me hacían parecer la momia Michelin, y calcetines, muchos muchos calcetines, porque nunca he podido dormir con los pies fríos. Así que sí, seguramente para mí tampoco iba a ser una hazaña sencilla cargar mi maleta cuando llegáramos pero, hey, al menos la mía tenía rueditas.

Y bueno, Verónica tampoco iba a sufrir en absoluto a pesar de sus tres maletas tamaño gigante, porque siempre contaba con un mastodonte dispuesto a cargarlas por ella sin chistar (llamado: novio), mientras ella ya estaba de lo más cómoda y feliz, ocupando su respectivo asiento en el autobús, como toda una princesita Disney.

Pero tampoco era como si Alan no obtuviera nada al hacerlo, claro que lo hacía: reconocimiento, y éste puede venir de muchas formas, y la de hoy era: 'Oh... ese es Alan Garcés y aunque su familia tiene una casa llena de retretes de oro, cagan diamantes y los árboles de su casa en vez de dar manzanas dan sirvientes entrenados y perfectamente capaces, él está ahí: cargando, con sus propias e inmaculadas manos, el equipaje de su novia ¿A caso aquello no es todo un deleite visual?'

Y claro, a pesar de su cara bien entrenada de "no me doy cuenta de lo que piensan de mí" yo lo conocía y sabía que por dentro, su ego daba brincos en la forma de un pavo real esponjado.

"Vaya, una maleta más y en vez de mostrarnos la increíble fuerza de tus músculos, vas a mostrarnos la manera más exitosa y eficaz de cómo sacarse una hernia, ¿No haces tutoriales? Ya sabes, tipo: lo que usted jamás debe hacer si le tiene un poco de amor a su espalda"—espeté mientras pasaba a su lado.

"¿Estas celosa de qué nadie te las cargue a ti?"—preguntó Patricia Antúnez, barriéndome con la mirada, mientras le tronaba los dedos a su chofer para que se apurara con sus cosas— "¿O por qué te importa tanto lo que hacen los demás?"

"No son celos, es preocupación. Son cosas muy diferentes, pero comprendo que en tu cabeza se vean iguales..."—la corregí, apoyando mi maleta sobre un costado de la pared para que se mantuviera erguida, y una vez que lo hice me dirigí a Alan—"Y ... ¿Ya no tienes pensado seguir creciendo o qué?"—arqueó una ceja ante mi comentario pero igual siguió con lo suyo—"Ya nos dejaste muy en claro lo fuerte y grandote que eres pero, ¿Y tu salud? ¿Y tu cuerpo? Tienes 16 años, por Dios, si te jodes la espalda en estos momentos de tu vida, en vez de causar admiración vas a terminar causando lastima ¿Eso quieres?"

"¿Todo bien, chicos?"—quiso saber una de las maestras, mientras cargaba algunos útiles que también viajarían con nosotros y nos dirigía una mirada curiosa.

"Sí profesora"—me apresuré a contestar—"Solo le estaba diciendo a mi compañero que con mucho gusto puedo ayudarle a que cargue las maletas. Ya sabe cómo es Alan, muy bueno en todo lo que hace pero también muy humilde para reconocer cuando algo le cuesta trabajo... ¿Podría ser más perfecto?"

Alan me dirigió una rápida mirada repleta de incredulidad e incluso indignación, pero al darse cuenta de la situación en la que nos encontrábamos, y de que la completa atención de la profesora estaba sobre nosotros, rápidamente la convirtió en una de complicidad, aunque aún había un brillo de renuencia. Pero él sabía actuar muy bien así que la profesora no lo notó.

"Claro que sí"—soltó una risita la maestra, alternando la mirada entre él y yo, como pensando: ¿Quien soy yo para impedir que este pobre patito feo haga su lucha con nuestro Adonis escolar?—"Así es nuestro Alan"—agregó—"Pero bueno, yo los dejo. Y les aconsejo que no se demoren mucho porque ya casi es hora de irnos ¿Okey?"

Pero unas vez que la profesora estuvo lo suficientemente lejos, la expresión de Alan se volvió a ensombrecer.

"¿Yo te pedí ayuda? ¿En serio? A ver, déjame recordar cuando lo hice... Ah, sí. Nunca"—espetó de mala gana—"Quítate de enfrente. Me estás estorbando"

Patricia soltó una risita y siguió caminando.

"No."—le respondí de tajo.

"¿No?"—cuestionó—"De todas formas no eres muy fuerte. Puedo empujarte si quiero y ya está"

"¿Estás seguro que puedes?"—inquirí—"Voltea para allá. La profesora aún nos esta viendo mientras cuchichea con los otros profesores sobre mis pobres estrategias de conquista... ¿Qué van a pensar de ti todos ellos, si de la nada empujas a una pequeña y pobre niña, dos años más chica que tú, después de que se ofreció a ayudarte?"

Volteó hacia donde estaban los profesores para corroborar lo que le había dicho y un par de ellos incluso levantó la mano para saludarlo.

Torció los ojos, forzó una sonrisa y los saludó de regreso. Después se dirigió a mi y dejó caer una de las maletas justo frente a mis pies.

"¿Tantas son tus ganas de ayudar, moco? Bien. Ahí tienes, ojalá y al menos tengas la fuerza necesaria para arrastrarla, lo quiero ver" —exclamó usando un tono un tanto burlón pero también muy seguro.

"¿Qué?"—ladeé la cabeza—"Yo nunca dije que las iba a cargar por ti. Te voy a enseñar cómo hacerlo, y eso también es ayudar. Además las estás cargando mal"

"¿Qué?"

"Que las estás cargando mal, Garcés"—le repetí con fastidio—"Baja eso"—sin querer me salió en forma de orden. Así que exhale y traté de componerlo—"Anda, hazlo... Patricia y su esclavo ya se fueron, y todos los demás están por allá, despidiéndose de sus papás, comparando las marcas de sus maletas, o preguntándole mil cosas al comité de padres familia, así que tu imagen de chico rudo y tus ganas de quedar bien con los profesores no van a luchar la una con la otra, es un completo ganar-ganar para ti, si lo analizas bien..."—torció la boca, exhaló con fastidio y dejó caer el resto de las maletas al suelo. Después de todo, no le quedaba de otra porque yo había jugado muy bien mis cartas.

Luego me clavó su par de esmeraldas tan brillantes como siempre pero más llenas de hastío que nunca, y repasó lentamente mi figura por encima de su hombro, enarcando las cejas sin despegar los labios, como diciendo: Bueno, ahí está lo que tanto querías ¿Ahora qué?

Le regresé la mirada y me aclaré la garganta.

"Para empezar por el tamaño y la forma de esta maleta, tienes que agarrarla de esta parte, olvida las asas, es aquí. Como si fueras una pequeña hormiga y estuvieras cargando una salchicha gigante"—traté de mostrarle, utilizando mis propios brazos, y claramente pude ver cómo contuvo una carcajada y un gesto de: '¡Uuuy! ¡Cuanta ayuda!' aunque siguió cruzado de brazos, tratando de contenerse porque seguía demasiado enojado conmigo como para querer mostrarme otra cosa—"Bueno ¿Lo vas a hacer o no?"—pregunté con impaciencia.

"¿Así?"

"Ajá, pero no hagas tanta fuerza en el brazo y la espalda, pasa el esfuerzo a la parte baja del cuerpo"

Entonces lo hizo y luego alzó las cejas en unísono, como diciendo: ¿Feliz? ¿Ahora ya me vas a dejar en paz?

Torcí los ojos y negué con la cabeza.

"Pon un poco de más fuerza sobre tus muslos y pantorrillas, y trata de alinear tus pies con tus hombros"—le indiqué —"Y flexiona aquí"—le di un pequeño puntapié en la parte anterior de sus rodillas.

Él brincó en completa sorpresa y luego entrecerró los ojos ante lo que acababa de hacerle.

"Perdón. Era la forma más rápida de mostrarte dónde"

"¿Por qué sabes de estas cosas?"—quiso saber, con una cara que claramente decía: Eres tú. Eres una patata todo el tiempo. He visto más veces a tu cabeza atrapar los balones que a tus manos. No tiene sentido.

"Es una triste historia en realidad"—le dije mientras le pasaba el asa de la segunda maleta (la más ligera de las tres), alrededor del cuello—"Digamos que hace unos meses a cierta persona que resulta ser también un reverendo dolor en trasero, así como tú, se le ocurrió la grandiosa idea de que quería entrenarme para que pudiera defenderme y entonces mi vida se volvió horrible y llena de moretones... pero aprendí algunas cosas"

"¿Como a cargar maletas? Sí, supongo que saber cómo cargarlas es una cuestión básica de supervivencia. Tiene sentido"

"Búrlate si quieres, pero al menos ya no me tropiezo con mis propios pies cuando camino"

Entonces le dirigió una mirada inquisitiva a un pedazo de vendaje que se estaba saliendo por la parte baja de mis jeans.

"Ya."

"¡Listo!"—le di un par de palmadas fuertes sobre el hombro—"¡Ahora podrás cargarle a Verónica sus maletas por el resto de tu vida sin terminar como el jorobado de Notre Dame!"—reí—"De nada, por cierto. Ahora ya podemos regresar a odiarnos o de lo contrario el universo podría colapsar"

Torció los ojos nuevamente y comenzó a caminar hacia la cajuela del autobús, entonces me giré sobre mis talones para quedar a sus espaldas y poder hacer lo que tantas ganas había tenido de hacer desde hacía mucho tiempo: admirarlo.

"Ay, pero que decepción"—solté, logrando que se detuviera otra vez e inclinara la cabeza en señal de que me estaba escuchando—"¿Que rayos son esas cosas? ¿Eres la Virgen Maria o qué?"

"¿Ya te terminaste de volver loca? Bueno, era algo que iba a suceder algún día y de hecho, me sorprende que tardara tanto."—soltó con una sonrisa burlona.

Pero lo ignoré. Porque no iba a dejar ir mi oportunidad.

Oh no, ya me lo estaba saboreando.

"¿Blancos? ¿De verdad? ¡Que aburrido! Hasta del hombre araña o de Hulk habrían sido muchísimo más interesantes. O de Goku... y entonces el reporte si que habría valido la pena"

Él tardó en procesarlo, le costó. Pero cuando lo hizo pude ver con claridad toda su sangre comenzar a subir hasta sus mejillas, y en cuestión de segundos, toda su cara cambió completamente de color e hizo un contraste precioso, con el resto de su cuerpo.

Jaque Mate.

"¿¡Dónde mierda crees que estás viendo!?"

"¿Cómo que dónde? Estoy viendo tus bóxers, es obvio. Como tantas ganas tenías de que te los viera, pues aquí estoy, aprovechándome de que no puedes moverte y haciéndole honor al reporte que hiciste que me pusieran"—dije con orgullo—"No son gran cosa, la verdad. Esperaba más, pero eso siempre sucede con todo lo que está sobrevalorado. Ahora que, si me invitas a tu próximo cumpleaños, prometo regalarte unos de Batman. Se te van a ver mucho mejor que esos aburridos calzones de abuelito. Deberías aprovechar que eres joven, y tratar de sacarle un poco más de partido a la topa que usas, para obtener suspiros en vez de risas... ¿De verdad me pusieron un reporte por querer verte eso? El reporte te lo debieron poner a ti, por atreverte a usarlos"

Alan: 1

Helena: 1

Estábamos a mano ahora.

"Ah, Helena... que sorpresa"—escuché la voz de Verónica justo detrás de mí, supongo que se le había hecho extraño que su novio fortachón se hubiera tardado tanto y había decidido salir a ver qué pasaba—"Pensé que habías dicho que no era necesario ponerse a rezar o venerar una cruz para poder acercarse a Dios, pero viendo que también vas a ir, seguramente escuché mal"

"Tú siempre escuchas lo que quieres escuchar, las interpretaciones que decidas darle a todo lo que digo, no son mi problema. Pero con mucho gusto te lo voy a decir de nuevo, esta vez lento para ver si así tu cabecita lo procesa mejor: Lo que yo dije fue que los rezos y las cruces no son necesarias , no que no sean una forma válida de acercarse a Dios, al Nirvana, al cosmos o como quieras llamarle"—añadí mientras iba a por mi maleta—"Hay gente que le baila desnuda al Sol para poder hacerlo, o se llena el cuerpo de tatuajes, o inserta un aro de metal alrededor de su cuello cada año hasta que sus vértebras son incapaces de seguir cumpliendo su función, y todas son formas tan válidas como exiliarse en la casa de unas monjas por tres días"

"¿Y por qué no intentas lo de los aros?"—quiso saber—"Seguramente te verías mejor

Alan soltó una risa burlona como para mostrar que estaba de acuerdo con la sugerencia.

"Tal vez lo haga, uno nunca sabe, tal vez esa sea mi forma de alcanzar el Nirvana, no me molesta. Todo es cuestión de percepción y puede que sería interesante y hasta liberador. Tú lo ves como una ofensa, porque no es parte de los estándares de belleza a los que estás acostumbrada, pero esos mismos estándares de belleza no son más que un invento, y cambian todo el tiempo Verónica. Cambian tanto que si en 10 años se volviera una moda, tu también los usarías y hasta los presumirías"—le dije con una seguridad que le causó incomodidad—"Por otro lado... en tu caso, no veo que rezar o colgarte cruces bonitas al cuello, te haya ayudado en algo para ser mejor persona, dejemos a un lado encontrar a Dios, porque creo que eso aún es muy ambicioso para ti"—le pasé a un lado—"Así qué tal vez tú también deberías probar otras formas, como bailarle desnuda al Sol"

"¡Señorita Candiani!"—rugió una profesora que acababa de escuchar nuestra conversación—"¡Ese tipo de comentarios son inadmisibles en nuestra institución! ¿Qué no se da cuenta de dónde está?"

"Al parecer ella no se da cuenta de muchas cosas... pero no es de extrañarse Miss, a Helena la han criado de una manera, distinta"—habló Verónica.

"Verónica tiene toda la razón profesora. Es por la forma en que me han educado... por eso creo que este retiro espiritual me va a servir mucho"—admití.

"Para usted es muy necesario, en eso coincidimos... para que no siga teniendo esas ideas, que simplemente no son de Dios"—exclamó la profesora.

"Y no es solo de ahorita Miss, ella dice ese tipo de cosas todo el tiempo"—volvió a argumentar Verónica, cruzándose de brazos.

"Bueno, equivocarse es la única forma de aprender, ademas mi mejor amiga lleva toda su vida en Las Hermanas de la Merced, seguro que aprenderé muchísimas cosas de ella..."—traté de defenderme.

"Claro, como si Argelia fuera capaz de enseñarte algo Helena, ¡La pobre te sigue como un mosquito al azúcar!"—exclamó Verónica en un tono lleno de indignación.

"En eso estamos de acuerdo señorita Verónica. Argelia Porras claramente no es la mejor influencia ni guía para una persona que... ha tenido una educación tan distinta a la nuestra"—la profesora le dió la razón—"Así que no, usted Candiani, no hará ninguna actividad con Porras, ni siquiera las lúdicas. Las hará con Garcés, él definitivamente tendrá una mucho mejor influencia en usted que Porras"

Y los ojos de Alan y Verónica se abrieron en total indignación y sorpresa. Pero no había nada que pudieran hacer porque el enojo de Verónica la había llevado a decir justo lo que había esperado que dijera, para poder salirme con la mía.

Touché.

La profesora se fue.

Alan y Verónica se quedaron discutiendo cosas que ya no me interesó escuchar.

Y Argelia que oculta tras un árbol, acabó por escucharlo todo, se acercó a mí:

"¿Qué estás demonios hiciste Helena? Eso fue totalmente innecesario, o sea... yo ya había hecho mi magia para que quedaras en el mismo equipo con él duhhh"—me dijo—"Además es la peor forma de actuar con alguien que te gusta ¿Quieres que te termine odiando?"

Me encogí de hombros y mentí. Como casi siempre hacia con ella.

"Perdón, solo no quería que Verónica fuera a descubrir que me estabas ayudando y la fuera a tomar contigo, al final es tu amiga y sé que te importa... Además, ahora me probé a mi misma que aunque no me ayudes, también puedo conseguir las cosas sola"

Y no era del todo mentira, solo que omití el hecho de que quería conseguirlo todo, sin dejar ir la oportunidad de un pequeño desquite.

"¿Y tú crees que Verónica va a dejar las cosas así, Helena?"

*****

Y no.

No las dejó así.

Porque durante todo el trayecto que tomó el autobús (en el que yo me dormí y Argelia comió un preparado de papas con tantas salsas encima que nunca pude terminar de decidir si se me antojaban o me causaban repulsión), Verónica aprovechó para sentarse al lado de los profesores, con su cabello perfecto y su porte de hada angelical, y manejó la platica de tal forma, que una vez que llegamos al Monasterio de las Carmelitas Descalzas, me regañaron y me pusieron a acomodar y a sacudir los libros de la Biblioteca del lugar, mientras todos los demás comían, acomodaban su equipaje, cenaban, y recorrían las instalaciones para familiarizarse con ellas. Era bastante rápida aprendiendo, sobretodo a hacer cosas malas o que le favorecieran, eso se lo reconocía.

Así que sí, estuve ahí metida TODO EL DÍA, haciendo penitencia de trabajo, para poder reflexionar sobre mis inapropiadas acciones. Y también me hicieron escribir dos planas oficios:

"No debo decirle a mis compañeras que le bailen desnudas al Sol porque a Dios no le gusta eso"

Así que cuándo les dije que Dios creó a Adán y Eva sin ropa. Me mandaron la segunda... y ahí supe que lo que más me convenía era cerrar la boca.

Y ahí estaba yo, sacudiendo estantes, acomodado cosas y con la muñeca adolorida y llena de tinta cuando pasó.

Recuerdo bien que el Sol ya se había metido, tal vez bby del todo, pero solo quedaban los últimos rayos. Y yo tenía tanto frío que me rechinaban los dientes, porque se me había ocurrido viajar con una chamarra ligera y una sudadera bastante delgada (ya que me confié a que el autobús tenía sistema calefacción) y gracias a eso, mis cosas más calientitas se habían quedado dentro de mi maleta, que seguramente estaba en quien sabía dónde la habrían llevado las monjas.

Estaba silbando, porqué ya me había acostumbrado a hacerlo todo con música aunque fuera inventada, cuando de repente sentí algo sobre mí.

Me habían arrojado algo desde arriba de los estantes.

Solté un chillido y levanté las manos para tratar de cubrirme.

Pero no lo logré.

Aunque mi vida tampoco corrió peligro ni mucho menos...

Porque solo era una cobija.

Y era mía.

Escuché una carcajada familiar resonar desde arriba.

"Ah... esa reacción fue mucho mejor a cómo me la había imaginado"—exclamó y dió un brinco ágil para quedar justo detrás de mí.

Me aparté la cobija del rostro y me giré para enfrentarlo:

"¿Tú qué haces aquí? ¿Viniste a burlarte o a saciar tu curiosidad? Porque si es lo segundo, ya puedes irte"—lo cuestioné, buscándole los ojos.

"Es un poco de todo, en realidad"—bufó—"Y al parecer, resulta que no eres la única que sabe cómo portarse mal..."—ladeó la cabeza en forma burlona—"Unos conocen el exilio por andar soltando discursos herejes en una escuela católica y otros lo arrebátanos por andar hurgando en las maletas ajenas justo frente a las monjas"

"¿En serio, Deimos?"—me aproximé a él un par de pasos—"¿Piensas que me voy a tragar eso? Ya dime qué es lo que en realidad haces aquí, porque no te creo nada. Anda, dame la versión real, la que no le dices a todo el mundo"

Entonces repasó la cobija que traía encima con sus ojos.

"¿Me vas a decir que no tenías frío?"—cuestionó, guiñándome uno de sus ojos azules que a pesar de sólo estar a la luz de las velas, se veían tan claros como si estuvieran bajo la luz de un cielo claro—"Se dice gracias Helena, sobretodo después de que tú noviecito entrara a donde nadie lo invitó y luego causara un alboroto. No creas que ya se me olvidó. Cierro los ojos por las noches y me dan ganas de trozarle la cabeza... después de hacer otras cosas con él, claro. Porque el postre se come al final para que sepa mejor, mucho mejor"—arrastró la última letra con los dientes, como si estuviera saboreando algo.

"¿Te refieres a cuando te rompió la cara? Yo eso lo vi como un alboroto muy necesario, demasiado. Y si alguien hubiera grabado esa fiesta, ten por seguro que habría comprado el video y todos los días sin falta, le daría play tres veces a esa parte, en la que te caes, y entonces me pondría del mejor humor antes de irme a la escuela"

Me dirigió una mirada condescendiente. Y el único agujero que decoraba sus mejillas afiladas, se le marcó.

"Tú y yo sabemos que tuve que contenerme ¿no es así? Pero siempre puede haber una próxima vez, y si no existe tampoco es como si no pudiera crearla..."—me aseguró con ese tono cínico y cruel tan suyo.

"¿Me estas amenazando?"

"No lo sé... ¿Lo estoy haciendo?"—arqueó una ceja y se encogió de hombros, fingiendo inocencia—"Pensé qué solamente me estaba preocupando por alguien que tiene la sangre tan fría como la mía"

Y entonces se aproximó a mí la distancia que faltaba para que la punta de su nariz hiciera contacto con la punta de la mía, porque incluso inclinó la cabeza para que la diferencia de nuestras respectivas estaturas, no fueran un impedimento, y así pudiera notar cosas que antes no noté porqué simplemente nunca me interesó demasiado observarlo o saber cualquier cosa de él. Al menos nunca, hasta hace no mucho.

Su piel estaba helada. Tan helada como la mía, porque de pronto, la combinación de nuestras respuestas hizo pequeños aros de vaho, alrededor de nuestros rostros. Como si ellos también estuvieran probando un punto.

Pero eso no fue todo.

Traía una chamarra también. De marca y de moda pero igual de gruesa que las que yo usaba. Con la que seguramente cualquier otra persona se estaría muriendo de calor en estos momentos, pero que al parecer, para nosotros era algo muy parecido al cielo, a un refugio... una necesidad.

Y de repente las pocas imágenes que mi cerebro había logrado almacenar de él, a lo largo de nuestra casi nula convivencia, fueron pasando una a una por mi cabeza.

Y sí, él solía utilizar ropa deportiva para entrenar e incluso shorts pero una vez que su cuerpo dejaba de estar en movimiento siempre usaba sweaters, chamarras, bufabas y gorros pero los usaba con tanta gracia que nadie nunca lo notaba o lo encontraba extraño.

Sonrió como si hubiera visto en mis ojos el reflejo de todos y cada uno de mis pensamientos, y entonces se sacó un guante con los dientes y luego colocó su mano sobre mi mejilla para que acabara de confirmarlo.

Estaba helado.

Igual de helado que yo.

Y de nuevo, la poderosa descarga... solo que esta vez no me desorbitó como las primeras dos veces. Pero de todas formas la sentí con fuerza en cada fibra de mi cuerpo.

Pero también experimenté algo muy parecido a eso que llaman plenitud, como si un rompecabezas le acabaran de anexar una de las tantas piezas que le faltaban... y me odié por hacerlo, por sentirlo, por pensarlo.

"T-tú t-tú"—pero la impresión no me dejó decir mucho.

"Yo, yo... Hah, sí... yo también estoy muriendo de frío todo el tiempo, pero de una manera muchísimo menos ridícula que como tú lo haces. Es algo normal gatita, es parte de lo que nos pasa, de lo que somos..."—contestó sonriendo, mientras dejaba caer esa mano que segundos antes había estado sobre mi piel, a un costado suyo, y volvía a retroceder un paso.

"¿Y ...y los demás?"—mi pregunta salió cortada pero él la entendió. Lo supe cuando enarcó una sonrisa llena de satisfacción.

"No es igual para todos gatita"—soltó una risa baja—"También están los que sienten como si su sangre todo el tiempo estuviera hirviendo dentro de sus venas. Y si me preguntas a mí, no sé qué es peor, porque ni las chamarras más gruesas funcionan del todo con nosotros, seguro que lo sabes... sobretodo en las noches, y bueno, con ellos... me han dicho una que otra vez que han sentido ganas de arrancarse la piel. Y algunos hasta lo han hecho, nunca lo he visto... pero me han contado que es algo bastante entretenido de ver"—contorneó su lengua sobre sus labios como si estuviera saboreando la imagen.

Mi cara de asco y desaprobación le sacó otra sonrisa.

Torcí los ojos y me giré para seguir acomodando los libros. A veces no verlo, me ayudaba a no enojarme tan rápido con el y su personalidad tan retorcida, enferma y sádica.

"Por cierto ¿Te gustó el Monasterio?"—se inclinó para susurrar.

"No he visto mucho de él como habrás podido darte cuenta, y todo gracias a tu... pues no sé si es tu amiga o tu dueña, pero bueno, todo gracias a Verónica"

"No importa, mañana lo verás y estoy seguro de que va a gustarte, después de todo... lo escogí yo, y siempre he tenido los mejores gustos" —se jactó.

Entonces me giré nuevamente para afrontarlo:

"¿Lo escogiste tú?"

"¿Qué no le pusiste atención a la muñeca de la abuela de tu mejor amiga?"—me cuestionó—"Tenía, un vendaje muy curioso en la muñeca ¿No crees?"

La información que me soltó me cayó como un golpe duro y seco.

No.

Era mentira.

"El sacerdote... No... No puede ser"—traté de ordenar mis palabras e ideas, pero todo en mi cabeza era un desorden horrible y confuso.

"No puede ser y no es, pero admito que es una buena teoría"—bajó el tono de voz—"Te confesaré algo; todas las serpientes podemos mudar de piel. Siempre hemos podido, es nuestra característica más importante"

Abrí los ojos en total confusión.

"Entonces tú... a la abuela de Argelia... ¿Que demonios le hiciste?"—sentí las lagrimas comenzar a formarse en mis lagrimales y mi cuerpo comenzó a temblar.

"Sólo tomé prestado algo, eso es todo. No hay porque exaltarse así. Nunca ha sido necesario matarlos para robarles la cara Helena. Siempre podemos escoger hacerlo o no, y en realidad depende mucho del estilo de quien lo haga, pero mejor de todo es que lo recuerdan como si ellos mismos lo hubieran hecho, es una maravilla..." —soltó con la mayor naturalidad.

"¿Por qué me estas diciendo todas esas cosas? Estoy segura que tienes un motivo y quiero saberlo"

"¿Por qué? Pues porque voy a ayudarte a salvarlo obviamente..."

"¿A salvar a quién? No tengo ni idea de lo que estás diciendo"

"Claro que la tienes... ¿A quién más? Al imbécil de mi mejor amigo"

Alan Garcés...

"¿También es una serpiente?"—tragué saliva incómoda.

"¿Lo es? No lo sé, podría serlo. Definitivamente es taaaan dos caras como cualquier víbora que conozco, eso es seguro"

"Sólo responde lo que te pregunto Deimos, hazlo bien y sin irte por las ramas como siempre lo haces. No quiero más juegos. Estoy cansada"

"¿No más juegos? No puedo hacer eso por ti y quitarle toda la diversión a la cosa... no soy así. Pero voy a ayudarte"—comenzó a acomodar algunos libros a mi lado.

"¿A salvar a Alan?"

"Eso fue lo que dije, gatita"

"¿Y por qué querría salvarlo? No tiene nada que ver conmigo, no sé si lo has notado pero yo ya tengo mis propios problemas y preocupaciones y son muy grandes"—lo encaré con enojo y él me regresó la mirada al instante. Sus ojos azules estaban llenos de muchísimas cosas: curiosidad, satisfacción, juegos pero también resolución. Ahí no había ni un atisbo de dudas.

Soltó una carcajada burlona.

"Eso a mí me sorprende también... pero sé que quieres hacerlo, lo siento, siento todo lo que no dices Helena, así que mejor gasta tus energías en mentirle a alguien más, porque de hecho, eres pésima"

Y entonces una polilla salió volando de entre las hojas de unos libros y el la capturó como en un reflejo rápido, con la palma y luego le arrancó las alas y la dejó caer, con la misma naturalidad con la que alguien se quita una pelusa de la ropa.

"Odio que hagas ese tipo de cosas. Eres un enfermo"

"Y odiarías mucho más si dejara de hacer esto e hiciera lo que de verdad quiero hacer; más enfermo y más placentero también. Los que somos como yo, nunca nos hemos dado a conocer por tener el mejor control de nuestros impulsos y ahora para mí es mucho peor, sobretodo desde que me liberaste... ¿Por qué no en vez de juzgarme, asumes tu responsabilidad? Al final así siempre han sido las cosas"




Nota de Autor: muchas gracias por leerme.... creo que hice un poco de SPOILER sin querer en el grupo de esto 🤣 perdón 🙏🏻

¿Cómo les va pareciendo la historia hasta ahora?

Aún tengo que editar muchas cosas y ambientar el capítulo, lo haré en la noche pero lo subiré de una vez.

Como saben, la historia no cambia pero sí lo voy a revisar, pulir y a ambientar.

Muchas gracias por leerme.

Marluieth.

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