Bendecida Por Los Dioses (Lib...

By Chopy090

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Una lucha por la salvación del mundo, a eso se acerca Elizabeth Thompson luego de perderlo todo. Su vida está... More

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Epílogo
Agradecimientos
Libro 2

36

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By Chopy090

Elizabeth Thompson. 3 de agosto del 2017, el Olimpo.

—Astra, hija de Atenea, y Elizabeth Thompson —llamó Zeus en una voz imponente—. Al frente.

Ambas caminaron hasta quedar cara a cara con los doce dioses que los veían con seriedad, Zeus y Hera encabezaban la docena.

El paso de Astra fue seguro, su cabello en una apretada coleta alta se balanceaba con el helado viento matutino, su traje de cuero negro de pantalones y blusa de tirantes grueso se ajustaba a su esbelto cuerpo, su apariencia era elegante, ágil y superior. Parecía no tener ni un ápice de frío.

En cambio, Elizabeth parecía lo que siempre había sido: un pequeño cordero asustado caminando a la boca del lobo. Su espalda estaba ligeramente jorobada, sus ojos estaban ligeramente más abiertos que de costumbre y mantenía los puños cerrados para no temblar o jugar con sus uñas. No sabía lo mucho que se notaba.

Se detuvieron, una a lado de la otra con un solo metro de separación, los semidioses en las gradas se mantenían callados, emocionados por la batalla que se daría a continuación, ansiosos de ver un poco de sangre salpicar la tierra.

Elizabeth había optado por una ropa sencilla, no tan holgada para que no interfiriera con sus movimientos, pero tampoco una tan apretada para que no le incomodar. Era una blusa blanca de manga larga ligeramente ajustada, unos pantalones de cuero negro elásticos y unas botas al tobillo de un color marrón oscuro.

Su larga cabellera blanca estaba atada en una trenza apretada de la cual unos cabellos se desprendían por el viento.

—Creo que ya todos saben por qué estamos aquí —habló Hera en voz alta, con sus fríos ojos de un marrón claro sobre Elizabeth—. Hoy, Astra y Elizabeth lucharán a muerte para determinar la posición de la mundana.

Astra no quería estar ahí, sabía de la determinación de Elizabeth, lo había visto en el salón del trono, justo cuando enfrentó a Zeus, pero no sabía que tan buena era con la magia y la espada, a fin de cuentas, no llevaba ni dos años en entrenamiento.

Sabía del repentino interés que Arsen había tomado con Elizabeth cuando la albina había llegado al Olimpo, y también sabía lo muy decepcionado y desilusionado que se pondría si ella matara a Elizabeth.

Sin embargo, ese era su deber, dar todo de sí para probar que Elizabeth se merece su puesto como salvadora del mundo.

—Les diré las reglas —informó Ares—. Tendrán que escoger un máximo de dos armas de esas mesas —señaló aquellas que estaban a cada extremo del campo, repletas con armas de todo tipo—, se vale hacer cortes, golpes, patadas, robo de armas y el uso de sus dones, no se puede hacer corte de extremidades, asesinato de su oponente o usar distracciones, tampoco estar a la defensiva en toda la batalla. La prueba termina cuando una de ustedes quedé en un punto imposible de sobrevivir. Ni un ataque fuera del campo, hacia nadie más que su oponente.

Ambas asintieron, se encaminaron a su respectiva mesa de armas y escogieron.

Mientras que Elizabeth escogió su espada de siempre y su brazalete de serpiente, Astra escogió sus dos dagas gemelas de punta curva y su espada. Todos las miraban, expectantes.

Las armas en sus manos se sentían ligeras, cómodas incluso, Elizabeth optó también por ponerse un par de guantes sin dedos, evitaría que su piel se lastimara y que soltará la espada por accidente.

No tuvieron que esperar mucho para encontrarse nuevamente en el centro del campo de batalla, pero esta vez frente a frente. Astra parecía una muñeca, sin expresión, un títere siendo manejado para el beneficio del Olimpo, un lugar lleno de personas a las que no les importaba lo que sucediera con sus guerreros, aquellos que habían dedicado su vida entera por él.

Elizabeth tragó saliva y giró la espada en su mano, amoldándola a su piel para un mejor agarre, se puso en posición y casi no tuvo tiempo para reaccionar cuando se dio la señal y Astra la atacó con ambas espadas gemelas en posición de cruz.

El fuerte sonido metálico fue tan repentino que algunos semidioses brincaron en sus puestos, la velocidad de Astra era mortal, su fuerza era colosal y su plan de ataque indestructible.

Elizabeth sabía que primero analizaba a su objetivo, para luego crear una maniobra que se amoldara a su oponente para destruirlo.

Pero Astra no sabía que Elizabeth había hecho aquello sin saberlo, viendo gran parte de sus entrenamientos, escondida entre las paredes, con los ojos reflejando el brillo de sus flechas y de su espada al moverse velozmente.

Había visto este ataque en sus entrenamientos, lo practicaba una innumerable cantidad de veces, con fuerza e impulso, ya sabía cómo bloquearlo.

Así que lo más rápido que pudo, convirtió su brazalete en aquella barra de metal con el extremo en punta y bloqueó el ataque de Astra cuando ella retiró una de sus dagas para apuñalarla en el abdomen.

Astra frunció el ceño de manera casi imperceptible, la única muestra de sorpresa que mostraría ya que pronto empezó a atacar con ferocidad.

El metal chocaba con el metal, provocando fuertes ruidos y chispas brillantes. Los semidioses en las gradas observaban seriamente a ambas chicas, analizando los movimientos de cada una con cierta admiración.

Astra atacó hacia el abdomen de Elizabeth, cuando lo esquivó atacó hacia las rodillas al instante, la albina también lo esquivó, pero cayó de espaldas en la tierra golpeándose la cabeza.

Su visión se volvió doble, pero alcanzó a ver cuando Astra elevaba su espada para apuñalarla así que rodó por el suelo haciendo que la espada de Astra se clavara en el piso de tierra, pero no fue lo suficiente rápida para evitar que le provocara un corte un tanto profundo en el brazo izquierdo, haciéndola gemir por el dolor.

Se levantó lo más veloz que pudo y seguidamente bloqueó un ataque de Astra, aprovechó haberse agachado y le hizo un corte en el muslo derecho que la hizo maldecir.

Ambas se mantuvieron quietas un segundo, jadeando agitadamente con la mano derecha sobre sus heridas. Sus ropas empezaban a llenarse de tierra y sangre, sus mejillas y nariz estaban rojas por el calor de sus cuerpos provocado por la actividad física y el frío contrastante del exterior.

Elizabeth iba a atacar, pero una punzada en todo su cuerpo la hizo caer se rodillas con los ojos abiertos a más no poder. Su pecho subía y bajaba con velocidad, su cuerpo había dejado de funcionar durante ese segundo, dejándola indefensa.

Astra aprovechó la oportunidad, pero el cojeo se la ponía difícil, Elizabeth alcanzó a esquivar el ataque, pero una nueva punzada se hizo presente.

Apretó su blusa a la altura del corazón, y con las fuerzas que tenía se levantó, sintiendo punzada tras punzada, cada una más dolorosa que la anterior, se centraban en su espalda y corazón haciéndola temblar, pero mantuvo su espada erguida, pese a las punzadas que habían empezado a sentirse también por detrás de sus rodillas.

Parecían latigazos.

Apretó sus dientes y el pomo de su espada, junto con el ahora látigo en su mano izquierda. Era su vida la que estaba en juego, no podía dejarse vencer.

[ EDITADO ☑️ ]

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