Directo hacia ti

By Unjovenromantico

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Hazel celebra su ascenso con asombro y alegría. Es la primera mujer que ostenta un cargo directivo en la cade... More

Protagonistas
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52 - Epílogo

Capítulo 31

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By Unjovenromantico

—Te estás divirtiendo, ¿verdad? —pregunta Hazel mostrando su enfado.

—¡Mucho! —responde Jon con una amplia sonrisa.

—Pues a mí no me hace ninguna gracia —protesta Hazel mientras recoge los papeles para llevarlos a su mesa—: No pienso acceder a ser analizada por ese doctor.

—Podría ser muy interesante. Quizás, hasta cambies tu opinión sobre el amor...

—¿Y qué te hace pensar que yo quiera cambiar de opinión? —pregunta Hazel en tono desafiante.

—Quizás los hechos te demuestren que estás equivocada.

—O quizás me den la razón.

—Ese es tu problema, Hazel, intentas tratar las emociones desde la razón, y por eso no te dejas sentir.

—¡Qué sabrás tú sobre lo que yo siento!

—Pues, dímelo —sugiere Jon—: ¿Qué sientes, Hazel? Cuéntamelo. Somos amigos, ¿no?

De pie, delante de su mesa, Hazel está amontonando unos papeles, detiene sus movimientos, levanta la vista hacia Jon, quien la está mirando apoyado en su mesa, con las manos también sobre ella, a ambos lados de su cuerpo.

Ella interpreta ese gesto de superioridad y recuerda la breve conversación que Jon ha mantenido con Daniel cuando ella fue a por la comida. Es obvio que la está retando, que tiene ganas de jugar y ella sabe muy bien cómo hacerlo. 

Respira hondo, levanta una ceja y se acerca lentamente hacia Jon, poniendo toda su intención en cada movimiento sugerente que realiza; se humedece los labios, se retira un mechón de pelo con suavidad y va caminando despacio hacia él. 

Cuando se para enfrente suyo, vuelve a humedecerse los labios, dirige su mirada hacia la mesa de reuniones y se acaricia el cuello con una mano. 

—Siento ganas de que me lleves en brazos hasta esa mesa, me tumbes, me desnudes y me hagas el amor sobre ella.

Jon se incorpora y la mira fijamente. Hazel puede notar cómo todos sus músculos se han tensado de repente, cómo su respiración ha empezado a agitarse y la medio sonrisa que había dibujado en su rostro se ha transformado en un gesto de asombro, mezclado con deseo.

—Siento pena por saber que no serías capaz de hacerlo —sigue hablando Hazel, acercando su boca a la de Jon, mientras va deslizando el dedo índice por su garganta, bajando hacia su pecho.

—Eres mala, Hazel —dice Jon en un susurro, cada vez más excitado.

—¿Tú crees? —pregunta Hazel mientras sigue bajando su dedo por el abdomen de Jon, y acercando ahora la boca hacia su cuello—: ¿Y tú, Jon, no lo eres?

—Hazel... —murmura Jon embriagándose de su perfume. Coge la mano de Hazel y la apoya sobre su pecho, donde ella puede sentir los rápidos y fuertes latidos de su corazón.

Hazel le mordisquea el lóbulo de la oreja y Jon cierra los ojos estremeciéndose.

—¿Es a esto a lo que te referías, cuando le decías a Daniel que sabes cómo manejarme? —le dice Hazel al oído.

Jon abre los ojos y se da cuenta del juego de Hazel. Siente una punzada de dolor, pero está tan excitado que no es capaz de pensar en otra cosa. Toma aire profundamente antes de contestar. Está claro que Hazel está jugando, y quiere continuar la partida. Quiere ver hasta dónde está dispuesta a llegar.

La aparta con un gesto enérgico y se dirige andando rápidamente hacia la puerta. Hazel se queda allí de pie, sonriendo, con los brazos cruzados, dispuesta a soltar algún comentario irónico antes de que él se marche. Pero, al ver que lo que hace Jon es cerrar la puerta del despacho con llave y darse la vuelta, mostrando una irresistible sonrisa seductora, todos sus músculos se tensan.

Va directamente hasta ella, la levanta en brazos y se dirige hacia la mesa de reuniones.

—¿Qué estás haciendo, Jon? —pregunta Hazel sorprendida. 

—Tus deseos son órdenes para mí, nocciola —dice Jon dejándola con suavidad sobre la mesa.

Hazel lo mira con deseo y asombro. Piensa que el juego está llegando demasiado lejos, y sin embargo no tiene fuerzas de detenerlo. Jon le separa las piernas y se coloca en medio de ellas. Posa las manos en su cintura y atrae su cuerpo hacia él con energía y delicadeza a la vez.

—Estás jugando con fuego, Jon.

—No me importa quemarme. Técnicamente, ya no somos compañeros de trabajo —Jon intercala las palabras con suaves besos por su cuello. 

—Pero, trabajamos juntos... —dice Hazel con la respiración agitada.

—Pero, no en la misma empresa.

—Jon... 

—Puedes llamarlo como quieras, Hazel, pero no puedes negar lo que hay entre nosotros —. Jon levanta su cabeza y acerca los labios a los de ella.

—Somos amigos —dice Hazel en un susurro.

Jon le sujeta la cara entre sus manos y acerca más sus labios, hasta que encuentra los de ella para fundirse en un cálido beso. 

Un golpe en la puerta hace que se separen de inmediato. Hazel se baja de la mesa y se va directa hacia la puerta, sintiendo un ligero temblor en sus piernas. Mientras, Jon apoya las manos sobre la mesa y toma aire profundamente.

—¿Por qué teníais la puerta cerrada con llave? —pregunta Álvaro cuando Hazel le abre.

—Ha sido de un portazo, no sabíamos que se había cerrado con llave —responde Hazel intentando disimular su estupor.

—Venía a avisarte de que mañana a las 8 vendrá el doctor Herranz. 

—¿¡Mañana!? —pregunta Hazel sorprendida—: Si todavía no he tenido tiempo de pensar en una idea para el programa.

—Lo sé, pero es un hombre muy ocupado y solo podía quedar mañana o dentro de dos meses. Prepara un primer boceto y ya iremos definiendo la estructura. Quizás conocerle te dé más ideas, es un tipo muy peculiar, por lo que me han dicho.

—Está bien —acepta Hazel—: Pues me marcho ya y pensaré en algo.

—Muy bien, pues mañana por la tarde hablamos. Hasta mañana —se despide Álvaro.

—Espera, Álvaro, que salgo contigo —le avisa Hazel antes de que se vaya. Y se acerca hasta su mesa para coger su bolso. Jon también se ha acercado hasta su mesa y, al pasar por su lado, él dice en un susurro:

—Cobarde.

Hazel sonríe y se marcha.

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Cuando llega a su casa, intenta concentrarse en una idea original con la que plantear el programa del doctor Herranz, pero su mente está totalmente distraída. No puede borrar la imagen de Jon levantándola en brazos, llevándola hasta la mesa, acariciando su espalda, besándole el cuello. 

Quizás Jon ya había aceptado que a ella solo le interesaba el sexo, nada de compromiso, de relaciones sentimentales ni parejas. Era cierto que ahora ya no eran compañeros de trabajo y tener encuentros sexuales con Jon no podía ser un motivo para que Daniel la despidiera. Y eso era lo único que a ella le preocupaba, ¿verdad? 

—Pues claro que sí —se responde ella misma en voz alta—: Si él no quiere nada más conmigo, sería una relación perfecta. Nada de amor ni sentimentalismos ni noviazgos... Eso es justo lo que yo quiero. Y el hecho de verlo todos los días, ¿no podría ser un problema? No tiene por qué. Nos hemos estado viendo a diario después de que pasáramos una noche juntos, y no ha sido ningún problema. ¡Ja! ¡Que te crees tú eso! Si mi vida ha estado llena de problemas desde entonces. 

Hazel sigue manteniendo su soliloquio mentalmente, soltando alguna frase en voz alta, contestándose sus propias preguntas. Cuando cree que ya es suficiente el tiempo que ha dedicado a todas sus elucubraciones, decide irse a la cama.

Al día siguiente, llega antes de las 8 a la oficina. Quiere tener la mente despejada para recibir al doctor Herranz. Ha podido leer algo sobre él, pero tampoco ha tenido mucho tiempo en profundizar. Sabe que es un personaje peculiar, que su popularidad había crecido notablemente en el último año, teniendo una sección semanal en un programa de radio. 

No había tenido ocasión de ver una imagen suya, así que desconocía su aspecto. Y no sabía por qué, pero se lo había imaginado como un hombre de unos 60 años, con el pelo canoso y revuelto, gafas de pasta y aspecto desaliñado.

Cuando a las 8 en punto llaman a la puerta del despacho y aparece un joven de unos 30 años, de más de metro noventa de estatura, elegante, sonriente y con los ojos más azules que Hazel ha visto en su vida, en la última persona que piensa es en el doctor Herranz.

—Buenos días. Estoy buscando a Hazel —dice desde el umbral de la puerta.

—Buenos días. Yo soy Hazel. ¿En qué puedo ayudarte? —pregunta Hazel de pie, detrás de su mesa.

—Soy Marcos Herranz, creo que tenemos una cita.

Y se acerca hasta la mesa de Hazel, quien lo espera con cara de asombro. Él extiende su mano y ella lo saluda con una sonrisa forzada.

—¿Tú eres el doctor Herranz?

—El mismo, pero te agradecería que me llamaras Marcos. ¿No me esperabas? —pregunta al ver la cara de estupor de Hazel, que es incapaz de disimular.

—¡Sí, sí, claro! Pero, si te soy sincera, pensaba que eras más mayor. Mucho más mayor. Disculpa, siéntate por favor.

A pesar de la sorpresa inicial, Hazel se recompone rápidamente y comienza a hablar con la naturalidad que la caracteriza. De inmediato se genera una excelente conexión entre ambos. La conversación empieza por el objetivo de la reunión: establecer los contenidos que podría seguir un programa sobre la temática que él dominaba. Pero, enseguida comienzan a intercambiar opiniones sobre su teoría, que Hazel también parece compartir.

Jon escucha voces desde el pasillo y deduce que Hazel y el doctor Heranz ya están reunidos. Justo cuando va a entrar en el despacho, oye la última frase que ella acaba de decir:

—Dijo que se tatuaría mi nombre.

—Buena estrategia —comenta Marcos a continuación—: Es muy habitual que los hombres recurran a frases con una alta carga sentimental. El cerebro del hombre y el de la mujer funcionan de manera muy diferente. Utilizar una frase emocional siempre suele surtir más efecto a la hora de ligar. Y si hace referencia a una emoción como el amor, tiene más garantías de éxito. No voy a preguntarte si funcionó...

—No, no... —Hazel se queda unos segundos callada, al ver entrar a Jon en el despacho—: No lo preguntes. En cualquier caso, tampoco te respondería.

—Buenos días —dice Jon, acercándose hasta ellos, con gesto serio al creer que Hazel le ha estado hablando al doctor de su primer encuentro.

—Hola Jon. Te presento a Marcos Herranz, el doctor Herranz. 

—Sí, sé quién es —responde Jon, extendiendo su mano para saludarle—: Yo soy Jon, encantado.

—Encantado, Jon. ¿Te unes a la conversación?

—Tengo que hacer unas cosas. Te dejo en manos de Hazel, es la responsable del proyecto. Si necesitáis cualquier cosa de mí, aquí estoy.

Marcos y Hazel vuelven a retomar el hilo de la conversación original, poniendo puntos en común sobre la propuesta para definir la estructura del programa. A Marcos le parece muy  buena idea realizar estudios reales con diferentes personas, de distintos perfiles, con los que poder mostrar su teoría. 

El programa va tomando forma y rápidamente establecen el primer borrador de una planilla sobre la que trabajar, algo que al propio Marcos sorprende:

—Mi intención era obtener información para hacer una valoración. Tengo varias propuestas de otras cadenas sobre la mesa, y no quería precipitarme en mi decisión. Pero, sin duda, este proyecto es el que me parece más interesante. Tus ideas me parecen muy buenas —dice Marcos.

—Me alegro. La verdad es que he ido improvisando sobre la marcha. Tenía algo en la cabeza, pero no estaba nada definido —aclara Hazel con sinceridad.

—La sinceridad y la naturalidad con la que hablas es lo que creo que ha terminado de convencerme. Estoy seguro de que eres una mujer que siempre consigue lo que quiere.

Jon, desde su mesa, no ha perdido detalle de la conversación, ni tampoco de la sorprendente complicidad que se ha creado entre Hazel y Marcos, ni mucho menos de las continuas miradas y sonrisas seductoras que él le ha estado dedicando a ella. Y ha estado todo el rato conteniendo los celos y las ganas de decirle que era un ligón de libro.

Al escuchar esta última frase, no puede evitar emitir una casi inaudible sonrisa, que Marcos parece ignorar, aunque Hazel sí ha percibido. 

A los pocos minutos, llega Álvaro para preguntar cómo ha ido la reunión, a lo que Marcos responde:

—Me gusta mucho lo que propone Hazel. Ya tenemos perfilada una primera idea del programa sobre la que trabajar.

—¡Ah, vaya! Te veo muy convencido... Venía cargado de argumentos para convencerte de que hicieras el programa en nuestra cadena —dice Álvaro.

—Creo que Hazel ya me ha dado suficientes argumentos —responde Marcos—: Ahora tendremos que tratar el tema de las condiciones, es de lo único que no hemos hablado.

—Eso lo tratamos tú y yo en mi despacho, si te parece —propone Álvaro.

—Sí, claro —acepta Marcos y, dirigiéndose hacia Hazel, añade—: Ha sido un placer, Hazel. Me encantaría seguir hablando contigo de los planes para el proyecto y de tus ideas.

—Por supuesto, todavía nos quedan muchas cosas por definir. Podemos vernos de nuevo cuando quieras.

—¿Cenamos esta noche? —pregunta de pronto.

Hazel se queda algo sorprendida, igual que Jon y Álvaro, a quienes esa propuesta no les ha hecho ninguna gracia. Y es Álvaro el que interviene antes de que Hazel reaccione.

—Bueno, no es necesario trabajar fuera del horario laboral...

—Me gustaría conocer sus teorías —insiste Marcos—: No será una cena exclusivamente de trabajo, es más bien de placer. ¿Te parece que te llame luego? Tu teléfono está en la tarjeta, ¿verdad?

—Mmmm, sí, ahí está —responde Hazel , señalando la tarjeta de visita que le había entregado antes.

—Muy bien. Vamos a tu despacho, si quieres —le dice a Álvaro poniéndole una mano sobre el hombro, empujándole hacia la puerta.

Cuando se marchan, Hazel se queda de pie, intentado discernir si había aceptado o no la propuesta de ir a cenar de Marcos. No le gusta esa sensación que tiene cuando le parece que otros toman las decisiones por ella. Pero, a la vez, piensa que tampoco le disgustaría cenar con él. Es un tipo muy agradable y le resulta interesante todo lo que opina sobre el tema del amor, del que se supone que es estudioso. Y siente también cierta curiosidad por esa abrumadora personalidad que desprende. Le parece que está demasiado seguro de sí mismo y, aunque le ha parecido un hombre muy atractivo, esa seguridad en su propio encanto es lo que posiblemente  a Hazel le produce cierto rechazo. No es la primera vez que se topa con un joven muy guapo, que sabe que lo es, y que está convencido de que resulta irresistible para cualquier mujer. 

—Madre mía, anda que no tiene bien estudiado su papel... —comenta Jon.

—¿Qué papel? —pregunta Hazel mientras recoge los papeles de su mesa.

—¿Vas a ir a cenar con él?

—Sí. ¿Por qué no? Es un tipo interesante. Me apetece seguir hablando sobre todas sus teorías.

—Sabes que sus teorías, y las tuyas, es lo que menos le interesa, ¿verdad? —le dice Jon enarcando una ceja.

—¿Es que estás celoso? —pregunta Hazel con una sonrisa burlona.

—Me sorprende que te hayas dejado embaucar por un hombre como él. 

—Yo no me dejo embaucar por nadie, Jon. Parece mentira que tú precisamente me digas eso.

—¿Precisamente yo? ¿Por qué dices eso? ¿Acaso crees que yo he intentado engañarte en algún momento? 

—No sé lo que habrás intentando, pero te aseguro que no lo has conseguido. 

—¿Y qué es lo que estás intentando tú, Hazel? ¿Me puedes explicar qué significado tiene la escena de ayer?

—Yo sé muy bien su significado. Pero me gustaría saber lo que fue para ti. Te escuché hablando con Daniel, cuando le decías que sabías cómo manejarme para hacer conmigo lo que quisieras.

—¡Oh, vamos, Hazel! No irás a pensar que lo dije en serio, ¿verdad?

—Pues, dime tú qué debo pensar.

—Que me puse a su nivel. Que Daniel vino a intentar generar más polémica, a meter sus narices donde nadie le llama, a intentar manipular y crear confusión, con esos aires de superioridad que trae. Y yo, en lugar de ignorarle, me puse a su nivel, liberando testosterona, a ver cuál de los dos era el más gallito del corral. Eso podrías pensar, conociéndome como ya creo que me conoces, Hazel.

—Tienes razón. Esa actitud de chulo de discoteca no te pega nada. 

—Mira, Hazel, estoy un poco cansado de que siempre haya alguien que se inmiscuya en nuestra relación; Fany, Daniel... Cuando no interviene nadie, nos llevamos muy bien, ¿no te parece?

—Sí, es cierto. 

—¿Qué te parece si empezamos de cero? —propone Jon y, extendiendo su mano, añade—: Hola, soy Jon, encantado de trabajar a tu lado.

—Hola, Jon, soy Hazel, encantada de trabajar a tu lado —responde ella. 

—Amigos, ¿no?

—Amigos.

Cada uno se va a su mesa y se ponen a trabajar con sus respectivos ordenadores. Al cabo de un rato de silencio, Jon levanta la cabeza y le pregunta:

—Solo una cosita; ¿le has contado a Marcos cómo nos conocimos?

—No exactamente. Solamente estábamos hablando de las maneras en que un hombre y una mujer entablan la primera conversación, y él me pidió que le contara qué frase utilizó el último hombre que quiso conocerme en un bar. Por supuesto no le he dicho que fuiste tú.

—Ya... —responde Jon y sigue tecleando en su ordenador. Pero, al cabo de unos minutos, vuelve a preguntar—: Y, una cosita más, ¿tú crees que lo que dije lo tenía preparado, que era una típica frase para ligar?

—No me lo había planteado. Solo pensé que me resultó original, nada más. 

—Ya... —vuelve a decir Jon.

Su teléfono suena en ese momento y Jon responde:

—Hola, Estela, ¿qué tal? Sí, ha ido muy bien. Parece que el doctor Herranz ha quedado encantado con Hazel, y se ha ido a hablar con Álvaro sobre las condiciones del contrato. No, no ha dicho nada de la producción, pero yo he dado por hecho que nos encargábamos nosotros... Ya, sí..., claro... No, por supuesto... Álvaro es un profesional y... Ya, sí, lo sé... ¿Esta noche? Mmmm, sí, ¿por qué no? ¿Paso a...? Ah, de acuerdo. Te espero a las 9. Hasta luego.

—¿Quiere que hagas horas extra? —le pregunta Hazel con una sonrisa burlona.

—No, solo hemos quedado a cenar —responde Jon.

—Ah, qué bien. ¿Quieres que cenemos los cuatro juntos? —pregunta Hazel fingiendo un excesivo entusiasmo.

—No hablarás en serio, ¿verdad? 

Hazel se ríe abiertamente sin contestar.

De nuevo sumidos en su trabajo, vuelve a reinar el silencio en el despacho, solo interrumpido por el sonido de los dedos al teclear.

Al cabo de unos minutos, Jon vuelve a preguntar:

—¿Te gusta?

—¿Quién?

—El doctor Herranz.

—Los hombres que están encantados con su belleza y creen que nadie puede resistir enamorarse de ellos, me producen cierto rechazo. 

—Ya, pero él no creo que quiera enamorarte, si dice que no cree en el amor. Así que, imagino que sabrás lo que quiere, ¿no?

—Lo mismo que quiero yo —responde Hazel encogiéndose de hombros.

—¿Por eso vas a cenar con él esta noche? —pregunta Jon intentando disimular la punzada de celos que siente en su pecho. 

—No. Me refiero a que los dos pensamos lo mismo respecto al amor. ¿Por qué has quedado tú a cenar con Estela? 

—Para hablar del proyecto del doctor Herranz, precisamente...

—¡Ya! No puedo creer que seas tan ingenuo, Jon. Imaginaba que tú también sabrías lo que ella quiere de ti...

—Sinceramente, me importa bastante poco lo que ella quiera. A mí me interesa lo que quiero yo.

—Pues, lo mismo te digo, amigo.


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Bueno, pues parece que estos dos han guardado el hacha de guerra. Aunque eso de que ahora quieran ser amigos, no tengo yo muy claro que vaya a funcionar...

¿Qué pensáis? ¿Realmente están dispuestos a mantener una relación de amistad? ¿O saber que cada uno de ellos va a quedar con otra persona, con la que podrían tener algo más que una cena agradable, puede hacer que se desaten los celos?

Veremos qué pasa en el próximo capítulo. Voy a pensar qué tal van sus respectivas cenas. ¡Os espero!

Cavaliere


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