En mi oasis siempre hay Luna...

Galing kay S_Ciel

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Rhea nació en una familia maravillosa, con padres que lo aman y hermanos revoltosos, pero increíbles, su vida... Higit pa

PRÓLOGO
1. No soy de oro, solo dorado
2. Nos vemos en el universo
3. Son para comerte mejor
4. Soy un lobo, no tu presa
5. Siempre con el salvavidas no aprenderás a nadar
6. ¿Y qué ocurre con mi «felices para siempre»?
7. Por favor no te lleves lejos a mi sol
8. El chico de los susurros
9. La noche de los corazones rotos
10. Ni el hierro ni la seda encadenarán a un lobo
11. Te veo
12. El caballero de los brazos de oro
13. Mi alma a medias
14. Aquí no rompemos sueños
15. Se buscan sueños, se aceptan ofertas
16. La paz sí es una opción
17. La espada
19. Me jala hacia ti
20. No guardes silencio
21. Aprovecha el día (Carpe diem)
22. La boca del lobo
23. El hogar de mi corazón
24. La fuerza de mi naturaleza
25. Donde mis demonios se esconden
26. Todas las eternidades de mi vida
27. Alineemos las estrellas
28. Si hay que saber algo, que sea la verdad
29. Las lágrimas son parte del encanto
30. La leyenda de quién eres
31. Por la manada
32. El primero de muchos vinilos

18. Primera vez

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Galing kay S_Ciel

El tiempo puede pasar muy rápido una vez entras a una rutina. Se vuelve cotidiana la presencia de Jun a mi lado, su sonrisa por las mañanas, sus ojos que desaparecen cuando ríe, el ruido de mis hermanos, los juegos de voleibol todos juntos cada domingo. Para él, cada día está repleto de experiencias que no ha tenido antes, para mí también, porque realizarlas con él siempre es distinto y se siente nuevo, como si el mundo hubiese cambiado solo por su existencia.

Tenemos nuestra primera Luna llena desde que está a nuestro lado, con Abu, la tía Dalia y sus cachorros. Le contamos que el resto de la manada no vive aquí o se encuentra viajando. Pero nos sentimos unidos incluso en la distancia. Jun es un lobo imponente que corre a mi lado, que puede aullar con mucha fuerza. Descubro lo mucho que me gusta frotar la nariz contra su pelaje y recibir las caricias de su cuello contra el mío, es distinto a cuando estamos como humanos, puedo sentirlo mucho más, su respiración, la fuerza que guarda en su existencia, lo imponente de un corazón que palpita porque ha luchado por cada latido. Me impresiona, en especial porque ese corazón le da vida al lobo de pelaje oscuro que me deja mimarlo y me acaricia.

Len cumple diecisiete años y dada parece triste, papá no se aguanta y se llena de lágrimas, le dice que ya no quiere que crezca, que la quiere por siempre a su lado, que sea su pequeña cachorrita eternamente. Tal vez porque, como todos, está imaginando que el año siguiente cumplirá los dieciocho lejos de casa, en la universidad. No era algo común, ya que su cumpleaños llegaba algo tarde, pero como Len siempre fue aplicada no dejó que unos meses de diferencia la detuvieran y entró algo adelantada a su año. Ese día visitan las abuelas, Abu, el bisabuelo Frederick, la tía Dalia, el tío Nate, sus pequeños y por supuesto que el tío V. Me quedé junto a Jun porque se cohibía ante tantos miembros del clan, sin embargo, son amables, lo tratan bien. Papá y el tío V discuten como siempre, terminan saliendo a correr y me duele tener que explicarle que nada malo le pasará a quien pierda esa carrera, que es solo un juego, como cuando jugamos voleibol con los gemelos.

La gran sorpresa es que las abuelas le regalan a Len una Vespa, es de un bonito color azul oscuro con un asiento amarillo mostaza. Fue claro que no habían informado a papá o a dada porque dada no luce nada feliz con la idea de que su única hija se suba a lo que, básicamente, es una motocicleta. Pero Len salta de alegría, el tío V (que al parecer sí estaba enterado) le regala un casco reforzado. La abuela Saskia le asegura a papá y dada que es un modelo muy seguro, que no es tan veloz y que de todos modos las vespas son más manejables que una motocicleta. Len promete que la usará con cuidado y moderación. Para empezar, tendría que tomar lecciones así que no empezaría a usarla de inmediato, pero es la alternativa a lo que siempre quiso (un auto) y está demasiado feliz, así que nuestros padres aceptan el nuevo medio de transporte.

Entre Jun y yo le habíamos comprado un libro de fósiles, fuimos juntos a conseguirlo y lo pagamos a medias, Jun había encontrado por internet la única tienda de la ciudad que tenía una copia de este. Los gemelos, que siempre se gastaban su dinero en golosinas, prepararon una show, y lo que hicieron fue bailar una coreografía de cuando eran niños que siempre la hacía reír «soy una taza, una tetera, un plato hondo, un cucharón», pero lo hicieron agregando piruetas y remarcando su lado atlético. A ella le gustó. Nuestros padres le regalaron un pasaje para ir a visitar un hallazgo arqueológico en las vacaciones, después de todo eso quería estudiar, arqueología. Le fascinaba la idea de adquirir conocimientos, de descubrir cosas nuevas a través del estudio, no solo de libros sino de lugares, de la tierra, fóciles, la documentación. Tal vez por eso había leído tantas veces el libro familiar. Además a ella siempre le había gustado mucho nuestra infancia viajera y, de todos, era quien más la había vivido, esperaba poder experimentar esos viajes de nuevo.

Ciertamente fue una ocasión bonita.

Seguida al poco tiempo de su estrés por el ECN. La casa estaba en tensión completa esos días, Len era como un fantasma al que no se le podía hablar porque cuando estudiaba se ponía muy intensa así que se las pasaba en la biblioteca, papá decía que era igual que dada con lo de los exámenes. Por esos días fue también que Jun vio por primera vez a nuestros padres discutir. No pasaba seguido (casi nunca) pero como le había comentado a Carter, sí ocurría de vez en cuando, y de hecho era en situaciones como aquella en la que estábamos, cuando la casa estaba en demasiada tensión o había mucho estrés.

Todo comenzó porque dada estaba muy concentrado en la organización de una firma de sus libros infantiles en una librería grande del centro de la ciudad y se olvidó por completo (raro en él), que papá le había pedido pasar algo de tiempo juntos y habían acordado tener una cita ese día por la tarde.

―Se supone que íbamos a pasar tiempo juntos ―estábamos en la cocina cuando comenzó, habíamos terminado de almorzar, yo lavaba los platos mientras Atlas secaba y Jun conversaba con Themis en la mesa sobre un nuevo programa que estaba aprendiendo a usar de programación, Len estaba estudiando en la biblioteca así que no se encontraba con nosotros.

―Ya sé, pero no tengo tiempo, Arny, se retrasaron los de los carteles y tengo que supervisarlo ―estaban sentados el uno junto al otro, bebían té de menta y papá no estaba nada feliz de haber escuchado que no saldrían a su cita.

―Esa no es tu responsabilidad, sé que te gusta revisar todo pero eso es cosa de la tienda, no tienes por qué estar allí para que lleguen los carteles, porque vayas eso no hará que los carteles aparezcan mágicamente, puedes perfectamente dejárselos a los de la librería y que te envíen un mensaje cuando los recepcionen ―su voz era terca―, no tienes por obligación que estar allí, alguien más puede hacerlo. Pero dijimos que saldríamos juntos hoy, quiero pasar tiempo contigo.

―¿Crees que no quiero pasar tiempo contigo? Sabes que sí, pero seguro que si no estoy allí no se hará bien ―dada sonaba cansado y terco, papá se exasperó. Yo me apuré a terminar con los platos, Themis y Atlas estaban tranquilos, guardaban silencio, pero Jun lucía muy impresionado.

―Creo que estás poniendo tu trabajo por sobre nosotros cuando no tienes por qué, hay otras opciones, no eres la única persona que puede estar allí ―papá hablaba medio a gruñidos y dio el último golpe―. Aprende a delegar ―dada abrió la boca para responderle pero me sequé las manos en el suéter y lo interrumpí, sin ganas de escuchar lo que iría a contestar.

―Bien, vamos todos dentro ―le di un empujoncito a Atlas para salir de la cocina, me acerqué a tomar la mano de Jun que lucía muy angustiado y le hice un gesto a Themis para que me siguiera. Luego volteé hacia ellos―. Cuando terminen estaremos en el salón.

Nos fuimos a sentar a los sofás, Jun a mi lado apretaba mi mano, lo sentía nervioso.

―No pasa nada ―usé mi voz más dulce para calmarlo―, los padres a veces pelean, pero cuando eso ocurre los dejamos solos para que lo solucionen ―los gemelos, que ya habían vivido la situación antes, asintieron.

―Sí, quien se haya equivocado se disculpa y luego ya están bien ―Themis habló con mucha soltura, quitándole importancia.

―¿No se harán daño? ―estaba preocupado de verdad. Le acaricié la mano.

―No, jamás se harían daño a propósito.

―Una vez papá le pegó fuerte con la cola a dada pero fue un accidente ―Atlas también trata de calmarlo, ese recuerdo nos hace sonreír, papá se había desesperado en disculpas, aun cuando dada le había repetido que estaba bien.

―Estará bien, en serio ―Jun respira hondo y se calma. Sé que confía en mí y por eso me cree y se va relajando. Cuando nuestros padres aparecen en el salón tomados de la mano, viene la segunda parte de sus discusiones que también era algo común.

―Lo sentimos ―dada se disculpa poniéndose frente a nosotros en el sofá―. No debimos discutir frente a ustedes, no estuvo bien ―me preguntaba si realmente se habían peleado más veces que no habíamos visto. Pero normalmente lo que hacíamos era siempre esto, dejarlos solos para que se arreglaran y luego ellos hablaban con nosotros. Dada decía que era importante aprender a disculparse y que una forma crucial de hacerlo era con el ejemplo. Una vez le comenté algo como esto a Riri y eso la impresionó mucho, me dijo «mis padres nunca se han disculpado conmigo por nada. O sea, si yo me equivoco me hacen disculparme, pero jamás lo han hecho ellos conmigo», se me hizo tan extraño, mis papás siempre decían que se aprende mucho por el ejemplo ¿qué ejemplo le estaban dando ellos? Riri decía que era porque los padres se consideraban superiores a los niños y pensaban que disculparse frente a alguien que estaba «por debajo de ti» no era digno.

Una de las tantas cosas que hacía que me gustaran mis padres, ellos siempre nos habían respetado como personas iguales a ellos, como individuos. Nos habían explicado muchas veces sus discusiones, la importancia de disculparse y ellos lo habían hecho con nosotros. Haciéndonos saber que no eran perfectos y que nosotros no necesitábamos serlo, que estaba bien equivocarse y lo correcto era disculparse, con quien fuera, daba igual su estatus si te habías equivocado con alguien, eso era lo correcto. Cuando le comenté lo de Riri a dada él había dicho que todos los padres educan distinto, sin querer criticarlos, pero sí mencionó en otra ocasión que esa era la clase de actitud que tenían los jefes que nunca aceptaban la culpa de nada, que cuando se equivocaban y uno de sus empleados lo hacía notar, solo se enojaban y daban excusas.

Esa disculpa impresionó a Jun tanto como la pelea, no creo que un adulto se haya disculpado nunca con él.

―Yo me equivoqué ―reconoce dada y nos sonríe―, su papá tiene razón, es importante saber diferenciar el trabajo con la vida privada y no está bien romper promesas que se han hecho. Las relaciones con sus seres queridos son muy importantes, si un día no tienen una opción, es importante explicarlo y esperar que su contraparte entienda, pero en una situación como esta, en que se puede elegir a qué dar prioridad, tengan en cuenta la importancia de las relaciones humanas y los sentimientos de sus seres queridos ―papá asentía.

―Si tienen que romper su palabra, que sea por algo muy importante ―aconseja y sonrío, Jun está sorprendido pero mucho más calmado, sonríe también.

―Entonces van a salir a su cita ―concluye Themis y papá asiente enseñando todos los dientes y su hoyuelo.

Hicieron abandono de hogar al poco tiempo después y volvieron por la tarde todo cariñosos, como siempre. Para ese entonces ya nos había tocado tener que ir a alimentar a Len que estaba abstraída en el estudio.

Tuvo su examen y creía que le había ido bien, lo que prácticamente aseguraba que así había sido. Nos vestimos elegantes para su graduación (Jun atraía muchas miradas solo por llevar traje y los gemelos también). La avergonzamos cuando nos pusimos a vitorear cuando recibió su diploma. Había salido como la mejor de su promoción y dio un hermoso discurso que logró que papá y dada lagrimearan.

Muy seguido quería que el tiempo se detuviera. No quería que mi hermana mayor se marchara de casa. Aún había días o noches en que sentía la pesadez de un dolor demasiado físico y agobiante para soportarlo. No quería sumarle el dolor de tener que extrañarla. Pero me quedé callado, qué injusto habría sido eso para ella. Después de todo sabía que la extrañaríamos, decirle lo mucho que dolería solo haría que el viaje que estaba por emprender se volviera amargo y esa era su propia aventura, no era justo entintársela de ese modo.

Además sí habían pasado cosas buenas. Jun y yo salimos con muy buenas notas, de hecho, excepto por historia y música, a él le fue mejor que a mí. Me sentí tan contento, porque realmente se había estado esforzando muchísimo, no solo con lo del colegio sino con las clases de repaso. Me llenaba de rabia cada vez que pensaba en lo listo que era y en lo mucho que habían desperdiciado sus capacidades todo este tiempo. Jun podría estar muchísimo más avanzado... pero supongo que de ser así no habría estado conmigo, así que al menos aquello era bueno. Después de todo el pasado no puede cambiarse y estaba a mi lado, no quería que lo movieran de allí.

Pasamos a segundo año, los gemelos a primero, Len había salido de quinto. La preparatoria tenía un sistema de cinco años, primero alumnos entre trece y catorce años, segundo entre catorce y quince; así sucesivamente hasta llegar a quinto donde estaban entre diecisiete y dieciocho. Técnicamente se podía considerar «graduado» luego del cuarto año, porque el quinto era para hacer cursos especializados de lo que quisieras estudiar más tarde, para dedicarse a repaso para el ECN, para completar créditos faltantes o también había quién se retiraba si había obtenido admisión temprana a la universidad. Mis padres le dijeron a Len que ella definitivamente cursaría el quinto año porque no tenía la edad para que se fuera con admisión temprana.

Las vacaciones de verano fueron algo distintas, solíamos irnos por al menos un mes de viaje con nuestros padres, siguiendo a papá y su fotografía, pero esta vez había mucho que hacer. Len había triunfado en los ECN, su aceptación a la universidad era totalmente segura, así que nuestros padres se encontraban en proceso de buscarle un lugar para vivir, hacer los arreglos tomaría algo de tiempo así que nos quedamos en Silvius. Los gemelos estaban desanimados por no viajar, pero entusiasmados por asistir a los campamentos de verano de voleibol. Yo comencé a estudiar más aspectos de la industria musical, y seguía explorando los detalles que me encantaban y los que no. Eso ayudaba. Todo ayudaba, cada detalle de mi maravillosa familia calmaba las oleadas de dolor que a veces me sacudían como una hoja azotada por el viento en invierno.

Nos quedamos a cuidado de tía Dalia mientras nuestros padres viajan para ayudar a asentar a Len en su nuevo lugar. A Celeste y Azure les gusta nuestra presencia, juegan entre ellos pero les agrada tener a quien más preguntar. En general, a Celeste le gusta sentarse a mi lado para escuchar como toco algún instrumento o sobre las piernas de Jun que le muestra juegos y cosas distintas en la computadora. Azure por su parte juega y salta con los gemelos y se divierte mucho persiguiendo la pelota. El tío Nate nos agradece por entretenerlos, ya que no siempre es fácil cuando se trata de agotar su energía porque él tenía muchas entregas que hacer.

Cuando mis padres vuelven Len también lo hace, queda poco de las vacaciones y podría no haber regresado pero quiere estar con nosotros un poco más antes de irse. Además, es el cumpleaños de Jun.

Tiene tantas primeras veces con nosotros que es difícil contarlas, de más está decir que ya no esperábamos que hubiese celebrado antes un cumpleaños, en lugar de preguntarle mis padres simplemente planean una fiesta tan linda como lo harían para cualquiera de nosotros. Ese día me quedo despierto hasta tarde y espero que den las doce, me cuelo en su cama y lo despierto con caricias en el cabello, hago trampa porque quiero ser el primero en saludarlo y cuando me mira, confundido y adormilado, no sonríe como siempre, más que nada porque se preocupa al verme tan de noche.

―¿Pasó algo? ¿Estás bien? ―cuando comprueba que nada me ha ocurrido, de inmediato me sonríe de vuelta.

―Son las doce, feliz cumpleaños ―lo abrazo con fuerza, demora unos segundos en responderme. Le beso la mejilla y busco sus ojos―. Gracias por nacer en este mundo, Jun.

―Rhea ―mi nombre suena increíblemente dulce cuando lo pronuncia, sus ojos brillan más que la Luna en creciente de afuera. Me acaricia el rostro y siento calor en las mejillas y mi pulso palpita acelerado en mis oídos―. Yo estoy agradecido por tu existencia.

―Pero es tu cumpleaños, no el mío, ese viene después, hoy es para celebrarte a ti, así que déjame ser feliz porque tú existes y presumir que te saludé primero ―me acurruco contra su calor y él se acomoda para dejarme descansar la cabeza en su brazo. Su mano sube y baja por mi espalda, lo siento como un gesto tan suyo que creo que sería capaz de reconocer a un impostor haciéndose pasar por él, solo por esa caricia.

―¿Vas a quedarte? ―asiento.

―Sí.

―Será un buen día solo por eso.

No quiero protestar que es un buen día porque él nació un día como hoy. Me llega el sueño y me relajo en el calor de sus brazos. Me despiertan los gemelos que saltan sobre la cama gritando el nombre de Jun y, como nuestra familia al parecer se da amor aplastándose, aparece Len y aplasta a todos incluidos los gemelos y a mí, se escuchan muchos «feliz cumpleaños» y luego aparecen papá y dada y cantamos el cumpleaños feliz. Jun es llenado de besos y caricias, tanto que debe ser abrumador, pero él lo sobrelleva muy bien, con las pálidas mejillas sonrojadas, pero sonriendo.

Llega nuestra familia cercana, los mismos que aparecieron para el cumpleaños de Len. Jun recibe diferentes regalos, ropa, audífonos para el computador, un libro de programación (de Len), sus propias rodilleras para jugar voleibol (de los gemelos), nuestros padres le regalaron una tablet y la seguridad de que nunca nadie podría llevárselo. Es oficialmente nuestro.

Su adopción ha finalizado con éxito.

Dada y papá lo abrazan, nos emocionamos. No es que ese papel cambie algo, ya es de la familia, pero es increíble saber que a partir de ahora nadie puede llevárselo, que pase lo que pase, es parte de nosotros. Frente a eso, me pregunto si mi regalo si quiera le impresionará un poco.

Es la primera canción que me animo a escribir, a componer, en un momento en que todos se sumergen en conversaciones aprieto su mano y me lo llevo. Subimos al cuarto y tomo la guitarra, crear una canción en piano estaba aún fuera de mi alcance, pero podía hacerlo con las cuerdas.

―La escribí para ti... es mi primer intento así que lo siento si no es muy buena ―normalmente soy confiado, pero esto es algo totalmente nuevo, no es lo mismo tocar algo creado, donde puedes escuchar las notas y saber cómo se supone que debe sonar, donde puedes modificar si quieres ponerla en tu tono o hacer un pequeño arreglo, es más simple porque hay una base. Esto había surgido de la nada, desde mi corazón, a mis dedos, a las cuerdas de la guitarra y de mi garganta. Y ahora saldrían de entre mis labios para un Jun que me miraba con una sonrisa repleta de afecto incondicional que entibiaba mi vida entera.

―Seguro será hermoso ―igual quiero creerlo.

―Entonces empiezo ―mis dedos comienzan a acariciar las cuerdas y toco una melodía suave, con un ritmo algo lento, siento más miedo de ponerme a cantar que otras veces, pero cuando el momento llega me animo a hacerlo―. Quiero tener seis años /Y mirarte de nuevo ―me tiembla un poco la voz al inicio, la melodía es lenta y ahora se repite― Lanzarme a tus brazos /Reescribir el tiempo ―una primera estrofa de cuatro versos, ahora venía una segunda estrofa que repetía la melodía, quiero que sienta en mi corazón las palabras que escribí y que son demasiado reales, porque las pensé para él, por el deseo que he tenido tantas veces de volver el tiempo atrás. Toco unas notas y vuelvo a cantar la siguiente estrofa―. Juguemos como niños /Buscaré hasta encontrarte ―una suave pausa― Te perseguiré a donde sea /Mi corazón va a guiarme ―quiero detenerme a mirarlo, pero venía el pre-coro y aquí el ritmo aceleraba un poco―. Cuando mi alma se apaga /Tú eres mi ancla /Iluminas hasta el aire ―no me puedo quedar sin aliento, sigo cantando― Toma mi mano /No voy a soltarte ―la «e» se extiende un poco, el tono sube, lo miro, parece emocionado, realmente iluminaba todo, era lo más brillante que existía. El coro cambia el ritmo a uno no tan lento como el inicio pero tampoco tan acelerado como el pre-coro, se siente un entusiasmo distinto―. Mi vida está contigo ―realmente lo está, lo siento― En las mañanas de sonrisas /En las noches más frías ―como esta en que lo había abrazado, ya casi acaba― Y creo, mi vida, creo ―disminuyo la velocidad, mis palabras se alargan― Que con cada latido... te veo ―sus ojos están emocionados, los míos también, no dejo de mirarlo, me encanta ver sus ojos achicarse cuando me mira― Te veo, te veo... vida, te veo.

Toco la última nota, él se acerca, me toma el rostro, junta su frente a la mía y la calidez que compartimos... no es de este mundo.

―Y yo a ti ―mi corazón se acelera, me sonrojo, guardo silencio, quiero abrazarlo pero aún sostengo la guitarra―, eso fue hermoso, Rhea, gracias.

―No está terminada, quiero escribir más estrofas después del coro... cuando hayamos... vivido más cosas ―más palabras que llenaran la canción como merecía, todavía era muy simple y amateur.

―Me encantó ―suelta mi cara y yo dejo la guitarra a un lado―, entonces ¿nunca antes lo habías intentado? ―negué con la cabeza.

―Pero pensé que era lo más especial que podía darte ―asiente.

―Gracias ―sus dedos se entrelazan a los míos y como escucho que alguien nos llama, bajamos. Pienso en lo mucho que me ha gustado trabajar en esa pieza, en descubrir las notas y pensar una letra. Quiero intentarlo de nuevo, con sentimientos y palabras nuevas, mejorar y seguir tratando en un futuro.

Len se marcha poco después de esa celebración, la casa se siente vacía sin ella, aun cuando éramos seis, se nota su ausencia, falta su cara adormilada por las mañanas, sus recordatorios de estudiar, sus bromas para los gemelos o nuestros papás, aun cuando eran los gemelos quienes más hablaban, parece que pesa el silencio. El inicio de las clases nos distrae, los gemelos llaman la atención ahora que están en primero, pero nuestra rutina comienza tranquila a pesar de todo, la mayoría se ha acostumbrado ya a la presencia de Jun, aunque tenemos que escuchar a Themis quejarse porque algunas de sus compañeras no dejan de preguntarle por él. Al poco tiempo ellos cumplen trece y, a pocas semanas de que llegue mi cumpleaños Jun se pone imposible, o sea, es que realmente nunca se había comportado así y menos conmigo. Anochece, había ido a decirle buenas noches, me encuentro en su cuarto y discutimos por primera vez desde que éramos niños porque está siendo nada razonable.

―Pero qué te cuesta prestármela ―tengo en mis manos su sudadera roja con bolsillo tipo canguro, arriba tiene letras negras que leen «Moon» (luna) todo en mayúscula, él se rasca la nuca en un gesto de papá que supongo que se le ha pegado.

―Es que el único motivo por el que lo tenía fuera es porque pensaba ponérmela mañana con mis jeans azules. Tengo ya la ropa elegida ―suspira y me mira con disculpa, pero aprieto la tela―, y siempre me dices que no haga las cosas solo porque tú me las pides ―era tan injusto que estuviera sacando mis propias palabras contra mí. Pero él no entiende, yo la necesito.

―Pero no me refería a esto, la quiero... ―siento que me desespero.

―Puedes tomar otra de las mías ―niego con la cabeza.

Tiene que ser esta ―la abrazo con fuerza.

―Ni siquiera está limpia, Rhea, ya la usé una vez, pensaba ponerla en el canasto luego de mañana ¿por qué esa? ―me odio porque la verdad no sé, solo sé que la quiero.

―Porque la necesito... ―papá pasa por fuera del cuarto y al escucharnos discutir entra.

―A ver qué está pasando aquí ―frunce el ceño y luce muy extrañado, supongo que vernos pelear es raro.

―Jun no me quiere prestar su sudadera ―aprieto los labios, presiento que papá no se pondrá de mi lado.

―Es que la quería usar mañana ―parece que se disculpa y papá me mira.

―Rhea, tú tienes tu propia ropa y Jun no tiene por qué prestarte de la suya, si él quiere usarla, está bien ―siento que están siendo injustos. Le entrego la sudadera a Jun.

―Bien, como quieran, me voy a dormir...

―Rhea ―papá suena reprobador―, ¿qué comportamiento es ese? No deberías ir a dormir peleado. Debes disculparte ―sigo pensando que han sido terriblemente injustos.

―Lo siento ―lo digo pero no lo siento y se nota, salgo y me encierro en mi cuarto.

Me cuesta dormirme, doy vueltas en la cama, pero finalmente lo logro, estoy seguro que cuando llegue la mañana papá le habrá dicho lo que pasó a dada y me hablarán al respecto. Pero logro caer rendido... y cuando me despierto, me siento tan tonto, era cierto que le había dicho que no tenía que hacerme caso siempre, y aunque aún quería usar su sudadera, no quería que estuviéramos molestos. Me levanto todavía en pijama y espero fuera de su cuarto, toco la puerta, algo asustado de que no quiera verme y él la abre, está serio, pero no parece molesto.

―Lo siento ―esta vez lo digo en serio y quiero abrazarlo y hundirme en su pecho pero él abre mucho los ojos, me empuja sin mucha fuerza pero firmemente con la mano para alejarme de la puerta cuando voy a abrazarlo y la cierra en mi cara. Mi corazón se hace trizas― ¡JUN! ―siento mis ojos llenarse de lágrimas― ¡De verdad lo siento! Por favor abre, no te enojes, lo siento, lo siento ―mi voz está cargada de desesperación, había sido una pelea tonta ¿por qué no me abre la puerta?

―¡No es eso! ¡RHEA ESTÁS EN CELO! ―escucho que pone el seguro de la puerta.

¿Celo?

Alguien baja las escaleras del tercer piso y veo a papá llegar con el celular en la mano, seguido de dada, ambos tienen solo la parte de abajo del pijama, el de papá negro, el de dada azul.

―Me escribió Jun ―papá terminó de bajar las escaleras y acercó su nariz a mí, como era mi padre no reaccionaría a mis feromonas, tampoco lo harían mis hermanos―. Sí, estás en celo.

―Pero no me siento... ―era tan confuso, me sonrojé―, ya sabes ―no me sentía excitado, dada se acercó a mí y me olfateó.

―Está recién empezando, pronto empezarás a sentir calor y luego viene la excitación ―dada se acercó a la puerta de Jun―, ¡gracias por avisarnos, cariño, por favor quédate allí un poco más!

―Está bien ―escuché al otro lado de la puerta y estiré la mano, queriendo tocarlo, pero solo alcancé la madera.

―Supongo que esto explica el comportamiento de ayer ―comentó papá―, querías su ropa para un nido, se pone capricho como tú ―lo último lo susurró y se ganó unos ojos achicados y nada amables de dada. Jun es el alfa de la familia que no está ligado sanguíneamente a mí, supongo que había sido por eso, me sonrojé.

―Quiero abrazarlo ―sé que no debería, pero quiero.

―Seguro que sí, pero primero tenemos que encargarnos de tu celo ―necesitaba supresores especiales, con eso podría hacer una vida normal aun en mi celo. Dada entró a nuestro baño y buscó algo en el fondo de un mueble blanco donde guardábamos cosas de baño―. Veinte años atrás simplemente comprabas un supresor y rogabas que te funcionara bien, yo tuve mucha suerte porque me iba muy bien el mío ―sacó una caja color rosa―, hoy en día, existen estos kit que reaccionan a tus feromonas y nos dicen cuál supresor te funcionará mejor ―tomó una especie de hisopo y frotó un extremo contra el interior de mi mejilla y el otro contra mi nuca―. Ahora esperamos ―sostuvo el test, me hizo pensar en esas pruebas de embarazo que se veían en la televisión.

―¿Qué pasa? ―Atlas salió rascando su panza, al parecer nadie se había puesto la parte de arriba del pijama hoy.

―A Rhea le llegó el celo ―comenta papá y él enarcó las cejas, se acercó a mí, olfateándome.

―Pero no hueles especialmente distinto...

―No es fácil de notar si eres familia, Jun se dio cuenta, menos mal, nosotros no reaccionamos igual, si él no lo dice podríamos no haberlo notado y podría haber empezado a ser más notorio en clases, eso habría sido problemático―papá me acariciaba el cabello.

―Ya está ―dada me enseña la prueba―. Tus feromonas marcaron más firmemente esta línea ―me la enseñó― y esos son los supresores K37 ―el paquete traía siete jeringas de muestra, una de cada supresor (imaginaba que no había sido económico) los omegas que no podían pagar el kit tendrían que ir a hacerse la prueba a un hospital mientras estaban en celo, lo que no debía ser nada seguro. Dada me enseña cómo funciona. Es bastante simple porque el sistema de inyección está hecho para ser sencillo. Me inyecto, casi no duele―. Eso ayudará, en un rato te sentirás mejor, pasaremos a comprarte más de este.

―Vale... ―papá toca la puerta de Jun.

―Ya puedes salir ―escucho el pestillo y luego la puerta se abre. Lo veo y el pecho se me oprime, parece arrepentido, tal vez por cerrar la puerta en mi cara―, gracias.

―Jun ―lo abrazo, hundo el rostro en su pecho, realmente huele muy bien―, lo siento, ayer fui un tonto, perdona...

―Fue por tu celo... ―susurra aunque no me está devolviendo el abrazo, saco la cabeza del lugar maravilloso que es su pijama celeste para verlo.

―¿Qué pasa? ―me pregunto si es un impostor porque no me ha acariciado la espalda― ¿estás molesto? ―no quiero que lo esté, no quiero soltarlo, pero busco sus ojos, lo encuentro sonrojado.

―Aún no hace efecto, Rhea ―me sonrojo también.

―Oh... ―Themis sale de su cuarto y frunce el ceño.

―¿Por qué están todos aquí? ―Atlas le contesta.

―A Rhea le llegó el celo, pero ya se inyectó el supresor...

Hace lo mismo que Atlas, se acerca a olerme. No quiero despegarme de Jun, pero dada se me acerca y besa mi frente, me susurra «déjalo, no se lo hagas más difícil», así que a regañadientes lo suelto. No llego a experimentar lo que supongo habría sido sofocante y exigente. Mi celo se calma, el supresor lo detiene, aun así cuando bajamos a desayunar me aseguro de quedarme junto a Jun, no quiero estar lejos de él. Mi olor debe haberse calmado porque él no se aparta, me deja, acaricia mi mano y cuando apoyo la mejilla en su hombro toca despacio mi cabello.

―De verdad siento lo de ayer ―ahora entiendo que fue por mis feromonas, no podía explicar para qué quería su sudadera porque yo mismo no lo sabía. Era por su olor.

―Está bien, sé que no fue tu culpa.

Cuando terminamos tengo que discutir, porque mis padres quieren que me quede en casa «no sabemos cómo te va a afectar el supresor», pero yo tengo examen y no quiero faltar a clases, no es que sea especialmente dedicado pero faltar a exámenes se me hace tedioso porque luego hay que recuperar y a veces el profesor hace la prueba más difícil. Al final aceptan con la promesa de que Jun estará conmigo y que no me apartaré de él.

Y menos mal que sí fui porque al final estuve bien. Rendí el examen y nadie notó nada raro, Riri no mencionó nada. En ningún momento sentí algo extraño, aunque sí cargaba en el bolsillo un par de los supresores inyectables que habíamos conseguido en la farmacia, lo único distinto es que quería estar más pegado a Jun de lo común, es decir, estábamos mucho tiempo juntos, pero quería tomar su mano y recibir sus caricias, él, como si lo adivinara, me las daba suavemente, de forma casi distraída y automática, a ratos Riri nos miraba y sonreía como si lo encontrara muy divertido. No tengo idea de cómo haya sido el primer celo de dada, o el de tantos otros... pero el mío fue calmado. Dada me pidió chequear cómo me sentía y mi temperatura cada mañana para saber si seguía en celo, y este duró tres días, al cuarto ya no me inyecté aunque llevé los supresores conmigo, dada me recomendó que de ahora en adelante los cargara siempre hasta que supiéramos cuál era la frecuencia de mi ciclo. Pero suponía que sería cada tres meses, como el suyo.

Sí quise a Jun un poco más esos días, a veces pensaba que lo quería un poco más con cada día que pasaba. Era una perspectiva hermosa... y aterradora.

Jae

Me estremezco cuando Arny entra al cuarto. Nuestro tercer piso resultó muy bonito, con ventanas en paredes opuestas, un closet grande y un baño adecuado para dos personas, el de abajo no tenía tantos cajones como este. Verlo entrar aquí debería ser una experiencia agradable, como lo es siempre, sin embargo, conozco a mi esposo lo suficiente como para saber que algo ocurre, puedo presentirlo en la forma en que camina, en el cómo entra, en el cómo cierra la puerta. Había venido a leer aquí arriba porque tenía la tarde libre y los gemelos estaban en la biblioteca haciendo la tarea y eran algo ruidosos. Ahora, por muy interesante que está el libro, lo cierro y lo miro. Se me aprieta el corazón, está muy serio.

―¿Qué pasa? ―no dice nada, se acerca a la cama y se sienta a mi lado, su expresión contiene muchas emociones, pesar, preocupación, tristeza, angustia.

―Estoy preocupado por Jun ―susurra, y no lo entiendo, lo vi cuando subía aquí, la puerta de su habitación estaba abierta y se encontraba en su computador, mirando una pantalla negra con letras blancas y haciendo cosas que yo no entendía. Pero no era raro, no se veía mal, estaba igual que todos los días.

―¿Qué te preocupa? ¿Es por Rhea? ―estaban cada vez más juntos, no eran inseparables (de hecho cuando subí, Jun estaba solo) pero en ellos parecía estar creciendo un sentimiento que de cierto modo habíamos anticipado. Algo que debíamos cuidar porque, si se querían, pues estaría de acuerdo, pero querría que recordaran su edad y no se excedieran con las demostraciones de afecto. Pero mi esposo niega con la cabeza, supongo que ya sabía que no era eso, porque lo habíamos conversado luego del cumpleaños de Rhea, cuando habían estado casi todo el día tomados de la mano― ¿qué es?

―Cuando puse a lavar la ropa... ―no entiendo a qué viene eso pero no lo interrumpo―, no es la primera vez, lo noté cuando los gemelos empezaron a ensuciar la ropa interior ―de pronto me contagio de su angustia, mis ojos se abren muchísimo antes de que siquiera termine de hablar porque presiento hacia dónde va―, pero Jun no lo hace... no... ensucia su ropa interior, sabes que es normal, o sea, al menos un poco, somos hombres, nos pasa, tiene la edad, pero... ―negó con la cabeza―, no creo que Jun siquiera se masturbe, no creo que lo haya hecho ni cuando sintió las feromonas de Rhea ―me mira con un terror escondido en el fondo de sus ojos amarillos, me tiembla la voz cuando hablo, me engaño a mí mismo.

―¿Crees que es algo físico?

―Habría habido indicios de un desbalance hormonal en los exámenes que le hicimos cuando llegó ―aprieta mis manos―, creo que es mental.

No tiene que decírmelo, no tiene que terminarlo, cree que le pasó algo. No aquí porque nos habríamos dado cuenta, antes de venir, cuando estuvo en Océano, algo le había ocurrido, algo que reprimía los impulsos de un adolescente sano, los que había tenido Arny, los que había tenido yo, los que tenía Rhea y hasta los gemelos. Quiero gritar, quiero matar a alguien, lo abrazo con fuerza y mis ojos húmedos mojan un poco la tela de su camisa verde, trato de contener mi llanto, de sostenerlo.

―Tenemos que preguntarle, tenemos que hablarlo... ―asiente y no sé cómo me preparo, cómo me mentalizo para el horror de que mi pequeño y dulce muchacho haya sido ultrajado. Bajamos a su cuarto, para que al menos el lugar donde hablemos sea cómodo para él, necesitamos saberlo pronto. Cuando cerramos la puerta nos mira extrañado, ha aprendido a confiar en nosotros, creo que nos aprecia más de lo que es capaz de pronunciar en palabras, para lo que hace en su pantalla y gira con su silla para mirarnos, cuando nos sentamos en la cama.

―Queríamos hablar contigo de algo, acércate ―Arny lo llama con un gesto y Jun, en una acción muy adolescente, no se levanta de la silla del computador sino que rueda con ella hasta quedar frente a nosotros. Le tomo una mano, Arny habla suave―. No es fácil lo que tenemos que hablar, pero quiero que sepas que si te preguntamos esto es porque nos preocupas y te queremos ―frunce el ceño, puedo sentir que se pone tenso, tal vez cuestionándose qué ocurre―. He notado que tu ropa interior no está sucia como la de tus hermanos, no te masturbas ―abre los ojos horrorizado, niega con la cabeza, baja la vista, de pronto todo su cuerpo tiembla y yo quiero llorar, pero aguanto porque no son mis sentimientos los que importan ahora.

No, por favor que estemos equivocados.

―Necesitamos saber si te pasó algo, Jun ―Arny sigue hablándole en el mismo tono suave, él negó con la cabeza―, necesito saber si te obligaron a hacer algo que no querías.

―No quiero hablar de eso ―su voz salió cortada y me desgarra, siento a Arny llenarse de rabia, de tristeza, porque si quiere callar, significa que hay algo.

―Prometo que no te juzgaremos ―le hablo bajo, en susurros―, y sabemos que lo que haya pasado no fue tu culpa, solo preguntamos para saber cómo ayudarte.

―Yo... ―duda, le acaricio las manos, él aprieta las mías, sigue temblando como una hoja azotada por el viento― ellos... ―¿ellos? Voy a matarlos―, perdí... en un desafío, me retaron a pelear, tenía... doce y ellos dieciséis, eran tres ―no quiero que siga, no quiero escucharlo, pero no lo detengo, lo dejo contar su historia por terrible que sea―. Había una... beta del clan, al parecer le gustaban los grupos coreanos, no sé, le gustaba yo, o mi físico ―se estremece, caen lágrimas de sus ojos―, yo no quería, pero... ―solloza, sus ojos parecen oscurecerse, su mirada está perdida en un lugar lejano y se me parte el alma―, había perdido, me obligaron... querían verme hacerlo... ella me ch-chupó primero y l-luego... ―se le traban las palabras, niega con la cabeza desesperado, no vamos a obligarlo a darnos los detalles, bastaba con saber que ese horror había ocurrido―, yo no sabía bien qué... pero ellos estaban mirando, todo el tiempo, mientras ella se movía sobre mí, quería apartarla pero decían que me matarían, me decían que ese sería mi futuro, que sería solo un soldado y un perro usado para reproducción, un animal cualquiera, que me fuera acostumbrando ―calla. Termina aquel breve pero horrible cuento. No quiero imaginar a mi pequeño Jun, con tan solo doce años, descuidado de ese modo, abusado por adolescentes crueles, personas horribles. Las lágrimas se deslizan por mis mejillas, jamás habría podido contenerlas.

―¿Ella se embarazó? ―ni siquiera había pensado en lo que Arny pregunta, mi cabeza ni siquiera había alcanzado a suponer una idea tan cruel, puedo sentir la rabia que parece emanar de él, me horroriza la perspectiva, pero Jun niega.

―No, me puso un condón ―y suponía que se habría enterado si hubiese ocurrido, sus ojos miran sus manos apretando las mías, no se atreve a alzar la mirada, tiene vergüenza, él no debería ser el avergonzado.

―¿Fue solo una vez? ―no sé cómo Arny logra hablar. Jun nos da un asentimiento corto, pequeño, sus dedos se marcan en mi piel por la fuerza con que está presionando pero no hago ningún ruido― ¿te hicieron hacer algo más en alguna otra ocasión?

―Perdí peleas otras veces pero solo me golpearon o dejaron sin comer ―como si eso no fuera ya horror suficiente.

Arny se pone en pie, se inclina y lo abraza, veo la escena sintiéndome inútil, impotente por no poder regresar el tiempo y borrar ese y tantos horrores, por no poder abrazarlo y hacer que sea nuestro antes, para cuidarlo. Me doy cuenta de que Arny está llorando también.

―No fue tu culpa, te prometo que no fue tu culpa ―le repite y Jun me suelta para abrazarlo de vuelta, lo veo temblar ahora de llanto―. Lo que hicieron estuvo mal ―nos habíamos prometido no decir aquello a Jun, pero esta vez era distinto, necesitaba escucharlo―, se aprovecharon, eras demasiado pequeño, eso no debió ocurrirte ―lo suelta para mirarlo a los ojos―. Tú eres valioso, vales muchísimo, pequeño, mucho, y nadie debe hacer con tu cuerpo nada sin tu permiso ¿entiendes? ―asiente despacio, aún llora―, forzarte a tener cualquier tipo de sexo es violación y no es tu culpa ―siento el frío de mis ojos que se deshacen, mis lágrimas derramándose, junto con las de Arny, las de Jun―, nunca es culpa de la víctima. Eres maravilloso ―le limpia las mejillas con los pulgares―, eres perfecto, tal como eres y nadie va a forzarte a hacer algo así de nuevo, nadie te forzará a usar tu cuerpo de ningún modo que tú no quieras.

―¿Es por eso que no haces nada? ―le pregunto muy suave y se encoge de hombros.

―A veces... he querido pero... me acuerdo y me detengo o solo... se siente incorrecto¿por qué? ¿Por qué le habían hecho tanto daño?

―Arny tiene razón ―me pongo a su lado le tomo la mano de nuevo―. Puedes tomar el tiempo necesario, cuando tú estés listo... pero... ―me pregunto si nos odiará por esto―, si quisiéramos que asistieras a terapia ―había un estigma muy grande con ello, pero esto era algo que no podíamos solucionar Arny y yo solo queriéndolo. Lo queríamos hasta llenar nuestros corazones, y aunque eso ayudaría no sería una solución mágica, no le iba a dar técnicas para enfrentarlo ni le daría una recomendación profesional de cómo lidiar con todo esto, estaba por sobre nuestras habilidades y era importante que nos diéramos cuenta.

―¿Tengo que hacerlo? ―pregunta y yo sé que no podemos forzarlo, no en esto.

―Si no quieres ir no te vamos a obligar ―le aprieto las manos―, pero no te pediríamos que fueras si no creyéramos que de verdad va a ayudarte ―aparta la mirada.

―Iré ―lo abrazo, necesito cobijarlo contra mi pecho y protegerlo del modo que no pude cuando era un niño, cuando no era mío. Necesito protegerlo del modo que debió ser protegido.

―Gracias ―quisiera no soltarlo nunca―, gracias por dejarnos cuidar de ti.

―Sé... ―susurra, se aparta de mi pecho, mira a Arny y luego a mí―, son mis padres, sé que solo quieren cuidarme ―sus mejillas están empapadas y rojas, mi corazón se oprime y aun dentro del horror me llena de calidez, es la primera vez que nos dice de ese modo.

―Sí, solo queremos cuidarte ―confirma Arny con una sonrisa y le besa la frente―, gracias por ser nuestro hijo.

Desde ese día él nos llama papá y dada... y abraza mi alma cuando lo escucho.

• • •

Hola ¿Cómo están?

Este es un capítulo que pensé con su título y siento que se nota, está repleto de primeras veces. Imagino que la última fue difícil, pero en mi cabeza siempre estuvo clara que algo así había ocurrido (no sé si habrán notado las señales que hubo antes porque fueron muy sutiles, pero estaban allí), espero que no me odien por ello, sé que Jun ya ha pasado mucho y sumarle esto parecerá crueldad innecesaria, pero era algo que tenía claro hace mucho y tiene sentido dentro de la historia.

Pasando a otros temas, no quiero tener que escribir otra canción, en serio, había olvidado lo difícil que era y solo escribí la mitad y no quedé muy conforme, ustedes se preguntarán ¿tiene melodía? Sí, porque de hecho la canté para saber cómo iba (sin notas o guitarra, tan genial no soy), pero ustedes tendrán que imaginar la música lo mejor que puedan.

Algo que olvidé decirles el capítulo anterior: superamos la extensión de Fauces I, con el capítulo anterior ya tenemos el largo del primer libro, lo cual tiene sentido porque los primeros capítulos de Fauces I son más breves, en cambio en este libro todos los capítulos tienen como mínimo cinco mil palabras.

Les deseo un excelente domingo, les mando todo mi cariño y galletitas, muchas gracias por acompañarme, por leer, comentar y estrellitosear.

SCiel

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