En mi oasis siempre hay Luna...

By S_Ciel

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Rhea nació en una familia maravillosa, con padres que lo aman y hermanos revoltosos, pero increíbles, su vida... More

PRÓLOGO
1. No soy de oro, solo dorado
2. Nos vemos en el universo
3. Son para comerte mejor
4. Soy un lobo, no tu presa
5. Siempre con el salvavidas no aprenderás a nadar
6. ¿Y qué ocurre con mi «felices para siempre»?
7. Por favor no te lleves lejos a mi sol
8. El chico de los susurros
9. La noche de los corazones rotos
10. Ni el hierro ni la seda encadenarán a un lobo
11. Te veo
12. El caballero de los brazos de oro
13. Mi alma a medias
14. Aquí no rompemos sueños
16. La paz sí es una opción
17. La espada
18. Primera vez
19. Me jala hacia ti
20. No guardes silencio
21. Aprovecha el día (Carpe diem)
22. La boca del lobo
23. El hogar de mi corazón
24. La fuerza de mi naturaleza
25. Donde mis demonios se esconden
26. Todas las eternidades de mi vida
27. Alineemos las estrellas
28. Si hay que saber algo, que sea la verdad
29. Las lágrimas son parte del encanto
30. La leyenda de quién eres
31. Por la manada
32. El primero de muchos vinilos

15. Se buscan sueños, se aceptan ofertas

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By S_Ciel

Min-Jun me había llamado mágico antes, tal vez él también lo es. El mundo desaparece en un instante, no he abierto los ojos pero lo siento sonreír cuando me escucha. Quiero repetírselo, quiero que sonría muchísimo más. Sin embargo, me encuentro apretujado por más brazos que quieren mi atención y me traen de vuelta al mundo menos mágico y más vivo.

―¡Rhea! Le enseñamos a Min-Jun a jugar voleibol ―Themis habla acelerado, me suelto de los brazos que me sostienen para abrazar a los gemelos, me gusta escuchar que lo habían incluido. Veo a Atlas asentir.

―Sí, lanza bastante bien ―lucía avergonzado por escucharlo en voz alta.

―Me alegro ―busqué a nuestros padres y fui a entregarme a los brazos de papá, no había sido mucho tiempo pero también quería sentirlo de nuevo. Me hundí contra su camiseta azul y él me aferró muy fuerte.

―No llamaste ni escribiste ―habló contra mi cabello, reteniendo el reproche en su voz y me sobresalté. Pude escuchar el dolor en sus palabras y una oleada de arrepentimiento me sacudió por completo, me había concentrado tanto en mí, en lo que sentía, en Min-Jun, que lo olvidé a él y a dada.

―Lo siento... ―lo abracé más fuerte pero me apartó suave para mirarme a los ojos. Su mirada ámbar me perforó el alma, besó mi frente.

―No quisimos molestarte, pero solo por esta vez. No vuelvas a hacer algo así, Rhea ―era serio y asentí, no quería que pensara que no lo quería.

―Perdón, te quiero ―me abrazó nuevamente y retuvo el temblor que me removía.

―Está bien.

―Yo también quiero saludar ―dada me cobijó y besó mis mejillas. No me repitió lo de papá, tal vez porque pensó que con una vez había sido suficiente, en cambio dijo algo que necesitaba oír también―. Cuidamos bien de él ―me susurró al oído, sabía que lo harían, aun así me alivió saberlo.

Cuando salimos al estacionamiento me encontré con una minivan color gris. No tenía ni idea de que habían comprado una, tan rápido, aunque pensándolo bien habían pasado diez días desde que Min-Jun estaba con nosotros.

―La compramos usada, pero era de una pareja que la mantuvo muy bien, está como nueva ―comentó papá.

―¿Y el auto?

Me enteré de que se había vendido dos días después de marcharme y habían entrado a la búsqueda de una minivan. Tenía tres corridas de asientos. La del conductor, tres asientos detrás de esta y dos al final. Los gemelos pasaron atrás y yo terminé entre Min-Jun y Len, mientras papá conducía. Len me tocaba el pelo y me decía que estaba muy suave, le comenté que el tío Tooru le había hecho un tratamiento, una conversación calmada que obviamente los gemelos tuvieron que interrumpir.

―Min-Jun tiene que jugar voleibol con nosotros luego ―anunció de pronto Themis, pero con un tono que sonaba más de advertencia hacia mí―, así que no pueden solo encerrarse toda la tarde de nuevo ―me removió la sorpresa por sus palabras. De cierto modo, que antes mis hermanos hubiesen estado guardando silencio sobre nuestro aislamiento había sido ya extraordinario. Aun así, fue un poco chocante que lo sacaran a relucir. Sí, nos habíamos encerrado mucho, aunque se sentía extraño pensar que ahora tenía que compartirlo, pero era precisamente eso lo que querían que supiera, que habían encontrado un compañero dispuesto a jugar con ellos y no pensaban soltarlo tan pronto.

―Rhea también puede jugar ―comentó Atlas.

―Sí, un dos contra dos... ―no tenía tantas ganas de jugar, en especial porque cuando ellos empezaban no había quién los hiciera parar, podía verlos diciendo «solo un juego más».

―Min-Jun tiene que estudiar también, no se puede pasar todo el día jugando con ustedes ―Len se volteó a mirarlos―, el segundo semestre empieza dentro de nada y tiene que ponerse lo más al día que pueda ―busqué su mano y la apreté, no quería que se sintiera mal por no estar al día con las materias, no era su culpa. Él me sonrió un poco incómodo y se acercó a mi oído.

―Quiero escucharte cantar también ―me susurró y acepté, para luego voltearme a ver a los gemelos.

―También tenemos cosas que hacer los dos...

―¡Pero tiene que jugar con nosotros! ―comenzaron a protestar y entonces la voz de dada nos cayó de golpe.

―Me van a escuchar todos ahora ―su voz fue como una daga helada, ni siquiera necesitaba gritar, solo subió un poco el tono y yo me senté derecho. Se hizo completo silencio―. Min-Jun no tiene por qué hacer ninguna cosa, no es su obligación jugar voleibol, ni acompañar a Rhea ni hacer nada que se les ocurra, él puede hacer lo que desee ―hizo una pausa―. Su única obligación es la misma que tienen todos ustedes y esa es estudiar ―se volteó a mirarnos mientras papá asentía sin dejar de conducir―. Solo mientras te pones al día, Min-Jun, luego podrás disfrutar de tus vacaciones como los demás, creo que solo esta primera etapa será difícil pero confío en que luego irá bien.

―Gracias, Jae ―le sonrió y dada hizo lo mismo. Dada le echó una mirada más de advertencia a los gemelos antes de voltearse.

Cuando llegamos a casa me sorprendió ver más de un vehículo fuera, además de personas trabajando en el techo. No tenía idea de que habían comenzado la construcción, me arrepentí nuevamente de no haber llamado y cuando puse un pie dentro y vi el salón no pude evitar mirar a dada.

―¿Te sientes bien? ―y es que no parecía un lugar en que él pudiera vivir. Estaba repleto de cosas, al centro había colchones apegados los unos a los otros con las mantas encima, en el suelo había un par de pelotas de los gemelos. Había ropa de Len sobre uno de los sofá, ropa mía también apilada en el sofá pequeño.

―Para proteger algunas cosas tuvimos que bajarlo, mientras construyan el segundo piso estaremos aquí abajo, será solo por algunos días ―me explicó y de inmediato busqué mis instrumentos con la mirada, dada lo adivinó―, los dejamos en la biblioteca.

―Ah... ¿y han estado durmiendo todos aquí? ―me recordaba a cuando éramos niños y a los gemelos les daba por acampar en la cabaña, cuando vivimos en Mongolia.

―No, nos toca empezar hoy ―tía Dalia bajó las escaleras, llevaba un casco blanco.

―Rhea, qué bueno verte ―fue a abrazarme. Sabía que los arquitectos no estaban todo el rato en las construcciones sino que supervisaban y era el constructor quien veía esto, pero supuse que como era para nosotros, quería supervisar cada detalle.

―Hola tía.

―¿Te divertiste? ―miré un momento a Min-Jun, recordando nuestra promesa, antes de contestar y sonreír.

―Sí.

Jae

No había una diferencia real en su apariencia, su cabello tal vez estaba más brillante, pero su piel era la misma, sus ojos seguían siendo del mismo celeste y no habría crecido en altura. Sin embargo, lucía distinto. Me asusté cuando nada más llegar corrió hacia Min-Jun, pensé que el viaje no había servido de nada, que solo le habría dado angustia, pero cuando buscó a sus hermanos, a su papá y a mí, cuando lo sostuve en mis brazos, fue como si pudiera sentirlo. Que se estaba reconstruyendo. Que había encontrado la voluntad para empezar de nuevo. Era cruel pedirle a niños de trece años que se reconstruyeran, por el simple hecho de que nunca debieron ser rotos en primer lugar, pero era el camino que debíamos tomar y en el que debíamos mantenernos firmemente para que salieran adelante.

Lo vi escaparse con Min-Jun a la biblioteca, supuse que para hablar sus cosas, entonces Dalia hizo un gesto para que la siguiéramos a la cocina. Su expresión me hizo suponer que no quería hablar de la construcción. Es raro verla con su ropa de trabajo, conversando con los contratistas. Aunque al mismo tiempo se siente natural porque llevo ya una buena cantidad de años viéndola al mando de la familia, parece natural que esté a cargo de esto también.

―Quería hablarles sobre Min-Jun ―no parecía algo malo, así que la miré con curiosidad más que preocupación―, la adopción tomará unos meses en finalizar y, mientras tanto, él ya estará asistiendo a clases.

―Claro ―la educación era un tema que siempre me tomaría muy en serio, por mucho que Arny dijera que no pasaba nada si nuestros hijos se saltaban una clase o dos.

―Pues creo que deberían cambiar su apellido legalmente antes, o más bien darle el suyo ―enarqué ambas cejas. Ese proceso se haría cuando finalizara la adopción, pero luego de pensarlo bien, me di cuenta que efectivamente nunca habíamos escuchado su apellido, si sus padres lo rechazaron y Zhirayr no lo adoptó ¿cuál era?

―¿Qué apellido tiene ahora? ―Arny tenía la misma duda, Dalia apretó los labios en un gesto de desagrado que quisiera no conocer tan bien a estas alturas.

―Literalmente escribieron «Blank», ya sabes, como «blanco» pero de «vacío» ―contuve mi suspiro cansado no tengo idea de cómo.

―¿Y es muy difícil cambiar el apellido? ―negó.

―Por suerte no, solo debemos ir al registro civil y arreglarlo, como él es menor y ustedes son los tutores legales, no hay problema y se verá bien en la aplicación de adopción que quisieran darle el apellido ahora, mostrará compromiso ―me apoyé en la mesa de la cocina.

―Bien, lo haremos el lunes temprano ―era viernes por la tarde―. Pero primero le preguntaremos qué piensa ―si estaba encariñado con el apellido que tenía (aunque no veía por qué) no lo obligaríamos a cambiarlo antes de tiempo.

―Siento que no llegamos a encontrar nuestro ritmo, si no es una cosa es otra ―Arny me miró, lucía cansado, me acerqué a besarle la mejilla sabiendo que eso lo haría sonreír. Justo sobre el hoyuelo que amaba tanto.

―Lo encontraremos, ya verás... de todos modos ¿no te ha gustado siempre el caos? Y desde que llegaron los gemelos no es como si hubiésemos logrado tener una verdadera rutina ―me sorprende con un abrazo, escondiendo el rostro contra mi hombro.

―Es cierto, se parecen demasiado a mí ―susurró y le palmeé suavecito la cabeza.

―Me alegra que reconozcas que es todo tu culpa ―bromeé y sacó la cara ofendido.

―¡Hey! ―me reí y le besé los labios mientras Dalia nos miraba y asentía.

―Jae tiene razón, eras un caos de niño...

―Como si tú hubieses sido muy tranquila ―hablaba ofendido y ella se defiende.

―¿Qué? Mi hija es muy tranquila.

―Porque Celeste se parece a Nate, pero Azure es todo tú y es un terremoto ―Dalia se ríe, pensando probablemente en sus cachorros, tan distintos en personalidad. A sus ocho años Celeste era muy tranquila, le gustaba dormir mucho y se movía con calma, mientras que Azure gustaba de saltar sobre los sofás, de los árboles y desordenarle todos los hilos de costura a su papá cuando quería atención.

―Bah, me mantengo en mi postura ―negué con la cabeza y ella se rió.

―Está bien, cuando hablemos con Min-Jun te haremos saber qué pasa.

―Genial ―salió de la cocina para subir las escaleras de nuevo y yo miré a mi esposo, buscando el cansancio que me había enseñado antes pero parecía haberse ido tan rápido como había llegado.

―¿Sabes qué deberíamos hacer? ―sentí sus manos descansar en mi espalda baja mientras me abrazaba y yo subí las mías para acariciar el cabello sobre su nuca.

―¿Qué? ―cuánto amo a este hombre.

―Deshacernos de todos nuestros hijos, escaparnos y tener mucho sexo ―me reí, sabía que bromeaba así que le seguí el juego.

―Oh, sí, suena a un plan casi perfecto ―dejé un beso sobre sus labios― de no ser porque todo el sexo fue lo que nos metió en el problema de los muchos hijos en primer lugar ―argumenté y él achicó los ojos.

―Eso es cierto... ―me reí y lo abracé con fuerza.

―Aun así quiero tenerlo ―le dije sugerente y me dio la sonrisa ladeada que me había enamorado.

―Cuando estemos en nuestro nuevo cuarto lo inauguraremos bien ―me gustaba cómo sonaba eso. Extrañaba unirme a él de ese modo, con todo lo que había pasado, nos habíamos dejado un poco de lado.

―Hecho.

Nuestros besos son promesas.

Rhea

Mi órgano está en su mesita apoyado contra la biblioteca con libros, a su lado están mi guitarra, violín y bajo, pero no lo busco por el momento, en cambio me apretujo contra Min-Jun en el sofá, quiero hablarle de las cosas que comprendí, se me hace un poco vergonzoso, pero quiero hablar de sus sentimientos y los míos. Me parece extraño sentirme avergonzado cuando hemos compartido ya tantas cosas, pero creo que es lo más justo y necesario. Sin embargo, me tomo un momento antes de hablar de ello, disfruto de la calidez que siento venir del lugar donde su costado se apega al mío. No quiero rompernos más, no quiero lastimarlo, a nadie, pero sobretodo no quiero lastimarlo a él. Cierro los ojos, me lleno la nariz de su aroma.

―Entendí muchas cosas mientras no estaba ―me remuevo un poco, me acomodo en el sofá con las piernas dobladas, para mirarlo de frente, tomo sus manos para calmarme.

―Quieres hablar de ello ―no es una pregunta, pero le respondo de todos modos.

―Sí, quisiera... explicarte ―me mira, sus ojos grises esperan, lucen más oscuros de lo normal, pero no me acusan de nada―. Creo haber entendido por qué mis padres me enviaron con Carter ―aprieto sus manos―, él entiende lo que es una decepción amorosa ―no quiero que lo malinterprete― sé que lo que ocurrió con Mars no fue algo de romance, sino de instinto ―me pesa aún la lengua al decir su nombre. Lo veo apretar sus labios, sus pulgares acarician mis manos―. Pero ir me hizo entender que, el sueño que te conté, el de ser como mis padres... no lo estaba haciendo bien ―su curiosidad es visible, enarca una sola ceja en un gesto que le hace ver adorable―. Cuando se conocieron, cada uno tenía sus propios sueños, aun si papá no estaba tan seguro de en qué trabajar, sabía que quería viajar y moverse por el mundo. Yo no tenía nada de eso, todo lo que quería era alguien más, y eso no estaba bien ―quiero que lo entienda, porque siento que él hizo lo mismo, que por demasiado tiempo yo también he sido su único sueño―. ¿Qué me haría especial o interesante si no había decidido lo que yo deseo?

―Tú eres lo más interesante del mundo ―su adoración me hace sonreír. Entrelazo mis dedos a los suyos.

―Sé que tú crees eso pero... ahora lo veo y pienso que, si las cosas hubiesen salido bien, con Mars o si otro hubiese sido mi destino ―suspiro, me tiemblan los hombros―. Creo que solo me hubiese adaptado a lo que esa persona hubiese querido, a lo que él hubiese soñado, dejando lo que yo quiero hacer completamente de lado ―había sido... difícil (por ponerlo suave) darme cuenta de ello, reconocerme a mí mismo que esto era cierto―. Creo que simplemente hubiese construido mi vida alrededor de ese sujeto y no como un individuo, no hubiese pensado en lo que quería hacer porque todo lo que soñé fue un «él» y nada más, me habría vuelto solo un omega devoto olvidado de sí mismo ―negué con la cabeza, apreté las manos―. No estuvo bien, si algún día encuentro a alguien, si me enamoro... ―siento que nos miramos entendiéndonos justo en este momento―, quiero tener claro lo que yo deseo hacer y, junto a los sueños de esa persona, encontrar una forma de que ambos cumplamos lo que deseamos ―aprieto los labios. Ahora debo decirle, debo preguntarle― ¿aún me quieres como me dijiste cuando teníamos nueve?

―Sí ―no hay duda alguna en sus palabras, ni siquiera tiene que pensarlo, su respuesta es automática. Me hace temblar porque me mira con total seguridad, no suelto sus manos, no quiero huir de él.

―Y yo he sido tu único sueño... ―duda un momento esta vez, pero termina asintiendo, esquiva mi mirada. Creo que porque sabía hacia donde iba con esto, no porque no supiera su respuesta―. Quisiera poder prometerte que me enamoraré de ti algún día, porque lo que siento por ti en realidad sí es muy intenso ―mi pulso late en mi garganta, nos encontramos, azul contra gris en un cielo que no se decide a brillar o llover―. Pero no lo sé, Min-Jun, y no quiero mentirte, no quiero prometerte algo que no sé si voy a cumplir ―sus dedos no me sueltan, en cambio me acarician―, pero sí quisiera... sé que no es fácil, para mí no lo fue y no lo es aún, porque no lo descubro todavía ―miro los libros, la luz entrando por la ventana, el día no está cálido ni frío, está tal vez como nuestras miradas, y juntos somos un día de otoño―, quisiera que busques más sueños ―al fin lo digo―, no te voy a pedir que me quites de los tuyos, no quiero mandar en tu sentir, pero quisiera que lo intentes como yo lo estoy intentando ―no porque yo lo estuviera rechazando como Mars había hecho conmigo, sino porque él lo merecía―. Pronto aprenderás cosas nuevas, me gustaría que buscaras las que te hacen feliz, las que te ayuden a pensar «esto quiero hacer en un futuro para mí», no porque quiera rechazarte o sacarte de mi vida sino porque, ahora que estoy buscando cosas para mí... es raro, pero se siente bien ―necesito que vea mi honestidad―. Quiero que tú te sientas así de bien.

―Otros sueños... ―murmura, no parece convencido.

―Jugar con los gemelos, estudiar con Len, cantar conmigo o lo que sea que sueñes y quieras hacer tuyo, lo encontraremos, yo buscaré mi camino y tú puedes buscar el tuyo, y podemos hacerlo uno junto al otro...

―Rhea ―la forma en que dice mi nombre me hace saber que debo detenerme, está serio. Su mandíbula tensionada, sus dientes apretados aun cuando no los veo―. ¿Me quieres?

No puedo culparlo por querer saberlo y, sin embargo, la pregunta me remueve entero, me hace temblar, yo bajo la vista esta vez. No quiero rechazarlo, ni siquiera sería un rechazo cierto, siento que mis ojos se llenan de lágrimas, no le quiero romper el corazón, pero no sería justo no contestarle, no cuando espera para saberlo.

―Sí ―mi sonrisa se quiebra―, pero no sé si es del mismo modo que tú me quieres, y justo ahora... no estoy listo para saberlo ―aprieto sus manos tal vez con más fuerza de la necesaria, él no se ve enojado, pero tampoco feliz, solo espera a que me explique―. No estoy listo para querer a nadie de ese modo, pero sí te quiero, no tengo un nombre para la forma... pero sé que lo hago ―se me caen las lágrimas de los ojos, se escapan, más bien, no les doy permiso para salir pero se derraman de todos modos. Se deslizan por mi barbilla y se pierden en mi suéter. Él suelta mis manos para abrazarme contra su pecho.

―Está bien.

Dioses, Min-Jun, por qué eres tan bueno.

―Lo primero que quise de ti fue tu amistad... estará bien si podemos tener eso ―me aferro con fuerza.

¿Realmente lo merezco? ¿Merezco esta familia maravillosa de hermanos, padres, primos y tíos increíbles? ¿Merezco todo eso y además alguien tan extraordinario como Min-Jun?

No lo sé. Realmente no lo sé. Pero quiero merecerlos, tal vez no lo hago ahora, pero quiero trabajar para ello; quiero trabajar para estar a la altura de todo lo que la vida me ha dado. Tal vez se lo había cobrado con un dolor agonizante que vivirá dentro de mí pero... me había dado tanto más. Y aun si después de trabajar para ser mejor, todavía no los merezco, estará bien, porque sé que Min-Jun sí los merece; se merece unos padres como los míos, una familia como la nuestra, ha pagado ya demasiado por lo increíble que son ellos. Y solo el hecho de que esté aquí me dará paz, porque aun si yo nunca logro ser digno, sé que él estará bien. Y eso es lo suficientemente bueno.

―Eres increíble ―necesita saberlo. Me limpia las lágrimas, me regala una de sus preciadas sonrisas, de aquellas que achican sus ojos en un gesto demasiado hermoso―. De verdad quiero que encuentres tus sueños

―Buscaremos juntos ―es una promesa.

Y aunque las nuestra no se selló con un beso, no fue menos inquebrantable.

Min-Jun

Quisiera armar a Rhea de nuevo, tomar cada una de las piezas que fueron arrojadas lejos, dedicar toda una vida a reunir cada pequeño trozo de él que había sido arrancado por la fuerza y descifrar con cada uno donde iban y cómo volver a hacerlo sentirse entero. Pero Arny tuvo razón la primera vez que me habló a solas con Jae, él no necesita que lo proteja, no realmente, tiene una fortaleza de la que no parece consciente, una resiliencia que lo hace capaz de levantarse aun si está roto. No serviría de nada buscar sus piezas, porque aun si las reuniera todas, al momento de encajarlas sería demasiado tarde, porque el molde ya sería distinto.

Es casi gracioso que se sienta culpable por no quererme del mismo modo, que se sienta tan triste, que derrame lágrimas por mí. Me salva su tristeza, su empatía, él es siempre quien me salva. Pero la gracia de esto es que nunca esperé que siquiera respondiera con un «sí», pensé que encontraría un «no» rotundo y en parte quise oírlo, tal vez para estar rotos de la misma manera. Pero me quiere, aun si no sabe poner el modo en palabras ¿cómo no va a ser gracioso? Parece un milagro que así sea, que me quiera a mí, al muchacho rechazado que había tenido que rescatar una y otra vez, al que toda su vida no ha sido más que un problema. Me quiere lo suficiente para derramar lágrimas por mi causa, para desear que sueñe, para querer verme crecer y descubrir realidades a su lado.

No estoy seguro de que exista algo para lo que pueda ser bueno. Todo lo que he hecho en mi vida es pelear, sobrevivir, aprender algunos idiomas y no es como si lo disfrutara. Jugar con Themis y Atlas me parecía divertido pero no sentía la pasión que claramente le despertaba a ellos. Estaban enamorados del deporte a tal punto que siempre Jae o Arny eran quienes debían hacerlos parar de practicar, mientras que yo, aunque me divertía, no sentía problema alguno en detenerme. Era entretenido, pero no me llenaba de la dicha suficiente como para no querer parar. Hasta ahora, lo único que ha logrado aquello es el tiempo que paso con Rhea. Pero él confía en que habrá algo más, porque cree en mí.

Y su confianza logra que yo también quiera creer.

Descansa contra mí, como hizo en la cabaña... es extraño, no ha pasado tanto tiempo pero eso se siente lejano. Finalmente se separa y decide cumplir su palabra, toma la guitarra y comienza a cantar la canción que me contó que había grabado en el estudio. No la había escuchado nunca, pero todo lo que viene de su voz es hermoso. Canta con palabras dulces que me hacen pensar en él «él es el faro en la noche, que de forma segura me guiará a casa», qué apropiada es ese verso para describirlo ¿Qué mejor faro existe que la Luna? Y Rhea es Luna llena, iluminando el manto nocturno para cualquier lobo que necesite sentir que pertenece. Yo siento que pertenezco en sus brazos. Cuando termina me observa, esperando algo.

―Mágico ―es todo lo que me sale y se sonroja, se ven muy hermosos los sonrojos en sus mejillas morenas, su piel se pone un poco más amielada.

―Quiero cantar más ―fantástico.

―Y yo quiero oírte.

Alguien toca la puerta y, sin esperar respuesta, la abre. Son Jae y Arny, dudaba que los hombres que estaban trabajando en el tercer piso vinieran aquí. Ellos debían haber estado escuchando fuera, porque miran a Rhea con cierta sorpresa.

―Queríamos hablar con Min-Jun ―Arny no le quita los ojos de encima a su hijo, Rhea lo nota, se sonroja más, tal vez porque llega a la misma deducción que yo: sus padres lo han escuchado cantar.

―Está bien, los dejo... voy a ver a los gemelos afuera ―se arranca (claramente eso es una huída) y Arny no deja de seguirlo con los ojos hasta que se marcha.

―¿Por qué nunca nos ha dejado escucharlo cantar? ―no se aguanta y suelta la pregunta, dudo de si debo responderle o no.

―Creo que le da un poco de vergüenza ―Jae le jala el brazo y Arny sale de su trance.

―Le preguntaré luego, queríamos hablarte de un tema... legal, supongo ―se sientan frente a mí, yo extraño ya su presencia y me pesa el espacio vacío que dejó Rhea en el sofá.

―Verás, ahora tu apellido sale designado como «Blank», cuando finalicemos la adopción pasarás a ser Hertz, pero eso será en unos meses más ―ni siquiera había pensado en ello, nunca había tenido mucha identidad más allá de mi nombre―, como esto tomará tiempo y dentro de poco te integrarás al colegio con Rhea, queríamos que lo hicieras con nuestro apellido, cambiarlo legalmente no es un proceso difícil, es rápido y podemos realizarlo el lunes. Pero queríamos saber si esto te parece bien... o si tal vez quisieras conservar el apellido Blank por más tiempo.

Parecen expectantes por mi respuesta, lo cierto es que no había pensado demasiado en ello, la idea de ser un Hertz, como todos ellos era... extraña. Sabía que en Desierto la familia principal compartía el apellido, en Océano había distintos lobos de distintas familias así que la mayoría era diferente. Aquí, sin embargo, es un clan pequeño, en su mayoría son familia y comparten el apellido. Tomarlo era unirse de un modo más a ellos. Seguía siendo demasiado raro para mí ser aceptado por todos, me hacía sentir que algo más debía ocurrir, que faltaba un golpe o amenaza, ni siquiera había peleado o cazado algo desde haber llegado aquí. Y no es que lo extrañara, prefería no volver a pelear alguna de aquellas batallas nunca más, es solo que tomar el apellido hacía real que esta era mi familia, de una forma inesperada. Me sobrecoge en el pecho, se siente como la calidez de un abrazo, aun cuando ninguno de los dos me está tocando.

―El apellido Hertz está bien ―logro decirlo, me llevo una mano al corazón, preguntándome si siempre ha latido tan alto, si la fuerza con que palpita hará que ellos también lo escuchen... quiero cubrirlo porque en parte me avergüenza. Sin embargo, les sonrío―. Gracias.

―Lo veremos el lunes entonces ―Arny me devuelve el gesto y Jae se acerca y besa mi mejilla. Su acción me sorprende, me sonroja, es un gesto demasiado cálido, mi corazón se acelera aún más.

―Gracias por aceptarnos ―me dice y no sé cómo decirle que eso es lo que yo debería decirle a ellos―. Quería preguntarte... ¿te gusta ser llamado Min-Jun? ―sonríe con calma―, todos lo hemos estado usando pero me preguntaba si tal vez prefieres algo más corto, no vamos a cambiar tu nombre pero tal vez quisieras un apodo, como Len, que es Selene, tal vez quisieras Min o Jun, o algo distinto que te guste.

Tal vez cambiar la forma en que me llamaban era adecuado, después de todo yo sería distinto, de ahora en adelante, todo sería diferente, trataría de encontrar una vida nueva con intereses nuevos, porque Rhea me lo había pedido, me esforzaría para caminar a su lado en la búsqueda que emprenderíamos. Tal vez era apropiado.

―Jun ―los hanja de mi nombre no eran demasiado especiales. Zhirayr los eligió simplemente buscando nombres populares en corea. Min, se escribe 敏, y significa rápido, astuto, agudo; Jun se escribe 俊 y significa talentoso, atractivo (en Hangul se escribe 민준). Es de las pocas cosas que sé escribir en coreano, porque hablarlo no es lo mismo que leerlo y nunca pensé demasiado sobre ese nombre, no es mi favorito pero tampoco me desagrada. Tal vez en otra época habría elegido ser llamado Min, pero no quería un apodo que empezara con «M», y de algún modo Jun me recordaba a Jae, cuya bondad me parecía algo a lo que podía aspirar.

―Entonces te diremos así de ahora en adelante.

Me dejan para que haga «mis cosas» y aunque mi primer instinto es salir a buscar a Rhea y pasar el tiempo con él y los gemelos, me quedo allí un poco más. Miro la biblioteca repleta de libros, cuando Jae me trajo aquí la primera vez, para evaluar mi nivel académico, me dijo que podía tomar el que deseara para leerlo. Encuentro «Visión cromática» me llama la atención los colores de la portada que contrastan con el blanco. Cuando lo leo me pregunto si yo soy como el muchacho de la historia, rescatado por alguien más, alguien demasiado dulce. Tal vez esta familia es mi «Sr. Azul» cada uno con sus propios colores, me pregunto cuál de todos sería yo.

Dejo la lectura cuando Len llega, se sienta conmigo para empezar una clase de historia y, aunque a ratos pienso de nuevo en el libro, le presto atención.

El día pasa con una calma extraña, aun si no pasamos todo el tiempo juntos, una angustia silenciosa que había estado sintiendo desaparece por el solo hecho de tener a Rhea de vuelta. Almorzamos en la cocina, el ruido arriba a ratos interrumpe la incesante lluvia de palabras de Themis. Jae les cuenta a todos que cambiarán mi apellido el lunes y, cuando menciona que le gustaría que me llamen solo «Jun», Rhea aprieta mi mano y me sonríe, no me pregunta por qué ese nombre y no el otro, mucho menos por qué no le había dicho, solo menciona «me gusta» y siento que mi cuerpo puede vibrar al mismo ritmo que lo hace el suyo, que mis células (ahora sabía que existían) se moverían a su compás, para que estemos siempre en sincronía.

Por la tarde pierdo en un dos contra dos contra Rhea y Atlas. Hice equipo con Themis y creo que, aunque teníamos buen ataque y reflejos, Atlas era demasiado bueno en no dejar caer el balón, y por muy fuerte que le pegáramos, no había nada que hacer si la pelota no tocaba el suelo, no éramos tan buenos recibiendo como él así que terminaron anotando más puntos que nosotros.

A la hora de dormir se vuelve un poco caótico. Hay tres colchones en el suelo, el de Arny y Jae está en el medio, los de los gemelos a los costados, no alcanzaban más en el salón. Los habían amarrado con cuerdas de los costados para que no se separaran y nadie terminara cayéndose entre ellos en la noche (a palabras de Jae), pero la discusión comenzó a la hora de decidir dónde dormir.

―Nosotros deberíamos dormir junto a dada, somos los menores, yo soy el más menor ―me sorprende, por sus actitudes, hubiera pensado que el menor era Atlas, pero al parecer él había nacido primero y Themis después, haciéndolo el más «pequeño» de la familia.

Yo debería dormir junto a dada, soy la única mujer ―Len parecía determinada a salirse con la suya. Arny estaba en la cama, ya recostado, mirándolos muy divertido sin ganas de intervenir, Jae no parecía saber qué decirles. Rhea por su parte regresaba de lavarse los dientes y, sin preguntar a nadie, se acurrucó en la espalda de Arny. Yo decidí recostarme junto a él, a ese borde de la cama improvisada que habían armado, Rhea estaba de espaldas a mí, pero volteó un poco para tomar uno de mis brazos y hacer que lo rodeara por el estómago. La ternura de su gesto me hizo acurrucarme contra su calor. No había dormido tan bien desde que él no estaba, volver a abrazarlo me hacía sentir que al fin podría descansar de nuevo. Pero la discusión continuaba y solo se detuvo cuando Rhea se levantó apoyando una mano en la cama, solo medio cuerpo pero miró a sus hermanos achicando los ojos. Pensé que sonaría enojado, pero su voz salió con mucha calma.

―Por favor terminen de una vez, no dormí tan bien en el avión y estoy cansado, no será la última noche que durmamos aquí, tomen turnos, Len primero y mañana alguien más, pueden hacerlo por edad ―eso pareció cortar la discusión. Jae se acurrucó contra Arny (al parecer esa parte nunca estuvo disponible), Len a su espalda y los gemelos se apretujaron contra la de ella.

Todo se movió durante la noche Rhea terminó volteándose hacia mí y acurrucándose contra mi pecho. Lo hizo despierto, sus ojos azules me observaron en la penumbra y me susurraron «creo que estaremos bien, creo que aunque duela lo lograremos» y su esperanza me hizo pensarlo también. Que algún día yo también encontraré sueños nuevos, que podré pararme a su lado como una persona entera, capaz de hacer diferentes cosas, capaz de sostenerme yo solo y ser un apoyo y no una carga.

Esa noche es la primera vez que me siento realmente parte de esta pequeña manada, de la de esta casa, la que lideran Jae y Arny. No sé por qué, no sé si es la mezcla de todos sus aromas, la calidez que envuelve a todos cuando estamos así de juntos, o el hecho de que, de algún modo, la cabeza de Atlas termina sobre mi hombro a mitad de la noche y se queda allí hasta la mañana (los gemelos despiertan encima de todo el mundo).

Me siento propio esa noche, propio de esta manada, mi manada. Propio de mí mismo, de los brazos cálidos que me abrazan, de la cabeza que me aplasta, del calor y los aromas que me llenan. Y sonrío cuando despierto por la mañana gracias a las palabras suaves de Rhea y las caricias que remueven mi cabello.

―Jun... despierta ―mis ojos lo buscan de inmediato.

Jun

El mundo no es diferente, no es menos frío ni cruel o árido... soy yo.

Me siento distinto.

• • •

Hola ¿Cómo están? Espero que este sea un excelente miércoles.

Con este capítulo regresé a la extensión que tenía pensada en un inicio (un poco más de cinco mil palabras por entrega). Ojalá lo disfrutaran. 

¡Estamos a la mitad de la historia! Llegamos al capítulo 15 así que estamos a mitad de camino, qué loco parece. También quiero contarles que con este capítulo pasamos las 100.000 palabras, lo cual no deja de ser curioso porque Donde las fauces duermen tiene alrededor de 113.000 por lo que es obvio que este libro será casi el doble de largo (si es que no lo logra duplicar).

Muchas gracias, como siempre, por acompañarme en la aventura que es escribir esta historia. Tal vez estos capítulos les parezcan muy calmados, aburridos, o hasta algo repetitivos, pero seré honesta, esta siempre fue la historia que quise contar (por eso la herida fue infringida tan pronto en la narración, les dije que había un motivo). Realmente quiero que disfruten este proceso conmigo, hay más por venir.

Gracias por leer, comentar y estrellitosear, de verdad me animan muchísimo y lo aprecio infinitamente ¡Nos vemos el domingo!

SCiel

PD: casi lo olvido, gracias especiales a Romi, por responderme las dudas sobre arquitectura, aunque al final decidiera mencionarlo solo brevemente para no cometer muchos errores ¡Eres un sol!

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