En mi oasis siempre hay Luna...

By S_Ciel

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Rhea nació en una familia maravillosa, con padres que lo aman y hermanos revoltosos, pero increíbles, su vida... More

PRÓLOGO
1. No soy de oro, solo dorado
2. Nos vemos en el universo
3. Son para comerte mejor
4. Soy un lobo, no tu presa
5. Siempre con el salvavidas no aprenderás a nadar
6. ¿Y qué ocurre con mi «felices para siempre»?
7. Por favor no te lleves lejos a mi sol
8. El chico de los susurros
9. La noche de los corazones rotos
11. Te veo
12. El caballero de los brazos de oro
13. Mi alma a medias
14. Aquí no rompemos sueños
15. Se buscan sueños, se aceptan ofertas
16. La paz sí es una opción
17. La espada
18. Primera vez
19. Me jala hacia ti
20. No guardes silencio
21. Aprovecha el día (Carpe diem)
22. La boca del lobo
23. El hogar de mi corazón
24. La fuerza de mi naturaleza
25. Donde mis demonios se esconden
26. Todas las eternidades de mi vida
27. Alineemos las estrellas
28. Si hay que saber algo, que sea la verdad
29. Las lágrimas son parte del encanto
30. La leyenda de quién eres
31. Por la manada
32. El primero de muchos vinilos

10. Ni el hierro ni la seda encadenarán a un lobo

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By S_Ciel

Cada segundo que pasa gritar se vuelve más difícil. No por el dolor desgarrador que siento en mi garganta, que me cercenaba como si con cada grito sacrificara mis cuerdas vocales. Sino porque los brazos que me sostienen hacen un trabajo demasiado bueno, y aunque hay tanto dolor dentro de mí, aunque tengo tantos motivos para despedazarme, quiero consolarme en ellos, y debo luchar contra el impulso de dejarme calmar por las caricias suaves que suben y bajan por mi espalda. Quiero aceptar su alivio pero no puedo, porque si lo hago dejaré de doler lo suficiente para seguir gritando, y no puedo detenerme, porque si me detengo será lo mismo que rendirme y estos brazos que me sostienen no existirán nunca más, qué horrible sería el mundo sin ellos, no quería que su vida se detuviera antes de que tuviera una oportunidad de conocerle de verdad.

Min-Jun huele a hierba fresca, al aroma que te recibe por la mañana cuando han pasado días de sequía y al fin ha caído la lluvia. Huele a la calidez que se siente al sentarte sobre las rocas en un día soleado en la playa, a la satisfacción que experimentas cuando irradian, sin quemarte, calidez sobre tu piel. Huele a las mantas en que te refugias en invierno o a los techos que te protegen de la tormenta sorpresiva, las que llegan de la nada en mitad de la primavera. Huele también a soledad, abrumadora y punzante, y mientras mi lengua duele entre mis gritos cada vez más bajos, deseo poder hacer algo para cambiarla, borrarla, desaparecerla. No sé si de verdad yo sea demasiado amable, pero lo siento y no puedo dejar de pensar que aquello que lo rompe no es justo.

Creo que el cansancio va a poder conmigo, no sé cuánto tiempo ha pasado pero me aterra haberme equivocado, tal vez soñé mi conexión con Mars y por eso no llega ¿será que no puede escucharme? ¿Realmente no hará nada? Su ausencia me da un poco más de fuerza para seguir intentándolo, para seguir doliendo lo suficiente como para que mis labios rotos continúen su labor. Entonces la mano de Min-Jun se detiene en la mitad de mi espalda, lo miro, con los labios abiertos de cansancio, sonríe triste cuando sus ojos me encuentran.

―Vienen por ti, Rhea... ―y cuando guardo silencio los escucho, pasos que conozco, voces que gritan mi nombre a lo lejos y se acercan, y al fin puedo callarme, al fin puedo apretar los labios.

Y abrazarlo más fuerte.

Arny

Si no fuera porque ese muchacho podía llevarme hasta mi hijo, mis dientes se hubiesen enterrado en su garganta. El melodrama con la muchacha me importaba muy poco, sus motivos o lo que fuera, nada lo justificaba. Mi bebé había estado llorando y él se había cruzado de brazos, no merecía ser llamado destino, mucho menos alfa. Cómo se había atrevido a rechazar a mi pequeño. Tal vez mi rabia podía todo de mí. Jae me había mirado con alivio, había pensado de inmediato en lo más importante, que teníamos una oportunidad de tener a nuestro cachorro de vuelta, yo había odiado primero, porque ese mocoso lo merecía. Entonces, justo antes de que ese... ser se pusiera a correr y yo y los míos comenzáramos a seguirlo, mis ojos atraparon una reacción de Zhirayr. Cuando comprobamos que había un destino, que estaba llorando, que teníamos la oportunidad de recuperar a Rhea... su rostro se desencajó por un instante, pasó de la sorpresa, a la rabia y luego volvió a la neutralidad de un fingido alivio por «conocer el paradero de Rhea».

Pero era tarde, ya lo había visto, su plan se había arruinado y él no lo esperaba. Podía haber hecho planes para que no lo encontráramos, para culpar a otros clanes, para salirse con la suya, pero no contaba con que Rhea encontrara su destino, a que tuviéramos una forma tan segura de encontrarlo, aunque ese destino fuera una escoria. Amo a Jae y podía aceptar que pusiera su corazón con el de Rhea, pero yo no pensaba perdonar su silencio, no pensaba disculparlo por las lágrimas de mi hijo. Llegamos hasta una orilla rocosa de la isla, el mar golpeaba fuerte y él señaló con sus brazos de lobo hacia el fondo del mar, el sol estaba por salir, la noche de angustia había pasado, pude ver entonces una isla pequeña. Zhirayr lo había pensado bien, ocultarlo en una isla cercana, demasiado enana para ser significativa, había muchas como esas y nos habría sido imposible revisarlas todas. No tengo tiempo ni deseos de esperar por un bote, aunque escucho que alguien irá por uno, me arrojo al agua y Jae lo hace también a mi lado, la tormenta amaina con la salida del sol y de todos modos el mar no podría ganarme, no cuando era un lobo, no cuando estaba por llegar a mi hijo.

Mis brazos y piernas eran herramientas en este instante, otros nadaban tras de mí, pero ya no seguía a nadie, todo lo que había necesitado saber era que mi hijo estaba en esa isla. Cuando mis piernas tocaron la orilla me transformé a humano y dejé que mi voz saliera a todo lo que daban mis pulmones.

―¡Rhea! ―me metí entre los pocos árboles mientras escuchaba personas tras de mí llegando también, solo había una cabaña andrajosa sin ventanas y solo una puerta, pero la voz que tanto había ansiado llegó desde el interior de ella.

―¡Papá! ―pateé la puerta.

Y mi visión se volvió roja. Porque allí estaba mi hijo, mi pequeño Rhea, semidesnudo en los brazos de un alfa, con sus ojos hinchados de lágrimas, aferrado a él, quise quemar el mundo entero.

Voy a matarlo, si se aprovechó de él, voy a matarlo.

En ese momento no vi un niño, solo un enemigo, la lengua se me llenó de ponzoña y dije una orden que no pensé que tendría que dar por segunda vez en la vida.

Deja de obedecer lo que te hayan ordenado, Rhea ―lo vi soltar un suspiro y saltar a mis brazos, lo aferré con fuerza, mi corazón volvió a sentirse entero, mis ojos se llenaron de lágrimas, no pensaba soltarlo nunca, su pequeño cuerpo se acopló en mi pecho y recordé cuando era solo un niño que me pedía mimos para sanar sus pesadillas, me llené de su aroma, me maravillé en su respiración y en su vida entera.

―Papá, papá ―susurraba contra mi piel mojada, con la voz rasposa del esfuerzo ¿cuántas horas había llorado?, lo sujeté con firmeza―, no fue su culpa ―susurró de pronto y eso me sacó del trance maravilloso que era tenerlo de vuelta―, Zhirayr lo obligó pero... me dejó llorar, para que pudieran llevarme de vuelta.

Todo mi cuerpo me pedía que lo hiciera pagar, que reclamara con sangre el daño que le había hecho a mi hijo, las órdenes que le había dado, que lo hiciera escarmentar por haberse atrevido a tocarlo siquiera. Pero vi los ojos sonrientes y tristes de aquel muchacho asiático observar a mi hijo y me di cuenta de que no había pensado en ello, ciertamente no lo habríamos podido encontrar sin su socorro, entonces ¿por qué había dejado llorar a Rhea?

Rhea

No estaba por obligación en los brazos de Min-Jun, pero cuando mi padre me liberó de la última de mis amarras, cuando pude «huir», salté a sus brazos y aunque pensé que no me quedarían lágrimas para derramar, mis ojos me sorprendieron al momento que me aferré a él, a su calor conocido, a toda su presencia, solo quería llamarlo mil veces, llamar su nombre como había hecho de pequeño. Pero cuando escuché las voces conocidas acercarse a la cabaña, de dada, de mis hermanos... supe que no podía entregarme por completo al consuelo de la seguridad que me brindaba, tenía que decirle, tenía que impedir que hicieran algo a Min-Jun porque él no tenía la culpa, porque era una víctima tanto como yo y porque podía sentir en la tensión de mi padre, en la forma que me apretaba, que cuando esos brazos me dejaran ir a los del resto de mi familia, lo primero que buscarían sería venganza.

―Rhea ―la voz de dada me llamó hacia la puerta, él lucía cansado, aliviado, llegó a mi lado y me aferró con fuerza―, mi pequeño, mi bizcochito ―susurró contra mi pelo y el temblor en sus hombros me hizo saber que lloraba― ¿estás bien? ¿Te hicieron algo?

―Estoy bien ―cansado, herido en mi alma y en mi corazón, pero no me habían hecho el tipo de daño por el que mi dada preguntaba.

―¡Rhea! ―Atlas gritó mi nombre desde la puerta, la cabaña no era tan grande, dada me apartó un poco de papá para poder empujarme despacio hacia afuera a que saludara a mis hermanos, pero antes de ir miré a Min-Jun, estaba de pie al borde de la cama, encogido, con la cabeza agacha, miré los ojos azules y amarillos de mis padres.

―De verdad no fue su culpa ―busqué la mirada de Min-Jun, no quería que mi familia lo hiriera por error.

―Está bien, nos lo explicarás, pero sal para que tu familia te vea ―dada se limpió las lágrimas de los ojos y salí al exterior, las nubes del cielo estaban anaranjadas, la lluvia había dejado de caer, di dos pasos afuera, la briza marina alcanzó a entrar solo un momento en mis pulmones antes de ser tacleado por mis hermanos, Themis, Atlas, Len, los tres me aferraron con fuerza y me envolvieron en ellos.

―¿Estás bien? ¿No te hicieron nada? ―la voz de Len sonaba llena de angustia, yo asentí lo mejor que pude, mis hermanos, Atlas y Themis me abrazaban tan fuerte que dolía, todos eran más altos que yo así que me envolvían por completo, pero al fin los tenía a mi lado, sabía que la angustia que debían de haber sentido era tremenda, y aunque yo tenía mi propio dolor, al menos ahora podía aliviar un poco del suyo, así que los abracé, acaricié sus espaldas.

―No pasa nada, estoy bien... ―les susurré como cuando eran niños, lo que logró que Themis sollozara aferrándose a mí y Atlas le siguiera, un suspiro triste se me escapó y cerré los ojos mientras los abrazaba más y sentía a mis papás salir de la cabaña para envolvernos a todos.

―Mis cachorros... ―susurró papá mientras él y dada nos aferraban, apenas si podía respirar siendo el centro de ese círculo, pero era la asfixia más hermosa del mundo porque al fin estaba en casa. Y es que mi hogar se encontraba donde estaban ellos.

Creo que hubiesen deseado no soltarme nunca, pero otras voces comenzaban a llamar mi nombre, el tío V, la abuela Saskia, Len me soltó suave, primero me miró a los ojos y me acarició el cabello, luego abrió el espacio para dejar que se acercara mi abuela, quería abrazarme, mis padres me soltaron también, incluso Themis pero Atlas no quería y le besé la mejilla para calmar su angustia, entonces caminé hasta mi abuela y ella me envolvió en sus brazos, tío V, todos me sonreían con alivio. Pero los había mirado solo a ellos, de pronto me pregunté dónde estaba Mars, sabía que solo él podía haberlos guiado hasta mí, busqué con los ojos al resto de la multitud, no eran tantas personas, un par más de nuestro clan, la tía Dalia, el tío Cris, otro par de personas que no conocía que debían ser de distintos clanes, reconocí a Gael, pero Mars no estaba.

―Se quedó en la isla principal ―mi hermana leyó mi pensamiento y entonces achiqué los ojos para tratar de divisar la costa donde un grupo grande de personas parecía moverse. Me dolió, pero al mismo tiempo me llené de un incomprensible alivio, era como si no quisiera verlo, no por el momento, no justo en este instante. Quería regresar a casa, dormir, entregarme al cansancio y acostarme en la cama con mis papás, sin importar que estaba demasiado grande para eso.

―¿Cómo pasó? ―me preguntó tía Dalia, entonces me volteé, buscando a Min-Jun, quería ver si había salido de la cabaña, quería verlo, explicarles.

Y me congelé cuando lo vi salir por la puerta arrastrado de un furioso Zhirayr ¿En qué momento...? Debió ser cuando mis hermanos y mis padres me abrazaban. Ni siquiera lo pensé, me solté de los brazos de tía Dalia y corrí hasta él hecho una furia, Min-Jun estaba encogido de nuevo, su expresión había vuelto a transformarse en la de un muchacho torturado, su líder lo sujetaba del brazo, pero me abalancé contra él con tanta fuerza, tan de improviso, que lo atrapé de sorpresa, lo empujé para alejarlo de Min-Jun, lográndolo, y haciéndolo trastabillar.

―¡Rhea! ―dada se escuchaba preocupado pero en mi cabeza solo sonaba un pito insistente de rabia.

―¡No te atrevas a tocarlo de nuevo! ―me puse entre él y Min-Jun.

―Vaya que eres belicoso, Rhea, me gusta tu carácter ―estaba serio, me hizo sentir asco―, y no sé qué mentiras te haya dicho ese chiquillo, pero actuó solo ¡Mi clan no tuvo nada que ver! ¡Lo hizo por su cuenta! ―sonaba convincente, miró a tía Dalia, a Gael, pero ninguno parecía creerle el cuento, yo no lo hacía, yo sabía lo que había pasado, las atrocidades que había hecho― ¡Di la verdad, Min-Jun!

―Lo hice por mi cuenta ―escuché su susurro y lo miré sorprendido, escandalizado.

Voz de líder.

No debí dejarlo solo, no debí haberme lanzado a los brazos de mi papá, cuando me había separado, cuando me había dejado envolver por ellos... Zhirayr había aprovechado de actuar.

―¿Lo ven? Yo no tenía idea ¡Quería obtener a Rhea con una pelea limpia! Este inútil simplemente quiso raptarlo para tenerlo él solo ―pero yo ya no lo escuchaba, miré a Min-Jun, sintiendo que me dolían los ojos muertos con que parecía ya no ver nada, encerrado, encadenado dentro de sí mismo.

No dejaría que Zhirayr se saliera con la suya. Lo abracé con fuerza.

―Yo sé la verdad, yo te creo ―le dije al oído para que solo él me oyera y creo que por un segundo, cuando nos miramos a los ojos, la vida regresaba a los suyos.

Entonces enfrenté a Zhirayr.

―Cometiste un error muy grave al querer convertirme en tu perro ―mi voz nunca había sonado tan adulta, o tan amenazante, la aspereza que tenía por el cansancio de los gritos no le quitaba poder. Fue tal que le borró a ese alfa la expresión fingida de la cara, haciéndolo lucir serio, molesto por mi ofensa―. No te tengo miedo, sé lo que eres, lo que has hecho, lo sé todo, sé la clase de escoria que eres y ya no hay nada más en lo que puedas convertirte, esto es todo lo que lograrás en tu vida, esto es todo lo que eres, y eres patético. No te tengo miedo ―le repetí alzando la barbilla―, pero tú me has vuelto tu enemigo, un enemigo desconocido, con una larga memoria, y no sabes en lo que lograré convertirme. Créeme Zhirayr ―mi voz salió helada como el puñal que se entierra de frente en tu garganta―, no me verás venir cuando te ataque. Así que vive con miedo, cuidando tus espaldas... porque no miento cuando te digo: deberías temerme.

Un silencio nació provocado por mis palabras... no, no eran solo palabras, eran una promesa.

―¿Pretendes que creamos que no tuviste nada que ver? ―tía Dalia rompió la sorpresa y encaró a Zhirayr, mi papá de pronto me agarró por los hombros, apartándome.

―No te acerques a él, Rhea ―pero yo no quería dejar a Min-Jun solo, no después de lo que había hecho por mí, no lo merecía, no podía simplemente dejar que regresara a ese infierno en vida.

―No necesitas creerme a mí, él mismo lo ha admitido, nunca le ordené que hiciera nada, sería absurdo ¿para qué me habría molestado en desafiarlos entonces? Fue cosa de él solo, mi clan no tuvo nada que ver ―negó con la cabeza.

―¡Eso es mentira! ¡Le dio una orden! Como las que usan los alfas con los omegas, la voz de líder... Min-Jun no se puede resistir ―necesitaba que lo supieran, miré a mi papá, desesperado, a mi dada, a tía Dalia, encontré caras de sorpresa, ceños fruncidos y algo de incredulidad. Zhirayr se había recuperado de mi ataque y soltó una risa incrédula.

―¿Eso es lo que te dijo? Es mentira, es un mentiroso, miente porque nadie en el clan lo acepta y dirá lo que sea para ser aceptado ―quise saltar contra él, quise atacarlo para que no volviera a sonreír nunca. Mi papá me retuvo firme en sus brazos.

―Calma ―me susurró, pero ¿cómo quería que me calmara? ¿Cómo podía pedirme que lo hiciera? Min-Jun tenía mi edad, él tampoco era culpable.

―Aun si lo que dices fuera cierto, y él actuó solo ―Gael se acercó al grupo, estaba muy serio―, él es miembro de tu clan, tú eres responsable por todo lo que tus lobos hagan, con o sin tus órdenes, raptó a Rhea, y él y tu clan deben pagar el precio de haber roto las reglas. Entrar sin permiso a la sede de otro clan, atacar antes de tiempo en un desafío ―lo miraba serio―, eres responsable, eres el líder, es tu culpa.

―Lo expulsaremos si es necesario ―me sorprendí por las palabras del desgraciado, Min-Jun no reaccionaba, actuaba como una estatua, me destrozaban sus ojos sin vida― recibirá un castigo entre los suyos, no dejaré que el clan sea castigado entero por la estupidez de un chiquillo obsesionado.

―No lo decidirás tú ―tía Dalia miró a Gael―, esto reclama un juicio, escucharemos todas las partes, un juicio para Min-Jun... decidas exiliarlo o no ―lo miró seria y luego volteó a Zhirayr―, para tu clan.

―Los clanes que decidieron tomar partido por un clan o por otro deberán estar presentes ―acordó Gael―, los que tomaron parte del conflicto tendrán voz en el resultado, el desafío de hoy a las doce se transformará en un juicio abierto ―sentí satisfacción al ver la disconformidad de Zhirayr, pero mi preocupación por Min-Jun continuaba.

―Bien, entonces volveremos todos a nuestros clanes y nos reuniremos en unas horas ―el cansancio pesaba en cada uno de los presentes, era evidente, pero cuando Zhirayr quiso ir a sujetar a Min-Jun miré a tía Dalia, desesperado.

―Por favor... sé que es cierto ―le rogué.

―Espera ―ella se puso en su camino y miró a Min-Jun, muy seria―, tú dices que es mentira, pero no puedo solo confiar en tu palabra, tenemos que tomar en cuenta lo que dice Rhea.

―¡Pero si son locuras de un chiquillo! ―pero mi tía se mostro firme.

―Sea como sea, nos lo tomaremos en serio, sería absurdo no hacerlo y dejar que te lo lleves, o que lo maltrates para amenazarlo, no... ―miró a Gael, que asintió levemente con la cabeza―, hasta el juicio será Montaña quien se quede con Min-Jun ―la furia en los ojos de Zhirayr fue real, vi al asesino frente a mí, pero estaba decidido a no sentir miedo, no de él.

―Bien ―gruñó y escuché el sonido de un motor, Abu y la tía Merel venían conduciendo un pequeño bote hasta nosotros. Nos subimos todos menos Zhirayr, mi papá le gruñó cuando trató de entrar con los demás.

―Estás más loco de lo que pensaba si crees que eres bienvenido ―le dijo dada y el bote echó a andar, fue un alivio porque no habría podido nadar de vuelta, el sol de la mañana iluminó la playa, estaba tan cansado, los demás se sentaron en el suelo, mi papá me abrazó sin querer soltarme, miré a Min-Jun, que iba en silencio.

―De verdad no miento, papá ―hundí el rostro en su pecho― y sé que Min-Jun no me mintió tampoco ―me aferré a él con fuerza―, me dejó llorar porque le ordenó raptarme y no dejarme huir, pero sabía que si lloraba podrían encontrarme, por eso me dejó hacerlo, él no quería que me pasara nada malo ―necesitaba que lo entendiera, papá me acarició la espalda.

―Lo hablaremos cuando volvamos a la sede, calma... ―estaba agitado, lo sabía, pero es que en serio no quería que nada le pasara.

―Prométeme que no le pasará nada ―lo miré anhelante, sabía que no era justo, que mucho de lo que pedía no estaba en sus manos, sabía que estaba actuando como cuando era un niño y le rogaba que fuera mi héroe, pero sabía que si lograba que me lo prometiera, mi papá haría lo que fuera por cumplir su palabra, haría lo imposible para que estuviera bien.

―Rhea... ―apretó los labios, parecía contrariado, pero no pudo terminar de hablar porque arribamos a la orilla, de pronto fui muy consciente de que iba solo envuelto con una sábana en mi cadera. Allí estaba repleto de personas que no conocía, algunos en forma de lobo, pero la mayoría como humanos ya. La primera cabeza roja que vi fue la de Vatra, el líder de Desierto, se acercó a la orilla del barco, mi papá me cargó para bajarme, me habría avergonzado si no hubiese querido no separarme nunca de él (y porque seguro se me habría caído la sábana en el intento). Él se acercó a mí con unos ojos muy serios.

―Me disculpo contigo, Rhea, por lo que mi nieto ha hecho, por su injustificable tardanza ―la mención de Mars trajo una puñalada a mi corazón, mi papá me aferró contra su pecho, pero yo no quise ocultar la cabeza, enfrenté esos ojos y busqué a Mars con la mirada, lo encontré junto a su hermano mayor, lucía molesto, pero Mars tenía la cabeza agachada, no se atrevía a mirarme. Pude reconocer la vergüenza en sus hombros caídos, en su rostro oculto. Me dolía verlo, me dolía sentirlo, sabía que él no me quería, que amaba a alguien más. Encontré los ojos de su hermano porque los suyos se negaban a mirarme, Ignis me observó con rabia y vergüenza también, pero la suya era vergüenza por la reacción de su hermano, por no haber sabido hacerlo reaccionar ¿qué se suponía que hiciera? ¿Qué se suponía que sintiera ante el alfa que era mi destino pero había tardado horas en ir por mí? ¿Qué se suponía que hiciera con el instinto que me pedía buscarlo tan intensamente?

―Papá ―vi su rostro molesto, busqué a dada, solo él podría calmarlo, cuando lo llamé con la mirada se acercó a nosotros y tomó suavemente a mi papá de la mano para que me bajara y soltara. Cuando lo hizo no se me perdieron los ojos traicionados de incomprensión absoluta que papá le dio a su esposo, pero dada le indicó con un solo gesto que me dejara, que comprendiera. Yo caminé hasta llegar frente a Mars en una playa que de pronto se encontraba muy silenciosa, expectante, me detuve a un paso de él, me di cuenta de su altura, de que su cuerpo no tenía tantos músculos pero era definitivamente fuerte, de la palidez que solo puede venir de vivir en un clima frío. Entendí que estaban furiosos por el tiempo que había tardado en ir a socorrerme, que de algún modo lo habían descubierto, que no había sido por su iniciativa el venir a encontrarme, que de allí venía la rabia que sentía desde mis hermanos hacia el alfa que tenía en frente―. Te perdono ―mi voz salió gastada y cansada, él alzó los ojos entonces, a mirarme con sorpresa, y me encontré con un rostro de facciones firmes, pero que típicamente se considerarían «amables», con una nariz delgada y un poco respingada, labios ligeramente gruesos, pestañas pobladas y oscuras, ojos grandes marcados por ojeras azules. Estaba confundido, su mirada rojiza en otra ocasión me habría hecho sonrojar, pero estaba muy cansado y esto no se trataba de él, sino de algo que sentía que debía hacer por mí.

Dada alguna vez me dijo que odiar a alguien, guardarle rencor, era como beber veneno y esperar que sea la otra persona quien muera. Yo podía beber del veneno que me daría odiar a Zhirayr, era lo suficientemente fuerte como para soportar la ponzoña que bebería por odiarlo. Pero aquel que recibiría de odiar a Mars, de guardarle rencor... sería demasiado amargo, odiarlo no podría traerme más que miseria y dolor. Lo perdoné no para que mi perdón lo hiciera correr a mi lado, lo perdoné para que mi herida no sangrara hasta destrozarme. Tal vez era egoísta perdonarlo por mí y no por él, pero encontrar en ese instante bondad en mi interior o la admiración que sentí por él alguna vez, habría sido pedirme demasiado. Mis motivos eran para mí, no eran generosos, pero podía vivir con ello. Me acerqué a papá, su mandíbula estaba tensa, mis hermanos enseñaban los colmillos, Len negaba con la cabeza. Dada parecía el más tranquilo de la manada.

―Vamos a casa ―pedí y estiré los brazos hacia mi padre, no me importaba si comentaban, quería que me cargara, estaba agotado y sabía que él preferiría llevarme a que caminara. Me abracé a su cuello y él me sostuvo con un brazo en mi espalda y el otro en mis piernas, descansé mi mejilla en su clavícula, quería dormir, todo mi cuerpo me lo pedía, pero quería mirarlo una vez más, antes de dejarme llevar a lo onírico―. Min-Jun ―le observé desde arriba, desde el lugar más seguro del mundo. Mi papá me apretó más contra su cuerpo―, te veo.

Y quise que fuera lo último que mirara antes de cerrar los ojos y concentrarme en el palpitar acelerado del corazón que me sostenía. El movimiento de sus piernas corriendo, el calor de su cuerpo cuando su piel se transformó en un pelaje oscuro... me reconfortó lo suficiente como para hacerme dormir.

Jae

Sabía que cuando regresara, mi pequeño se aferraría a Arny, hubiese sido injusto que me quejara cuando sabía que si aquello hubiese pasado con cualquiera de nuestros otros hijos, ellos me habrían buscado primero. Arny y Rhea siempre habían tenido una conexión especial, y lo cierto es que me gustaba que la tuvieran, que mi pequeño confiara en nosotros y buscara seguridad en su padre, porque habría sido peor si no se hubiese sentido así por ninguno de nosotros y hubiese buscado esa confianza en alguien más, de afuera.

Eso no significaba que todo lo que había pasado no me hubiese sorprendido. Corríamos de vuelta a casa porque el camino más directo era por el bosque y los vehículos habían quedado todos en el centro de reunión. V y otros de la manada habían ido hasta allá por ellos, pero nosotros nos dirigimos a casa, allá todos querrían ver a Rhea y cerciorarse de que se encontraba bien. Pero las escenas se repetían en mi cabeza, Rhea, enfrentándose a Zhirayr para proteger al que, hasta mayores explicaciones, había sido su captor. Los ojos de mi hijo cuando se había enfrentado al líder de Océano me habían estremecido todos los huesos. Lo cierto es que en facciones y en su cuerpo Rhea se parecía mucho a mí, no se notaba tanto gracias a su piel tostada pero realmente era similar, sin embargo en ese instante... en ese instante Rhea me pareció muy hijo de su padre. Más seguido de lo que creían Rhea se parecía a Arny, en sus actitudes, en su forma de saltar, cuando la calma que era siempre su interior de pronto se transformaba en tormenta. Verlo descansar en los brazos de mi esposo me alivia, nadie sabe mejor que yo que allí no hay peligro.

Pero no dejo de pensar en Min-Jun. La situación es compleja. Rhea decía que estaba siendo forzado, necesitaba que lo explicara bien, pero si había entendido lo que insinuaba, Zhirayr estaba usando en él algo que funcionaba como la voz de alfa en los omegas. Rhea parecía convencido de ello, pero ¿y si el muchacho mentía? Mi hijo no parecía creerlo y me sentía muchísimo más inclinado a creerle a él que a esa escoria de Zhirayr, porque eso de que él no tuviese nada que ver, era claramente falso pero ¿y si el muchacho había engañado a Rhea? Pero en tal caso ¿por qué lo habría dejado llorar? Era obvio que podría haber usado su voz de alfa para callarlo, pero no lo había hecho, lo había dejado usarla, para pedir ayuda. Era demasiado confuso... y sus ojos muertos por dentro me hacían temblar, era demasiado niño para mirar de ese modo, para conocer lo que mataba a alguien en su interior y los hacía mirar así. Sabía que a nadie le agradaba mucho en nuestro clan por cómo había nacido, pero eso no había sido su culpa, sin embargo, sí sabíamos que tenía sentimientos por Rhea, y el que lo hubiera robado de nuestra sede no ayudaba a despertar ninguna simpatía entre los nuestros.

Y sin embargo mi hijo se había enfrentado a ese monstruo por él, lo más probable era que nos enfrentaría a nosotros también para defenderlo. Rhea siempre elegía la opción pacífica, y Zhirayr le había causado más de una pesadilla, pero se había olvidado de todo eso, había saltado como un lobo a gruñirle para defender a Min-Jun de un modo que no había hecho por sí mismo cuando ese desgraciado se interesó en él la primera vez. Tenían que haber motivos y los escucharíamos porque yo quería comprender.

En casa nos recibió toda la familia en pie, querían acercarse a Rhea, tocarlo y verlo abrir sus ojos, comprobar que respiraba, pero Arny les pidió en voz baja que no lo despertaran porque, después de lo vivido, necesitaba descansar. Subimos a la habitación en el segundo piso, ninguno de nosotros parecía dispuesto a separarse de él. Seis personas en una cama matrimonial no era una tarea fácil, pero jamás le hubiese pedido a ninguno de ellos que se marchara, Len terminó durmiendo a mi espalda, Rhea entre nosotros y los gemelos medio encima de todos, pero su peso era agradable. Y lo cierto es que, aunque no fuera lo más cómodo del mundo, si no hubiesen estado allí, no habría podido dormir.

Nos despertaron dos o tres horas después, cuando abrí los ojos no estaba realmente seguro de cuánto tiempo había pasado. Pero al mirar el reloj eran cerca de las diez de la mañana. Teníamos que estar en el centro de reunión a las doce, teníamos que alistarnos, comer algo y escuchar todo lo que Rhea tuviera que decirnos. Así que me puse a la tarea de levantarlos a todos. Mandarlos a la ducha para quitarse el agua salada de sus cuerpos, bien pensado tendríamos que haberlo hecho antes de dormir, pero el cansancio de una noche larga había sido demasiado. Todos obedecieron, hasta los gemelos que eran reacios normalmente a bañarse, Rhea tuvo que ponerse una camiseta de Themis y unos pantalones de Atlas, porque habíamos entregado toda su ropa. Él no se quejó, estaba taciturno. Bajamos al salón y casi toda la familia estaba allí, solo faltaban los que tenían bebés pequeños, cuyas parejas humanas se estaban encargando de ellos. Nos sentamos a la mesa en un desayuno cansado y extrañamente silencioso, hasta que Dalia rompió el silencio.

―¿Qué pasó, Rhea? ―todos los ojos se dirigieron a mi hijo. Él bebió un trago de su leche caliente y miró a su tía. Entonces empezó a hablar.

La historia que contaba me dio escalofríos. No empezó por el rechazo, sino con un «quería poder sentir mi tristeza así que le pedí a Len dejarme solo... entonces llegó Min-Jun». Contó cómo le había dado órdenes deshaciéndose en disculpas, cómo habían llegado hasta esa isla. Sentí un horror auténtico al oír lo que el muchacho le había dicho, que lucharían para elegir con quien «aparearlo», pero el relato no se detenía allí, Rhea no dejó que nadie alcanzara a asimilar eso siquiera cuando habló de que Zhirayr había forzado a Min-Jun a desafiarlo a los doce años, para satisfacer a su clan y para usar lo que describía como «la voz de líder» en él, el proceso sonaba enfermo y retorcido. Rhea lo había dicho todo de forma genérica, tal vez sin querer exponer demasiado de las cosas que Min-Jun le había contado en confidencia, solo lo necesario para que entendiéramos.

―Él había escuchado fuera de la ventana, sabía lo de... él ―es doloroso ver cómo no es capaz de decir el nombre de Mars, como se estremece su pequeño cuerpo ante la sola idea―, no podía dejarme huir por la orden que recibió pero... me dejó llorar, para que pudiera llamarlo, para que ustedes me recuperaran ―sus ojos cristalinos miran a todos― ¡Tenemos que ayudarlo! Él de verdad no quería hacer nada de eso, yo lo juzgué mal... pero no es su culpa, en su clan lo odian, está lleno de cicatrices ―apenas le salía la voz, estaba casi afónico por haber gritado tanto llamando a su destino durante la noche―, de todos modos no habría podido decir la verdad pero... si no me hubiera separado ¡Estoy seguro de que Zhirayr le ordenó decir que era solo culpa suya cuando me abrazaban, pero sé que no lo es! ―buscó los ojos de Arny, agonizante―, no me mintió, papá, en serio ―mi esposo estaba muy serio.

―¿Qué podemos hacer? ―sus ojos viajaron hasta Dalia que lucía contrariada―, es evidente que lo que Rhea cuenta tiene mucho más sentido que la versión de Zhirayr, si ese chiquillo de verdad hubiese actuado solo no lo habría dejado llorar por ayuda, sabiendo que alguien lo escucharía.

―El problema es que no tenemos cómo probarlo, es nuestra palabra contra la de él, peor, la palabra de Rhea ―Dalia miró a mi hijo que lucía ofendido―, no es nada contra ti, es que eres menor, en un juicio de clanes, tu declaración podría ser escuchada pero no tomada en cuenta, no realmente hasta que cumplas al menos quince.

―Pero hay que hacer algo... no es su culpa, no lo es ―sonaba terco, decidido―, lo que le ocurre es tan injusto ―se le iba el sonido en algunas letras de las palabras―, no es libre, no puede ni defenderse por culpa de Zhirayr y no hay forma de liberarlo ―de cierto modo, la voz de líder de la que hablaba era peor que la de alfa. Un omega podía ser liberado si otro alfa le ordenaba dejar de obedecer órdenes (claro está, si es que era un omega sin morder, un omega mordido tendría que obedecer a su alfa y no podría acatar la voz de ningún otro), pero Min-Jun... él no podía ser liberado por nadie, solo por el mismo desgraciado que lo tenía capturado.

―Trataremos de pensar en algo, Rhea, nuestra prioridad es que esto no pase de nuevo, pero haremos lo que podamos... ―Arny no había sonreído, había escuchado a nuestro hijo sentado entre nosotros con un rostro tenso y molesto, extrañaba su sonrisa, quería que volviéramos a nuestra casa para hacerlo sonreír de nuevo, aun si tomaba tiempo.

―Dada... ―la mesa había empezado a murmurar, conversar, opinando de todo, el ruido se extendió y Rhea aprovechó esa distracción para decirme algo solo a mí―, de verdad hay que ayudarlo, no lo entendí al principio pero, me preguntó «por qué te aman tus padres» como si necesitaras motivos... ―me estremecí por completo―, me lo preguntó porque no lo sabe, dada, nadie lo ha querido.

De pronto se me quitó el apetito. Y es que eso era algo que entendía demasiado bien y Rhea lo sabía... no era fácil vivir con padres que necesitaban motivos para quererte y a veces ni con razones resultaba. Por supuesto que a Rhea le habría costado comprender algo tan cruel como aquello. Y ahora me lo decía porque sabía que yo lo entendería, quería que lo comprendiera para que sintiera necesidad de ayudarlo. Buscaba hacerme sentir empatía, muy manipulador de su parte en realidad, pero no lo culpé por ello, estaba desesperado. Tendríamos que ayudar a Min-Jun, porque no creo que Rhea sea capaz de mirarnos de nuevo si no hacemos nada.

• • •

¡Hola! ¡Es mi cumpleaños!

Pensaba decirles al final de la nota en un PD, pero luego pensé que tal vez allí no lo leerían así que lo puse acá porque deseo saludos xD (y les recuerdo que preguntar la edad no es del todo educado(?))

Dicho eso, espero que hayan disfrutado este capítulo, Rhea está de vuelta con sus padres, este fue un poco más de transición a mi parecer, pero tiene escenas que me gustan bastante (como la de Rhea enfrentando a Zhirayr, tenía una de las frases que le dice escrita hace semanas).

 Estoy emocionada, con el capítulo de hoy completamos un tercio de la historia. O sea, nos falta más de la mitad, pero ya llevamos un tercio y creo que es bastante.

Muchísimas gracias por leer, votar y  estrellitosear, me hacen muy feliz. Nos veremos el miércoles con un nuevo capítulo, como todas las semanas. Gracias por tanto.

SCiel

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