El día en que mi reloj retroc...

By Marluieth

660K 130K 85.5K

¿Qué harías si un día lograras regresar tu vida desde el principio? Helena Candiani pudo hacerlo. No sabe có... More

Prólogo
1. Lo que fuí
2. El veneno que no quise ver
3. El acabose
4. Cuando despierta una estrella
5. Mi comienzo
6. Una nueva vida
7. Charly
8. Déjà vu
9. Argelia
10. Lucha de egos
11. Contra corriente
12. Una deuda pendiente
13. San Valentín
14. Detonante
15. Adicciones y otras cosas
16. La historia de un riñón
17. El jardín de las pitayas
18. Una fiesta de niños
19. La casa del monje
20. Bajo una nueva luz
21. Zona Cero
22. Principio de doble efecto
23. Damasco Cortés
24. Indicios
25. Corvus
26. Carpe Noctem
27. Remembranza
28. Estigma
29. La serpiente del Edén
30. Las hermanas de la Merced
--•Espacio para fanarts•--
31. Bajo Juramento
32. No todos los caminos llevan a Roma
33. Una descarga y una verdad
34. El museo
36. Marbella Duchamps
37. Una fachada perfecta
38. El novenario luctuoso
39. Alyeska Bélanger
40. Puesta de Sol
41. Las cartas
42. El mensaje oculto
43. La hoguera y el pájaro
44. Planes y costumbres
45. "V" de Vendetta
46. Verónica Burdeos
47. La madre superiora
48. La pieza que faltaba
49. Lyoshevko Lacroix
50. El Coliseo de las Bestias
51. La marca y la lechuza
52. Suspensión Activa
53. La hora de las bestias, los espíritus y los malditos
54. Bailes que matan
55. La Resistencia
56. Libertad
57. La Máscara Tribal
58. La Permuta del Siglo
59. Herejía
60. Resplandor
61. Hypnos I
61. Hypnos II
62. La prima hora I
62. La prima hora II
63. La Pastorela
64. El último cuervo blanco
65. EL día en que mi reloj retrocedió
꧁༒☬ Epílogo ☬༒꧂
❧Dudas y Curiosidades del Reloj❧

35. Cuando las máscaras caen

5.9K 1.6K 1.6K
By Marluieth



"Tú lo llamas tiempo, pero yo solo veo laberintos en forma de espiral"

Cómo pude me las ingenié para salir de la bodega, pero casi me tuve que arrastrar escaleras arriba. En algún punto creí escuchar a la tela de mi falda atorarse con algo y rasgarse, también me raspé los codos y las rodillas pero fue lo que menos me importó.

El ambiente ya no era gélido pero seguía igual de húmedo y asfixiante, y la cabeza me daba tantas vueltas que me era difícil enfocar. Pero tras unos cuantos tropezones finalmente llegué a la cima de los peldaños y empujé la puerta de la bodega con las pocas fuerzas que me quedaban.

Al salir inhalé con muchísimas ansias aquel aire impregnado de líquido limpiador para pisos y finalmente mis rodillas cedieron, desplomándome en el piso en cuanto vi la luz artificial brillando sobre mi ropa, pero se sintió como si fuera el mismísimo astro de la salvación.

No sé cuanto tiempo estuve así. Escuchaba a distintas voces gritar mi nombre con preocupación, buscándome, algunas estaban más cerca que otras, pero mi cuerpo simplemente no me respondía. Supongo que así debía ser estar en estado de shock.

Después de un rato que me pareció eterno , escuché el sonido de unos pasos lo bastante cerca. Y levanté la mirada solo para encontrarte con ese par de piernas alargadas, portando el pantalón escolar y por supuesto, esos clásicos Balenciaga blancos tratados como si los hubiera adquirido en un enorme árbol que en lugar de frutos, daba zapatos caros cada 5 minutos.

"¿Sabes por cuánto tiempo te estuve buscando pedazo de Moco?"—su voz sonaba molesta, impaciente y sus ojos verdes brillaban como escupiendo mil maldiciones—"¿Por qué no me contestas?"

Pero fui incapaz de mover mis labios. En cambio, levante una mano temblorosa para tocar la tela de su pantalón... necesitaba sentir que era real.

En ese momento su mueca de impaciencia y fastidio se desencajó por completo y casi cayó de rodillas frente a mí al advertir el estado en el que me encontraba.

"Hey..."—puso una de sus manos sobre mi frente sin reparar demasiado en nada, su piel se sintió fresca. Pero por alguna razón estaba justo a la temperatura de lo que necesitaba sentir y cerré los ojos bajo su tacto—"Creo que tienes fiebre..."

Ah. Entonces era eso.

"Yo no... Yo puedo..." —musité, tratando de incorporarme un par de veces sin nada de éxito. Mis rodillas cedían una y otra, y otra vez.

"Espera"—me sostuvo por los hombros como si temiera que me desmoronara ahí mismo—"Te vas a caer"—deslizó sus manos con suavidad hasta llegar a cada una de mis muñecas para rodearlas con firmeza—"Agárrate de mí"

Ante el gesto, hundí mi cabeza en su pecho hasta que mi frente quedó contra la tela blanca de su camisa escolar y casi pude sentir su corazón acelerar su paso—"¿Alguna vez han cobrado vida tus pesadillas?"—le pregunté, refugiándome en el calor que emitía su cuerpo.

Sentí sus músculos tensarse pero de igual forma se obligó a rodearme con los brazos, incómodo y recargó su barbilla sobre mi cabello. Inhalando el aroma que emitía mi shampoo como para encontrar él también algún tipo de paz.

"Shhh hey..."— musitó, abrazándome con la fuerza suficiente como para levantarme del abismo sin romperme—"Todo está bien"—aseguró—"Estamos en el museo, estás despierta y y estoy aquí"

Me aferré con más fuerza.

"Todo está bien"—repitió.

Sentí dos espesas gotas de agua formarse en mis lagrimales para después rendirse sobre mis mejillas —"¿Y entonces por qué siento que ellas están más vivas que yo?"—después me desvanecí en sus brazos. Por aquel entonces él ya era mucho más grande que yo y para mí, en ese momento Alan Garcés se sintió inmenso. Más inmenso incluso que Dios. Por más blasfemo que suene.

   *****

Sentí un dolor agudo punzándome sobre las sienes. Y cierta suavidad me rodeaba, abrazando mi silueta y desplegándose bajo el peso de mi cuerpo. Cada fibra de mi piel se contraía, temblaba pero aún así encontré una especie de sosiego en la delgada sabana que me cubría hasta llegarme a la mitad del torso.

"Cuando te está bajando la fiebre se siente como una mierda ¿verdad?" —escuché una voz bastante familiar articular a un costado.

Abrí los ojos un par de veces para enfocar, solo para encontrarme bajo un techo inmaculadamente blanco, de superficie rugosa. Pestañeé un par de veces para acostumbrarme a la luz.

"¿Donde estoy?" —quise saber. Sentí de inmediato mis labios y mi garganta secos. Y mi voz salió muchísimo más débil de lo que habría querido.

"En una fiesta muy loca, en medio de la playa"—escupió en tono sarcástico, pero luego se encogió de hombros y se frotó la nuca—"En el hospital local ¿dónde más?"

"¿Cuanto tiempo dormí?"

Entornó los ojos con hastío pero no me contestó. En cambio me ayudó a incorporarme sobre la cama y me pasó una botella de agua de mala gana. Su rostro era de molestia, de fastidio y también algo de cansancio, pero no dijo nada. Parecía estar haciendo un esfuerzo sobrehumano por controlar esa impulsividad tan característica en él, con la finalidad de ocultar todo lo que verdaderamente pensaba o quería decir.

Miré a mi alrededor escudriñando cada rincón del lugar; una mesa de cristal redonda, un par de sillones amplios forrados en azul marino, una silla con un montón de ropa doblada y sucia que asumía que era mi uniforme, algunas revistas, una lámpara de escritorio sobre el buró, un teléfono y otra silla al costado de la cama de hospital, en dónde él estaba sentado.

"¿Donde están mis otras cosas?"—quise saber evitando mencionar que ni eran mías y que de hecho, las había robado unas horas antes de la bodega del museo.

Pero ese fue el único detonante que necesitó para explotar porque su rostro se nubló y mi pregunta pareció destrozarle de golpe todas esas murallas frágiles que se había impuesto a sí mismo como para lograr una especie de auto control del carajo.

"¿¡Cuáles!?"—se levantó exaltado—"¿¡Te refieres a esos papeles llenos de blasfemias que te metiste debajo de la blusa!?"

Lo miré estupefacta. Mi boca haciendo una perfecta "o" que no se esforzó por ocultar mi sorpresa, ¿que demonios le pasaba? Lo sabía impulsivo y odioso pero esos arranques incluso eran exagerados para él.

Caminó como animal enjaulado, yendo y viniendo de un lado a otro, acomodándose el cabello un par de veces con frustración, enfado, pero también había un poco de preocupación en sus gestos.

Y finalmente se rindió y se dejó caer nuevamente sobre la silla. Apoyando sus antebrazos sobre los muslos de sus piernas. Fijando la vista quien sabe dónde.

Me limité a mirarlo. Y luego carraspee la garganta un poco, para poder hablar sin sonar como un enfermo terminal suplicante:

"Solo te pregunté por mis cosas, pero estás actuando como si acabara de decirte que pienso iniciarme en una secta cannibalista" —me quejé.

Él resopló por la nariz cuál toro enojado y luego se frotó la nuca y la frente con las palmas. Afuera la luz del Sol comenzaba a ser escasa y aún así, lograba acariciarle las puntas sueltas de aquella melena lacia y recién revuelta. Y las pequeñas chispas doradas esparcidas caprichosamente sobre su par de iris, brillaban de una manera especial.

Tal vez en ese momento descubrí que de hecho me gustaba hacerlo perder los estribos. Y puede que fuera porque de alguna forma Alan Garcés representaba todo lo que yo consideraba que estaba mal en el mundo. O tal vez porque me recordaba un poco a Daniel Robles y el hecho de hacerlo cabrear para mí era un tipo de venganza indirecta e inconsciente.

"Que guapo eres"—observé—"Debería ser ilegal para un mocoso verse así de bien aunque se sienta de los mil demonios"

Observé los músculos de sus hombros anchos contraerse bajo la ropa con cierta tensión.

Quedaba claro que ahora el sorprendido era él porque se giró como relámpago para escanearme la cara, con los ojos entornados en confusión. Su rostro parecía haber perdido toda la ira acumulada y también toda la compostura. Y me miraba. Me miraba con una tenue coloración en las mejillas que sólo podía significar una cosa.

Pero pronto su mirada se volvió a oscurecer y hundió profundamente el entrecejo, cortando de golpe el contacto visual. Como si el solo hecho de mirarme también le desencadenara un montón de sensaciones incómodas y extrañas que lo hacían entrar en una encrucijada.

"¿Le dijiste lo mismo a Deimos?" —soltó. Tenía la mandíbula tensa. Y una expresión fría y circunspecta. Su tono era cruel.

"Más o menos" —admití.

"Y luego lo besaste..."

"Y luego lo besé"

"¿Y te gustó?"

"¿Por qué tanta curiosidad?" —quise saber—"¿Quieres que te bese a ti también para ver si te gusta?"

Sus ojos se oscurecieron como nunca antes. Y soltó una risa amarga y sarcástica por lo bajo.

"¿Tan poco significan para ti ese tipo de cosas?"

Me encogí de hombros.

"Yo aprendí hace mucho tiempo que un beso sin amor es solo un gesto vacío"—respondí, mientras miraba como los últimos rayos de Sol dejaban de acariciarle el cabello—"Así que supongo que eso contesta tu pregunta"

Un silencio incómodo se adueñó del ambiente. Y entonces me di cuenta de que el cajón del buró contiguo a su silla, estaba entreabierto, dejando ver unas cuantas hojas amarillentas que a todas leguas parecían bastante viejas.

Me mordí los labios, intentando formular un plan rápido con la cabeza.

"Ni siquiera lo pienses"—zanjo, cerrando el cajón estrepitosamente para dejar muy en claro su punto.

Luego me jaló la bata de hospital con una fuerza que desconocí, para mirarme directo a los ojos. No cabían dudas en ese par de iris ensombrecidos por una certeza. Por una decisión final que acababa de ganar una batalla interna pero que también implicaban romper demasiadas reglas.

"Ya no necesitas huir como un conejito asustado cada vez que veas a Deimos de ahora en adelante"—me aseguró con más aires de promesa de los que advertí, pero también con cierta autoridad. Luego pasó el nudillo de su dedo índice sobre mi mejilla y se detuvo ahí para añadir—"Y voy a encargarme de eso"

Entonces me sujetó el rostro con ambas manos y pude ver claramente cómo su par de iris se oscurecían por completo, hasta formar dos canicas negras, brillantes e imponentes, enmarcadas por un montón de venitas tétricas y oscuras que palpitaban con una fuerza magnética, oscuras y sobrenatural.

Todas sus fachas de ángel desaparecieron por completo, por qué lo que tenía ante mí se parecía mucho más a un demonio.

"Olvida" —ordenó con una voz ronca.

Y un chispazo incómodo me recorrió todo el cuerpo como si fuera una corriente eléctrica. Y sólo segundos antes de encararlo y preguntarle qué si se había vuelto loco, una horrible sensación surcó mi cabeza, como si fuera una flecha que da justo en el blanco, y que muy probable había sido disparada por mi propio instinto de supervivencia.

Así que parpadee un par de veces, tragué saliva y fingí. Fingí para luchar por mi vida, para salvarme de algo que a cada paso que daba me dejaba en claro que esto era mucho más grande que yo. Y que nada ni nadie era lo que parecía.

"Me siento mareada" —susurré, ocultando la mitad de mi cara bajo la palma abierta de mi mano, para cortar esa inquietante y engañosa intimidad. Mi mente estaba a mil revoluciones.

Su expresión parecía satisfecha y fue ahí que me di cuenta de que se la había tragado toda porque al parecer en su cabeza no cabía otra posibilidad.

Su apariencia ya había vuelto a la normalidad. A esa de ángel escupido desde el mismísimo cielo directo hacia mi cuarto de hospital.

"Es normal para alguien que se desmayó por fatiga. Nos vemos el Lunes" —dicho eso plasmó un beso suave y dudoso sobre mi frente, se levantó de su asiento y cerró la puerta tras de sí, murmurando un casi inaudible—"Descansa"

Pero yo me quedé completamente rígida sobre la cama. Apretando con fuerza la sábana azul celeste que me cubría medio cuerpo.

¿Que mierda acababa de pasar?

Pero no tuve tiempo de darle forma a mi agitada ráfaga de pensamientos porque pronto sentí un par de manos frías y casi tétricas acariciarme la quijada y deslizarse con suavidad hasta llegar a la piel desnuda de mis hombros, dejándome caer hasta la cintura, la bata de hospital que en realidad estaba sobrepuesta.

"Demasiadas ovejas creyéndose pastores"—sentí su aliento helado susurrarme a milímetros de la oreja—"Y demasiados pastores jugando a ser Dios"—río por lo bajo con esa voz escalofriante y profunda, y lo sentí acomodar un mechón de mi cabello detrás de mi oreja—"Y los verdaderos Dioses olvidando lo que fueron"—una pincelada húmeda me recorrió cada línea y curva que conformaban el enigmático estigma plasmado sobre la piel de mi espalda—"Dime si no te parece un circo de lo más ridículo Candiani"

Y luego desapareció con su clásico vapor oscuro, espetando una risa baja, susurrante y ácida, solo para dejarme ahí, pasmada... y con una nueva taquicardia sacudiéndome el corazón con fuerza.

Como pude me acomode la bata de hospital nuevamente, con un nudo medio. Y abrí el cajón del buró en donde Alan habla ocultado los documentos solo para darme cuenta de que habían desaparecido.

Me paré como resorte y tomé el inalámbrico. Marcando un número que me sabía de memoria para poder escuchar una voz que deseaba escuchar con todas mis fuerzas.

El timbre del teléfono comenzó a sonar.

Por favor... por favor... no tienes idea de cuanto te necesito— supliqué en voz baja mientras me aferraba al aparato de plástico como si mi vida dependiera de ello.

Pero las personas nunca suelen contestar el teléfono cuando más lo necesitamos y si lo hacen nunca es para decirte aquello que tanto deseas escuchar.

Me sentí tan débil.

Tan pequeña.

Tan confundida y desprotegida.

Tan de carne y huesos.

Y de pronto:

"¿Bueno?"—su voz melodiosa y juvenil rió despreocupadamente al otro lado, y el corazón comenzó a latirme con muchísimas fuerzas porque ese pequeño órgano sencillamente no entiende de distancias.

De pronto pensé que algunas cosas tenían sentido.

Y ya no me sentí tan pequeña... tan sola.

Y una pequeña pero poderosa ola de calor me estrujo hasta los huesos y me dió vida.

"¿Quién habla?" —insistió.

Inhalé profundamente y hablé:

"Damasco..." —mi voz salió casi como una súplica. Como una petición. Como un ruego.

Se escuchaba música del otro lado, algo de rock alternativo y unas voces.

Escuché lo que parecía ser una tela frotándose contra la bocina del aparato.

"¿Quién era bebé?" —preguntó una voz femenina y aguda, ronroneando cerca de la bocina.

Damasco se aclaró la garganta con incomodidad.

El corazón me dió un vuelco.

"Eh... nadie... número equivocado" —se excusó sin colgarme. Su intención era clara.

"¿Vas a seguir enseñándome el círculo del Sol? ¿O mejor te enseño otro tipo de cosas?" —sugirió la voz de la chica, con un tono de lo más alegre y juguetón.

"Enséñame lo que tú quieras" —contesto él arrastrando cada palabra de una forma que se me antojó traviesa y algo seductora, obteniendo una risita pícara por respuesta.

Y entonces se me cayó el corazón.

Y me sentí tan sola.

Y tan falsa.

Y tan rota.

Y tan loca...

Lo que trataba de hacer con él era injusto y dolía. Dolía sobretodo porque me estaba aferrando con desquicio a esa pequeña ruleta de la mala suerte, que un día hacía un par de años había decidido girar a mi favor.

Pero necesitaba dejarlo ir. Yo era el adulto. Y el era demasiado joven. Era muy obvio en quién debía caber la prudencia.

Porque nuestros mundos eran demasiado diferentes y unirlos de nuevo no tenía ningún caso.

Volvió a aclararse la garganta con impaciencia y eso me sacó del trance.

"No te preocupes... entiendo" —susurré—"Soy un obstáculo horrible que te impide disfrutar de tu juventud y tienes toda la razón"—agregué—"haberte marcado ha sido casi como marcar un número equivocado"

"Helena esp—"

"Y no volveré a equivocarme así. Perdón" —y oprimí el botón rojo para volver a poner entre nosotros cientos de kilómetros que en realidad siempre habían estado ahí. Luego desconecté la base. Lo conocía bien y sabía que intentaría marcar de regreso pero no podía permitirme ser así de egoísta. No otra vez.

Esa noche abracé mis piernas en una esquina del cuarto y lloré como nunca...

Porque al final todos estamos destinados a torcernos, no existe otra forma de sobrevivir a la vida. Porque si no nos torcemos, nos rompe... cómo había sucedido con él y esa sobredosis de heroína. La vida lo golpeo muy duro y muchas veces... pero él siempre se mantuvo firme y fueron esas ganas de aferrarse a su esencia, lo que lo terminó matando.

Y lo que lo iba a matar otra vez.

Y lo que no podría impedir que pasara porque hacerlo implicaría contaminarlo.

Y yo no quería convertirme en ese golpe que tuerce.

Porque el mundo es ese monstruo cruel y hambriento que siempre se come primero a los más puros, a los más inocentes... a los incorruptibles.

Y mi vida se había corrompido desde el mismísimo día en que había cambiado las reglas del juego para vivirla otra vez.



Nota de Autor: Tengo el corazón roto amikos... pero no tanto cómo Helena... KESTAPAZANDAAAAA??!

Tienen mi amor infinito por leerme.

Nos vemos en otro viaje en el tiempo. Y en el siguiente capítulo.

Muacks. 💕

Marluieth.

Continue Reading

You'll Also Like

192K 12.3K 25
UN AMOR EN CENIZAS, MÚSICA, MENTIRAS Y UNA ÚLTIMA OPORTUNIDAD. *** Muy lento, su respiración se detiene, su corazón se conv...
915 615 19
En el elegante entorno de la mansión Lirian Hall, Thomas, un humilde sirviente de la familia Losington, y Lady Eleanor, la hija carismática de Lord E...
8.3K 2.2K 108
«Déjame escribir sobre tu piel, hasta que recuerde nuestra historia.».
77.7K 9.3K 30
Chaeyoung acaba de mudarse a su nuevo dormitorio donde conoció a su compañera Mina, en el baño, desnuda. » Esta historia no me pertenece, todos los c...