A STORM LIKE HER ━ Gale Hawth...

By andreasinfinity

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A STORM LIKE HER | Thyra sabe que no puede rendirse, porque si lo hiciera, la muerte de su hermana Eyna no ha... More

A STORM LIKE HER
BOOKTRÁILER
ACTO PRIMERO
  i. Juegos de palabras
  ii. El nuevo destino de Thyra
  iii. Los Juegos del Hambre
  iv. El chico de los ojos grises
  v. El caos de la chica en llamas
  vi. El odio que nos une
  vii. El juego del traidor
  viii. Grábalo
  ix. Si nosotros ardemos, tú arderás con nosotros
  x. La caza del cobarde
  xi. Rosa roja
  xii. Negro
  Epílogo: Por Eyna
ACTO SEGUNDO
  i. Distracciones
  ii. Algo personal
  iii. Que comience el Juego
  iv. Hoy no
  v. No cometen errores
  vi. Comandante al mando
  vii. Voy a por ti
  viii. El caos está aquí
  ix. Acércate
  x. Un mundo mejor
  xi. Con vida y con traición
  Epílogo: Panem libre
ACTO TERCERO
  i. Volver a casa
  ii. En nuestra nueva casa
  iii. Primera pesadilla
  v. Sanar
  vi. Sí quiero
  vii. Baila conmigo
  viii. Derecho y deber
  ix. No voy a perderte
  Epílogo: Una tormenta como ella
ACKNOWLEDGMENTS

  iv. Con ella

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By andreasinfinity

CAPÍTULO CUATRO: CON ELLA

THYRA Y YO DECIDIMOS IR a visitar a mi madre por la tarde. Mamá nos ha invitado a cenar y por eso yo la ayudo con la comida mientras Thyra distrae a los pequeños. Mis hermanos y mi hermana la adoran.

Posy está subida a su espalda, y Thyra deja que Vick le ate y desate los cordones de las botas mientras que Rory le cuenta una historia.

—Bueno —me dice mamá—. ¿Qué tal los dos en casa?

Recuerdo la noche anterior, cuando desperté a Thyra con mi pesadilla.

—Bien. Pero no vamos a necesitar más carne de momento.

Ella se encoje de hombros, como si la cosa no fuera con ella.

—¿Cuándo empieza a Thyra con su nuevo trabajo? —cambia de tema.

—Mañana —le digo—. Es raro pensar que vamos a trabajar en el mismo edificio.

Mi madre sube las cejas mientras acaba de picar un pimiento.

—Ya, bueno —dice mientras sonríe—. Pero haciendo cosas muy diferentes: tú no vas a estar hackeando nada.

—Estaré firmando estúpidos papeles —me quejo mientras cojo los platos del armario.

—Bueno, es un trabajo aburrido; pero es un trabajo —me recuerda como buena madre.

No digo nada. Pongo los platos en la mesa de la cocina y vuelvo a abrir el armario para sacar unos vasos.

—¿Sabes algo de Katniss?

Sin pretenderlo, se me tensan los hombros y se me seca la lengua.

—¿Qué quieres que sepa? Parece mentira que me preguntes eso —digo, y mi tono es más duro de lo que pretendía, pero no me retracto.

Siento la mano delicada de mi madre en mi hombro izquierdo.

—Oye, Gale: no fue culpa tuya.

Suspiro y no respondo. Ella no insiste más.

Estaba lista para el fin de semana, después de los primeros días en mi nueva posición como administradora de archivos y telecomunicaciones del gobierno. Gale me lleva al trabajo todas las mañanas y volvemos juntos a casa porque ambos trabajamos en el edificio administrativo y miliar del Dos.

Es un sábado a las dos de la mañana, y los gritos de Gale me despiertan.

Con el corazón en un puño, salto de la cama y corro hacia su habitación. Me tropiezo al abrir la puerta, pero cuando entro, sólo es él, en la cama, con la cara cruzada por lágrimas y la piel cubierta en sudor.

Nos miramos con estupor. Él inspira con fuerza, intentando coger aire, pero se le sacuden los hombros. Nunca le había visto tan aterrorizado, y me quedo congelada en el sitio sin saber qué hacer.

Gale lleva tenido pesadillas desde que he llegado, probablemente desde antes, pero nunca se ha despertado soltando alaridos como los de ahora.

Sus ojos no se despegan de los míos, y yo soy incapaz de moverme del marco de la puerta hasta que deja de mirarme.

Me paso las manos por el pelo, y le oigo disculparse. Niego con la cabeza y me meto en su cama.

—¿Qué...? Thyra. ¿Qué haces?

Le quito una de las almohadas y le miro con dureza.

—¿Qué crees que hago? Dormir contigo.

Me tumbo, y le oigo molestarse en la voz.

—No necesito que duermas conmigo, en serio.

—Gale —le corto—. Deja de ser tan orgulloso, ¿quieres? Llevas teniendo pesadillas durante una semana, y sé que no te dejan dormir. ¿Por qué no lo intentamos?

Sus ojos grises me estudian. Entre la penumbra casi no puedo distinguir sus rasgos, pero no puede esconder el miedo de su voz. Le conozco demasiado. Ya sé que sueña con Prim y con las bombas. Dice que es siempre la misma pesadilla, pero no ha querido describírmela más.

—Está bien —acaba diciendo.

Se tumba en la cama dándome la espalda.

De repente estoy algo nerviosa. Le miro la espalda, llena de cicatrices. ¿Soñará con eso también?

Cierro los ojos, intentando calmar mi corazón, que se revoluciona cada vez que le tengo cerca. Estoy a punto de dormirme cuando le oigo girarse. Abro los ojos y los suyos están mirándome.

—¿Puedo abrazarte?

Asiento. Él levanta el brazo y yo me acerco para apoyar la cabeza sobre su pecho. Entrelazo mis piernas con las suyas. Mi calor contra el suyo me llena de paz, y parece que a él también, porque no vuelve a despertarse en toda la noche.

Me despierto con Thyra a mi lado, dormida en mis brazos. La luz del sol se cuela entre las rendijas de las cortinas.

La melena castaña le cubre parte de la cara, y tiene los labios entreabiertos mientras descansa. Suspiro y vuelvo a cerrar los ojos, queriendo sentirla un poco más de tiempo cerca de mí.

No he tenido ninguna pesadilla, y la posibilidad de que se deba a que ella está conmigo me abruma. Pero aún es demasiado pronto para pensar que es eso.

Su piel huele a vainilla. La aprieto un poco contra mi pecho, porque sus piernas enredadas en las mías no es suficiente.

No tarda en despertarse ella también, y cuando lo hace la suelto y nos levantamos en silencio. También desayunamos sin decir nada.

—Coge las llaves del coche —me dice cuando los dos nos hemos vestido.

La miro con confusión.

—¿Adónde vamos?

Ella hace un movimiento con la cabeza hacia la puerta mientras se pone el abrigo negro. Suspiro, calzándome las botas, y la sigo tras coger mi abrigo y las llaves.

Nos montamos, y pongo la calefacción a tope una vez dentro.

Ella abre la guantera y saca un mapa del Dos de dentro. La miro con las cejas alzadas.

—Rory me contó sobre este lugar —me dice mientras lo abre— al que quiero ir. Vale, baja por esta calle y luego a la derecha.

Salgo del aparcamiento y sigo sus indicaciones durante veinte minutos. El Dos es un distrito muy grande, y acabamos en la carretera que une la parte urbana con las granjas de las afueras.

Me pregunto cómo Rory sabe de un lugar tan lejos de donde vivimos en el Dos.

Nos metemos en una carretera no asfaltada y subimos por una colina cubierta de árboles. Empiezo a preocuparme del coche yendo a través de estos parajes, pero sigo conduciendo. No hay ninguna casa, pero Thyra me dice que gire a la izquierda por un camino más empinado todavía.

Cuando se abren los árboles, veo que estamos en una cantera llena de agua. Hace un par de días que no nieva, pero cuando aparco y saltamos del coche me tengo que abrochar el abrigo.

—Los niños vienen aquí a nadar en verano —me explica—. Rory dijo que le parecía guay.

Miro hacia abajo. La caída no es muy alta, y el agua es azulada, pero puedo ver el fondo.

—No quieres nadar, ¿verdad? —le pregunto con horror.

Ella se ríe.

—Claro que no, no quiero morir de hipotermia.

Una nube de aire caliente se forma alrededor de sus labios cuando habla. Sacudo la cabeza.

—¿Entonces?

Me da una sonrisa, brillante, pura y preciosa, y se gira hacia el lago. Pone los brazos rígidos con las manos en puños antes de gritar.

—¡Eh, Snow! —grita, desgañitándose la garganta—. ¡Estoy viva!

Alarga la "a" de "viva" con furia, pero cuando me mira veo que se le ha ensanchado la sonrisa. Algo me pasa dentro: entiendo que está haciendo esto por mí, para que me desahogue de los pensamientos que no me dejan dormir. Le sonrío, enamorándome incluso más de ella, aunque pensé que era imposible.

—¡No puedes acabar con nosotros! —añade a gritos.

Agarro una piedra del suelo y la lanzo al agua mientras grito. Thyra me imita.

—¡Estoy vivo y te hemos ganado!

—¡Somos libres!

—¡Ya no hay más juegos!

—¡Por Eyna! ¡Por mamá!

Tiramos piedra tras piedra. Grito tras grito me libro de lo que me atormenta, aunque sea por hoy.

—¡Yo no maté a Primrose Everdeen! —acabo gritando.

Pierdo la cuenta del tiempo que ha pasado. Me duele la garganta, pero merece la pena. Me late el corazón muy deprisa, y en el silencio sólo puedo oír el eco de nuestros gritos. Me sudan las manos, y la euforia me inunda las venas tras desahogarme.

Thyra se gira hacia a mí. Tiene el pelo revuelto, las mejillas sonrojadas, y ojos de fiera.

Nos sentamos en el suelo, con las piernas colgando del borde. Sigo tirando piedritas que hacen "plop" en el agua.

—Una vez, Katniss y yo cazamos un ciervo —le cuento—. Con el dinero que conseguimos, le compramos una cabra a Prim. Llevé al animal en cuello a su casa porque estaba muy emocionado por ver su cara. Le gustó mucho, y les dio leche hasta que murió en el bombardeo al Doce. La llamó Lady.

—Boggs fue el encargado de enseñarme a disparar —me dice, con el mismo cariño con el que he hablado yo—. Aunque Sate a veces tomaba su puesto, ya que él tenía una pistola. Una vez, estuve a punto de sacarle un ojo a Boggs con el rifle.

Me río. Agarro otra piedra. La tiro al agua.

—¿Acabaste el instituto? —me pregunta.

—Sí —digo mientras asiento—. Un poco antes del bombardeo. Empecé a trabajar en las minas, y fue horrible. Mi padre murió en el accidente en el que falleció el de Katniss, y cada vez que me metía bajo tierra pensaba que quizás no volvería.

—Yo no acabé el instituto.

La miro.

—¿No?

Ella sacude la cabeza.

—Necesitábamos dinero en casa, y yo dejé el instituto para trabajar. Después de poco tiempo Sate me contrató para hacerle el trabajo sucio. Tardé en darme cuenta de que formaba parte de la rebelión. Él fue quien me dio la oportunidad de ir al Trece con él.

Asiento.

—¿Siempre supiste que lucharías en la rebelión?

Ella se encoje de hombros y lanza una piedra.

—Supe desde que murió Eyna que odiaba a Snow. ¿Y tú?

—Supe que era un rebelde en cuanto se me dio la oportunidad de serlo.

Se gira para mirarme, y yo lo hago también. Nuestros ojos se estudian, café y niebla lanzándose a la batalla.

—¿Te arrepientes de algo? —le digo después de un rato, y mi pregunta sale en tan solo un susurro.

Sus ojos no dejan los míos.

—De no haber matado a Coin con mis propias manos cuando supe que iba a seguir los mismos pasos que Snow. —Coge aire—. Pero lo hecho, hecho está. —Me mira con más gravedad si cabe—. ¿Y tú? ¿Te arrepientes de algo?

De no haberte besado cuando pude, en el sótano de Tigris.

Miro el agua. Me lo pienso bien. Pienso en Prim y en su cabra. En Katniss. En mi familia. Pienso en Thyra.

Aquí, al lado de esta chica, todo tiene sentido.

—No —digo después de un rato, y me giro para mirarla de nuevo—. Puede que lo que ha pasado duela durante un tiempo, pero... No me arrepiento de haber luchado por los míos.

Ella asiente y me sonríe. Yo siento que me muero.

—Ojalá tuviésemos algunas cervezas para brindar en honor a eso.

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