ʜᴀɪʀ ᴄʟɪᴘs ♡ ғɪɴɴ ᴡᴏʟғʜᴀʀᴅ

By sugaryabsinthe

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-Sí, uso clips del color relacionado a mi ánimo. ¿Eso es muy raro para ti? -Lo es. 30/08/19 No se permiten co... More

Colors.
Red.
Orange.
Pink.
Yellow.
Green.
Blue
Purple
Black
White
Senkiu

Baby blue.

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By sugaryabsinthe

Cassie.

Celeste.

El color del cielo, la ropa de bebé, algunas casas en Croacia, el lapicero de mamá, mi Puffle de Club Penguin (aunque quería el arcoíris, pero no siempre se obtiene lo que se quiere), el cabello de una chica de la tienda de discos y los Skittles en versión tropical.

Hoy era celeste, porque me sentía indefensa.

Al terminar mi 'salida de helados' con Finn, me había sentido más feliz que nunca. Se había comportado muy lindo conmigo, habíamos hablado de diversas tonterías y hasta fue a dejarme a casa.

Afortunadamente ni papá ni mamá estaban, así que no tuve que dar explicaciones, aunque sí les conté en la cena. Mamá... enloqueció un poquito, pero logré calmarla.

La cosa era que a pesar de que todo salió mucho mejor de lo que esperaba, me sentía avergonzada. Era algo sinsentido y estúpido, pero... una sensación de vergüenza me asaltaba cada vez que me cruzaba con Finn en los pasillos o pasaba por fuera de la sala de música, y era tan catastrófica que me daban ganas de llorar. Me sentía indefensa porque era el primer chico con el que salía y le había contado cosas que sólo sabían mis amigos, o gente más cercana y él, a pesar de ser mi crush, era un desconocido.

–Cassie, ¿me prestas destacador?– susurró detrás mío Marcos, provocando que diera un salto en mi silla. Me había tomado por sorpresa, así que asentí y con algo de nerviosismo le pasé un destacador rosa pastel.

–Gracias.– volvió a susurrar, revolviendo algo de mi cabello en el proceso. Asentí otra vez y volví a mirar hacia el frente, concentrándome en la clase de física.

¿Y si le conté cosas que no debía?

Gruñí un poco debido al amargo sabor que me dejaron mis pensamientos. Me había pasado todos estos días pensando en mis acciones respecto al día del helado y cada vez quedaba más desesperada y triste. La conclusión a la que siempre llegaba era que quizás lo asusté al contarle sobre cuánto quería a Ricky o sobre la vez que me caí y la costra de mi rodilla tenía forma de corazón.

Ay no. Quedé como una tonta.

Es que quizás sí soy tonta.

Suspiré y anoté la ecuación que el profesor había escrito en la pizarra con algo de pereza. En ese momento ni mis lápices de gel con brillitos y aroma me animaban, y eso que estaba usando el de fresa, el que olía más rico.

Ay.

Para cuando la campana sonó y con ella inició la hora de almuerzo, yo ya estaba oficialmente triste. Esperé a Marcos en la salida y juntos fuimos hasta la cafetería, donde Katie nos estaría esperando.

–¿Te sucede algo, Cass?– Marcos apoyó una de sus cálidas manos en mi antebrazo, provocando que yo me detuviera en medio del pasillo. Enganché mi brazo al suyo y caminando le conté sobre mi día de helados con Finn.

–¿No deberías estar feliz? Es tu crush después de todo.– frunció el ceño y ladeó su boca en una mueca de confusión. Suspiré y asentí, aún triste.

–Es que creo que lo asusté. Le conté sobre Ricky y sobre la costra...

–¿La que tenía forma de corazón?– inquirió, mirándome fijamente a los ojos. Asentí en silencio y él esperó a que siguiera hablando.

–Así que creo que quizás lo asusté.– fruncí los labios y posé mi mirada en mis zapatillas, que estaban un poco sucias en la punta.

–¿Te dijo algo? ¿Se comportó raro, molesto, distante?– alzó sus cejas, atento a mis movimientos. Negué ambas veces y él rió en un suspiro.

–¿Entonces por qué crees que está asustado si nunca lo demostró?

Su pregunta me hizo borrar toda expresión de mi rostro, tratando de formular una respuesta concreta. ¿Por qué creía que estaba asustado? Bueno, porque...

Porque simplemente comencé a pensarlo y sabes que cuando una idea se implanta en mi cabeza, no sale en días.– bufé y señalé mi sien, consciente del punto de Marcos.

–Tienes razón, quizás no lo está. Oh no, he estado evitándolo por nada...– apreté con más fuerza su brazo entre mis manos, ansiosa debido a mi error.

Pobre Finn, quizás cree que me cae mal...

¿Has estado evitándolo? ¡Cass!– me reprochó él, con el ceño fruncido y una mirada cargada de desaprobación y diversión. Marcos siempre me entendía, incluso mejor que yo misma.

–Sí, perdón.– me encogí de hombros y forcé una sonrisa, tratando de que Marcos no se enfadara conmigo. Él bufó, rodó los ojos y pasó uno de sus brazos por sobre mis hombros.

–No te disculpes. Lo importante es que ahora sabes que él no está asustado, así que deja de evitarlo.– sacudió mi cabello con su mano libre, ganándose un manotazo en el hombro de mi parte.

–Gracias Mar.– le sonreí y apoyé mi cabeza en su hombro, agradeciéndole al universo por un amigo tan increíble como él.

Seguimos caminando hasta cruzar las puertas de la cafetería que a esa hora estaba atestada de personas hambrientas y de mal humor, personas muy ruidosas y hormonales. Nos sentamos en nuestra mesa habitual y esperamos a Katie, que se demoraría un poco porque la cancha estaba al otro extremo de la escuela y además tenía que cambiarse el uniforme.

–Oye por cierto Cass, ¿hoy traes sándwich con vegetales?

–Sipi.

–Te lo cambio por uno de crema de avellanas.

# # #

La escuela había terminado y ahora estaba en la oficina del director.

Al principio, cuando me habían llamado por altoparlante en medio de la clase de inglés, me había asustado. Había detenido mi camino desde mi asiento hasta el escritorio de la profesora y había apretado el trabajo contra mi pecho, pensando en todos los malos escenarios posibles. ¿Es que había hecho algo malo?

Pero ahora, sentada en la sala de espera, estaba aún más nerviosa.

¿Qué esperabas? La ansiedad es una desgraciada.

–Linda, ya puedes pasar.– me llamó Sam, el secretario del director. Era un chico muy simpático y lindo, que una vez en tercer grado me ayudó a invitar a Tristán Johnson a salir. Él dijo que no, pero al menos lo intentamos.

–Gracias.– murmuré, levantándome con algo de dificultad. Mis piernas temblaban y mis manos casi dejan caer mi mochila cuando traté de acomodarla sobre mis hombros.

Él me brindó una sonrisa y un pequeño "suerte" mudo. Le devolví la sonrisa como pude y toqué la puerta tres veces, sobándome los nudillos cuando me dolieron.

Cuando un encapsulado "pase" llegó hasta mis oídos, me atreví a abrir la puerta. Estaba algo pesada y vieja, por lo que tuve que esforzarme bastante. Al quedar por completo abierta, el director apareció, sentado en su silla.

–Oh, eres tú. Pasa, pasa, ya te entrego el sobre.– se paró de su silla, invitándome a entrar con un movimiento insistente de manos. Asentí y entré, algo asustada aún.

¿Qué sobre?

¿Será ese que le dieron a Kate una vez?

¡¿VAN A SUSPENDERME?!

Tragué con fuerza y me quedé parada allí, apretando el tirante de mi mochila con fuerza. El pánico se había apoderado por completo de mí, pues nunca me habían suspendido. De todas formas, ¿qué había hecho para que lo hicieran?

–¿Por qué está haciendo esto?– me atreví a preguntar, posando mi mirada en el inquieto hombre que buscaba entre los archivadores. Detuvo sus movimientos y me observó, intrigado por mi cuestionamiento. Apreté los labios en una mueca de miedo y desvié la mirada con rapidez.

Quizás no debí haber preguntado.

–Pues porque eres parte del equipo de teatro.– frunció el ceño y reanudó su tarea, mirándome con extrañeza de vez en cuando.

¿El equipo...?

Oh.

–¿Entonces va a entregarme la invitación para la obra?– abrí mucho los ojos y lo observé. Él me miró de vuelta y sonrió, con una mueca de confusión surcándole el rostro.

–¡Claro! ¿Qué pensabas que iba a entregarte?– rió y siguió revolviendo cosas, soltando un pequeño grito de emoción cuando encontró lo que estaba buscando.

–Pensé que iba a suspenderme porque una vez suspendió a Katie entregándole un sobre.– suspiré y posé mi mano derecha sobre mi pecho, dejando salir toda esa angustia que había estado carcomiéndome el cerebro.

–¿Has hecho algo malo acaso?– ladeó un poco el rostro y caminó hacia mí, extendiéndome un sobre tono hueso con pequeñas letras doradas en cursiva, que escribían mi nombre.

–Ay, qué lindo diseño. Y no, creo que no.– acepté el sobre, acunándolo entre mis dos manos. Se notaba que era de papel grueso, de ese sobre el cual se pinta con acuarelas.

–Entonces no hay de qué preocuparse. Que te vaya bien, Cassie.– sonrió, caminando otra vez hacia su escritorio.

–Gracias señor Martinez. Que tenga linda tarde.– me despedí, recibiendo una respuesta amortiguada por la puerta cuando la cerré. Me despedí de Sam y caminé hacia la salida pensando en cómo iba a pintar ese sobre, tan inmaculado entre mis manos.

Es que es muy pintable.

Cuando llegué a las escaleras, una brisa fría y envolvente me recibió. Estábamos en primavera pero las tardes seguían siendo frías, demasiado a veces. Guardé el sobre en mi mochila y subí mis calcetines, que a pesar de mis esfuerzos sólo me cubrieron hasta la mitad de las pantorrillas.

–Ay.– murmuré, con la piel erizada y las manos temblando. Quizás la chaqueta que tenía en la mochila serviría, pero no tanto. Era de jean, sin nada suavecito dentro.

–Me pasa por no hacerle caso a mi mamá.

Después de esa muy cierta reflexión, comencé a caminar a casa. Entrando en calor con cierta actividad física la tarde no parecía estar tan fría, y eso llevó a que mi buen humor regresara. Quizás hasta podría...

–Hola, quiero esas gomitas, por favor.– señalé detrás de la cabeza del vendedor, quien se apresuró a ponerlas en el mostrador. Las pagué y salí de mi tienda favorita de dulces, disfrutando el peso de las gomitas de cereza en mi mano derecha. Iba a compartirlas con papá cuando llegara a casa.

–¿Cassie?

Me detuve cuando cierta voz muy conocida llegó hasta mis oídos. Volteé, con las mejillas calientes y las palmas algo sudorosas. Frente a mí, estaba él.

–Oh. Hola Finn.– le sonreí, acercándome unos pasos hacia él. Vestía de púrpura, con un suéter de ese color, jeans negros (¿qué tenía con los jeans negros?) y vans de...

–¿Oh jebús tus vans son de Rick y Morty?– me acerqué hacia él, agachándome hasta poder ver bien sus pies. Efectivamente lo eran, con un diseño que mostraba distintas dimensiones y a ciertos personajes de importancia.

–¿Las pintaste tú?– me paré otra vez, sonriendo y esperando una respuesta. Él abrió y cerró la boca, titubeando sobre qué decir.

¿Qué le sucede?

–¿Finn?

Sacudió su cabeza y asintió con fuerza, como algo confundido. Esperé con paciencia a que hablara y después de unos segundos lo hizo.

–Sí, son de Rick y Morty y no, no las pinté yo. Las compré customizadas.– tragó saliva con fuerza.

–Están hermosas. Yo tengo las mías pintadas de Gravity Falls, aunque no me quedaron tan bien como éstas.– le sonreí, alternando mi mirada entre su rostro y sus pies.

–Estoy seguro de que eso no es cierto. Hoy vi la escenografía de la obra y... quedó genial.– asintió con una sonrisa de labios cerrados, y puso sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón.

Ay, he muerto. Mi corazón hizo 'boom'.

¿En serio? ¿Y por qué la viste?– sonreí con emoción, reteniendo mis gritos.

–Tendremos el honor de tocar la banda sonora, así que pudimos echar un vistazo rápido al backstage.

–Oh, genial, digo... gracias. Eso fue muy lindo de tu parte.– asentí, aún con ese cosquilleo molesto rondando mi estómago. Su cumplido había sido... devastador, en el buen sentido.

–No hay de qué. Oye... ¿quieres caminar un rato? A menos que tengas algo que hacer.– se apresuró a decir, sacando una de sus manos de su bolsillo para voltearla en el aire en un gesto extraño.

–Sí, claro. Iba camino a casa pero... nadie se molestará si llego unos minutos más tarde.– me encogí de hombros y acomodé los tirantes de mi mochila, lista para comenzar a caminar.

–No, no, ehm... si quieres te acompaño a tu casa.– ladeó su boca en una mueca y rascó su nuca.

–Perfecto.– le sonreí, sintiendo que me iba a caer a pedazos frente a él. Era tan lindo y perfecto que... me abrumaba.

Comenzamos a caminar en un silencio algo incómodo que ninguno de los dos supo cómo romper. Era como si entre nosotros se hubiera asentado una aura de nerviosismo y pocas habilidades sociales.

¿De qué puedo hablar?

–¿Oye y, cómo te fue hoy?– murmuró Finn, con ambas manos bajo los tirantes de su mochila. Su voz me incitó a mirarlo por unos segundos, hipnotizada por su ser completo. Era tan atrayente, tan magnético sólo por el no esforzarse en ser alguien que no era. Auténtico, fresco, algo tímido y retraído hasta el punto de ser totalmente cautivador.

–Me fue bien. Por un momento creí que iban a suspenderme, pero sólo era el director entregándome la invitación para la obra. ¿Y a ti cómo te fue?– reí con algo de nerviosismo, desviando la mirada hacia el cielo violáceo y celeste, con algunas estrellas rebeldes salpicadas por aquí y por allá.

–No podrían suspenderte, no haces nada malo. Digo, mírate, desprendes inocencia y ternura en todos los sentidos.

¿Aww?

–Y me fue bien. Creo que tenemos la oportunidad de tocar en un festival que se hará en Mayo, así que estamos bastante concentrados en trabajar en nuestros errores.– se encogió de hombros y arqueó su boca en una mueca.

–Oh, ¿y cómo lo hacen con Malcolm? Ya sabes, porque no está...– hice una mueca y posé el sobre de gomitas frente a él, invitándolo a sacar una. Lo hizo y yo también.

–Gracias. Trabajamos en mejorar los solos de guitarra y bajo. Cuando vuelva veremos como suena todo, como conjunto.– volvió a poner las manos debajo de los tirantes, algo incómodo por la pregunta, no sin antes echarse la gomita a la boca.

–Entiendo...

Asintió e hizo una mueca extraña, alzando el ceño. Luego de unos segundos me dijo que las gomitas estaban "súper buenas", así que le ofrecí otra que aceptó.

Seguimos caminando, cada vez más cerca de mi hogar, cada vez más cerca de que todo se acabara, de la tan repudiada despedida. Quería estar con él más tiempo, poder hablar hasta que nos cansáramos, tener la oportunidad de escuchar su voz rasposa por el frío de la tarde como si fuera algo cotidiano. Quería tenerle cerca hasta acostumbrarme a ese aroma amargo, íntimo...

–Oye, ¿puedo hacerte una pregunta? Me refiero a otra, a parte de esa.– rió, mirándome a los ojos. Asentí, apartando la mirada cuando mirarle se volvió algo incómodo.

–¿Por qué el color de tus clips es especial?

Su pregunta casi me hizo detener en medio de la acera, mas no lo hice. Seguí caminando, tentada a dejar de hacerlo para poder pensar mejor. Era una pregunta que yo consideraba personal, tan reveladora que asustaba. Pensé en mentirle, en dejar de entregarle tanto de mí como si fuera normal. Quizás sería una buena opción mantener el misterio, dejar que me conociera poco a poco. Quizás si le daba una parte de la verdad, sería suficiente.

–Si no quieres responder está bien, no te sientas presionada.

–No, no, está bien.– me apresuré a decirle, agitando mis manos en el aire como si estuviera borrando una pizarra gigante. Inhalé hondo y me preparé a soltar parte de la verdad.

–Digamos que, cada color es un conjunto de emociones...– me encogí de hombros, desviando la mirada hacia cualquier parte menos él.

–¿Como un estado de ánimo?– preguntó extrañado.

Me quedé en silencio, sintiendo de pronto que había sido una tonta. ¿Qué creía que sucedería? ¿Que él lo entendería?

–Sí, uso clips del color relacionado a mi ánimo. ¿Eso es muy raro para ti?

Esperé en silencio una respuesta a mi pregunta de voz rota, con el corazón desbocado y la piel de la nuca erizada. Si decía que lo era, huiría hacia mi habitación para llorar en paz por lo estúpida que había sido al confiar en alguien que de hecho no conocía.

–Lo es.

Después de que dijo eso, mis pies se detuvieron paulatinamente. Mi cabeza estaba procesando lo que había escuchado. Lo era, era extraña en el sentido menos favorecido de la palabra, ese que no es cool ni trendy, ese despectivo e hiriente. Mi pecho comenzó a doler y mis manos a temblar. Era devastador sentir que toda esa ilusión a su alrededor estaba rompiéndose a pedazos.

–Pero, ¿sabes qué?– se detuvo también, volteando poco a poco. No lo miré por vergüenza, porque tenía miedo a que dijera algo más hiriente y feo.

–Una vez, una persona muy especial me dijo que...– se plantó frente a mí y pude ver sus vans de Rick y Morty frente a mis zapatillas cambiadas, otra vez. De pronto sentí sus dedos fríos tomando mi barbilla y levantándola poco a poco hasta que pude verlo a los ojos.

Realmente soy tonta. Debería salir corriendo para dejar de ser patética.

–Que las cosas raras son lindas. Y no puedo estar más de acuerdo.

–Eres preciosa, Cassie.


# c #

fine, ¿who died? cause i certainly did wTH FINN

¿Sabían que se supone todos los skittles saben igual? He vivido engañada since always, f.

¿Cómo están cosas bellas? ¿Qué les parece Finnodoro y qué les parece Cass?

La amo, pero es igual de imbécil que yo a veces ;c

Mucho amor,

Silk.

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