A STORM LIKE HER ━ Gale Hawth...

By andreasinfinity

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A STORM LIKE HER | Thyra sabe que no puede rendirse, porque si lo hiciera, la muerte de su hermana Eyna no ha... More

A STORM LIKE HER
BOOKTRÁILER
ACTO PRIMERO
  i. Juegos de palabras
  ii. El nuevo destino de Thyra
  iii. Los Juegos del Hambre
  iv. El chico de los ojos grises
  v. El caos de la chica en llamas
  vi. El odio que nos une
  vii. El juego del traidor
  viii. Grábalo
  ix. Si nosotros ardemos, tú arderás con nosotros
  x. La caza del cobarde
  xi. Rosa roja
  xii. Negro
  Epílogo: Por Eyna
ACTO SEGUNDO
  i. Distracciones
  ii. Algo personal
  iii. Que comience el Juego
  iv. Hoy no
  v. No cometen errores
  vi. Comandante al mando
  vii. Voy a por ti
  viii. El caos está aquí
  ix. Acércate
  x. Un mundo mejor
  xi. Con vida y con traición
  Epílogo: Panem libre
ACTO TERCERO
  ii. En nuestra nueva casa
  iii. Primera pesadilla
  iv. Con ella
  v. Sanar
  vi. Sí quiero
  vii. Baila conmigo
  viii. Derecho y deber
  ix. No voy a perderte
  Epílogo: Una tormenta como ella
ACKNOWLEDGMENTS

  i. Volver a casa

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By andreasinfinity

CAPÍTULO UNO: VOLVER A CASA

ESA NOCHE, LLEGARON LAS pesadillas.

Me retiré pronto a mi habitación, y, aun así, fui incapaz de conciliar el sueño. No tras ver a Boggs muriendo de nuevo, tras ver a Finnick explotando bajo mí por el Holo. No tras ver los rostros de Cástor y Jackson.

Me levanto temprano, sabiendo que es imposible quedarme en la cama grande y lujosa de la mansión de Snow.

Los hechos de la noche anterior me llegan de golpe, pero no me arrepiento de nada. Dentro de una hora o poco más Katniss y Haymitch se irán del Capitolio y sé que Peeta no tardará en hacer lo mismo, aunque nadie se lo pida.

Me ducho y me visto. Yo también me voy ya, y mi corazón late alocado, haciendo flotar mi alma más allá de mi cuerpo; solo soy capaz de pensar en las nuevas posibilidades que me quedan mientras hago las maletas. Sólo lleno la bolsa con lo que me ha traído Effie, ya no hay más que meter en la maleta. Agarro con fuerza el collar de Eyna, las alas del pájaro me duelen contra la mano, pero aprieto un poco más antes de dejarlo caer bajo mi cuello.

Por ella, por mamá, debo alzar vuelo.

Aprieto el papel entre mis manos, sentado en mi habitación, a punto de hacer las maletas.

He aceptado la posición. Mamá y mis hermanos se vendrán conmigo si quieren, pero no les obligaré a seguirme más allá del Doce. Mamá tendrá un trabajo esté donde esté, y los peques podrán ir al colegio. Y, aun así, solo puedo pensar en dos cosas: en que no me merezco este ascenso y en Thyra.

Guardo el papel cuando pica a la puerta y entra en el dormitorio. Lleva el pelo suelto, y un jersey negro con unos vaqueros azules. Está muy guapa. Se ha tapado el moratón que le dejaron esos agentes de la paz, pero no por tenerlo visible estaría fea.

Sus ojos marrones brillan con esperanza, y desearía poder sentirme así, como ella. Suspiro mientras cierra la puerta y me sonríe.

—Hola —me dice—. ¿Qué te pasa?

Me levanto y dejo el papel en la mesa.

—No me pasa nada, ¿por qué?

Ella me da una pequeña sonrisa.

—Te lo veo en la cara.

Suspiro otra vez. Pasan muchas cosas. No he dormido, me he despertado gritando, me mudo a otro Distrito, y, para colmo, ella está aquí como si nada, sonriéndome de la manera más inocente que sabe. Brillando. Y me deslumbra.

—He oído que has dimitido.

Frunce el ceño, quizás pensando que no le gusta cambiar de tema.

—Me han ofrecido una posición trabajando para la base de datos del gobierno —me dice.

—¿Dónde?

—Lo han dejado a mi elección, pero aún no me he decidido.

Decido soltarlo ya, para que no duela, como quitar una tirita.

—Me voy al Dos. Me han ascendido a Capitán Militar.

Thyra suspira, mirando al suelo, levanta la cabeza, y veo en sus ojos que ya lo sabía.

—Genial.

—Venga, y también te veo la cara —le digo—. Esto no te sorprende.

Ella se encoje de hombros.

—No. Diseñaste muchas armas junto a Beetee cuando estábamos en el Trece.

Señalo el papel en la mesa y la miro con gravedad.

—Venga, Thyr. Pone en la carta que tú me recomendaste antes de dimitir.

Me da una pequeña sonrisa.

—Vaya, no pensé que lo fueran a incluir ahí.

Se ríe. De repente me duele el cuerpo, me siento en uno de los sofás.

—Paylor ganará las elecciones —me dice Thyra—. Katniss se va al Doce: no volverá.

Asiento. Estoy al corriente de lo que ha pasado. De por qué Katniss ha matado a Coin. La cara de Prim resurge en mi mente, y sacudo la cabeza para intentar librarme de la imagen.

—Deberías venir conmigo —intento—. Al Dos.

Ella se lo piensa, y se viene a sentar junto a mí en el sofá. Ambos habíamos decidido dar el paso cuando esto acabara si sobreviviríamos, pero ambos sabemos que no podemos aún. Lo que ha pasado aún nos duele, pero no podría soportar que se fuera. Quiero mantenerla a mi lado como dijo Peeta, pero necesito tiempo para asimilar todo lo que acaba de ocurrir. Todo lo que he hecho.

—No lo sé, Gale.

Me enfado de inmediato, pero no con ella, sino conmigo. Aprieto las manos en puños antes de mirarla.

—Pues entonces renunciaré —señalo el papel—. E iré a donde sea que tú vayas.

—Gale...

Niego con la cabeza, huyendo de sus ojos marrones con terror al rechazo.

—No, Thyra. No puedo estar sin ti.

Se queda en silencio, y temo haber cometido un error, como lo hice al diseñar aquella bomba que Coin usó en su plan.

—Está bien —dice después de un rato—. Iré contigo al Dos, pero pasaré unos días en casa antes. Lo necesito, ya sabes, ver a papá y a Sate y estar con ellos durante un tiempo.

Me invade el alivio, e inmediatamente después me siento mal porque no quiero hacerle sentirse obligada.

—Oye, sólo quiero que vengas si es lo que quieres. Siento haber dicho eso...

Su mano acaricia la mía.

—No pasa nada, Gale. Creo que es una buena idea. En serio.

Me quedo en silencio, incapaz de aceptar sus palabras.

—¿Estás segura?

Su mano aprieta la mía.

—Sí, Gale, estoy segura. Yo tampoco quiero estar sin ti.

La miro. La melena marrón adorna su cuello y su rostro, iluminado por sus ojos castaños y oscuros. Me da otra sonrisa y su otra mano me acaricia la cara.

Cierro los ojos, suspirando e inclinándome para disfrutar de sus finos y fríos dedos durante un minuto. Me trazan la mandíbula, los pómulos, la piel alrededor de la oreja... y viajan por mi mejilla hasta mis labios.

Abro los ojos y le beso los dedos.

Nos quedamos así, quietos, sus frías yemas contra mi boca. Esa sensación que sentí en el sótano de Tigris me inunda el pecho, quemándome y helándomelo a la vez.

Baja las manos a mis hombros, y me mira con seriedad antes de inclinarse y de abrazarme. Trago saliva, pasando mis manos por su espalda y apretándola contra mí.

—Te quiero, Gale —me dice—. Vamos a estar bien.

Mi corazón explota y se me llenan los ojos de lágrimas, así que los aprieto con fuerza hasta que se van, mientras me pregunto cómo tuve tanta suerte de dar con alguien como Thyra.

—Te quiero, Thyr.

Me sudan las manos tras algunas horas de viaje debido a las ganas de llegar a casa una vez más. Pensé en dejar atrás mi chaqueta que pone COMANDANTE WALSH, pero tras pensármelo bien he decidido que llevarla puesta puede ayudar a recordarme quién soy.

Porque, cuando me bajo del tren y piso el Distrito Tres, se me olvida. El aire congelado del invierno me invade entera y me congela por dentro.

Nunca pensé que viviría lo suficiente como para volver a aquí.

Un oficial se acerca y comprueba mi identificación. Me da la bienvenida y soy libre de salir de la estación.

Cuando lo hago, veo a dos personas esperándome fuera. Olvidándome de lo rara que es esta sensación de volver a casa, sonrío echándome la bolsa a la espalda y corro hacia los brazos de mi padre, que me abrazan con fuerza.

Siento las manos de Sate dándome un par de golpes en la espalda, y nuestras risas inundan la entrada a la estación de tren del tres mientras nos saludamos con felicidad.

No me puedo creer que estoy en casa.

Sate agarra mi bolsa mientras papá se limpia las lágrimas de las mejillas.

Las calles del Tres han cambiado, pero todos los escombros han sido retirados tras la guerra. El Chip no ha sufrido grandes cambios por bombardeos, y me alegra saber que las casas de mis vecinos y la mía propia aún siguen en pie. Aunque los levantamientos en el Tres han pasado factura, también se ve el nuevo amanecer de Panem aquí. Ya abren nuevos comercios, y hay gente que se muda a otros distritos o llega al nuestro. Nunca había visto mi barrio tan lleno de prosperidad y esperanza.

Nos encaminamos hacia casa mientras Samuel sigue repitiendo lo mucho que me quiere y lo orgulloso que está de mí. Sigue señalando mi chaqueta mientras se lleva las manos a la cabeza y exclama "¡comandante!" Me alegra mucho verle tan animado tras la guerra. Pensé que nunca levantaría cabeza tras lo de Eyna, pero ahora puedo decir que está mejor que nunca. Verle así me llena de una tranquilidad incomprensible.

Cuando llegamos, papá me explica los planes de remodelar la casa con el dinero que Plutarch prometió a las familias de todos los soldados y con el de su nuevo trabajo: dos dormitorios, un baño más grande, un salón comedor y una cocina preciosa. A mamá le hubiera encantado.

Papá va a trabajar para Sate en los servidores de Panem, que se desarrollan y gestionan desde el Tres, y no podría estar más feliz por mi padre y mi mejor amigo.

Es mientras hacemos la cena entre los tres, llenando la cocina de ruido y risas, que me doy cuenta de la suerte que tengo de haber podido volver a casa.

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