Belleza Oscura [En Librerías]

By JessRe

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Alayna Novak es una asesina sin corazón, pero cuando su camino se cruce con el de Luca Vitale, despertará en... More

¡Belleza Oscura en Librerías!
Sinopsis 🦋
Prólogo 🦋
Capítulo 1 🦋
Capítulo 2 🦋
Capítulo 3 🦋
Capítulo 4 🦋
Capítulo 5 🦋
Capítulo 6 🦋
Capítulo 7 🦋
Capítulo 8 🦋
Capítulo 9 🦋
Capítulo 10 🦋
Capítulo 11 🦋
Capítulo 12 🦋
Capítulo 13 🦋
Capítulo 14 🦋
Capítulo 15 🦋
Capítulo 16 🦋
Capítulo 17 🦋
Capítulo 18 🦋
Capítulo 19 🦋
Capítulo 20 🦋
Capítulo 21 🦋
Capítulo 22 🦋
Capítulo 23 🦋
Capítulo 24 🦋
Capítulo 25 🦋
Capítulo 26 🦋
Capítulo 27 🦋
Capítulo 28 🦋
Capítulo 29 🦋
Capítulo 30 🦋
Capítulo 31 🦋
Capítulo 32 🦋
Capítulo 33 🦋
Capítulo 35 🦋
Capítulo 36 🦋
Capítulo 37 🦋
Capítulo 38 🦋
Capítulo 39 🦋
Capítulo 40 🦋
Capítulo 41 🦋
Capítulo 42 🦋
Capítulo 43 🦋
Capítulo 44 🦋
Capítulo 45 🦋
Capítulo 46 🦋
Capítulo 47 🦋
Capítulo 48🦋
Epílogo 🦋
SECUELA DISPONIBLE 👑

Capítulo 34 🦋

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By JessRe


Alayna

Mi temperamento se elevaba con cada minuto que pasaba. Estaba frustrada y enfadada. Quería hacer daño, muchísimo daño. No podía dejar de mirar la estúpida ventana. Saltar y huir estaban en mis opciones, aunque analizando detenidamente el territorio sería imprudente. Vitale equipó muy bien su casa. Había hombres armados en los rincones. Mis manos estaban vacías, no tenía un celular para pedir ayuda y quitaron cualquier arma de mi habitación. Sonreí ante el pensamiento y me dirigí al baño. Esos estúpidos novatos no me conocían en absoluto. Yo era la reina de la improvisación.

Escaneé mi reflejo en el espejo y chupé mi labio. Había cambiado durante estos meses, pero mi espíritu sangriento seguía intacto. Ellos despertaron al monstruo y ahora morirían. Mis entrañas se retorcieron, mi mente buscaba alguna alternativa. Había un idiota custodiando mi puerta con un rifle. Podía quitárselo. Un arma en mi mano era suficiente para desatar el infierno.

Cegada por la rabia, agité mi mano y estrellé mi puño contra el espejo. Algunos trozos se clavaron en mis nudillos, pero no sentí dolor. La desesperación no me permitía pensar racionalmente. Fui guiada por el instinto de supervivencia y decidí aplicar el plan B.

Hora del espectáculo, ellos se lo buscaron.

Rebusqué en el botiquín y encontré una pequeña tijera que serviría como arma mortal. Fantástico. Después regresé a la habitación para seguir con el siguiente paso. Agarré una silla y lo estrellé contra la ventana que se rompió en fragmentos. Los vidrios cayeron al otro lado de la casa. La puerta se abrió y entró el soldado, tal como esperaba.

Brillante.

Una sonrisa maliciosa levantó mis labios mientras sostenía la pequeña tijera en mi mano.

—¿Qué estás haciendo? —gruñó—. Detente ahora mismo o te disparo.

—No me vas a disparar, imbécil.

La sangre de mis nudillos goteaba, manchando mi ropa. Mi cuerpo tenía una increíble capacidad para soportar el dolor.

—No me desafíes, rusa psicótica.

Puse los ojos en blanco.

—Eres un perrito que solo sigue órdenes. Tu jefe me necesita viva —sonreí—. Me llevará al prostíbulo, ¿recuerdas? Te mataré y tú no harás nada.

Sus dedos temblaban en el gatillo.

—No te muevas—amenazó.

Di un paso cerca de él y mordió el anzuelo. Trató de dispararme, pero esquivé la bala con facilidad y clavé la tijera en su garganta. Imbécil.

—Te lo advertí —sonreí. Siseó y se tambaleó, pero no fui suave con él. Hundí la tijera más profundamente en su garganta, reventando su aorta—. ¿Ya no eres tan valiente? Aprende a respetar a las mujeres, aunque dudo que tengas otra oportunidad.

Solté la tijera y le arrebaté el rifle. Seguí el rastro de lágrimas en sus mejillas y me deleité con el sonido desgarrador de su llanto cuando le disparé en la entrepierna. Yo nunca olvidaba mis promesas. Al principio se mostró como un hombre rudo, pero ahora era tan pequeño y lamentable. Le pisé el estómago y clavé el tacón de mi bota en sus tripas. Sus ojos se volvieron blancos, su boca se abrió en otro grito espeluznante.

—Nos vemos en el infierno.

Apunté su cabeza y apreté el gatillo. Salí de la habitación manchada de sangre y con una sonrisa engreída. Convertiría la casa en cenizas. Un soldado se atravesó en mi camino y le disparé justo en la frente. Hice lo mismo con los siguientes. ¿A Vitale le gustaría mi sorpresa? ¿Dónde estaba? Quería darme el lujo de cumplir mi caprichito. Decapitado quizás se vería más atractivo.

—¡Holaaaaa! —grité en el pasillo, alargando la A y resoplando con una carcajada—. ¿Ningún rival digno?

Caminé por los pasillos, disparando a cualquier bueno para nada que me cruzaba. ¡Todos ineptos! Nadie era capaz de detenerme. ¿De verdad trabajaban en la mafia? No los culpaba. Las diosas como yo éramos difíciles de matar.

—¡Maldita zorra rusa! —bramó un soldado—. ¡Baja el arma!

Sí, claro. Lo haría ya mismo. Se ganó un tiro en la cabeza y otro en el ojo por ridículo. Me estaba quedando sin munición así que me apresuré a buscar la salida.

—Mira lo que hago por ti, príncipe —suspiré y me limpié el sudor de la frente con mis nudillos ensangrentados—. Más vale que me lo recompenses muy bien después.

Bajé las escaleras. Tiré el rifle a un lado y pisé el charco de sangre para tomar la metralleta del hombre sin vida que estaba desangrado en un escalón. Tendría que limpiarme los zapatos después. Casi diez muertos en total y ni siquiera había enfrentado a los francotiradores. Qué decepción.

Rebusqué en el bolsillo del muerto y encontré una caja de cigarros con un encendedor. Su metralleta tenía varias balas. Fantástico, esto serviría. ¿Por qué Vitale no venía por mí? La respuesta era obvia y volví a reírme. Estaba asustado de la puta como él me llamaba que había tratado de intimidar varias veces en su oficina.

—¿Alayna? —Oí una voz suave y asustada—. ¿Qué estás haciendo?

Kiara me miró con horror y se cubrió la boca con las manos. Emilia, por su parte, lucía muy tranquila. Su rostro indiferente miró los cuerpos y asintió. Ella quería la venganza tanto como yo. Al fin nos estábamos entendiendo.

—¿No es obvio, princesa? —pregunté.

Evalué el área en caso de que hubiera más obstáculos, pero no vi a nadie. Puse la metralleta contra mi espalda y quemé un cigarro con las manos ensangrentadas. Necesitaba fumar tanto como respirar.

—Leonardo salió hace una hora y se llevó a sus mejores hombres —respondió Emilia a mi pregunta no formulada—. Debes irte antes de que regrese.

Sus ojos mostraban nada más que respeto y gratitud. No pensé que este momento llegaría, aunque me daba igual. Solo quería que una persona me mirara de esa forma.

—Qué lástima—La sonrisa moldeó mis labios—. Quería matarlo sin perder otro minuto, pero supongo que será otro día.

Kiara observó con preocupación mi mano herida.

—Estoy muy agradecida, Alayna —admitió mi suegra—. Lamento mucho no haber sido amable contigo antes. Pensé que eras la mayor amenaza en la vida de Luca, pero me equivoqué. Solo tú puedes salvarlo.

Expulsé el humo por mi boca.

—Sin rencores, señora.

—Mi padre organizó un almuerzo más temprano y vino Marilla con su madre —sollozó Kiara—. Ella lo delató, Alayna. Dijo que Luca trabajaba con Moretti.

Mi quijada palpitó, me sentí enferma y entumecida. Me odié por fallar ese disparo más temprano, pero habría una segunda oportunidad. No solo mataría a Carlo. También a la fastidiosa ardillita que abrió la bocota.

—¿Saben el paradero de Luca?

Kiara negó.

—Hablé con Luciano hace una hora y me dijo que lo llamaras. Probablemente él sepa mejor que está sucediendo.

Tiré el cigarro al suelo y lo apagué con la punta de mi zapato. ¿Cuál era el factor sorpresa? Cualquier plan del príncipe se había desmoronado. Las chicas fueron capturadas y apostaba que Berenice estaba muerta. Mierda... ¿Cómo repararía su corazón después de esta pérdida?

—Debes irte—insistió Emilia—. Leonardo volverá pronto y traerá refuerzos.

Ladeé una ceja.

—¿Ustedes estarán bien?

Kiara sonrió dulcemente.

—No te preocupes por nosotras. Por favor, vete y no regreses sin mi hermano.

Kiara me dio el número de Luciano y recuperé mis objetos más importantes antes de abandonar la mansión. Emilia vendó mi mano y conduje hasta el punto de encuentro. Solo los primos de Luca podían ayudarme. Mis refuerzos vivían lejos y no tenía tiempo para esperarlos. Necesitaba moverme cuanto antes. Las horas corrían y me sentía cada vez más desesperada.

Resiste, príncipe.

Frené la Ferrari en la zona que indicó Luciano. Era Las Fronteras que visité una vez con Luca, pero ahora no transcurría ninguna carrera. Nos escondimos detrás de la vieja fábrica abandonada. Gian también estaba presente acompañado de Laika.

—¿Por qué la trajiste? —cuestioné. La perra alzó sus orejas puntiagudas.

Gian sonrió.

—Luca me pidió que la cuidara —Se encogió de hombros—. La traje conmigo porque no le gusta estar sola en mi casa. Es una perra consentida.

—Ya veo —Miré a Luciano—. Kiara me aseguró que sabes la ubicación de Luca. Dímelo ahora.

—La voz se corrió muy rápido en nuestro círculo, cualquier miembro de la Cosa Nostra conoce su ubicación—contestó—. Luca será condenado por traición este sábado. Su padre planea matarlo frente a todos sus socios y ocupar el cargo de Don. Está en su derecho de hacerlo, negoció con Moretti. Eso es imperdonable.

La mención de Ignazio me llenó de cólera. ¿Cómo era posible que siguiera arruinando mi vida?

—Vi a Carlo con Moretti, ellos también tienen negocios. ¿Eso no es considerado traición?

—Claro que sí, pero muchos no lo saben. Es un jodido jugador que supo mover las cartas a su antojo, nadie creerá que está aliado con el enemigo—manifestó Gian—. Tampoco es relevante a estas alturas. Necesitamos ir por Luca.

—Dame la dirección, iré por él.

Luciano me miró atentamente. Sus ojos azules escanearon mis heridas, pero no hizo ninguna pregunta. Mejor así. No tenía ganas de responderlas.

—También queremos encontrarlo como tú, pero no somos idiotas para atacar sin ningún plan. Hay un ejército protegiendo la zona, no podremos con ellos—alegó—. Si notan nuestras intenciones, moriremos en segundos. Sería suicida actuar justo ahora.

El enojo se arremolinó rápido y profundo en mi sangre. Estaba cansada de escuchar habladurías.

—No pedí la aprobación de nadie —mascullé—. Solo quiero saber dónde está Luca. Es decisión de ustedes ayudarme. No voy a dejarlo un segundo más con esos desgraciados. —Me acerqué a Luciano—: Dime la dirección. Ahora.

Liberó un suspiro de resignación. Mi determinación debió convencerlo porque soltó sin pensarlo demasiado:

—¿Recuerdas el lugar dónde asumió el puesto como Don? Está justo ahí.

Ya estaba regresando al auto. Antes de que pudiera abrir la puerta, la voz de Gian me detuvo.

—Mira, Luca no está muerto, al menos no por ahora. Lo mantendrán vivo hasta el sábado. Sé que quieres salvarlo, pero no estás pensando con claridad. Dudo que soportes cincuenta balas en tu cabeza.

—Puedo hacer que esos imbéciles besen mi trasero mientras los mato a balazos.

Gian se burló.

—Cuidado, Alayna. Tu ego va a matarte.

—Al menos moriré intentándolo.

Luciano se pasó la mano por el pelo.

—Te ayudaremos, pero debes poner de tu parte. Conozco a los soldados que custodian la zona, son muy buenos en su trabajo —dijo con hastío—. No duermen, tienen ojos en todas partes. Supongo que serán mucho más rudos ahora que tienen a Luca. No te darán oportunidad de lanzar una bala. Estarás muerta antes de que te des cuenta, Alayna.

Quise golpearlo por tener tan poca fe en mí. Era Alayna Novak y siempre obtenía lo que quería.

—Gracias por la confianza —grazné—. Estoy bastante conmovida.

—Necesitas ayuda —sentenció Luciano—. Trabajar en equipo es lo mejor que podemos hacer por Luca.

Mis hombros se desplomaron en derrota. Tenían razón. No pensaba claramente, mi cabeza estaba nublada por la ira desenfrenada. Era una mujer inteligente, mis emociones no me dominaban. ¿Por qué estaba perdiendo la cordura en el momento menos oportuno? La única explicación se llamaba Luca Vitale. ¿En qué me has convertido, príncipe?

—De acuerdo —cedí—. Pero si uno de ustedes me traiciona, estará muerto.

Gian me dio una mirada molesta.

—Luca es nuestro hermano, somos incapaces de abandonarlo.

🦋

Luca

Tenía ocho años cuando conocí a Berenice Marino. Era una mujer amable, cariñosa y valiente. Nunca entendí como pudo terminar en el prostíbulo. Mi padre solía llamarla su puta favorita, ya que se mantuvo en el negocio por mucho tiempo y siempre fue leal.

Al principio creí que solo le importaba el dinero, pero mi opinión cambió una noche. La escuché llorar en el baño, suplicando por perdón a Dios. Ella no era una mala mujer, intentaba sobrevivir como todos en este injusto y podrido mundo. Quizás su manera de hacerlo no era la mejor, pero nunca la juzgaría. No después de todo lo que había hecho por mí y las chicas.

Berenice fue un ángel y una guerrera que jamás se dio por vencida. Su muerte no sería en vano. Iba a vengarla y recordaría su nombre hasta el final de mis días. ¿Y las chicas? No tenía la certeza de que pronto las encontraría, pero sabía con seguridad que acabaría con todas las basuras que arruinaron mis planes.

El deseo de violencia ardió en mi pecho y tensé la mandíbula. No perdía la esperanza de que Alayna viniera por mí. Confiaba en ella con mi vida entera. No me dejaría solo. Mi mente fría no me permitió lamentarme. Ansiaba la venganza y el sufrimiento de mis enemigos.

Era el Don y seguiría aferrándome al título.

La cerradura de la puerta giró y entró Carlo. Su rostro era serio, sin rastros de la diversión que había demostrado cuando mató cruelmente a Berenice.

—Vengo a proponerte un trato que no puedes rechazar —murmuró—. Aceptarás si quieres salvar tu vida. No eres estúpido, Luca.

Mi cabello húmedo por el sudor cubrió mis ojos. El dolor que sentía era intrascendente. Nada se comparaba con el odio y la profunda rabia, eclipsaban cualquier malestar en mi cuerpo.

—No me interesa oírte—respondí sentado en la sucia y fría baldosa manchada de sangre, mi garganta rasposa—. Lárgate por dónde viniste.

Arrugó la nariz cuando miró mi estado y su boca se curvó en una sonrisa burlona.

—Te daremos el privilegio de ser escuchado—continuó—. Si este sábado te arrastras como el perro que eres y suplicas por perdón, tendrás otra oportunidad de vivir. Claro, ya no serás el Don ni ocuparás un rango alto, pero...

—Prefiero morir—Lo interrumpí—. No intentes convencerme de lo contrario, pierdes tu tiempo.

Una cólera silenciosa irradiaba de su cuerpo, estaba mirándome como si fuera una cucaracha. Era la única manera que tenía de sentirse poderoso. Él vestido con su costoso traje y yo sangrando en el suelo. Sucio narcisista, nunca dejaría de ser la sombra de mi padre.

—Retiro lo dicho, eres más necio de lo que pensé. Primero tiras por la borda tu matrimonio con mi hija, eliges a una mujer ordinaria y haces tratos con Moretti —Se apoyó contra la puerta, el arma en su mano y los ojos en mí—. Ahora te doy una oportunidad de salvar tu vida, pero la rechazas. ¿De dónde heredaste esa estupidez? Dudo que haya sido de tu padre. Él es un hombre muy inteligente.

Miré un pequeño agujero de la pared. Me resultaba más interesante que mirar su cara. Yo no moriría el sábado, pero Carlo muy pronto sí. Luego iría por su monstruosa hija. No me importaba la vida de Marilla. Estaba muy cegado, mi desprecio hacia su familia era incontenible.

—Piénsalo, Luca. Eres muy joven para morir.

—No hay nada que pensar.

Sonrió y dio un paso atrás.

—Ya lo veremos.

Entonces se retiró, dejándome solo en la oscuridad.

🦋

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