A STORM LIKE HER ━ Gale Hawth...

andreasinfinity द्वारा

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A STORM LIKE HER | Thyra sabe que no puede rendirse, porque si lo hiciera, la muerte de su hermana Eyna no ha... अधिक

A STORM LIKE HER
BOOKTRÁILER
ACTO PRIMERO
  i. Juegos de palabras
  ii. El nuevo destino de Thyra
  iii. Los Juegos del Hambre
  iv. El chico de los ojos grises
  v. El caos de la chica en llamas
  vi. El odio que nos une
  vii. El juego del traidor
  viii. Grábalo
  ix. Si nosotros ardemos, tú arderás con nosotros
  x. La caza del cobarde
  xi. Rosa roja
  xii. Negro
  Epílogo: Por Eyna
ACTO SEGUNDO
  i. Distracciones
  ii. Algo personal
  iv. Hoy no
  v. No cometen errores
  vi. Comandante al mando
  vii. Voy a por ti
  viii. El caos está aquí
  ix. Acércate
  x. Un mundo mejor
  xi. Con vida y con traición
  Epílogo: Panem libre
ACTO TERCERO
  i. Volver a casa
  ii. En nuestra nueva casa
  iii. Primera pesadilla
  iv. Con ella
  v. Sanar
  vi. Sí quiero
  vii. Baila conmigo
  viii. Derecho y deber
  ix. No voy a perderte
  Epílogo: Una tormenta como ella
ACKNOWLEDGMENTS

  iii. Que comience el Juego

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andreasinfinity द्वारा

CAPÍTULO TRES: QUE COMIENCE EL JUEGO

—¿ESTÁ ADENTRO?

Gale asiente. Ambos estamos compartiendo uno de nuestros descansos juntos mientras Katniss va a ver a Peeta.

No hay nadie en la cafetería, así que nos sentamos en una de las mesas. Él tiene la cabeza entre las manos, con los codos en la mesa de metal, y no me mira cuando le hablo.

—Estará bien —añado.

Él sacude la cabeza y la levanta para mirarme. Tiene los ojos rojos. Intento no sorprenderme al darme cuenta de que ha llorado. Parece percatarse de mi reacción, porque vuelve a mirar hacia abajo mientras se encoje de hombros.

—¿Qué importa eso? La he perdido. —Suspira. Nunca le he visto así, tan vulnerable. — No, no la he perdido. Ella nunca me quiso, así que nunca fue mía.

Me duele oírle hablar así. Y es precisamente por eso que debo de olvidarme de él, porque si sigo distrayéndome de mi trabajo por un amor no correspondido, acabaré como él: llorando porque la persona que me gusta no me da ni la hora. Desde que se acercó a mí en la enfermería, no he podido olvidar su tacto, su olor a colonia barata mezclada con el olor inconfundible de los uniformes del Trece. La esperanza que nació de su proximidad y sus palabras puede llegar a pasarme una mala pasada.

—No es culpa tuya, Gale.

—Sí es culpa mía —su tono es duro y me resquema—. Me tendría que haber olvidado de ella hace mucho tiempo, pero lo que hice fue ir a rescatarle a él.

—Peeta tampoco tiene la culpa.

Mis palabras le enfurecen. Aprieta los puños y golpea la mesa. Como acto reflejo, me aparto bruscamente. Sus ojos me miran, ahora sorprendidos.

—Lo siento —dice rápidamente, y se alisa la camisa—. Lo siento.

Me paso las manos por la cara. Estoy sudando. Entonces nos miramos, y parece darse cuenta de algo. No dice nada, no mueve la boca, pero sus ojos grises se vuelven de repente más claros y más nítidos, como si hubiese encontrado algo que andaba buscando. Se queda congelado, mirándome, y me fuerzo a decir lo primero que se me pasa por la cabeza.

—Mañana es la boda —le digo, y él vuelve a mirar para abajo.

—No voy a ir.

Arrugo la cara y le agarro bruscamente por la manga. Mi brazo y mis costillas ya no duelen. La medicina del Trece viene del Capitolio, y hace magia en lo que respecta a heridas menores.

Vuelve a subir la cabeza, pero sólo para mirar mi mano agarrando su ropa. Se le relajan los hombros.

—Sí vas a ir. —No me mira cuando le hablo—. Irás, aunque eso signifique que debo de arrastrarte allí, Hawthorne.


Todo el mundo aplaude mientras Annie y Finnick se besan como ahora marido y mujer. Mi padre me mira sonriente y me empuja con el hombro.

—A ver cuándo te casas tú. — Me río.

La música empieza y papá va a bailar con sus amigos. Al parecer, este tipo de música se escuchaba mucho en las fábricas cuando él era joven. También me menciona antes de irse que él y mi madre iban a un bar algunos fines de semana cuando eran novios y las cosas iban mejor con el dinero. Le sonrío con nostalgia y se va antes de que nos podamos poner melancólicos.

Me quedo sola en la multitud. Es una boda, pero todos llevamos nuestros trajes del Distrito, excepto los novios y Effie, que pidió llevar un vestido y su peluca chillona y ridícula.

Alguien me toca el hombro, y me giro. Es Gale, y tiene cara de malos humos. Se ha puesto más colonia de la normal, y su olor me embriaga en el buen sentido de la palabra cuando giro la cabeza para mirarle.

—¿De verdad me has hecho venir a esto? —me pregunta, moviendo la mano en un gesto de desdén—. Sabes que nos vamos al frente en unas horas, ¿verdad?

Sonrío y asiento. Le cojo la mano, y me mira frunciendo el ceño. Raramente sonríe, pero eso a mí no me importa. Me imagino a mi madre un momento, pidiéndole un baile a mi padre cuando eran adolescentes.

—Vamos a bailar.

Me giro e intento tirar de él, pero es mucho más fuerte que yo.

—¿Qué? Estás loca. No pienso bailar, Thyra.

Me encojo de hombros mientras le suelto la mano y avanzo hacia la pista de baile.

—¡Tú te lo pierdes!

Le veo decir que no con la cabeza y seguirme mientras me río.

—Eres un caso perdido —me dice, y se mueve de forma incómoda con los pasos de la canción, que no debe de saberse.

Yo le agarro las manos y le guío mientras me río más y más, y, como no lo hago a menudo, enseguida me duelen las comisuras de la boca.

—Es que eres un aburrido, Hawthorne. —El violín acelera sus notas. — No estás preparado para mujeres como yo.

Le guiño un ojo en broma, pero entonces él levanta el brazo y me hace girar sobre mí misma con rapidez. Me tambaleo hacia él, pero me sujeta por la cintura hasta que consigo estabilizarme. Me sonríe.

—Debe de ser eso, Thyra. No estoy acostumbrado a mujeres como tú.


El tambaleo del aerodeslizador no es tan bonito como la música. Gale está sentado a mi lado en silencio, y ambos sabemos que quizás no sobrevivamos a nuestra misión en el Capitolio.

—Ha llegado el momento —me dice—. Es para esto para lo que nos preparamos, ¿no? Lo que queremos. Ya está aquí.

No soy capaz de mirar nada que no sea el Capitolio, ante nosotros. Los edificios rascan el horizonte y las nubes lo rodean todo como si fuera el paraíso. Pero las apariencias engañan.

—Presidenta Coin, al habla Walsh —digo por la radio—. Nos preparamos para descenso.

—Muy bien —responde ella, algo entrecortada—. Buena suerte.

Puedo sentir la mirada de Gale en mi cara hasta que bajamos del transporte. Me dirijo inmediatamente a la zona de control. Gale camina a mi lado mientras buscamos a Boggs.

—¡Comandante Walsh! —Me giro para ver a un hombre bajito corriendo hacia mí. — Boggs la está buscando.

Asiento mientras le seguimos bajo una tienda de campaña. Boggs nos da la mano cuando nos ve y me ofrece un asiento frente a unos ordenadores. Sonrío, y sin más, me pongo a trabajar.

Compruebo que nuestros sistemas están operativos y que no somos rastreables. Gale se queda detrás mirando sobre mi hombro.

—¿Cómo puedes entender todo eso?

Me río un poco en voz baja y me encojo de hombros.

—Sate dice que tengo un talento para los ordenadores. Los códigos cifrados son los mejores, la verdad. Antes era hacker y programadora, pero ahora sólo compruebo que nadie vaya a volar por los aires.

Niega con la cabeza.

—Parece complicado... Todos esos números y letras... y esas palabras raras.

—No diría que es sencillo, no.

Le miro de reojo. No está tranquilo. Lo sé por la forma en la que se pasa la mano por el pelo y suspira, mirando a su alrededor. Su madre lloró cuando nos despedimos de nuestras familias. Mi padre estaba convencido de que volvería, pero no puedo olvidar lo que me pidió su madre entre lágrimas en el momento en el que Gale ya no escuchaba.

"Mi familia ya ha perdido demasiado. Por favor, prométeme que cuidarás de Gale, Thyra. Necesito que me lo prometas."

Y yo había dicho que lo prometía. Papá siempre me dijo que los Walsh cumplen sus tratos, y por eso debíamos de ser listos a la hora de hacerlos. Espero poder cumplir con el mío, porque si no... Si pierdo a Gale, no sé qué voy a hacer.

Me quedo sentada hasta que se arma un revuelo y tengo que levantarme. Camino hacia las tropas, con Gale a mi lado. Él se detiene, sorprendido, y allí veo a Katniss, rodeada por los soldados. Gale sonríe, pero a mí esto no me hace nada de gracia. Intenta pasar por delante de mí para saludarla, pero tiro de su brazo y le detengo. Me mira sorprendido, pero no borra esa dichosa sonrisa de su cara.

Me abro paso entre la gente y agarro a Katniss bruscamente del hombro.

—¿Qué cojones haces aquí? —siseo—. ¿Arriesgué mi vida para que rompas las órdenes de Coin? —Sacudo la cabeza, pero ella no me responde. — Vamos, anda.

Tiro de su brazo hasta nuestra tienda, pero todo el mundo sigue cuchicheando.

—¡Moved el culo! —les grito—. ¿Va Snow a matarse solo?

Algunos gruñen, pero todo el mundo vuelve al trabajo. Gale se une a nosotras, pero ambos me tienen que seguir el paso, porque ando muy deprisa.

—¿Ves la que has montado? —gruño a Katniss—. Ya verás cuando Coin se entere, esto va a recaer sobre mí.

Me aprieto el hombro, incluso si ya está sano, como para comprobar que la presencia de Katniss no haya hecho que me disparen de nuevo.

Coin habla por el pinganillo que llevo al oído. Ya tardaba.

—Esto no es inmadurez —me dice—, es insubordinación.

Me giro a Katniss y frunzo el ceño. Es mi hora de lidiar con su mierda. Es obvio que ella no ha oído lo que dice Coin, pero sabe con quién estoy hablando cuando respondo.

—Pues envíela de vuelta.

—No seas ridícula, Walsh. Sabes que no puedo hacer eso.

Alzo las manos al aire, y veo a Gale contener una risa tras de mí. De nuevo, a mí no me hace gracia.

—¡Mejor propaganda imposible! ¿Qué quiere que haga yo, Presidenta?

Creo que, si no fuera porque ya estoy en el frente, se hubiera buscado a otra Comandante del sector de Tecnología.

—Se quedará donde está —me dice—. Irá con tu escuadrón.

No respondo, porque si lo hago me saldrá una grosería.

Baylor se une a nosotros en la tienda, y abraza a Katniss. Me mira y asiento. Qué desastre.

—¿Lista para el discurso? —me pregunta. Creo que me vuelvo blanca como la nieve—. ¿Se te había olvidado?

—No —miento—. Sólo me pone nerviosa hablar en público.

—Pues hoy hay uno grande.

Y así es, estoy en la palestra, junto a Baylor, que se presenta a sí misma. Las instrucciones de Coin fueron claras. Debo de hacerles pensar a esta gente, a estos tantos soldados, que todos estarán en la celebración del nuevo Panem. Es obvio que eso es una mentira, pero Coin ya tuvo en cuenta el hecho de que se me dan mejor las máquinas que los seres humanos.

—Nadie te conoce —me había dicho—. Así que, si lo haces fatal, no tendrá grandes repercusiones. Pero, intenta no defraudarme.

Gran apoyo, ¿verdad? Baylor sigue hablando.

—Ahora —dice tras los vítores de la gente tras su discurso—, os presento a Thyra Walsh, la Comandante más joven de la historia de esta rebelión.

La gente aplaude mientras me acerco al micrófono. Tomo aire profundamente, pero no consigo sonreír a las masas. De repente, me olvido del discurso que había preparado, pero veo la cara de Gale en la multitud, y empiezo a improvisar.

—Gracias. Soy la Comandante Walsh, del sector de Tecnología. Soy del Tres, y aunque no nací para ser soldado, nací para ser rebelde, igual que todos vosotros —algunos aplauden—. Como todos, he vivido las atrocidades de Snow. —Las cámaras me enfocan, y entonces soy consciente de que mi discurso está siendo retransmitido. Estiro la espalda. — Mi hermana Eyna murió en los septuagésimo segundos Juegos del Hambre. Mi familia quedó destrozada, como tantas otras en Panem. Y no ha habido un solo día desde entonces en que no sueñe con destruir el Capitolio. —Más vítores. — Snow ha retirado a los Agentes de la Paz para fortificar el centro de la ciudad y se están evacuando a los residentes de la periferia. —Los soldados se miran entre ellos. Alzo la voz. — ¿Por qué? ¡Porque sabe que vamos a por él! —Gritos de euforia. — Hay una arena llena de trampas y de dispositivos letales que mi equipo ha intentado localizar. No todos han sido ubicados. Se llaman vainas, y son sádicas, como todo en esta ciudad. Nos reuniremos en la mansión de Snow, donde recuperaremos y liberaremos Panem. Hermanos y hermanas, nuestro futuro empieza mañana, al amanecer. Sólo os tengo que pedir una cosa: que luchéis por este nuevo Panem, ¡por uno libre e imperecedero! —Todos gritan. — ¡Y por ese Panem sí digo: que comience el Juego!


—Has estado genial —me dice Gale cuando bajo de la palestra—. Pero no has leído tu discurso.

—¿Cómo lo sabes?

Se saca el papel del bolsillo, y pongo los ojos en blanco.

—¿Me lo robaste para que no pudiera leerlo en caso de que me quedara en blanco? —Me lo tiende, pero yo detengo su mano en el aire. — ¿Qué más da? Ya no sirve para nada.

Él se ríe quedamente y tira en papel en un contendor.

—Eh, por lo menos te ha quedado mejor —se defiende—. Mi plan ha funcionado.

Le empujo suavemente.

—Eres como un grano en el culo, Hawthorne.

Se toca el pecho en plan de broma.

—Dios, qué romántico.

Nos reímos juntos antes de, quizá, morir mañana.

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